Sacudimos el Axis (de un brinco)

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Con el tsunami de Indonesia, en diciembre de 2004, la Tierra se agitó brevemente en su eje. Según algunos, la fuerza de la ola fue tal, que no sólo arrasó con pueblos enteros y dejó a su paso más de doscientos mil muertos, sino que desplazó algunas islas cercanas a Sumatra (entre veinte y 36 metros) cambiando para siempre el mapa de la región. Durante el temblor que generó esta calamidad, el planeta entero vibró aproximadamente un centímetro. Hasta ahora, ninguna actividad del hombre ha logrado nada semejante: ni saltar.

Hace un año, apareció en la web lo que parecía una propuesta descabellada más: seiscientos millones de personas debían brincar, al mismo tiempo –en el Hemisferio Occidental– para sacarlo de su órbita y mejorar, así, nuestra calidad de vida. Entre las maravillas que ese brinco multitudinario (World Jump Day) propiciaría se cuenta: “detener el calentamiento global, alargar las horas del día y tener un clima más homogéneo.” La página (www.worldjumpday.org) solicita a quienes quieran unirse que atiendan las siguientes instrucciones: 1. Verificar que su domicilio se encuentre en las zonas horarias mencionadas en el menú; 2. Revisar la hora a la que les toca brincar (de acuerdo con su domicilio); 3. Localizar una superficie dura (concreto, tarmac) y brincar “a la hora-salto exacta dada para la localidad”. En el menú aparecen los lugares y los horarios. En México, están Tijuana y el df. Entre los sitios mencionados están Tegucigalpa, Buenos Aires, las Azores y la enorme provincia canadiense de Saskatchewan. ¿La fecha de tan espectacular evento?: 20 de julio de 2006.

Nuestro planeta tiene dos movimientos básicos: el de rotación (sobre su propio eje) y el de traslación (siguiendo una órbita alrededor del Sol). Al eje se le conoce como axis y es lo que, por distintas razones, “se ha sacudido” –si bien de forma muy breve-– con los temblores que provocan, entre otras cosas, maremotos y olas gigantes. Lo que no se ha movido en millones de años es la órbita.

Entre el siglo pasado y el presente, se han desarrollado objetos y construcciones que, de una u otra forma, interfieren con nuestro natural girar; las presas y las bombas atómicas son los ejemplos más obvios. El agua contenida en las presas, multiplicada por el número de las mismas, es suficiente para hacer un poco más lenta la rotación planetaria. En su totalidad, son como un tsunami permanente. Por otra parte, cada terremoto tiene una fuerza y un poder de destrucción semejantes a los de una bomba atómica como las que hasta ahora se han detonado (con ganas de matar o con ganas de probar). Hay teóricos que creen firmemente que un asteroide bastante grande extinguió los dinosaurios por la nube de polvo que levantó al chocar con la tierra; aunque no hay formas muy certeras de probarlo, es posible que entonces la órbita se haya alterado levemente.

Ahora bien, si seiscientos millones de personas saltaran al mismo tiempo sobre la faz de la Tierra, y suponiendo que cada una de estas personas pesara cien kilos, la fuerza del impacto sería similar a la de las bombas nucleares de prueba (que suelen estallarse de forma subterránea sin que las perciban en 20 kilómetros a la redonda). El problema con la propuesta del WJD –si queremos verlo así– no es sólo que el impacto sería pequeño, incapaz de sacudir el suelo de cada localidad; el problema real está en la Tercera Ley de Newton: la acción ejercida por seiscientos millones de pares de pies sobre la Tierra será directamente proporcional a la reacción ejercida por la Tierra sobre los mismos. Es decir, se trataría de presiones recíprocas. Sólo sería distinto si todas esas muchísimas personas fueran lanzadas hacia la Tierra; entonces ocurriría como si un pequeño asteroide cayera del cielo, dejando azorada a la población. En cuanto a la órbita: no se enteraría de nada.

Pero la propuesta de WJD no presenta en realidad ningún problema. Por un lado, hay cientos de miles de personas que la consideran una idea genial: ¿qué mejor que brincar durísimo para arreglar los problemas climáticos que amenazan con mermar nuestra estabilidad? Si creyéramos en su contador, la mitad de los cibernautas está preparándose para el gran salto (claro, tendríamos que creer entonces toda la información). Por el otro, hay tantos detractores de la idea, que internet y otros medios se han llenado de argumentos ponzoñosos y creativos, que van más allá de las leyes de Newton.

En realidad, el creador del Día Mundial del Salto es un artista contemporáneo llamado Torsten Lauschmann (Bad Soden, Alemania, 1970), quien desde hace algunos años radica en Glasgow. Para su montaje del WJD, se caracterizó –con gallo en el pelo y gafas de pasta– como el profesor Hans Peter Niesward y grabó un pequeño video (disponible en la página) donde describe, con lenguaje técnico, lo que le sucedería a la Tierra con el brincote. Su trabajo, ahora conocido como “World Jump Day Scam”, fue la página más comentada durante el 2005 y, por lo que se ve, seguirá siéndolo de aquí al 20 de julio de 2006.

A diferencia de muchos artistas como él, Lauschmann trabaja de una forma que lo acerca a la gente. Una de sus obras más conocidas es una película llamada Mishappen Pearl (2003), que trata sobre los faroles de iluminación pública. En ella, el alumbrado –según palabras de una crítica de arte– se convierte en “una extrañamente hermosa y melancólica meditación sobre la vida en la ciudad”. El filme fue alabado en la Bienal de Venecia (figuró como la primera participación de Escocia). Otras piezas del autor son Slender Whiteman (2002, un alucinante viaje transeuropeo, con Lauschamann disfrazado de músico raspa), Mother and Child (2004, una naturaleza muerta-viva, sobre su mujer y su hijo en la cama), Egoburger (2005, una revista) y la reciente proyección/instalación del Festival Internacional de Arte de Glasgow (2006).

El salto del 20 de julio de este año se convierte entonces en algo mucho más grande que un meteorito: se trata de una provocación de laboratorio para leer desde la solidaridad hasta la desidia. Finalmente, muchos preferirán saltar a una hora y día determinados para no entrar en conflicto con su estilo de vida. En última instancia, se trata de mover el axis emocional de cientos de miles de cibernautas. ~

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(ciudad de México, 1970) es narradora. En 2005, el FCE publicó su libro de cuentos Las malas costumbres.


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