Sobre Falun Gong

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Señor director:

En primer término, una felicitación por el excelente número “Fiesta y Represión”.

Acerca de un tema tocado en algunos de los textos publicados, el de Falun Gong, quisiera exponer una tesis. Ya están documentadas por autores serios y por respetables organismos internacionales las atrocidades cometidas por el gobierno chino en la feroz persecución a los miembros de este movimiento espiritual. Hay pruebas de que a partir de julio de 1999 y hasta la fecha se ha cometido un crimen contra la humanidad por parte del régimen chino; cerrar los ojos ante ello es, sin duda, una vergüenza para la conciencia de nuestro tiempo.

En este sentido, la afirmación de Albert Keidel de que la represión a Falun Gong “podría resolverse si dejaran de organizar a sus miembros en manifestaciones que llaman al cambio radical del gobierno” es calumniosa y ofende a las víctimas de algo más que una simple represión. Ya los había difamado con la expresión “es un movimiento pseudorreligioso.” Ambas expresiones son falsas. Cuando comenzó la persecución –con la detención de setenta practicantes, a quienes el gobierno chino llamó “dirigentes de la secta diabólica”–, en efecto, quince mil practicantes realizaron en Pekín una manifestación pacífica y silenciosa, defendiendo su derecho a tener esa creencia. Un número indeterminado fue detenido y deportado sin juicio a campos de trabajo forzado. Esa es la única manifestación masiva llevada a cabo en China por practicantes de Falun Gong, sistemáticamente perseguidos desde esa fecha: miles sometidos a torturas hasta la muerte, miles ejecutados o muertos por malos tratos en los campos de concentración –el sistema Laoai de trabajo forzado que se mantiene desde los tiempos del maoísmo–, miles “reeducados” con lavado de cerebro. (La cifra de víctimas no puede contabilizarse todavía pues se trata de un crimen en proceso. Amnistía Internacional ha documentado, hasta 2004, 3,600 muertos por tortura; se calculan más de 40 mil asesinados con el fin de extirpar sus órganos, de acuerdo con el reporte de Kilgour y Matas; y en el proceso español contra Jiang Zemin se ha manejado la cifra de cincuenta mil asesinados y más de ochocientos mil deportados a campos de trabajo.)

Los términos de un genocidio según el derecho internacional –persecución o exterminio de un grupo nacional por razones de raza o religión– se cumplen, usando el Estado chino propaganda de odio y un cuerpo especial, la Oficina 610, para cumplir el siniestro decreto de Jiang Zemin: “difamen a los practicantes, arruínenlos económicamente, extermínenlos físicamente”. (Testimonio de Li Baigen, entonces director asistente de la Oficina de Planeamiento Municipal de Pekín, hoy exilado en Canadá.)

Por otra parte, quienes han estudiado sin prejuicio a Falun Gong coinciden en que no es una secta, al no separarse los practicantes de sus familias ni de sus trabajos y al no haber exigencias financieras ni adoración al fundador del movimiento. Por lo demás, Falun Gong se ha extendido a setenta países y sólo se le persigue en China. A partir de hechos históricos, puede decirse que el Partido Comunista de China sí constituye una auténtica secta y sumamente perniciosa hasta nuestros días. ~

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