Teoría del gusto

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     Tener buen gusto
     es un problema muy grande.
      
     Y no es un problema de dinero,
     que quede bien claro…
     porque la plata, a fin de cuentas,
     va y viene, va y viene.
     La plata es harina de otro costal.
      
     No se trata de un problema, pues,
     de los medios que se requieren
     para cumplir con el destino
     de un sibarita o de un diletante,
     de un gourmet o de un conocedor.
      
     Tener buen gusto
     es un problema muy grande
     porque empobrece
     tremendamente nuestras vidas
     justo en la medida
     en que el buen gusto prefiere
     la perfección inalcanzable
     a la inmediatez de la totalidad.
      
     Chuang-Tzu lo dijo mejor que nadie:
     cultivar los sentidos
     es echar a perder los sentidos;
     cultivar la bondad
     es acabar con la bondad;
     cultivar el buen gusto
     es echar a perder el gusto.
      
     Y es que el mundo ha sido cocinado
     contando con todos los ingredientes
     habidos, existentes y por haber.
      
     Buenos, malos, grandes,
     feos, bonitos, sublimes,
     insensatos, horrendos…
     El mundo es uno
     y es muchos
     en uno.
      
     Pero el mundo,
     como la vida,
     es total.
      
     El mundo
     es el pastel
     completo.
      
     Y tener buen gusto
     significa que sólo aceptamos
     una parte del pastel:
      
     Aquélla que tiene la cereza
     o la que tiene chocolate
     o la que tiene la pasa
     o la que no la tiene
     o la que tiene crema
     o la que no tiene
     o tiene poca
     o mucha…
      
     Pero el pastel es total.
     El mundo es total.
     La vida es total.
      
     Y es mejor la totalidad
     que la perfección.
      
     Mejor el mundo
     que mi idea del mundo.
      
     Y mejor aún
     que cualquier idea
     que tengamos de la libertad
     resulta, sin duda alguna, la libertad. –

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