Quizรก incluso mรกs que la propia Guerra de Vietnam, el caos en Iraq ha dividido a la sociedad estadounidense. El estado del desastre fue, ademรกs de la corrupciรณn en el Congreso, el punto de inflexiรณn en las elecciones legislativas de noviembre pasado. Seguramente lo serรก tambiรฉn en la contienda presidencial que ya se avecina. Para los intelectuales en Estados Unidos, Iraq y sus consecuencias se ha convertido, desde el principio mismo del conflicto, en un verdadero dolor de cabeza, uno de esos asuntos que terminan con alianzas y amistades y reconfiguran el mapa ideolรณgico de un paรญs. Cuando se trata de seguir este aciago debate, pocos escenarios se pueden comparar con la revista The New Republic.
En el 2003, la publicaciรณn apoyรณ la incursiรณn militar en Iraq por โuna razรณn esencialmente estratรฉgica y otra esencialmente moralโ. La estratรฉgica, explicaban los editores, era evitar que Saddam Hussein adquiriera o vendiera las tristemente cรฉlebres armas de destrucciรณn masiva; la moral, derrocar al โcรกncer moralโ que representaba para la regiรณn el rรฉgimen del dictador iraquรญ. Un aรฑo despuรฉs, ante la creciente evidencia de la derrota del proyecto estadounidense en Iraq, The New Republic publicรณ un valiente nรบmero que se hacรญa, en portada, una pregunta moralmente honesta: โยฟNos equivocamos?โ La conclusiรณn de aquella reflexiรณn editorial resultรณ ambigua: la revista encabezada por Martin Peretz admitiรณ haberse equivocado en cuanto al argumento prรกctico para apoyar la guerra, pero no en cuanto a la razรณn moral: โLos iraquรญes hoy โsin importar cuรกn asustados o afligidosโ son, en algรบn sentido significativo, libres.โ
Ahora, mรกs de dos aรฑos despuรฉs, The New Republic vuelve al centro del debate sobre Iraq con un nรบmero provocador. A finales del 2006, la revista publica diecisรฉis colaboraciones diversas que tratan, todas ellas, de responder quรฉ sigue en Iraq. Letras Libres ha seleccionado tres textos que nos parecen emblemรกticos de las posiciones que hoy se discuten en los cรญrculos del poder y del saber en Estados Unidos: la retirada inmediata, el incremento de tropas y la simple y llana desesperaciรณn. David Rieff, Robert Kagan y Leon Wieseltier defienden, con lucidez y claridad, cada una de estas posiciones. ~
โ Leรณn Krauze
Manden mรกs tropas
El deseo extendido de abandonar Iraq estรก generando muchas ideas acerca de cรณmo y a quรฉ costo se puede lograr tal retirada. El tema que campea en la mayorรญa de las propuestas โincluyendo las que, segรบn se dice, dominan el pensamiento de la Comisiรณn Baker-Hamiltonโ es que en Iraq la soluciรณn no es militar sino polรญtica, quizรก hasta diplomรกtica. La falla comรบn de todas esas propuestas es que no hay soluciรณn polรญtica que se pueda alcanzar sin que las fuerzas combinadas de los ejรฉrcitos estadounidense e iraquรญ calibren el รฉxito militar.
Hasta ahora el problema no ha sido la incapacidad de reconocer la necesidad de una soluciรณn polรญtica por parte del gobierno de Estados Unidos, ni tampoco que el gobierno haya cifrado esperanzas muy altas en Iraq. Desde hace un buen tiempo hay funcionarios gubernamentales, aun dentro de la Casa Blanca, que habrรญan aceptado gustosos un resultado que no fuera la completa unificaciรณn de Iraq si hubiera garantizado que el paรญs podรญa sostenerse al menos un aรฑo sin precipitarse en una sangrienta guerra civil. En cuanto a la democracia, los esfuerzos de la administraciรณn Bush por apoyar un gobierno democrรกtico en Iraq han sido mรกs pragmรกticos que idealistas. La alternativa al gobierno democrรกtico en Iraq es una forma de rรฉgimen autoritario. Pero ยฟdรณnde estรก el hombre fuerte que puede controlar Iraq?, ยฟserรญa sunita o chiita? Colocar a uno u otro grupo sectario en el poder sรณlo detonarรญa la guerra civil. Desde una perspectiva prรกctica y no idealista, para que en Iraq un gobierno tenga รฉxito debe basarse en una alianza entre las distintas sectas, y para que una alianza sea sostenible debe reflejar de algรบn modo los anhelos de la poblaciรณn.
Sin embargo, tal alianza no puede consumarse en Iraq sin un mรญnimo grado de orden y seguridad. Si el grueso del pueblo iraquรญ no puede ser protegido de los bombazos terroristas, los rebeldes y los escuadrones de la muerte, no serรก capaz de negociar y mantener un convenio polรญtico. Al ver que las tropas estadounidenses e iraquรญes no consiguen garantizar su seguridad, el pueblo busca protecciรณn naturalmente en sus propias fuerzas sectarias.
La idea de que un repliegue o โtransferencia escalonadaโ por parte de Estados Unidos redundarรญa en una especie de reconciliaciรณn entre los iraquรญes ha sido refutada por tres aรฑos de dolorosa experiencia. Los funcionarios estadounidenses han prometido empezar a reducir el nรบmero de tropas en Iraq desde el inicio de la ocupaciรณn. Casi cada seis meses los oficiales del Pentรกgono han anunciado su intenciรณn de bajar el nivel de las fuerzas a la mitad en el lapso de un aรฑo. Se suponรญa que cada una de estas reducciones ocurrirรญa al cabo de diversos logros polรญticos: una elecciรณn o el establecimiento de un nuevo gobierno. Pero nuevos brotes de violencia insurgente minaron cada triunfo anticipado. En realidad el problema ha sido una falta, no de progreso polรญtico, sino de progreso militar para apuntalar los avances polรญticos.
La ilusiรณn de que un acuerdo polรญtico es factible, en medio de una crueldad atroz, es exactamente lo que nos ha conducido al punto donde hoy nos encontramos. Lo que se necesita en Iraq no son mรกs planes ingeniosos, sino mรกs tropas estadounidenses que brinden la seguridad requerida para que algรบn plan funcione. Incluso los que buscan un modo de abandonar Iraq lo mรกs pronto posible deben comprender la urgencia de un aumento en el nรบmero de nuestras tropas que garantice la estabilidad necesaria para que una retirada eventual no genere el caos ni la implosiรณn del Estado iraquรญ.
La primera de las prioridades deberรญa ser proteger Bagdad, y aquรญ es donde la polรญtica estadounidense ha fracasado rotundamente. Para lograrlo Estados Unidos deberรญa mandar al menos otros cincuenta mil soldados, la mayorรญa de ellos a la ciudad, para que los habitantes se sientan seguros, pero sin convocar tropas de otras zonas del paรญs. Con Bagdad a salvo, las fuerzas estadounidenses e iraquรญes podrรญan extender sus operaciones a las รกreas controladas por los sunitas. Esto llevarรก tiempo. Pero una Bagdad protegida representarรญa al menos un pilar sobre el que se podrรญa asentar un eventual convenio polรญtico.
Hay quienes afirman que no tenemos cincuenta mil soldados para enviar a Iraq. Sin embargo, las tropas estรกn disponibles. Mandar fuerzas adicionales significa extender la rotaciรณn de soldados, algo que Estados Unidos ha hecho anteriormente en conflictos de importancia. Mantener este despliegue creciente, no obstante, requerirรก un aumento sustancial del tamaรฑo del Ejรฉrcito y la Infanterรญa de Marina. Dicho aumento, que implica dinero pero no reclutamiento, es esencial, independientemente de lo que hagamos en Iraq. Es asombroso que este gobierno haya intentado pelear dos guerras y proyectado otras intervenciones con una fuerza a todas luces inadecuada para misiones globales.
โข
No hay que engaรฑarse: la incapacidad de crear una situaciรณn relativamente segura en Iraq ha resultado costosa.
La violencia sectaria que vemos hoy palidecerรก frente a la masacre desatada por una autรฉntica guerra civil iraquรญ. La nociรณn de โtransferencia escalonadaโ implica un proceso tranquilo, gradual, mediante el que las fuerzas militares de Estados Unidos se retiran y los iraquรญes se adaptan pacรญficamente. Es difรญcil creer que eso sucederรก. En cuanto empiece la retirada estadounidense habrรก un estallido de violencia para llenar el vacรญo. Grupos terroristas internacionales se hallarรกn sin rival en ciertas zonas de Iraq y podrรกn establecer nuevas bases para lanzar ataques contra Estados Unidos y sus aliados. Es absurdo imaginar que los propios iraquรญes tomarรกn medidas contra esos grupos: estarรกn muy atareados peleando unos contra otros.
Ante tales circunstancias, cualquier โtransferenciaโ de tropas estadounidenses para โcambiar de horizonteโ serรก efรญmera. En este sentido, la retirada es una ilusiรณn. Muchos de los que la respaldan suponen que podremos tolerar cualquier cosa que ocurra al cabo de nuestra salida: un mal pronรณstico de la conducta estadounidense. Las posibilidades de que el presidente Bush โo un presidente McCain, o una presidenta Clinton, o un presidente Obamaโ sea capaz de hacerse a un lado y permitir que Iraq se convierta en el nuevo Afganistรกn son casi nulas. Serรญa mucho mejor arreglar la situaciรณn iraquรญ ahora, mientras aรบn hay oportunidad. La alternativa es retirarnos y dejar que Iraq haga implosiรณn, para que en uno o dos aรฑos estemos luchando por volver a entrar. ~
โ Robert Kagan
Traigan a las tropas a casa
ยฟQuรฉ hacer ahora en Iraq? Para reflexionar en serio sobre este asunto hay que apelar a una perspectiva clara de lo que ocurre actualmente en terreno, tanto iraquรญ como estadounidense. La realidad, aceptรฉmoslo, es muy dura. El derrocamiento de Saddam Hussein es la รบnica de las metas propuestas por los estrategas de Estados Unidos que se ha cumplido.
Lejos de ser el precursor de un Medio Oriente โnuevoโ, democrรกtico, el Iraq de hoy dรญa se antoja una advertencia del giro que pueden dar las sociedades sanguinarias cuando se cortan las manos muertas de la dictadura. Las elecciones, que los partidarios de la caรญda de Saddam han visto a menudo como el desagravio de la invasiรณn, redundaron de hecho en una votaciรณn casi exclusiva por credo y grupo รฉtnico. El dominio iranรญ de la zona chiita del sur de Iraq, la antรญtesis de lo que Washington pronosticaba, avanza a todo galope conforme el ayatolรก Ali Al Sistani se retira del escenario y Moqtada Al Sadr, el clรฉrigo radical apoyado por Teherรกn, se vuelve cada vez mรกs el garante del gobierno en Bagdad. ยฟCuรกl es el verdadero estado de las cosas en el Iraq contemporรกneo? Dicho sin tapujos, se trata de una situaciรณn que favorece los intereses de Teherรกn, de los kurdos independentistas y, por supuesto, de Al Qaeda y los baathistas, que no han empeorado sino mejorado a la hora de matar y herir a ciudadanos estadounidenses.
Por tanto no debe asombrar que el pueblo estadounidense estรฉ harto de todo el negocio, tal como comprobaron las recientes elecciones en Estados Unidos. Cualesquiera que hayan sido los motivos de los polรญticos de la administraciรณn Bush, y los anhelos democrรกticos de neoconservadores como Paul Wolfowitz y Richard Perle, y de intervencionistas liberales como los editores de The New Republic, la idea de que Saddam tenรญa o estaba a punto de adquirir armas de destrucciรณn masiva fue lo que hizo que el pueblo estadounidense respaldara la invasiรณn de Iraq. Hoy dรญa la mezcla de dos realidades โSaddam no poseรญa tales armas y el proyecto democrรกtico ha demostrado ser una broma enfermiza y salvajeโ provoca que el apoyo disminuya velozmente a favor de una vigorosa condena de la guerra.
Con esta camisa de fuerza hay que responder la pregunta de quรฉ debe hacer ahora Estados Unidos en Iraq. Exigir que la gente que baraja opciones futuras no se solace en repetir las innumerables locuras y estupideces del gobierno de Bush es tan correcto como subrayar que el hecho de ordenar el despliegue de otros cincuenta o cien mil soldados estadounidenses, arguyendo que Estados Unidos debe โduplicarโ su presencia en Iraq y ganar la guerra, sin importar el tiempo que lleve ni el costo en vidas, dolor y dinero, es tambiรฉn una forma de autocomplacencia. Quizรก tiene sentido desde el punto de vista militar, pero es una mala apuesta polรญtica. El senador John McCain puede hablar de la necesidad de enviar mรกs tropas en los talk shows dominicales; el candidato McCain, sin embargo, no querrรก llegar a la elecciรณn del 2008 con el porcentaje de bajas estadounidenses que crece actualmente, y que sin duda aumentarรญa en caso de que se extendieran las operaciones en Iraq. Y aunque McCain no pueda suscribirlo por razones polรญticas, el discurso de sus potenciales oponentes demรณcratas โHillary Clinton, Al Gore o cualquier otro candidato que surja en el prรณximo ciclo electoralโ se reducirรก a una sola nociรณn: โTraigan las tropas a casa.โ
Asรญ que, en un sentido importante, la cuestiรณn de quรฉ hacer ahora ya se ha debatido. Estados Unidos debe abandonar Iraq, y mรกs temprano que tarde. Lo รบnico que queda por discutir con seriedad โnada que ver con el oropel y la jerigonza que se utilizarรกn para โcubrirโ la retiradaโ son las modalidades de nuestra salida. El resto son ilusiones autocomplacientes, simulacros bรฉlicos y ejercicios colectivos para cerrar la puerta del establo luego de la huida del caballo. ยฟPodrรญa funcionar el plan para la victoria en Iraq elaborado por McCain? Personalmente lo dudo, aunque es factible. ยฟExiste una posibilidad real de llevar a cabo ese plan? No, ni la mรกs mรญnima.
Ante estas circunstancias, mi opiniรณn es que Estados Unidos debe retirarse de Iraq lo mรกs pronto posible. Una cosa es pedir a los soldados que maten y mueran en una guerra que el paรญs se compromete a continuar en serio. Pero el colmo de la inmoralidad serรญa exigir tales sacrificios si lo รบnico que queda por resolver es cuรกndo nos retiraremos y cรณmo luciremos la hoja de parra que cubre nuestra decisiรณn.
En estos dรญas, burlarse del senador John Kerry es un deporte casi obligatorio en Washington. Pero las elocuentes palabras que el propio Kerry dirigiรณ al comitรฉ senatorial hace mรกs de treinta aรฑos tienen hoy la misma relevancia que entonces. ยฟA quiรฉn le gustarรญa ser el รบltimo soldado muerto gracias a un error? ยฟQuerrรญas que tal persona fuera un ser querido? ยฟTe ofrecerรญas como voluntario para ese destino fatal?
En la convenciรณn demรณcrata celebrada en Chicago en 1968, mientras sus policรญas golpeaban a los manifestantes en el Loop y Lincoln Park, el alcalde Richard Daley dijo, al parecer, a Lyndon Johnson que ya era hora de sacar a los soldados de Vietnam, de una vez por todas. โยฟY cรณmo voy a hacerlo?โ, preguntรณ Johnson en tono de sรบplica. A lo que, segรบn se dice, Daley contestรณ: โPues ponga a las pinches tropas en los pinches aviones y sรกquelas de ahรญ.โ
Aparte de proteger a los kurdos, cuya posible consolidaciรณn como Estado quizรก sea la รบnica buena noticia de esta aventura nefasta โme temo que serรก nuestra Expediciรณn Sicilianaโ, ya no hay nada que podamos hacer.
Y tal vez, a fin de cuentas, los kurdos pueden cuidarse solos. Asรญ que llegรณ el momento de poner a las pinches tropas en los pinches aviones. Ahora, antes de que mรกs hijos nuestros mueran por la arrogancia de su paรญs. ~
โ David Rieff
Intentar lo que sea
Lo mรกs exasperante de esta guerra es que conocer sus raรญces no ayuda a prever su desenlace. Imposible negar que los principales detonadores del conflicto fueron accionados por la fantasรญa, la ignorancia y el engaรฑo. En vista de tal origen, insistir en una evacuaciรณn rรกpida se vuelve una tentaciรณn enorme. Casi tres mil estadounidenses han muerto, y mรกs de veinte mil han resultado heridos; segรบn el gobierno de Iraq, ciento cincuenta mil iraquรญes han sido vรญctimas del fratricidio desatado por la guerra. Ciento cincuenta mil: una masacre de inocentes que se acerca a la escala de Saddam. Si la brutalidad continรบa a este ritmo y los intentos por establecer una democracia en Iraq son socavados por los propios iraquรญes, el derrocamiento del dictador deberรก ser visto en tรฉrminos morales casi como una turbulencia. ยฟQuiรฉn no querrรญa que saliรฉramos de esta carnicerรญa y este caos? Es muy comprensible, asimismo, el deseo de ver cรณmo pagan un precio los gestores de esta empresa: Bush, Cheney, Rumsfeld y una caterva de leyendas locales del neoconservadurismo que ahora explican, por el bien de su pureza ideolรณgica y el poder ganado, que รฉsta no es, ay, la guerra que imaginaron. Pero ยฟquรฉ precio pagarรญa no sรณlo Iraq sino Estados Unidos en caso de que simplemente nos retirรกramos?
Durante mucho tiempo compartรญ la opiniรณn de que gracias a que Estados Unidos se negaba a enviar mรกs tropas habรญa fracasado la tentativa de instaurar estabilidad y decoro โaunque no una democracia, que no se puede instaurar por la fuerza ni por decretoโ en Iraq; de que lo รบnico que nos impedรญa cumplir nuestros nobles objetivos era Rumsfeld y su tosquedad fuera de la norma; de que รฉl era la norma. Sigo sosteniendo que el envรญo de mรกs tropas reforzarรญa notablemente la seguridad en ciertos puntos nodales y peligrosos, pero la seguridad tiene que ver en el fondo con la situaciรณn sociocultural. Cada vez me queda mรกs claro que en Iraq la culpa de la violencia y del frenรฉtico rechazo de lo que Fouad Ajami llamรณ con optimismo โel regalo del extranjeroโ es de los iraquรญes. Los regalos no sรณlo deben darse sino recibirse, y lo digo sin condescendencia. Al contrario: soslayar el valor histรณrico del pueblo de Iraq es ser realmente condescendiente. Durante tres aรฑos y medio los iraquรญes han sido libres. ยฟQuรฉ han hecho con su libertad? Sรญ, se han sentado bases vacilantes para una especie de democracia, pero la del Iraq liberado difรญcilmente es una historia de lucha por el liberalismo: la clase de liberalismo en que pensamos nosotros, ellos, cualquiera. Es mรกs bien una terrible epopeya de matanzas tribales, de ira รฉtnica y religiosa, de miedo engendrado por venganza y venganza engendrada por miedo. La violencia sunita no puede explicarse sรณlo a travรฉs de la violencia chiita y viceversa. (Sistani es el nuevo Khatami, el santo razonable y pragmรกtico, el mulรก madisoniano, que no puede o no quiere imponer restricciรณn alguna.) Luego de que invadimos Iraq, Iraq se autoinvadiรณ. Al parecer sรณlo hay amor y odio comunitario, la agonรญa del universalismo o su imposibilidad de nacer, y muerte. Encima de todo, mรกs de un millรณn de iraquรญes ha dejado el paรญs: la emigraciรณn es otra forma de universalismo.
La perplejidad de Estados Unidos se debe a que la era iraquรญ de la identidad armada tiene consecuencias estratรฉgicas de importancia. A Irรกn, al igual que a Al Qaeda, tambiรฉn se le ha dado el regalo del extranjero. La fractura de Iraq hace realidad uno de los grandes sueรฑos iranรญes; y con todo y las antiguas y fascinantes diferencias entre Najaf y Qom, creo que el colapso del Estado de Iraq acabarรก lanzando el chiismo iraquรญ a la รณrbita de Irรกn, que busca hรกbilmente la hegemonรญa regional. Y si una retirada estadounidense deja o no un vacรญo para que lo llene Al Qaeda โel problema es que en Iraq no hay vacรญosโ, el hecho es que la guerra ha fallado en su intento por reducir el terrorismo. Dentro de Iraq, el terrorismo de Estado ha sido remplazado por el terrorismo no oficial; fuera de Iraq, la guerra ha fomentado redes y ataques terroristas.
ยฟY todo este pesimismo servirรก para justificar la retirada? Confieso que desearรญa que asรญ fuera. Ya que fui partidario de la guerra, asumo sus resultados como un cargo de conciencia. No creo que las tropas estadounidenses deban morir por una cruel nociรณn kissingeriana de la credibilidad de nuestro paรญs en el mundo, ni nada por el estilo. (De cualquier modo, la guerra misma estรก causando el peor daรฑo a la credibilidad estadounidense. Despuรฉs del terrorismo, el problema mรกs grave para nuestra polรญtica exterior en la era Bush es el antiamericanismo.) Aunque nos retiremos de Iraq, seguiremos siendo un paรญs sumamente poderoso del que todo enemigo deberรญa cuidarse, y la reflexiรณn moral sobre tales asuntos tendrรญa que ser eficaz: en el lapso comprendido entre la decisiรณn de retirarnos โsi eso decidimosโ y nuestra retirada habrรก estadounidenses que morirรกn en vano. Por todas estas razones, no pienso desechar las voces en contra de la guerra que se oyen en el Congreso y otras partes como si fueran una forma de aislacionismo viciado u otro concierto de Peter, Paul and Mary. Esta guerra no ha sido un รฉxito rutilante, y sus costos son altos. Nunca me ha gustado, ademรกs, el Estados Unidos en cuyo nombre este gobierno ha marchado al combate: en tiempos difรญciles uno intenta pasar por alto las diferencias sobre otros temas y otros retos, pero no estoy de acuerdo en que sรณlo un Estado que prioriza los derechos civiles, las obligaciones pactadas y las alianzas internacionales โun Estado de prioridadesโ se puede defender adecuadamente.
Y sin embargo soy incapaz de concluir que debemos renunciar. No podemos hacerlo por motivos morales, porque tenemos una obligaciรณn doble: ayudar a los constructores seculares de la democracia en Iraq, los hรฉroes entre las ruinas cuya causa aรบn no estรก perdida, y proteger a los kurdos. Tampoco podemos renunciar por motivos estratรฉgicos, por los beneficios para Irรกn y el terrorismo internacional. ยฟY entonces quรฉ debemos hacer? En corto, todo y lo que sea. Un aumento en el despliegue de tropas para controlar Bagdad, de lo que dependen muchas cosas (nada bueno se instaurarรก si no se establece un orden); una transformaciรณn de la milicia iraquรญ o de lo que aparenta serlo; una transferencia a posiciones menos comprometedoras; una reforma federal del Estado iraquรญ; una consulta internacional (pero sobre Iraq, no sobre Palestina); un intento por poner a Siria de nuestro lado, algo al alcance de la imaginaciรณn diplomรกtica: todo y lo que sea. Si nos retiramos o mantenemos el rumbo sangriento, el asunto empeorarรก todavรญa mรกs. No estoy seguro de que un gobierno tan torpe y rรญgido y autocomplaciente como el de Bush tenga la destreza que la crisis necesita ahora. (Rumsfeld fue despedido por los resultados no de la guerra sino de la elecciรณn.) Tampoco estoy seguro de quรฉ puede funcionar. Estamos a merced de Iraq, donde no hay misericordia. ~
โ Leon Wieseltier
Traducciones de Mauricio Montiel Figueiras