Antes que el mueble fue el tapete. El tapete nos aisló del frío del suelo; su antepasado es el trozo de piel animal que se usaba como lecho o asiento. No hay una fecha precisa para el nacimiento del telar. Los tapices y tapetes más antiguos que se conocen provienen de Egipto, son aproximadamente del año 3000 a. C. Hoy día, los tapetes más apreciados siguen siendo los que se fabrican artesanalmente con telares de cintura o de pedal, pero estas técnicas se practican sólo entre pequeños núcleos humanos en distintas partes del mundo, y competir con el tapete industrializado es cada vez más difícil. Hay artistas de otras disciplinas que han incursionado en el campo textil, y esa curiosidad ha hecho que el mercado del arte y los museos abra espacios a este tipo de trabajos, como fue el caso ocasional de Miró; otros creadores han elaborado sus propuestas ya especializados en este campo.
En Oaxaca se ha desarrollado un proyecto que entreteje ideas de artistas de diversas partes del mundo con el trabajo de los tejedores de tapetes de Teotitlán del Valle, localidad que desde tiempos prehispánicos tuvo una importante producción textil. Cuando Matthew Brown llegó a Teotitlán hace ocho años, se encontró con que los diseños tradicionales convivían con reproducciones de cuadros de Escher y Picasso, o con diseños de indios estadounidenses y pintores mexicanos. Asombrado por la calidad de los trabajos, y con sincera admiración por las técnicas tradicionales para cardar las fibras y torcer el hilo, o para teñirlo con productos autóctonos como la cochinilla, se le ocurrió que podría impulsar una colaboración entre artistas de diversas partes del mundo y los tejedores oaxaqueños. La idea de Brown tuvo eco entre los creadores que él y su hermano, el pintor James Brown, fueron invitando: se trataba de que el artista, a partir de la obra que quisiera trasladar al telar, enviara un diseño en "escala uno a uno" y sobre papel; después los artesanos se ocuparían de hacer una interpretación lo más apegada posible al original. La resolución es de una fidelidad intachable. Resultó sumamente interesante ver a las familias zapotecas discutiendo, en torno a una obra de arte contemporáneo, la disposición de los colores en el telar y el tipo de nudos por realizar.
Una selección de los productos de esta colaboración se expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca en la muestra Tramas y ensamblajes, abierta hasta noviembre. Participan artistas tan destacados como la alemana Rosemarie Trockel, quien ha trabajado con un sesgo conceptual en los campos del dibujo, la pintura, la escultura y la instalación, y que cuenta con exposiciones individuales en espacios como la Tate Gallery de Londres (1987) o el Museo de Arte Moderno de Nueva York (1988).
Como es su costumbre, esta artista presenta una obra que busca destacar los materiales con que fue elaborada, por lo que su diseño es plenamente minimalista: apenas una cuadrícula de líneas azules sobre la mitad de la pieza, la cual se extiende en un color rojo y así permite que el tejido hable, que discurran los pigmentos y se sienta la calidez de la lana. Uno de los tapetes más bellos es de George Mead Moore, artista neoyorquino que vive y trabaja en Oaxaca desde hace cuatro años y que presenta, sobre un fondo blanco, las siluetas de nueve plantas distintas, cuatro en negro y cinco en azul. La sencillez de la obra recuerda esa expresividad ligera de las fotografías de Blosfeldt.
Otro artista reconocido en el ámbito internacional es el también estadounidense Steve Gianakos, pintor postpop que desarrolló un diseño de pequeños roedores entrando y saliendo de un laberinto y que parece aludir a un juego electrónico, o bien al usuario del juego entrampado con su mouse en la pantalla. La disposición cromática, fragmentada por las paredes del laberinto, es limpia y armónica. Este artista sigue en la línea de proponer temas que, por un lado, homenajean la cultura popular y, por otro, le hacen un gesto crítico a la realidad. Por su parte, Richard Tuttle es un escultor cuyas piezas tridimensionales bordean la instalación, por el uso ecléctico de los objetos que ensambla. El diseño de su tapete se aleja totalmente de su abigarrado estilo escultórico y propone un rectángulo gris, con vibraciones rojas y blancas y una ancha cenefa azul. El único oaxaqueño que aceptó participar en este proyecto es Rubén Leyva, que con su acostumbrada estética cercana al mundo infantil produjo una elegante pieza con un fondo en café claro, y con el dibujo en negro y blanco crema. El trabajo de Leyva destaca en su trayectoria por la contención cromática, que lo aleja de una fórmula que ha repetido incansablemente para comercializar su obra. El propio James Brown presenta un tapete que tiene ecos de Klee, con cuadrículas y rectángulos que fluyen en gradaciones cromáticas. Brown expuso recientemente en Oaxaca al lado del italiano Francesco Clemente y del predecesor del pop, Alex Katz.
Son veinte los participantes de esta exposición. La brevedad de este espacio impide hablar de todos ellos, pero las propuestas de cada uno quedan en el tapete de las admiraciones. –