Una corona de laurel

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AdemĆ”s de asociarse con la sazĆ³n de algunos guisados, el laurel tambiĆ©n ha estado vinculado a las victorias, los hĆ©roes y los poetas. Ovidio cuenta que Dafne, para escapar del insistente Apolo, le pide ayuda a su padre, quien termina por convertirla en un laurel, que es un Ć”rbol que siempre estĆ” verde.

En junio, Charles Wright fue elegido Poeta Laureado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. El cargo, que tiene una duraciĆ³n de un aƱo y es financiado con capital privado, existe desde 1985 para elegir al poeta oficial del paĆ­s. Joseph Brodsky, Charles Simic, Philip Levine, Mark Strand y Louise GlĆ¼ck son solo algunos de los extraordinarios poetas que han recibido este reconocimiento. AdemĆ”s de un premio de 35,000 dĆ³lares, el poeta laureado es responsable de promover la apreciaciĆ³n por la poesĆ­a y de inaugurar y moderar una serie de lecturas que se realiza anualmente en la Biblioteca del Congreso, en Washington. AƱo con aƱo, el nombramiento suele traer consigo un alud de entrevistas en las que el poeta relata cĆ³mo comenzĆ³ a escribir, pasajes de su infancia y su encuentro con tal personaje del mundo de la poesĆ­a que le causĆ³ una profunda impresiĆ³n. En las entrevistas, aƱo con aƱo, tambiĆ©n se afirma –con razĆ³n– que la mejor manera de celebrar la poesĆ­a es leyĆ©ndola.

Esta versiĆ³n estadounidense del poeta laureado estĆ” inspirada en el modelo inglĆ©s. No se sabe a ciencia cierta desde cuĆ”ndo es oficial el nombramiento en el Reino Unido, pero muchas versiones coinciden que el cargo quedĆ³ establecido en 1668. A diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, en el Reino Unido el poeta es nombrado por la Corona y su cargo era, hasta muy recientemente, vitalicio. Parte del honor consistĆ­a en recibir alrededor de 480 litros de vino. A cambio, el poeta laureado escribĆ­a poemas para la casa real en ocasiones importantes; es decir, en cumpleaƱos, bodas, funerales y otros momentos significativos para la vida del paĆ­s. Y, aunque en la actualidad no hay vino de por medio, se espera que el poeta continĆŗe cumpliendo con esa funciĆ³n tal como lo hicieron Wordsworth, Tennyson o Ted Hughes. Tal vez valga la pena seƱalar que la primera mujer en recibir este reconocimiento fue Carol Ann Duffy en el aƱo 2009.

Pero, en realidad, ¿quĆ© tanto importa para el Congreso de Estados Unidos o para la Corona inglesa la poesĆ­a? Imagino que poco.

Si en MĆ©xico existiera la figura del poeta laureado a la manera de los ingleses, encontrarĆ­amos de vez en cuando, entre las pĆ”ginas de las revistas de sociales, los versos celebratorios por la fiesta de quince aƱos de la hija del ciudadano presidente. Junto al poema, emotivo hasta las lĆ”grimas, aparecerĆ­a la cumpleaƱera rodeada por familiares cercanos y sensibles amigos. Claro, existe otra posibilidad. En caso de que el cargo de poeta laureado fuera financiado con dinero de la iniciativa privada, tal vez recibirĆ­amos en nuestros celulares exquisitas odas a las telecomunicaciones, o quizĆ”s una elegĆ­a por la muerte de algĆŗn personaje protagĆ³nico en la telenovela de las ocho de la noche.

Me parece que actualmente en el paƭs existe una figura vagamente similar a la del poeta laureado que trabaja para la corte. Pienso en los compositores de los famosos narcocorridos, que muchas veces son financiados por un generoso patrono para que canten y celebren sus batallas y victorias. El principal problema con estos es que terminan con relativa frecuencia, mƔs que laureados, baleados.

Aunque se antoja casi imposible que un poeta oficial sea algo mĆ”s que un funcionario que promueve la poesĆ­a en ciertos cĆ­rculos, no deja de ser deseable que alguien que da verdadera importancia a las palabras tenga un lugar preponderante en la vida pĆŗblica del paĆ­s. En estos tiempos en que las selfies, el Facebook y las imĆ”genes parecen ser la vara con la que se miden los dĆ­as, hace falta el contrapeso de las palabras cuidadosamente sopesadas por una persona sabia que les ha dedicado su vida. La imagino no en un pedestal sino en la banca de un parque, tirĆ”ndoles migas a las palomas mientras la gente que pasa se pregunta quĆ© diablos hace con unas ramas de laurel en la cabeza. ~

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