Ventanas iluminadas

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Ayer un amigo me preguntó si me había fijado en las ventanas iluminadas a las cuatro de la madrugada.
     —La de historias que hay en ellas —me dijo.
     Son las cuatro de la madrugada cuando escribo esto. Acabo de mirar por una ventana de mi casa y he visto, en medio del silencio imponente de esta alta hora de la madrugada, la ventana iluminada de un vecino. ¿Qué estará ocurriendo ahí?
     Mi admirado Roberto Arlt, que escribió sobre ventanas iluminadas en la alta madrugada, decía: "¿Cuántos crímenes se hubieran evitado si, en ese momento en que la ventana se ilumina, un hombre hubiera estado ahí espiando?" Esto lo escribió Roberto Arlt mucho antes de que Hitchcock rodara La ventana indiscreta. Arlt era así, era un hombre de grandes intuiciones al que las ventanas iluminadas en la alta madrugada mantuvieron despierto enmuchas ocasiones: "Nada más llamativo en el cubo negro de la noche que un rectángulo de luz amarilla […] ¿Quiénes están allí dentro? ¿Jugadores,ladrones, suicidas, enfermos? ¿Nace o muere alguien en ese lugar? […] Ventana iluminada en la madrugada. Si se pudiera escribir todo lo que se oculta detrás de tus vidrios biselados o rotos, se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad".
     Acabo de ver esa ventana iluminada del vecino, y mi imaginación se ha despertado. En lo primero que he pensado es en alguien que a estas horas está viajando por Internet. No sé por qué he elegido esta opción. Hasta el momento mismo de elegirla se abrían ante mí todas las opciones del mundo, me encontraba como un escritor ante la primera frase de su novela. Ante esa primera frase, el escritor tiene toda la libertad del mundo, se le ofrece la posibilidad de decirlo todo, de todos los modosposibles. "Hasta el instante previo al momento en que empezamos a escribir —dice Italo Calvino—, tenemos a nuestra disposición el mundo, el mundo dado en bloque, sin un antes ni un después, el mundo como memoria individual y como potencialidad implícita".
     Al comenzar una novela o una crónica, queremos llevar a cabo un acto que nos permita situarnos en este mundo. Pero en cuanto realizamos ese acto, nuestro mundo queda ya acotado por nuestra primera frase. A estas alturas de la crónica, a estas horas de la alta madrugada, no me queda más remedio que seguir adelante, mi libertad creativa se ha visto ya restringida: no puedo ser más que alguien que espía a un vecino que viaja por Internet. Lo pienso bien y veo que no he perdido demasiada libertad. Si bien ya no puedo dejar de ser un espía, lo que puedo imaginar que aparece en la pantalla de mi espiado es ilimitable. Tal vez mi vecino está espiando en Internet una ventanailuminada en la alta madrugada y esa ventana soy yo, que estoy a punto de suicidarme o tal vez celebrando la inmensa fortuna que acabo de ganar en un casino de juego. O, simplemente, soy alguien al que, de tanto mirar a la luz, se le han quemado las pupilas.
     Ventanas iluminadas a las cuatro de la madrugada. Ventanas que desde tiempos antiguos son símbolo de la conciencia si aparecen en la parte alta de una torre, por analogía de ésta con la figura humana. Ventanas que son faros en la alta madrugada. La de historias que hay en ellas, historias de ladrones antiguos con linternas o de moribundos que dictan su último testamento ante temblorosos familiares, historias de madres que se inclinan atormentadas de sueño sobre una cuna o de parejas que hacen el amor o de amigos que charlan interminablemente sobre el misterio del mundo, historias de soñadores que tienen insomnio o de insomnes que piensan que nada envejece tanto como la felicidad.
     Ventana iluminada del vecino a las cuatro de la madrugada, la que acabo de contemplar hace unos minutos: ventana de alguien que se ha asomado a Internet y tiene a su disposición el mundo, el mundo dado en bloque, sin un antes ni un después, tiene a su disposición hasta a mí mismo que soy un espía estéril que, a estas horas de lamadrugada, sólo puedo ser eso que anticipó Oscar Wilde cuando dijo que los espías ya no servían para nada, pues se habían quedado sin cometido desde que los periódicos se encargaban de hacer su trabajo. Pero mañana será otro día. Me despertaré y ya no seré el que soy ahora, el que ha escrito esta crónica que nació sonámbula, seré otro, seré el que afortunadamente volverá a tener a su disposición el mundo, el que intentará de nuevo situarse en este mundo y, para ello, volverá a escribir la primera frase sonámbula de una crónica que,de nuevo, será incapaz de abarcar el mundo. –

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