A las cinco de la tarde

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M. tiene la fama de ser la ciudad mรกs peligrosa de la tierra. El promedio semanal de homicidios se sitรบa entre veinte y treinta. Apenas si se presta atenciรณn a la explosiรณn de un coche bomba o al crepitar de las armas automรกticas. Algunos cadรกveres son secuestrados y abandonados a la intemperie. La mayor parte se recoge a la caรญda del dรญa sin mayor trรกmite. Sรณlo subsiste el olor a sangre. De tiempo en tiempo, mujeres y niรฑos son atrapados por el fuego cruzado o alcanzados por las esquirlas de metal lanzadas como catapultas desde un automรณvil destripado. Cuando eso sucede, se da un estremecimiento de malestar. Proviene de un pasado de usos civilizados y civiles, de un sentido de la seguridad desaparecido desde hace mucho tiempo.

En la capa de aire caliente que recubre M., han proliferado los buitres. Despuรฉs de un asesinato, se atropellan, como cobradores de impuestos sobriamente vestidos, sobre el filo de los techos. En ocasiones suele advertirse su robusta sombra aun antes de que se haya oรญdo un disparo.

Los asesinos y los asesinados pertenecen a una misma familia. Crecieron juntos y se han casado entre ellos. Resulta casi imposible distinguir sus nombres. A menudo, ha sido el azar de un tiro de dados el que les ha valido ser reclutados en un cรกrtel. Son clanes al servicio de los estupefacientes y del asesinato. En principio, tienen un territorio asignado, se supone que deben explotar zonas precisas del paรญs profundo, dirigir las cadenas de cosecha, refinamiento, empaque y embarque que conectan las plantaciones de coca en el interior con los laboratorios clandestinos de la selva y con las pistas aรฉreas improvisadas que permiten embarcar la mercancรญa. Pero las lรญneas de demarcaciรณn, de acceso a los intermediarios y a los compradores se borran y confunden. La codicia abre nuevos apetitos. Las complicidades, los arreglos negociados entre cรกrteles se deshilvanan y deshacen. Entonces vuelven a empezar los asesinatos. Los beneficios, los feudos sangrientos y las revanchas urden una sรณlida trama.

Existen, desde luego, gendarmes, unidades militares y paramilitares de combate al narcotrรกfico, fuerzas federales,* pelotones de soldados estadounidenses fuertemente armados para imponer la ley.

De vez en cuando una plantaciรณn es fumigada o arrasada hasta la raรญz, se logra incendiar un laboratorio en medio de la selva. Se oyen, como si fuesen morosas trompetas, helicรณpteros de vigilancia o lanchas equipadas con armamento. Corre el rumor de un cรกrtel dirigido clandestinamente desde una prisiรณn donde los padrinos viven a todo lujo. Pero las fuerzas del orden son ellas mismas un cรกrtel. Estรกn minadas por los soplones y estรกn vorazmente รกvidas del botรญn del vecino. Inevitablemente, un oficial de policรญa, un teniente destacado al pelotรณn de los arrancarraรญces, un piloto de vuelos de reconocimiento, tendrรก que venderse. Las recompensas son espectaculares. Los asesinatos ocurren hasta en las oficinas centrales de la represiรณn contra el bandidaje. Los investigadores, los jueces, tienen esposas e hijos. Algunos han sido encontrados con un tajo en la garganta o con los ojos arrancados yaciendo en un basurero municipal. Los cรกrteles establecen alianzas temporales: en cuanto se perfila un peligro desde la capital o del lado de los Boinas Verdes, que suelen ser ellos mismos adictos o drogados, se observa un armisticio.

Pero que nadie se engaรฑe. En M. la vida sigue su curso. Hay matrimonios, bautizos, entierros, pues muchos logran morir de muerte natural. Las tardes de primavera y de verano, los cines estรกn atestados, sobre todo cuando se proyecta una pelรญcula de humor o una epopeya criminal. Se juega al futbol con una pasiรณn desenfrenada. En la piscina municipal estallan gritos y risas de niรฑos. Los salones de baile pagan su cuota de protecciรณn. Los cafรฉs suelen estar llenos, aunque a una seรฑal imperceptible, casi baromรฉtrica, la clientela se evapora. Los prostรญbulos de M. tienen una fama bien ganada y, hasta ahora, han sido inmunes a cualquier asesinato que no sea de orden estrictamente privado. Por las escaleras pesadamente adornadas suben y bajan los pistoleros cruzรกndose con ciega indiferencia. La ciudad es rica y la Santa Madre Iglesia administra sus diezmos con resignada melancolรญa. Los dรญas de fiesta en la Plaza Bolรญvar se lanzan fuegos artificiales tan estruendosos que, en cierta ocasiรณn memorable, sus explosiones y silbidos estridentes ahogaron el ruido producido por un intercambio de armas de fuego que dejรณ como resultado seis cadรกveres. A decir verdad, la vida cotidiana en M. cuenta con sus abogados sardรณnicos, y quiere el rumor que sea capaz de atraer a los turistas (una agencia de viajes estadounidense propone tours por “Las zonas mรกs inseguras y peligrosas del planeta: Camboya, Afganistรกn, Colombia”). En las colinas de los alrededores prosperan raras especies de orquรญdeas.

***

Los orรญgenes del proyecto siguen siendo oscuros. En la ciudad de Mรฉxico hierven los talleres literarios, las pequeรฑas revistas y las lecturas de poesรญa en voz alta. Como un arco tenso, la poesรญa parece ser uno de los raros instrumentos capaces de mantener el equilibrio y de estimular los polos opuestos de las herencias amerindia e hispanocatรณlica. Tiende un puente por encima de los recuerdos de violencia entre etnias claras y etnias oscuras, entre las nieves y la jungla. Como si fuese un crepรบsculo humano, la poesรญa gradรบa y matiza, se ajusta entre la presiรณn tajante del sol en el cielo de cobalto โ€”cuatro soles alumbran el cielo aztecaโ€” y la caรญda abrupta de la noche. Desarma en parte las colisiones ideolรณgicas, facciosas, desahoga de algรบn modo la rabia social que se fermenta en este paรญs de volcanes.

Como si lo guiase la naturaleza, el poema fluye y se desliza en la canciรณn mexicana, canta en los dialectos de la danza. Cuando muere un poeta destacado, la ciudad llora.

El cรญrculo de lectura se reunรญa los martes por la noche en el Cafรฉ del รguila y la Serpiente (el cafรฉ cargado hace juego con los jeroglรญficos aztecas). Se reunรญa en un salรณn trasero ensordecido por el ruido intermitente del sistema de aire artificial que arrancaba y tosรญa con imprevisible estrรฉpito. El grupo contaba con alrededor de una docena de hombres y mujeres, aunque no siempre eran los mismos. Se recitaban poemas, se discutรญan, eran retocados y revisados colectivamente.

Como el humo de los cigarrillos, las voces, particularmente durante las horas nocturnas, serpenteaban y cobraban perfiles imprevistos. ยฟQuiรฉn, a sabiendas de que se trataba de un lugar comรบn, habรญa puesto sobre la mesa de discusiรณn el tema de Orfeo, uno de los mรกs sobados timbres de la poesรญa para pretender el poder y la eternidad? ยฟQuiรฉn habรญa formulado la tan traรญda y alborozada proposiciรณn de que la poesรญa y el encantamiento del poeta eran capaces de dominar el mundo natural, por feroz y por brutal que fuera, al punto de atravesar y liquidar la roca muda y de hacer al voraz lobo soรฑar con campos de lilas? La presuntuosa idea era tan venerable y aรฑeja como la poesรญa misma. Algo mรกs que incรณmoda, Francesca no habรญa olvidado su Ovidio:

Tale nemus vates attraxerat inque ferarum
Concilio, medius turbae, volucrumque sedebat.
ut satis impulsas temtavit pollice chordas
et sensit varios, queamcis diversa sonarent
concordare modos…

Cardenio, el populista autoproclamado y heraldo del hombre (trotskista) comรบn y corriente, insistรญa exigiendo una traducciรณn.

โ€”Oh, ya sabes โ€”suspirรณ Francescaโ€”, Orfeo reรบne a su alrededor a los animales salvajes del bosque. Su arte pone a temblar a los pรกjaros. Las rosas y los รกrboles se inclinan hacia รฉl para oรญrlo mejor. La zorra duerme junto al conejo.

โ€”Petrarca adaptรณ este pasaje, igual que Shakespeare, Rilke y Neruda. โ€”Roberto Casteรฑon asumรญa los privilegios de la pedanterรญa. Profesor de escuela, escribรญa sonetos.

โ€”Si sรณlo fuese cierto โ€”intervino Jimรฉnez con una voz que era casi un susurro. Lo irritaba el humo, y sรณlo era un participante esporรกdicoโ€”. Si sรณlo fuese cierto.

โ€”Y entonces โ€”fue ella, Rosaria, quien planteรณ la pregunta, โ€”ยฟcuรกndo ha servido un poema para detener una bala?

โ€”Es peor que eso โ€”atajรณ Casteรฑonโ€”. Un poema no sรณlo no puede impedir una matanza: a menudo sirve para adornarla. Embellece el asesinato, y lo hace mรกs soportable. El asesinato de Garcรญa Lorca se volviรณ en cierto modo inevitable, ceremonioso, noblemente memorable gracias a sus poemas.

Cardenio dio un puรฑetazo con su mano herida sobre la mesa:

โ€”Abstracciones, siempre abstracciones. El hecho mรกs obsceno es que muchos poetas competentes, aun grandes poetas, se han puesto de lado de la muerte. O han sido fascistas o han cantado himnos al Padre Stalin. El seรฑor Aragon escribiรณ una oda a la Gepeรบ. La poesรญa es y quizรก debe ser perfectamente inรบtil. Estรก mรกs allรก del bien y del mal.

โ€”Y con todo, hay algunos de nosotros, aquรญ y esta noche, para quienes la poesรญa es simple y sencillamente lo รบnico que da sentido a la vida โ€”expresรณ Francesca limpiando sus lentes con nerviosa vehemencia.

Junio Serra era el mรกs viejo de todos. Habรญa publicado. Tenรญa su pequeรฑa entrada en el diccionario biogrรกfico mexicano. Su vista ya no era muy confiable, aunque modulaba sus frases con la punta de los dedos, como sopesรกndolas.

โ€”Niรฑos, ยฟy no es eso lo esencial? Sรณlo lo que es inรบtil puede volver soportable la vida. La poesรญa, la mรบsica, las obras de arte. Nos vamos tropezando y cansando a lo largo de nuestras breves vidas, tan a menudo miserables, buscando lo que es รบtil, poniรฉndole a todo un precio y preguntรกndonos: ยฟEn quรฉ me beneficia esto a mรญ? “El collar miserable del sentido comรบn…” (Estaba citando unos versos de su poema “La ceguera de la razรณn”, que habรญa recitado por primera vez hacรญa un aรฑo en esta misma sala.) “Solamente el arte y la poesรญa nos liberan. Al decir una y otra vez ‘No’ y ‘No’ y ‘No’ a lo que es necesario, al despotismo de los hechos y de la hoja de saldos. Un poema es el mรกs poderoso de los agentes secretos. ยฟNo fue Brecht el que llamรณ a los poemas “los mรกs altos explosivos de la esperanza?”

โ€”Mรกs bien creo que fue el camarada Maiakovsky โ€”opinรณ Cardenio. Veneraba a Serra pero desconfiaba de su retรณrica.

Luego, nadie supo recordar quiรฉn habรญa hecho la pregunta: “ยฟY alguna vez alguien lo intentรณ?”

โ€”Intentรณ ยฟquรฉ?

โ€”Intentรณ detener las balas con poemas.

โ€”Durante la Primera Guerra mundial โ€”intervino Casteรฑonโ€”, al menos asรญ lo dice la leyenda: un soldado de infanterรญa salvรณ la vida gracias a un volumen de Keats que de casualidad se habรญa puesto en el bolsillo a la altura del pecho y que desviรณ la bala.

โ€”No es eso lo que quiero decir, ustedes lo saben bien. (ร‰sa debรญa ser Rosaria Cruz, cuya voz de mezzo atrajo de inmediato la atenciรณn de todos.) No quise decir eso para nada. ยฟAlguna vez los poetas han intentado, realmente intentado interponer la fuerza de un poema para impedir un crimen?

Junio entonรณ: “Ellas, esas locas de Tracia, lo despedazaron. Bebieron la sangre de Orfeo. Sรณlo quedaba su cabeza flotando sobre las aguas del rรญo.”

โ€””Pero la lengua insaciable del poeta quedรณ cantando todavรญa” โ€”aรฑadiรณ Francesca moviendo los labios al compรกs de Ovidio.

โ€”ยฟNo es รฉse el punto esencial? Si la muerte no puede reducir la poesรญa al silencio, la poesรญa ยฟpuede acallar a la muerte? โ€”Osvaldo hablaba muy rara vez. Nunca leรญa en voz alta. De tanto en tanto, cuando todo mundo estaba a punto de irse, distribuรญa un poema copiado al carbรณn sobre papel corriente. Y ahora ahรญ estaba Osvaldo, inclinรกndose con las manos trรฉmulasโ€”. Mรกs poderoso que la muerte. El poeta, el artista vence a la muerte. Su oda sobrevivirรก a la ciudad a la que estรก dirigida. A travรฉs de la traducciรณn o de la imitaciรณn, sobrevivirรก a la lengua en que fue escrita. Es mรกs poderoso que la medianoche. Eso es lo que nos han enseรฑado a creer. Como una letanรญa, como un amparo que garantiza la seguridad de la casa saqueada del espรญritu. Pero eso no es cierto, ยฟo sรญ? A los libros se los quema, a los poetas se los mata al igual que a los otros. ยฟEn dรณnde estaban las musas en la รฉpoca de los campos de concentraciรณn? El epigrama de Mandelstam le atrajo a รฉl un fin atroz, pero no sobresaltรณ a Stalin ni por un momento. โ€”Osvaldo se detuvo, incrรฉdulo ante su repentina elocuencia. Tosiรณ con una tos seca y triste. El refrigerador moribundo fue el รบnico que le hizo segunda desde su oscuro rincรณn, cerca de la puerta de los sanitarios.

Pero Rosaria no iba a dejarse contradecir. โ€””La esperanza descansa en desmentir los hechos.”

โ€”No es un mal verso โ€”atajรณ Cardenioโ€”. “La propiedad es el robo.” Alguna vez lo usarรฉ.

โ€”En serio, se los ruego. Por supuesto que el odio tiene mรกs poder que la gracia. (Hasta en sus poemas lรญricos, Rosaria eludรญa la palabra “amor”, no sabiendo a ciencia cierta si los seres humanos comunes y corrientes tienen derecho a usarla). Y la codicia es todavรญa mรกs poderosa. Para la policรญa siempre serรก un placer rompernos el hocico. Lo sรฉ. La mayor parte de la gente vive en la mierda, es verdad. En una indiferencia absoluta a la belleza. Cualquier imbรฉcil sabe que…

โ€”Y los poetas sacan de ahรญ su lado patรฉtico โ€”murmurรณ Serra.

โ€”Eso tambiรฉn lo sรฉ demasiado. Pero me dan nรกuseas, nรกuseas hasta aquรญ… โ€”El gesto de Rosaria fue terminanteโ€”. Pero imaginar que por una vez, en nuestra pequeรฑa vida, tratรกsemos de hacer actuar a la poesรญa: ir a dar martillazos con las palabras en los hechos. Hacerlo asรญ, en pรบblico, en la plaza, como un puรฑo que golpea entre ceja y ceja.

โ€”ยฟY cรณmo te propones hacerlo? โ€”Pero no habรญa ni censura ni burla en el tono.

Rosaria extendiรณ las manos con pena y culpa. โ€”No sรฉ. Sencillamente no sรฉ, y no deberรญa hacerles largos discursos.

Fue Osvaldo, con las palmas de las manos sudorosas, quien extendiรณ el periรณdico que habรญa comprado en el camino antes de llegar a El รguila y la Serpiente. La fotografรญa le habรญa dado nรกuseas. No estaba seguro de soportar mirarla una segunda vez, ya no digamos de ser capaz de hacerla dar la vuelta alrededor de la mesa.

Dos mujeres yacรญan muertas en la calle con las piernas abiertas: junto a ellas, un niรฑo, con la cara parecida a una col aplastada pero chorreando sangre. Al borde del desagรผe, se agazapaba un perro callejero, con el hocico olisqueando filamentos de sangre y de cerebro desperdigados sobre la banqueta. La fotografรญa habรญa sido tomada con buen tiempo y luz brillante, un dรญa en que las techumbres estaban iluminadas por una luz pura. El pie de foto rezaba: Otro dรญa en Medellรญn. El artรญculo anexo explicaba que las vรญctimas eran la familia de un pequeรฑo traficante de droga sospechoso de ser un informante de la policรญa. Su esposa estaba embarazada.

โ€”ยฟPoemas? โ€”Eso fue todo lo que Osvaldo pudo decir.

Francesca miraba fijamente la fotografรญa. Estaba hablando con la claridad concentrada de un sonรกmbulo.

โ€”Sรญ, poemas. Leรญdos, cantados en la calle. Para quien quiera detenerse, y escuchar, en esa misma calle. Antes de que se haga desaparecer todo vestigio de sangre. Poemas puestos en las manos de los muertos y para los vivos. En especial para los vivos. Poemas contra el asesinato. Aรฑadir algo, por insignificante que sea, al peso de la vida en tal lugar. Poemas llenos de una furia de vivir mรกs fuerte que la de los asesinos. La cรณlera del amor en un poema… โ€”Se interrumpiรณ, todavรญa mรกs incรณmoda por lo que acababa de decir que por Ovidio. El periรณdico pasaba crujiendo de mano en mano. Osvaldo ya ni siquiera querรญa tocarlo.

โ€”ยฟMe toca a mรญ ser el aguafiestas? โ€”preguntรณ Cardenioโ€”. Querida Francesca, usa tu cabeza. ยฟSabes quรฉ sucederรญa? La policรญa nos arrestarรญa por ser unos lunรกticos o, acusรกndonos de perturbar el orden pรบblico o de ser los matones que trabajan al servicio de los carteles, nos harรญa vivir el infierno.

Serra aรฑadiรณ: โ€”Y lo que es peor, ni siquiera ese pobre perro se detendrรญa a escucharnos.

Casteรฑon escuchรณ su propia voz como si viniera de lejos: โ€”Y con todo, quizรก valga la pena intentarlo. Quizรก podrรญa lograrse algo. Honradamente no sรฉ quรฉ. Pero nada mรกs tratar podrรญa ser importante.

โ€”ยฟSe imaginan los encabezados de los periรณdicos? โ€”Los hombros de Cardenio subieron y bajaron sacudidos por una risa forzadaโ€”. “Poetas de segunda secuestrados por los capos de la droga. Inรบtil cualquier oferta de rescate.”

Rosaria concediรณ: โ€”La idea es loca, completamente loca.

โ€”Pero รฉse es el punto, ยฟno lo ven? โ€”Hacรญa semanas que Osvaldo no habรญa hablado tantoโ€”: Una pura locura. Inรบtil. Quizรก sin esperanza. Pero inmaculada. โ€”La palabra dio vueltas a la mesa como una canica en la ruleta hasta que Francesca se apoderรณ de ella.

โ€”Inmaculada, querido Osvaldo. Eso es exactamente. Una locura inmaculada. Tan inmune, tan invulnerable, como un caso desesperado.

โ€”ยฟQuรฉ podrรญamos perder sino nuestra pretendida dignidad? โ€”Un cierto hilo de insensatez quedรณ bailando en la cabeza de cada uno.

โ€”Querida, querida niรฑa, lo que podemos perder es la vida. Mira de nuevo esa fotografรญa.

Casteรฑon tenรญa razรณn, por supuesto. La canica vacilante estaba en equilibrio, y podรญa caer de cualquier lado. Rosaria habรญa terminado su รบltimo cigarrillo y estaba arrugando el paquete como si se vengara. Entonces hablรณ Osvaldo. La suya era la presencia mรกs gris del concierto. Tenรญa una muy pequeรฑa librerรญa, en parte literatura de vanguardia, en parte libros curiosos y esotรฉricos. ร‰l sabรญa que su propia poesรญa derivaba hacia tenues imitaciones, pero acariciaba la idea de que los practicantes, de que los oficiantes de una sobria ausencia de estilo personal terminaban por ayudar a poner de relieve a los verdaderos maestros.

โ€”A Octavio le gustarรญa que fuรฉsemos. ร‰l mismo habrรญa ido si hubiera podido. โ€”Para los presentes, para cualquier poeta mexicano dondequiera que estuviese, la referencia a Octavio Paz valรญa como un talismรกn. Era como un papel tornasol para probar la integridad. El ejemplo de Paz no era discutible.

โ€”Tienes razรณn, Octavio irรญa โ€”afirmรณ Cardenio. Continuar la discusiรณn habrรญa sido una cordial descortesรญa.

โ€”ร‰l habrรญa querido que fuรฉramos โ€”aรฑadiรณ Rosaria sin necesidad. ยฟQuรฉ mรกs habรญa que decir?

Solamente en la puerta de entrada del cafรฉ, bajo las estrellas repentinamente aparecidas, Julio Serra preguntรณ como en sueรฑos: โ€”ยฟY dรณnde estรก precisamente Medellรญn?

***

โ€”ยฟPablo Escobar? ยฟQuieren saber quiรฉn era Escobar? Un mierda hijo de puta. ยฟQuieren saber quiรฉn inventรณ a Escobar, quiรฉn hizo al jodido Escobar una superestrella? Cabezas de mierda como ustedes. Periodistas gringos.

Ahรญ estรก lo que era. A รฉl le bastaba tirar un pedo, y ahรญ estarรญan todos ustedes a sus pies rogรกndole un pase. Escobar, el emperador de la cocaรญna. El sรกdico que asesinaba a montones. Escobar el รกngel guardiรกn de las barriadas, el benefactor de los desheredados. El que daba dinero para las escuelas y los terrenos de juego de las ciudades perdidas. El que hacรญa saltar a los niรฑos sobre sus rodillas y les llenaba de helados dulces la boca. Fueron los malditos medios de comunicaciรณn los que lanzaron a Escobar. Hasta el momento en que quiso jugar al gran seรฑor desde la cรกrcel, en su suite de multimillonario, jacuzzi y patio con aire acondicionado. Dando conferencias de prensa y posando para sesiones de foto en pijama color pรบrpura.

โ€”ยฟEscobar? Les dirรฉ lo que era…

El informante vaciรณ su vaso y tronรณ los dedos para pedir otro. Toby Warren (del Philadelphia Inquirer) sabรญa que la cuenta iba aumentando, pero deslizรณ otra cinta en su grabadora. Le habรญa costado bastante trabajo obtener su entrevista en ese hotel de mala muerte de Bogotรก. Le habรญa costado semanas enteras de diplomacia serpenteante y de propinas a los mediadores. Ahora lo que lo hipnotizaba era la panza de aquel hombre, desparramรกndose como carnosa lava sobre su cinturรณn labrado en piel de culebra. Parecรญa un odre fofo. Pero el periodista sentรญa que si llegaba a darle un golpe, aun con toda la fuerza de su puรฑo, terminarรญa estrellรกndose contra algo similar al granito. Probablemente se romperรญa la mano. Un vislumbre que casi lo distrajo de la voz rasposa del informante.

โ€”Escobar era un rancherito salido de Cรบcuta. Como quien dice, salido del estiรฉrcol. Administraba un tendajรณn de juego, arreglaba peleas de gallos y azotaba a las putas cuando se le antojaba. No sรฉ cรณmo llegรณ a ser uno de los operadores de la organizaciรณn de Bucaramanga. Es allรญ cuando se empezรณ a oรญr algo de รฉl. Era listo, eso se lo aseguro. Llenar de polvo blanco las tripas de un puerco, sepultarlo entre pacas de fertilizante que apestaba tanto que a ningรบn agente o patrullero de la frontera se le habrรญa ocurrido asomar ahรญ la nariz. Lo que puso a Escobar en el mapa fue la forma en que usaba el secuestro. El secuestro ha sido una industria en Colombia. Escobar vio que podรญa combinar eso con el trรกfico de droga. Se secuestra a un hombre, y se lo atiborra de droga. Luego se lo cuelga de un gancho en un rastro, y se lo deja sudar. Hasta que pide a gritos droga. Hasta que te propone fornicar con sus propios hijos para obtener su dosis. Asรญ es como Pablo Escobar reclutaba a su gente. Sus hombres, sus mujeres, eran tambiรฉn adictos, con el cerebro reventado, totalmente dependientes de las sucias agujas que Escobar les dejaba. Luego vino la matanza de Manizales.

Este simple recuerdo hizo al informante remecerse de placer y continuar devanando su madeja con renovado vigor.

โ€”Un gran cargamento iba a llegar a Manizales. Realmente grande. Cuarenta millones de dรณlares en el mercado estadounidense. A los federales les habรญa llegado el pitazo. Estaban en guardia. Irrumpieron justo cuando los muchachos estaban acarreando la mercancรญa en un aeropuerto local. Las cosas se resolvieron mal. Escobar fue uno de los pocos que escapรณ. Estaba ligeramente herido. Acusรณ al viejo Gonzalo Santo por haber dejado infiltrarse a un espรญa, a un agente doble justo en medio del negocio. Jurรณ que lo harรญa escupir la verdad. Le puso los testรญculos en una horma de carpintero hasta que confesรณ. Nadie supo nunca si en realidad habรญa sido รฉl, pero el pobre diablo enloqueciรณ y Escobar lo mandรณ estrangular. Despuรฉs de eso, remplazรณ รฉl mismo a Santo. Pero incluso en aquel entonces no habrรญa podido hacer nada sin Gacha, sin Gonzalo Rodrรญguez Gacha. Ese sรญ que era un duro.

El informante dejรณ escapar esa frase en un susurro a travรฉs de su dentadura cafรฉ, e hizo rodar sus ojos hacia el cielo con un aire reverente.

โ€”Gacha estaba totalmente desprovisto de miedo. Podรญa despedazar a un gato con las manos. Era capaz de lanzar un cuchillo a tal velocidad que uno habrรญa jurado que todavรญa estaba en su funda. Miraba a una mujer y a ella se le humedecรญan los calzones. Gacha era un rey. Nunca entendรญ por quรฉ se arreglรณ con Escobar. Por quรฉ estaba satisfecho con ser el segundo comando. Quiรฉn sabe si por desprecio. Sabรญa que Escobar valรญa lo que un asado. Pero dejen que los medios zumben alrededor del Poderoso Pablo, mientras el Gacha salรญa adelante con el trabajo. Se dice que entre los dos hicieron mil quinientos muertos. Medellรญn se volviรณ un lugar caliente para el asesinato cuando la banda de Ruiz Valencia irrumpiรณ en el escenario y empezรณ a rostizar a fuego lento a los peones de Escobar. Un cรกrtel vive de la protecciรณn que puede garantizar a sus proveedores y a sus revendedores. Asรญ empezรณ la guerra. Pero Escobar era un cobarde. Gacha dio la pelea. Plantaba los carros bomba y seguรญa andando como en un paseo dominical. Cuando la policรญa de Miami mandรณ a su sabueso estrella, Gacha lo siguiรณ sigilosamente. Lo encontraron en las letrinas con su verga en el culo. Fue muriendo lentamente.

Toby checรณ la grabadora. Nada lo podรญa impactar. Cero en la Escala Richter del Impacto. En cambio, el foco de su atenciรณn se centrรณ en el adornado diseรฑo de las botas del informante.

โ€”ยฟPuede haber alguna justificaciรณn para esta carnicerรญa?

El informante tomรณ de inmediato un aire vidrioso. Se frotรณ la papada como si acabaran de abofetearlo con un pez hรบmedo.

โ€”ยฟY usted es el Juicio Final? โ€”No era en realidad una pregunta. Mรกs bien parecรญa un silbidoโ€”. ยฟJustificaciรณn, cabeza de mierda? Como si usted y sus semejantes supieran de lo que estรกn hablando. Y no es asรญ, amigo. No saben nada de la mierda. Pregรบntele a los finqueros allรก arriba en el campo. Si no fuera por los plantรญos de coca reventarรญan de hambre. Estarรญan masticando estiรฉrcol y despellejando ratas. Antes de que los cรกrteles cuidaran de las siembras y de las cosechas, antes que tuvieran una paga regular, esos pobres hijos de puta ni siquiera llegaban a vivir treinta y cinco aรฑos. Los niรฑos tenรญan la panza hinchada como conejas preรฑadas. ยฟCultivar otras cosas? Eso es lo que les predicaban las agencias de ayuda internacional y los turistas de las Naciones Unidas. Puras pendejadas. Cuando no hay mercado para ninguna otra cosa. Cuando la tierra no es buena. Mientras no llegaron nuestros muchachos, esos muertos de hambre no habรญan visto en toda su vida ni un foco de luz elรฉctrica. Cuando no llegaban las lluvias, tenรญan que beberse su orina. ยฟQuรฉ carajos puede usted saber del hambre, Seรฑor Warren? El hambre tiene un olor. ยฟLo sabรญa usted, eh? Ese olor flotaba por los valles. โ€”El informante hizo girar en su vaso su รบltimo cubo de hielo.

โ€”ยฟExcusas? โ€”La debilidad de esa palabra le agriaba la gargantaโ€”. Yo le voy a decir a usted quiรฉn necesita excusas. Y asegรบrese de captarlo bien, verifique que su aparato no lo pierda. โ€”Toby mirรณ de reojo la cintaโ€”. Son los maricones jodidos que viven en su paรญs. Son los millones de Laredo a Chicago que consumen la mercancรญa. Los que se dan su pase en todas las calles pestilentes, en los retretes. Los ricos y los menos que sacan y distribuyen sus toques y pastillas en todas las fiestas. Los que comienzan jalando por la nariz y luego buscan la aguja. Son sus adolescentes los que encuentran a los vendedores a la puerta de las escuelas. Los padres que deslizan narcรณticos de baja graduaciรณn entre los labios de los niรฑos para que se estรฉn tranquilos y sonrรญan. Los millones de ustedes que se van haciendo aรฑicos el cerebro a fuego lento y no tan lento. Los que se toman su sobredosis en el motel. Y la carencia que va carcomiendo las tripas como un escorpiรณn. Nieve. รcido. Velocidad. Cualquier cosa, cualquier cochina mixtura. Para detener la ansiosa ausencia, la segueta que corta por dentro. He visto a esas perras estadounidenses dispuestas a todo, a cualquier cosa, ยฟme entiende amigo? “Mรฉtemela en el culo. Dรฉjame chuparte. Dรฉjame chuparte los huevos.” Cualquier cosa para obtener la prรณxima dosis. “Ponme la jeringa, mi rey…”

El informante se estremeciรณ casi con delicadeza dejando que su risa rodara en sus opulentas entraรฑas. Luego se curvรณ hacia delante, dirigiรฉndose a la grabadora en un aparte susurrando.

โ€”Si ustedes, estadounidenses de mierda, no estuviesen devorando todas esas drogas, si no se estuvieran arrojando a la calle como perros rabiosos, toda esa cloaca desaparecerรญa de un dรญa para otro. No mรกs hojas de coca. No mรกs laboratorios en la selva. No mรกs acarreadores. No mรกs mulas ni camellos llevando a travรฉs de las fronteras la mercancรญa. No mรกs baรฑos de sangre en Medellรญn. Kaput, Nada, mi joven amigo. ยฟLo entiende, escritorzuelo? Gringos jodidos. Predican, piden excusas y perdรณn mientras se meten heroรญna por la nariz. ยฟCree usted que las medidas contra la droga pueden tener algรบn efecto?

El informante pidiรณ otra bebida con un chasquido de los dedos.

โ€”Para ser alguien sagaz, como usted parece ser, hace preguntas bastante obtusas. Los cรกrteles estรกn al corriente de todo mucho antes de que se enteren los asnos de Washington o se hagan siquiera alguna idea de que algo se tramaba en las oficinas de Miami, o en las de los idiotas de Mรฉxico o de Bogotรก. Comprar agentes es como robar una mรกquina tragamonedas. Piden ser comprados. Desde el policรญa en la frontera hasta las mรกs altas esferas. Desde los agentes de la CIA controlados por Noriega hasta la mujer del agregado militar en la embajada estadounidense. Cuando hay un necio โ€”y eso sucediรณ hace poco en Monterreyโ€”, cuando sale por ahรญ un valiente pendejo que cree que va a cambiar las cosas, sus hijos son secuestrados, se simula que se les inyecta heroรญna en las venas y se le envรญa por correo el video. Y el hรฉroe ni siquiera ha tenido tiempo de limpiarse el culo cuando ya estรก pidiendo que lo cambien de puesto. ยฟY quiรฉn le dijo a usted que el Tรญo Sam de veras quiere parar el trรกfico? Se pagan cuotas a lo largo de todo el camino. Si no hubiera droga para mantenerlos tranquilos, los negros incendiarรญan las ciudades. Los narcรณticos son una buena excusa para enviar tropas al sur de la frontera, para la formaciรณn de regimientos contrainsurgentes y atacar el cรกncer de las supuestas guerrillas marxistas o maoรญstas. Cuรกn ingenuo puede ser usted, amiguito. Los grandes muchachos de Washington, de Houston, de Miami, se encuentran periรณdicamente con los capos del cรกrtel. Tienen muchas cosas de quรฉ hablar.

โ€”ยฟDรณnde se dan cita?

Un crujido seco como de madera muerta.

โ€”No le harรญa bien saberlo, pero se encuentran, crรฉame.

Warren buscaba a tientas una nueva cinta. El informante se rascaba la trรกquea. El tequila empezaba a enturbiar sus ojos frรญos.

โ€”De cualquier manera, amigo, las cosas estรกn cambiando. Las mujeres estรกn tomando el relevo. Las mujeres, ยฟlo habrรญa creรญdo usted? Los jefes se han dispersado, o bien han sido traicionados. Entre nosotros tambiรฉn estรกn los soplones. โ€”No habรญa la mรกs leve ironรญa en su voz, apenas una nota de desprecioโ€”. Despuรฉs de la muerte de Gacha, ya nada volviรณ a ser lo mismo. Las “Viudas Negras” tomaron el relevo (asรญ las llamamos nosotros). Se dice que Mery Valencia manipulรณ mรกs de doce toneladas de cocaรญna en un aรฑo. Fueron necesarios mรกs de cien agentes para acorralar a la mujer de Gacha, Gladys รlvarez. Si de veras quiere usted saber quรฉ es lo que pasa en Medellรญn, encuentre a “La Madrina”. Empezรณ como una ladronzuela de carteras a los seis aรฑos. Tenรญa nueve cuando los policรญas le pusieron el guante. Le dijeron que la dejarรญan ir si los dejaba sodomizarla ahรญ mismo, en la celda. Se hizo puta. Luego traficante de droga. Se dice que ha estado presente en unas doscientas ejecuciones. Asรญ llegรณ a ser el Capo el dรญa en que aparecieron flotando en el desagรผe los brazos y las piernas de Manuelito. Si no le gusta cรณmo te echas un pedo, Gladys encarga a sus muchachos que, a cuenta gotas, te pongan รกcido sulfรบrico en la garganta. “El remedio del Dr. Blanco contra el catarro en invierno.” Pero he hablado demasiado.

Sus uรฑas mordidas se acercan a la grabadora.

โ€”Te he dado mรกs de lo que debรญa por lo que pagaste. He sido bueno contigo, cabeza de mierda. โ€”El informante dio la impresiรณn de extraerse de su propia masa con asombrosa agilidad. Toby ni siquiera advirtiรณ el signo que le hizo al guardaespaldas que surgiรณ detrรกs de una palmera plantada en un macetรณn. Los dos hombres se eclipsaron en un instante. El vaso habรญa quedado vacรญo.

Toby Warren guardรณ su material. Escondiรณ sus cintas y sus cuadernos de notas bajo un montรณn de ropa sucia en su mochila de viaje. Fue entonces cuando advirtiรณ a un grupo extraรฑo. Distinguiรณ a dos mujeres y a tres o cuatro hombres que se dirigรญan hacia la recepciรณn. Se dirรญa que llevaban pancartas envueltas en papel periรณdico. Toby no pudo dejar de ver que eran periรณdicos mexicanos.

***

El camino hasta Bogotรก habรญa sido agotador. El adjetivo que usรณ Rosaria fue “vomitivo”. En la carcacha de tercera que habรญan rentado, habรญa tenido nรกuseas a intervalos previsibles. Reinaba la peste. Osvaldo, que habรญa insistido en venir al viaje โ€”pues despuรฉs de todo era รฉl el que habรญa compuesto y armado las pancartasโ€”, habรญa tenido una crisis de almorranas. Era intolerable su estoica letanรญa apologรฉtica. El sexteto habรญa acampado a la intemperie siempre que esto habรญa sido posible, pero las lluvias como de diluvio los habรญan obligado a buscar refugio en moteles de una รญndole verdaderamente รฉpica. Cuando llegaron a la capital, olรญan a rancio y tenรญan todos los huesos entumidos a causa de las constantes sacudidas del vehรญculo.

Cardenio parecรญa hablar a nombre de todos cuando sugiriรณ renunciar a su loca aventura para regresar de inmediato a casa. De una forma u otra, pagarรญan el tren de Rosaria, que sufrรญa el viaje como un martirio. La idea de continuar hacia Medellรญn atravesando la Cordillera Central parecรญa una broma siniestra.

โ€”ยฟY quรฉ vamos a encontrar en ese hoyo infernal? ยฟQuiรฉn, en nombre de Dios, vendrรก a escucharnos?

Hasta Ovidio parecรญa darle las espaldas a Francesca, pues se sentรญa volver a nacer nada mรกs de pensar en los efectos de una ducha que le disolviera la grasa de su cabello apelmazado. Los mรบsculos envejecidos de Serra lo hacรญan sufrir atrozmente, como si alguien le hubiese sembrado clavos en el lumbago. Para irritaciรณn de sus cรณmplices, Casteรฑon habรญa guardado todo su equilibrio. Incluso bajo la lluvia, habรญa logrado encontrar que el paisaje era intrigante.

โ€”Ya hemos capoteado lo peor de la jornada. Una buena noche de sueรฑo y veremos todo de otro modo.

โ€”ยฟLo peor? โ€”retรณ Cardenioโ€”. ยฟTienes la menor idea de cรณmo serรกn los caminos tierra adentro? Ya hemos hecho el doble de tiempo de lo que esperรกbamos. Yo digo que cortemos y adiรณs.

Francesca habรญa leรญdo en algรบn lado que la fatiga extrema podรญa producir lรกgrimas calientes. Soplรณ ruidosamente en un paรฑuelo arrugado y sintiรณ malestar al ver cuรกn impregnado de sudor, cuรกn gris se habรญa vuelto guardado en su bolsillo. La repentina volubilidad de Osvaldo los dejรณ cortados. Se habรญan frotado contra un cable de alta tensiรณn.

โ€”Yo no he hecho toda esta cabalgata sรณlo para darme la vuelta a la primera. No le di las llaves de mi tienda al ladrรณn de Ernesto asรญ porque sรญ. Ni tampoco sudรฉ sangre sobre esa pancarta por nada. (Estaban apoyados contra una de las ornamentadas escupideras del hotel con sus envoltorios hechos jirones). Todos esos discursos sobre la poesรญa que abreva en la esperanza. Las palabras sobre los presuntos deseos de Paz y su ejemplo. Ustedes se pueden volver cuanto antes a casa. Yo voy a Medellรญn aunque tenga que pedir aventรณn. Y ahรญ voy a poner esos carteles. Denme los modelos para las fotocopias y yo me encargarรฉ de distribuirlos y ponerlos por todas partes. Lo harรฉ de cualquier modo. Pero maldito serรฉ si me regreso ahora. โ€”Osvaldo se limpiรณ la saliva de sus labios, asustado por sus propias altivas palabras, por su imprevista elocuenciaโ€”. Adiรณs y buen viaje, pero no cuenten conmigo. โ€”Lo dijo con aspaviento superfluo, realizado con un gesto de la mano casi caballeresco, levemente despectivo, pero que sorprendiรณ a Osvaldo tanto como a sus compaรฑeros de viaje.

Con una voz casi inaudible, Julio Serra le hizo eco: โ€”Tiene razรณn, ustedes lo saben. Serรญa abyecto y tonto que nos diรฉramos la vuelta ahora.

Pero Casteรฑon insistiรณ: โ€”Vamos a empezar por dormir. De todos modos no podemos irnos esta noche hacia ningรบn sitio.

Y se arrastraron hacia la recepciรณn, pulsaron el timbre y oyeron su tintineo tan leve como una capa de polvo. Con un gesto no exento de ternura, Osvaldo recogiรณ los carteles. Se sorprendiรณ tarareando “Flores para los muertos…”, una vieja canciรณn pasada de moda. Era un niรฑo muy pequeรฑo cuando la habรญa oรญdo por primera vez, bajo la ventana de su madre, en Cuernavaca. Rosaria reconociรณ el ritmo y se uniรณ a รฉl. Pronto, todos tarareaban, los cuatro hombres y las dos mujeres, terminando de convencer al vigilante nocturno que estaba tratando con una tropa de vocalistas pobres en busca de trabajo. Y no tenรญan guitarra

Cuando se volvieron a encontrar en el desayuno, la discusiรณn pareciรณ a la par indispensable y absurda. ยฟDebรญan abandonar en el estacionamiento su vehรญculo abollado y proseguir en tren? Cardenio protestรณ que eso serรญa como tirar el dinero por la ventana y dar pruebas de una autocomplacencia culpable. Farfullรณ la palabra burguรฉs. Rosaria prometiรณ que, si le era posible, irรญa a descargarse en el campo, a una distancia decente. Osvaldo formulรณ excusas sinceras por su arrogancia de la noche anterior. Con la barba peinada, los ojos brillantes como la luna nueva, Serra dijo que habรญa borroneado un poema en lo mรกs oscuro de la noche. El tono imperioso de Osvaldo lo habรญa inspirado. Cardenio, con quien compartรญa la recรกmara, no habรญa escuchado el garrapateo del lรกpiz araรฑando el cuaderno. Pero la forma en que Cardenio roncaba…

Casteรฑon desplegรณ el mapa con las carreteras. El rรญo Magdalena lo cortaba como una serpiente azul. Despuรฉs del rรญo, venรญa el cafรฉ de las montaรฑas y el descenso en espiral por el Envigado. No habรญa forma de saber si su quebrantado automรณvil lograrรญa vencer las carreteras del paรญs, algunas de las cuales aparecรญan como hechas de terracerรญa. โ€””El carro de Apolo, el rutilante arreo de los caballos del sol” โ€”recitรณ Francesca, agitando su cabellera mojada y dejando que Serra completara los cรฉlebres versos de Quevedo. El agua en el hotel era salitrosa, las moscas inevitables. Pero ella sintiรณ que volvรญa a nacer. Era ya tarde en la maรฑana cuando se pusieron en camino, abriรฉndose paso a travรฉs de las interminables barriadas de Bogotรก bajo un cielo de cobre. Rosaria se apretaba contra la boca un kleenex impregnado de lo que le quedaba de su preciosa agua de Colonia.

Por la tarde, cuando llegaron a Medellรญn, el cielo se habรญa vuelto lechoso. Se adentraron en la ciudad buscando un hotel barato. La banda sufrรญa visiblemente y Casteรฑon la rodeaba gentilmente de sus atenciones. ร‰l mismo se sentรญa endurecer y volverse una suerte de voyeur. Miraba fijamente a travรฉs del parabrisas sucio y giraba la cabeza por todos lados. ยฟEn busca de quรฉ?

No sabรญa demasiado, pero estaba en guardia, casi en una histรฉrica alerta. De tanto en tanto un transeรบnte le devolvรญa la mirada o se detenรญa ante el espectรกculo de ese automรณvil asmรกtico. Una viejecilla sonreรญa a travรฉs de sus dientes rotos. Un motociclista los rebasรณ haciendo restallar su motor. Casteรฑon se sobresaltรณ y de inmediato se ruborizรณ de vergรผenza. Los perros no estaban mรกs deteriorados o flacos que en otras partes. ยฟAcaso la gente parecรญa mรกs apurada cuando atravesaba frente a รฉl? ยฟIgnoraban las luces rojas de los semรกforos mรกs que en Monterrey?

Avanzando hacia la calle San Martรญn, Casteรฑon advirtiรณ unas vitrinas rotas sobre las cuales se habรญan pegado cartones con cintas adhesivas. ยฟO no se trataba mรกs que de un sitio en construcciรณn como cualquier otro? En dos ocasiones โ€”Francesca le dio un codazoโ€” vio o pensรณ ver un ramo de flores al pie de un poste de luz. Una vez, en el lรญmite de su campo de visiรณn, advirtiรณ algo asรญ como un filamento de baba secretada por un caracol gigante, una mancha de sombra en la banqueta. Podรญa ser una mancha oxidada o un charco con aceite. Ante el Cine Vasco, la cola se iba alargando. Los oรญdos entrenados de Casteรฑon podรญan adivinar la baraรบnda de la mรบsica heavy metal, el crepitar de las mรกquinas tragamonedas de un pasaje vecino. Las calles parecรญan viajarse a medida que los viajeros se aproximaban del centro. A menos que todo eso no fuese perfectamente normal en vista de que ya se acercaba la hora del crepรบsculo. Entre chien et loup, como se dice en francรฉs o entre azul y buenas noches segรบn reza la voz mexicana. Casteรฑon siempre habรญa adorado la expresiรณn francesa que nombra la llegada de la noche.

Pero no habรญa ningรบn lobo a la vista, ni siquiera de los que caminan en dos patas. El olor penetrante era el de la gruesa grasa industrial y el de la basura acumulada. ยฟRealmente Casteรฑon habรญa esperado que olerรญa el terror en el aire, que captarรญa husmeando el suave olor fรฉtido de los rastros pรบblicos? Luego de siete horas al volante y con ayuda del agotamiento, no estaba lejos de sentir cierta decepciรณn. Reprimiรณ una vaga sospecha de ridรญculo, de estar sobreactuando.

Faltaban algunas letras en el anuncio de neรณn del motel. Incrustado como lo estaba en el asiento del conductor, el รบnico relente de que estaba seguro era el de las alcantarillas tapadas. Una peste a la que ya estaba acostumbrado desde la ciudad de Mรฉxico. Se detuvo por un momento intentando despertar la circulaciรณn de la sangre en sus muslos adoloridos. ยฟAsรญ que era รฉsta la capital del asesinato en las Amรฉricas?

Justo antes del amanecer, las ventanas temblaron y una vibraciรณn incesante recorriรณ los leves muros. La explosiรณn retumbaba como tambores atropellados llamando a la retirada. Rosaria se precipitรณ en el corredor, con los ojos lรญvidos, blancos bajo el efecto de la impresiรณn.

***

Durante las entrevistas con el asistente del subprefecto de policรญa, las invocaciones al Salvador y a su distinguida Madre eran tan frecuentes en la boca del sargento, tan reiteradas que sugerรญan una letanรญa arcaica. “JesuMarรญa”, “JesuMarรญa” y “Madre de Dios” eran otros tantos rellenos que puntuaban cada frase, a menos que fueran, mรกs simplemente, su sola y รบnica respuesta. El sargento se jalรณ el cuello de su uniforme, cosa de respirar un poco, y se columpiรณ sobre su sillรณn hasta hacer gemir los resortes. “JesuMarรญa”, “Madre de Dios”, era ya demasiado. En nombre del cielo, ยฟquiรฉn habรญa querido enviarle a estos visitantes? ยฟQuiรฉnes eran estos descarriados que se agolpaban en el apestado agujero que le servรญa de oficina, con esas voces cada vez mรกs enfรกticas, mรกs irritantes que el crujido del ventilador elรฉctrico, que tenรญa una de sus aspas rotas?

Diversas conjeturas corrรญan garrapateando como ratas en el crรกneo del sargento, que palpitaba por la jaqueca. Sus visitantes habรญan salido en grupo de un asilo, de algรบn hospicio para dรฉbiles mentales. Eran los restos de una banda de mรบsicos mendicantes o de una compaรฑรญa ambulante de teatro en quiebra. Los cuatro hombres y las dos mujeres, una de las cuales tenรญa el pecho descorazonadoramente plano, eran estafadores, salteadores a la buena ventura que estaban preparando un nuevo, torcido golpe. Pero mรกs probablemente no eran mรกs que pordioseros deseosos de aprovecharse, adulรกndolo a รฉl, del legendario corazรณn de Medellรญn โ€”ยกy sin licencia ni permiso! ยกMadre de Dios! ยฟDebรญa detenerlos en el acto? Una siniestra verdad se habรญa abierto paso en sus tripas. Esta banda de piojosos era una especie subversiva de anarquistas o de anarcosindicalistas (se acordaba de la expresiรณn, y se la frotaba contra el pecho). Eran guerrilleros urbanos salidos de Mรฉxico, la ciudad roja. Tal vez deberรญa revisar su vehรญculo para ver si traรญan armas o residuos de algรบn explosivo. ยฟDebรญa hacer que las dos putitas se encueraran para hurgarlas a fondo? ยฟAcercar a la barba del viejo (el sargento creรญa que los anarcosindicalistas usaban barba) ese encendedor en el que se dejaba leer, en letras elegantemente repujadas, “por veinticinco aรฑos de leales servicios”? Pero quizรก serรญa mรกs astuto dejarlos que siguieran con su maldito espectรกculo, “JesuMarรญa”, para ver si lograba descubrir quรฉ mierda era aquello. El sargento se aflojรณ el cinturรณn y simulรณ interesarse.

โ€”ยฟY cuรกnto van a pedir que les paguen por sus cosas?

โ€”Ni un peso. Se lo daremos gratis a cualquiera que se interese. ร‰se es todo el fin del juego. โ€”Cardenio hablรณ como si se estuviese dirigiendo a un niรฑo a medias sordo pero peligroso.

โ€”ยฟVan ustedes a distribuir esas huevadas gratis? JesuMarรญa, ยฟy eso quรฉ les da? ยฟEntonces es propaganda? ยฟPanfletos incendiarios? ยฟEl pequeรฑo libro rojo? โ€”El Sargento estaba engolosinado con su clarividencia.

โ€”Nada de eso. โ€”Y Francesca le brindรณ su mรกs hermosa sonrisaโ€”. Sรณlo es poesรญa. Estarรญamos muy honrados si usted y su jefe le echaran un vistazo. โ€”Empezรณ a sacar un puรฑado de hojas de su morral tejido con grecas mayas.

โ€”Ya les dirรฉ cuando queramos examinar su basura. Quรญtela de ahรญ. ยฟY quรฉ tienen en la cabeza para pensar que pueden venir desde Mรฉxico hasta Medellรญn para montar su espectรกculo de mierda y distribuir quiรฉn sabe quรฉ basura subversiva? ยฟEstรกn chiflados? Dรญganme.

โ€”Quizรก tiene usted razรณn, sargento. Pero los poetas, usted sabe, suelen estar un poco tocados de la cabeza. Para ellos, es casi necesario. Piense en Orfeo, en Blake o en Rimbaud… โ€”Osvaldo hablaba en un tono de voz a la vez soterrado e intensamente concentrado. Involuntariamente, el sargento se inclinรณ hacia delante intentando captar lo que querรญa decir con su discurso el mariconcito (por supuesto, era un marica, las antenas del sargento eran en ese terreno infalibles). Pero trataba inรบtilmente de ubicar a cualquiera de los personajes nombrados por Osvaldo en su inventario interno de agitadores conocidos, de agentes clandestinos conocidos de oรญdas o de desertores destripados de Sendero Luminoso. A todas luces, estos vagabundos debรญan tener sus contactos, y sus nombres, por supuesto, debรญan estar en clave. Era necesaria una estrecha vigilancia.

โ€”ยฟY quiรฉnes imaginan ustedes que van a venir a oรญrlos?

โ€”Quizรก nadie. Quizรกs uno o dos desocupados que tengan tiempo. Algunos que estรฉn de paso, los que estรฉn saliendo del trabajo. Pero tiene usted razรณn, su excelencia (a Rosaria le pareciรณ que era del todo inรบtil cualquier tรญtulo honorรญfico), muy probablemente nadie. Ni siquiera un alma.

โ€”Y en ese caso, ยฟquรฉ piensan ustedes hacer? โ€”preguntรณ entre dientes, sin aflojar las mandรญbulas.

โ€”Dejar nuestros poemas en la banca de un parque, y volver a casa. โ€”Serra habรญa replicado con tanto aplomo y serenidad que el sargento no pudo dejar de oler una trampa.

โ€”ยฟDejar su basura en un lugar pรบblico? ยฟEn el jardรญn municipal? JesuMarรญa, hay edictos pรบblicos. Los harรฉ encerrar por vagabundeo, por vandalismo, antes de que tengan tiempo de… โ€”Pero no encontrรณ la palabra. El tono lancinante del viejo pendejo lo ponรญa mรกs que incรณmodo, como el ritmo hace mucho olvidado pero perturbador de un pasado irrecuperable. La maldita conversaciรณn habรญa durado demasiado.

El guardia pretoriano se levantรณ de su sillรณn. โ€”ยฟY suponiendo que alguien se detuviera a escuchar su mierda โ€”disparรณ la palabra dirigiรฉndola hacia las dos mujeresโ€”, entonces, quรฉ? ยฟA quรฉ le estรกn tirando realmente? Quiero la verdad pura y dura. ร‰sta es una advertencia para todos. โ€”Y golpeteรณ la funda de su revรณlver.

Se podrรญa pensar que Roberto Casteรฑon traรญa la respuesta preparada:

โ€”Honorable asistente del procurador adjunto: entendemos que en Medellรญn hay no pocos problemas y dificultades. La esperanza estimada de vida en esta ciudad no es lo que debรญa ser. La poesรญa no sirve para nada contra las balas y los carros bomba. Eso lo sabemos. Usted dirรก que los poemas son inรบtiles, algo asรญ como residuos. Pero รฉse, entiรฉndalo, es nuestro punto, nuestra idea. Es su inutilidad la que guarda su fuerza, su poder. ร‰sta es una contradicciรณn, una paradoja. Pero hay crisis humanas en las cuales sรณlo lo perfectamente inรบtil es capaz de ayudar. Las autoridades mรกs honorables de su comunidad estรกn sin duda haciendo todo lo que pueden para hacer descender los รญndices de mortalidad. Pueden estar ustedes orgullosos, sin duda alguna, de la abnegaciรณn de los hospitales y de la buena disposiciรณn de la Iglesia. ยฟCรณmo podrรญamos ser tan tontos, tan soberbios para creer que podrรญamos serles a ustedes de alguna utilidad? Sรณlo brindando algo tan inรบtil, tan aparentemente ineficiente que tome por sorpresa a los corazones. Algo tan impotente como un ramo de flores reciรฉn cortadas, o como la luz de las estrellas. Lo que esperamos realizar aquรญ es recordar a quienes nos escuchen (oh, estoy muy de acuerdo con usted que quizรก nadie llegue a escucharnos) el sonido, incluso el sabor, si puedo decirlo asรญ, del placer puro, de la risa. Me doy cuenta de que nos toma usted por traficantes o quizรก por algo peor, mi querido sargento. Y quizรก lo somos. Pero lo que nosotros traficamos es una droga mรกs dura que la cocaรญna, y que crea una adicciรณn mรกs intensa. Existen todo tipo de nombres para ella. Algunos la llaman “sueรฑos”, otros le dicen “esperanza”. Por lo que hace a mรญ, pienso que se trata de algo que tiene un efecto mรกgico sobre el tiempo. Es algo que detiene el tiempo normal, el tiempo del asesinato, de los secuestros, del abuso sexual a los niรฑos. Los poemas derrochan el tiempo. No como el Nintendo o las mรกquinas tragamonedas. No es fรกcil de explicar. Tiempo perdido, sรญ, pero por exceso de plenitud. De maravilla, de renovaciรณn. En รฉl alienta el encanto, son como ejercicios respiratorios para el espรญritu gastado. Dรฉjenos intentarlo, amigo sargento.

El sargento tenรญa los ojos fijos en el techo y en la maraรฑa de sus resquebrajaduras. La contrariedad habรญa cedido lugar a un sentimiento mucho mรกs amenazante. En su boca habรญa un sabor a rabia, pero tambiรฉn un resabio de triste, extraรฑo orgullo. Intentรณ controlar el tono de su voz.

โ€”Ustedes no entienden, ยฟverdad? Ustedes no han empezado a entender nada con todos sus hermosos discursos. ยฟPor quรฉ demonios no van a montar su circo de pulgas a Tijuana? He oรญdo que ahรญ matan a la gente con casi tanta frecuencia como aquรญ y que luego juegan a mandar los cuerpos al otro lado de la frontera. Medellรญn es especial. ยฟQuรฉ carajos saben de esto? Nada. โ€”Su hocico echaba fuegoโ€”. Ustedes no saben nada de Medellรญn, ni de la forma en que aquรญ se hacen las cosas. Crรฉanme, ustedes me importan menos que un pedo. Pero ยฟa tรญtulo de quรฉ va a pagar la municipalidad su entierro? Si ellos llegan a sentirse ofendidos con su basura, no llegan a ver que caiga el sol… Cuando el chofer regresรณ a su casa y guardรณ su coche, se encontrรณ con un cachorro amarrado en la puerta del garaje. Era precisamente el tipo de cachorrito que su hija no dejaba de reclamarle. El animal gemรญa de sed o de miedo. Entonces el cretino, se inclinรณ para acariciarlo. Madre de Dios, al perro le habรญan puesto dinamita en la panza. Ahรญ estรก cรณmo es la vida y la muerte en Medellรญn. ยฟY me quieren hacer ustedes creer que esto va a cambiar un centรญmetro por su fina charla y sus pildoritas de poesรญa?

Al escucharse a sรญ mismo, el sargento sintiรณ que deliraba y que la situaciรณn se le estaba yendo de las manos. No habรญa ventilaciรณn en el cuarto, y Rosaria tenรญa un paรฑuelo desechable pegado a la boca.

โ€”Asรญ que vรกyanse de aquรญ, mientras puedan. Si llego a verlos deambulando por ahรญ, les confisco el vehรญculo (de todos modos, muy probablemente ya no resista el camino) y los entambo. ยฟEscuchan bien, mis finos amigos? Dejen de hacer payasadas y lรกrguense de Medellรญn. En esta delegaciรณn policรญaca se practican inspecciones corporales. Desafortunadamente, no contamos con mujeres en el pelotรณn. โ€”Al sargento le ganรณ una risa metรกlica sin dejar de mirar a Rosaria que estaba a punto de desmayarseโ€”. Medellรญn es muy especial.

El sargento cayรณ en la cuenta de que se estaba repitiendo. Tambiรฉn eso lo enojรณ y lo puso triste. Era una tristeza cuyo origen se le escapaba. Escurrรญa desde lo mรกs profundo como un jarabe espeso, estancado. Volvieron a surgir nuevamente esos desoladores recuerdos de infancia que estos comediantes enloquecidos no tenรญan ningรบn derecho de venir a remover.

Se dirigieron hacia la puerta con pasos desalentados. Eran espectros que recordaban vagamente el miedo y las pruebas del viaje. ยฟNo les habรญa dado a entender cabalmente que no se permitirรญa ningรบn teatrito loco en ningรบn lugar pรบblico, que para ellos era tiempo de dejar el campo libre? ยฟDebรญa precipitarse tras esas sombras que ya se batรญan en retirada y deletrearles todo de nuevo para que incluso ellas entendieran? En lugar de eso, con las manos levemente temblorosas se dejรณ caer sobre el sillรณn y tomรณ el telรฉfono.

Habitualmente, Dos Dedos (los otros tres de su mano derecha le habรญan sido cortados con una sierra elรฉctrica por los esbirros que no se habรญan dado cuenta de que le dejaban todavรญa dos, y esa negligencia mรกs adelante les costarรญa cara, y de que su vรญctima era zurda) habrรญa colgado brutalmente el telรฉfono. Los resoplantes farfulleos del sargento y su pesada respiraciรณn eran los de alguien o bien borracho o bien prendido por la mariguana que, como Dos Dedos bien sabรญa, envolvรญa desde temprano la delegaciรณn de policรญa de Medellรญn en una humareda parda. Pero una palabra en el cerebro fofo de Dos Dedos lo habรญa enganchado: Mรฉxico. El sargento habรญa musitado Mรฉxico. Esos carajos charlatanes habรญan venido desde Mรฉxico. El traficante de droga escupiรณ con cierto aire meditabundo en las manos trรฉmulas y empezรณ a alarmarse.

Las distintas organizaciones tenรญan sinapsis, fosos de serpientes pactados a travรฉs de los cuales podรญan darse, negociรกndolas, alertas vitales. Nadie habrรญa podido hacer exactamente el mapa de sus ramificaciones, la red sofocante pero finamente tejida que se extendรญa desde la media docena de capos en la cumbre hasta los mรกs abyectos revendedores en la base de la pirรกmide, que enlazaban los campos de coca en las altas planicies con las calles destartaladas del South Bronx, con los patios de Malibรบ o con los casinos de Nevada. Las fibras pulsรกtiles de la comunicaciรณn y de la oferta, de la asignaciรณn de los precios y del blanqueo del dinero, de la corrupciรณn politicojudicial y de la sรกdica paga. Basta un leve movimiento en una parte estratรฉgica de la red para que la trama laberรญntica empiece a temblar a lo largo y a lo ancho de toda la malla. Mรฉxico era, por supuesto, una terminal nerviosa de importancia absolutamente crucial. A travรฉs de Mรฉxico la cocaรญna fluรญa hacia los apetitos histรฉricos de Estados Unidos. Los puntos de trรกnsito, a travรฉs de aviones ligeros, lanchas de alta velocidad o transportistas individuales, las bolsas donde se negociaban las expediciones y se pesaban las mercancรญas compradas se encontraban en Ciudad Juรกrez, en Tijuana, en Cucuรฑa, en depรณsitos clandestinos sembrados a todo lo largo de una frontera demasiado porosa. Las relaciones diplomรกticas con el equipo de Quintero en Guadalajara, con la banda de los Arellano en Tijuana, con los comerciantes y refinadores especializados en la heroรญna y en las anfetaminas, que operaban desde el patio abandonado de una antigua fรกbrica a las afueras de Monterrey, tenรญan que ser mantenidas y fortalecidas. Cualquier cosa que tuviese que ver con Mรฉxico exigรญa una atenciรณn inmediata.

Dos Dedos corriรณ la voz. Una de las voces tรกcticas del cartel de Cali le susurrรณ un consejo sumario: “Agarra a una de las putas y mรฉtele un cable de alta tensiรณn por el culo.” El reflejo que vino de Guadalajara fue โ€”eso era tรญpicoโ€” mรกs circunspecto: “Averigua a quรฉ vinieron esos payasos. ยฟQuiรฉn los mandรณ?” Calma. El contacto en Tijuana hizo su sugerencia: “Mira si hay un cojo entre ellos. Hay un agente de la oficina de Miami que cojea. Tratamos de cogerlo cerca de la frontera pero fallรณ el levantรณn. Es de mediana edad, y cojea.” Dos Dedos lo absorbiรณ todo como a travรฉs de un popote. El problema estaba ahora en Medellรญn. Estaba por llegar un gran embarque. Esa puta de รlvarez seguramente se las habรญa olido. Alguien habรญa visto a dos de sus mirones en el aeropuerto de Rรญo Negro. ยฟPodรญa haber alguna conexiรณn? Dos Dedos era responsable de que todo estuviese en orden en Medellรญn. Detestaba la anarquรญa, y el coche bomba no habรญa sido su fuerte. La violencia debe llevar una etiqueta, hasta la tortura tiene sus convenciones. De otra forma, el mundo sรณlo serรญa para los escorpiones. En la visiรณn de Dos Dedos, los aficionados eran la peor plaga. Espiar a los seis mexicanos estaba muy debajo de su dignidad, por debajo del escalafรณn que le correspondรญa en la jerarquรญa. Mandarรญa a Emilio. No era ningรบn genio, seguro, pero era observador. Un hombre capaz de diluirse en la multitud (ยฟquรฉ multitud?). Quizรก todo este asunto no era mรกs que una alucinaciรณn de un poli aburrido y fumado hasta atrรกs. Dos Dedos alzรณ lo que le quedaba de mano en un signo de bendiciรณn masรณnica. Una broma privada entre el clan de San Tomรฉ. Deslizรณ la pistola en el cinturรณn y fue a buscar a Emilio.

***

Toby Warren tenรญa un problema. Madame รlvarez era inaccesible, estaba fuera de todo alcance. Las tarรกntulas anidan en la profundidad. ยฟAsรญ que dรณnde estaba su reportaje? Cierto, habรญa habido el carro bomba. Pero a pesar del macabro escenario, la carnicerรญa no habรญa suscitado el menor โ€”ningรบnโ€” interรฉs. La vรญctima pertenecรญa a un grupo de sรณrdidos agentes inmobiliarios, y se decรญa que su esposa era una judรญa brasileรฑa. La justicia local no se habรญa mostrado para nada hospitalaria. Los reporteros gringos no valรญan mรกs que las moscas que devoraban a los caballos, y que habรญa que aplastar. Los vecinos le habรญan cerrado la puerta en las narices. Aunque intentรณ proponer una respetable mordida, la visita de Warren a la morgue no dio ningรบn resultado. ยฟEn quรฉ cosa habรญa puesto la nariz? Lo poco que habรญa quedado del cadรกver despedazado ni siquiera se le podรญa enseรฑar a la adolorida viuda. “Estas cosas pasan, usted sabe, Seรฑor Warren.” Desafortunadamente, Toby habรญa escrito el epitafio del muertito. Arrancรณ la pรกgina. Ya le pasaban los dos whiskeys que habรญa bebido demasiado temprano. El aire pesaba como una malla de queso, cubrรญa su boca con un calor sofocante.

Quizรก, quizรก habรญa algo que extraer de la perorata del informante. Pero en lo esencial eran cosas sobadas y sabidas por todos aquellos que habรญan tenido algo que cazar entre los cรกrteles del Narco y de la Adicciรณn Estadounidense. La saga de Escobar habรญa engendrado reportajes, entrevistas mรกs o menos apรณcrifas, e incluso libros. Toby tenรญa la impresiรณn de haberse metido en un banco de arena. La muela del juicio necesitarรญa atenciรณn tan pronto como regresara a su base (un cavernoso departamento de un solo cuarto en Filadelfia, en un condominio habitado por gente reciรฉn divorciada). Entretanto, su lengua no dejaba de frotarse una y otra vez contra su muela rota. Lo mejor serรญa hacer la maleta e irse. ร‰ste efectivamente habรญa sido el consejo que, entre bostezo y bostezo, habrรญa proferido el hombre del bar en la bodega vacรญa, casi hundida en la oscuridad.

Toby Warren ya se iba hacia el motel (recordarรญa las moscas) cuando sus ojos se quedaron clavados en el pรณster:

GRATIS, ABSOLUTAMENTE GRATIS. LECTURA DE POESรA. CANCIONES CANTADAS POR LOS VATES DE LOS CUATRO SOLES. PLAZA MUNICIPAL. A LAS CINCO DE LA TARDE. GRATIS.

En la esquina siguiente, habรญa un segundo anuncio. En forma de luna nueva, con las letras impresas entre sus cuernos jubilosos:

LA POESรA ES LA DROGA DE LA ESPERANZA. TRAIGAN A SUS AMORES. VENGAN CON SUS HIJOS. ABSOLUTAMENTE GRATUITO.

Y una vez mรกs el lugar y la hora. El tercer cartรณn habรญa sido puesto sobre un andamio, justo delante del motel.

LOS POEMAS SON EL ALCOHOL DE LA ALEGRรA. VENGAN A ESCUCHARNOS. TRAIGAN A LOS SUYOS. A NADIE LE HACE MAL UN POEMA. GRACIAS A LAS FLORES SUCEDEN LAS MEJORES COSAS. ADMISIร“N ABSOLUTAMENTE LIBRE. PLAZA MUNICIPAL. A LAS CINCO DE LA TARDE.

Ese refrรกn, a las cinco de la tarde, Warren, lo habรญa oรญdo en algรบn sitio. Significaba mรกs de lo que decรญa. ยฟY quรฉ? Se quedรณ de pie ante el cartel, extraรฑamente perturbado. Otra noche mรกs en Medellรญn podrรญa ser una buena inversiรณn. Le harรญa falta un fotรณgrafo. De un diario local o de una agencia de prensa. En cuanto se dio la vuelta, Toby oyรณ un ruido de papel desgarrado. El niรฑo se alejรณ al trote. El texto del afiche habรญa quedado algo daรฑado. Toby se mirรณ a sรญ mismo intentando parcharlo. Lo observaban dos gatos con sus ojos indiferentes y lisos como el oro.

***

Rosaria estaba segura de que no aguantarรญa las ganas. El miedo siempre empezaba por anidar en su desgraciada vejiga. Pero ยฟcรณmo disfrazar esa mancha repugnante? A la altura de su codo el cenicero desbordaba. La serenidad de Francesca, la frรญa atenciรณn que ponรญa en el poema que estaba ensayando, le parecรญa detestable a Rosaria. Pensar que pronto se verรญa declamando en una plaza desierta โ€”o algo peor: las advertencias del sargento seguรญan resonando en sus tรญmpanosโ€” la sofocaba. Cuando llegara su turno de recitar, ella se levantarรญa, incapaz de emitir un sonido coherente, y orinarรญa. Habรญa estado fuera de sus sentidos cuando habรญa decidido venir a esta maldita aventura.

โ€”Debemos encontrar la forma de explicar algo sobre Orfeo. Sin hacernos los superiores. ยฟMe imagino que habrรกn oรญdo hablar de Lorca? โ€”La pregunta de Francesca, su voz helada, dejaron indefensa a Rosaria.

โ€”Ay, Dios mรญo โ€”fue todo lo que pudo decir. Francesca alzรณ los ojos interrogante:

โ€”ยฟCrees que conozcan aunque sea un poco a Lorca?

โ€”Pero eso, ยฟa quiรฉn le importa? ยฟNo te das cuenta? Aquรญ los gรกngsters te cortan el cuello sรณlo para pasar el tiempo. ยฟTienes idea de cuรกntas mujeres han sido aquรญ violadas a plena luz del dรญa? โ€”La voz de Rosaria le recordรณ a Francesca la de una querida tรญa que estaba muriendo de cรกncer en la garganta.

โ€”Vamos, no es tan melodramรกtico. En apariencia, la mayorรญa de la gente lleva una vida de lo mรกs ordinaria en Medellรญn. Muy probablemente ni un alma viviente se molestarรก en irnos a ver. O habrรก un aguacero. โ€”Francesca lanzรณ una mirada interminable a la luz que se eclipsaba. Cuando sus ojos dejaron la ventana, encontrรณ la puerta abierta y escuchรณ las sandalias de Rosaria alejรกndose por el corredor rumbo a los baรฑos.

Osvaldo no dejaba de maravillarse ante su destreza. ร‰l, con su aire de ratรณn, habรญa logrado pegar mรกs de media docena de pรณsters en lugares muy visibles. ร‰l, la rata de biblioteca, bienconocido por su timidez ineficiente y sus modales de solterรณn. Hasta hoy su existencia habรญa sido un celibato del alma y de la carne, habรญa vivido acolchonado contra cualquier riesgo รญntimo o pรบblico, ya fuese de la carne o de la mente. Como si la vida misma hubiese sido un charco peligroso, como se envuelven los zapatos en hule (los suyos los habรญa heredado de su padre hacรญa muchos aรฑos), y hete aquรญ que ahora estaba en esa cueva de los leones que era Medellรญn poniendo carteles desafiantes. Se habรญa sentido desnudo, esperaba cualquier agresiรณn, incluso que lo liquidaran. Le dio vueltas a esta palabra siniestra en su lengua. Y se dio cuenta de que estaba feliz. En รฉl, el estremecimiento de la felicidad era nuevo, como el taรฑido de una campana exรณtica. Aguzaba el oรญdo.

Cardenio intentaba ser prรกctico.

โ€”Si nadie llega a venir, debemos esperar un momento. O ponernos a leer hasta que alguien se detenga a escucharnos. El secreto estรก en captar la atenciรณn. Serรก infernalmente difรญcil si no hay amplificador. Nada mรกs nuestras voces. Debemos empezar por leer o recitar lo que nos sabemos de memoria. Para hacer nuestros comentarios, debemos esperar a que alguien se detenga. Tu sermรณn sobre la poesรญa y la esperanza. “La droga de lo inรบtil”. โ€”Al escuchar que lo remedaban, Casteรฑon sonriรณ. Se sentรญa a gusto con la irrisiรณn fraternal de Cardenio, con la cรกlida impaciencia de ese hombre que caminaba una y otra vez entre las camas revueltas. Sonriรณ de nuevo cuando Cardenio tartajeรณ algo sobre estar completamente indefensos. ยฟNo deberรญan tener, en nombre del sentido comรบn, un revรณlver descargado a la mano? โ€”Hay mujeres, sabes.

โ€”Probablemente estรกn menos asustadas que nosotros. Francesca ciertamente… Y si alguien busca problemas o quiere arrestarnos, lรฉeles tu balada sobre la cรณlera del perico. โ€”Cardenio respondiรณ con un gruรฑido relajado:

โ€”Con tal de que no caiga un aguacero. โ€”Pero nada podรญa detener a Casteรฑon.

โ€”Podemos llevar un paraguas. Rosaria tiene uno. Es de seda color lila.

Julio Serra rezaba con una vehemencia nada disimulada. ยฟA quiรฉn? El viejo rapsoda habรญa sopesado la cuestiรณn desde la infancia. La nociรณn de un dios al otro lado de la lรญnea le daba vรฉrtigo. Quรฉ loca arrogancia creer que podรญa haber un auditorio de ese tamaรฑo. En cuanto a los santos o a los demonios, a una escala mรกs humilde, a Serra le parecรญa que estaban por debajo de su dignidad. ยฟA quiรฉn entonces se dirigรญa con tan apremiante y articulada necesidad? ยฟPara quรฉ oรญdos iba entreverando plegaria con poesรญa, desiderata con lamentaciรณn? Serra habรญa llegado a intuir que la plegaria era un ejercicio esquizofrรฉnico y una disciplina. Estaba en diรกlogo con otro yo. No por fuerza un yo mรกs puro quizรก o mรกs poderoso. Pero otro รญntimo, infatigablemente atento a cada matiz, a cada palpitaciรณn del sentido pulsando oculta pero turbulenta entre lรญneas. Mรกs allรก de su propio desciframiento consciente, una atenciรณn alerta, aunque desprendida, a la intenciรณn encubierta, a las fugas, a las verdades que elevan las parรกfrasis, oscuramente resonantes en sus invocaciones como en la mรบsica. โ€”No nos ridiculicemos a nosotros mismos. O mejor, sรญ, hagรกmonos los ridรญculos, pasemos por cobardes, si es necesario. Ojalรก que no olvide yo mis gotas contra la tos. Que las alas de los รกngeles dichosos nos guarden de la lluvia.

Cuando dejaron el hotel precipitadamente, un mirรณn los seguรญa. Al parecer ni siquiera le importaba esconderse. Si la forma de caminar de alguien puede proclamar el arte del desdรฉn indiferente, ese arte lo habรญa llegado a dominar Emilio.

Avanzaron en fila india. Como niรฑos, reflexionรณ Francesca, jugando a los Pieles Rojas. De su bolsa deshilachada extrajo una mascada, una prenda que hacรญa muchos aรฑos le habรญa ofrecido un enamorado y que desde entonces no usaba. Ahora su gallardo estampado de rosas amarillas y de unicornios caracoleando entre ellas, parecรญa un talismรกn. Al mirar uno de los carteles, Casteรฑon le quitรณ a Osvaldo un sombrero imaginario. Pero se preguntaba si habรญa hecho bien dejรกndolo venir. El pobre hombrecillo tenรญa la tez cenicienta.

Casteรฑon tomรณ posesiรณn de la plaza con solo un vistazo. Parecรญa haber seis o siete almas reunidas alrededor del pedestal, desfigurado por los graffiti, desde donde pensaban leer. Un viejo estaba apretando contra su pecho la mitad desgarrada de uno de los carteles que indicaba el lugar y la hora. Habรญa un joven, casi un niรฑo, fumando; un ciego vacilante se apoyaba en su bastรณn blanco. Como si lo hubiese sorprendido un viento repentino. Y dos o tres mujeres cargadas con bolsas y canastas repletas, moviendo impacientemente los pies cansados.

En la luz vacilante, le fue preciso un momento antes de ver a los otros (Cardenio le habรญa dado un codazo). Ahรญ estaba su sombra fiel, ahora adosada a un enrejado donde la gente ponรญa sus bicicletas, escupiendo de tanto en tanto sobre sus botas con ostentoso desprecio. Un policรญa, en las Arcadas que llevaban a la Calle de San Martรญn, con un telรฉfono mรณvil colgado de su cintura. “Como un hombre colgado”, imaginรณ Rosaria. Y extraรฑamente fuera del campo de visiรณn, en la ventana de la planta baja, un observador de traje color beige, con un paรฑuelo floreciendo en la bolsa a la altura del pecho. Intermitentemente el caballero parecรญa emitir โ€”como un flashโ€” un destello vรญvido de luz. Casteรฑon no dejรณ de darse cuenta de que el invitado llevaba un anillo de macizo metal; al moverse, el anillo reflejaba el sol de la tarde. “Mas de lo que nos atrevimos a esperar”, resoplรณ Serra. Casteรฑon hizo un signo de bienvenida.

โ€”Seรฑoras y seรฑores, por favor acรฉrquense. โ€”Nadie se moviรณ, y el policรญa hablรณ por su telรฉfono mรณvil.

โ€”Seรฑoras y seรฑores, de todo corazรณn les agradecemos que hayan venido a escucharnos. Nos damos cuenta de que para ustedes no ha sido fรกcil ni conveniente hacerlo. Que muy probablemente tengan ustedes cosas mejores o mรกs urgentes que hacer. Mi nombre es Roberto Casteรฑon, y quiero decirles de nuevo cuรกn agradecidos estamos con ustedes mis colegas y yo.

En ese momento apareciรณ un pordiosero cojeando y arrastrando detrรกs de รฉl un perro callejero entre gris y pardo.

โ€”Amigos mรญos, si puedo llamarlos asรญ: ustedes saben por quรฉ estamos aquรญ. Para leerles a ustedes, para leer con ustedes algunos de los grandes poemas escritos en nuestra amada lengua. (Osvaldo empuรฑรณ el rollo de copias xerox como aquel que alza en alto la oriflama en alguna batalla caballeresca perdida.) Pero como deben ustedes de saberlo, amigos, los poetas son creaturas vanidosas, pavos reales. Asรญ que esperamos que nos permitan leerles tambiรฉn algunos de nuestros propios versos. โ€”Una de las mujeres que llevaba cubierta la cabeza con un paรฑuelo (ยฟera india?) moviรณ la cabeza con un vigor enigmรกticoโ€”. ยฟQuรฉ intentamos hacer?

โ€”Buena pregunta โ€”farfullรณ Cardenio aparte y sรณlo para รฉl.

โ€”Lo que estamos intentando hacer es a la vez muy pequeรฑo y muy grande. Entendemos que la vida en Medellรญn (les pido que perdonen a un extranjero por decirlo asรญ) resulta a veces difรญcil. โ€”Casteรฑon habรญa sopesado la palabra y su posible exactitud desde que habรญa salido de Mรฉxicoโ€”. Que la muerte y la desesperanza recorren las calles de Medellรญn. โ€”El anillo que estaba en la ventana lanzรณ un destello glacial, como dando una seรฑalโ€”. Tenemos la esperanza de dar a ustedes una hora o dos de belleza, de ese gรฉnero de olvido que es tambiรฉn recuerdo.

โ€”Oh, Madre de Dios, pensรณ Cardenio, otra vez Casteรฑon el mรญstico, el sofista. โ€”Pero el ciego alzรณ los ojos, poniendo su mano tras el oรญdo como para oรญr mejor.

โ€”La poesรญa puede ayudarnos a salir de nosotros mismos y de nuestras miserias. Nos hace soรฑar mientras estamos despiertos. Habla de cosas que son fantรกsticamente reales, pero que no pertenecen a nuestra vida diaria. De cosas que perduran cuando nuestras preocupaciones presentes y nuestras actuales confusiones, por graves que sean, hayan pasado hace mucho. โ€”El pordiosero ciego lanzรณ al aire un agudo cacareo y Casteรฑon, por un momento, se creyรณ perdido.

โ€”Siga โ€”gritรณ el ciego con magnรกnima condescendenciaโ€”, siga.

โ€”Los poetas creen, o al menos algunos entre ellos lo hacen, que un poema verdaderamente grande es mรกs poderoso que la muerte. Porque sobrevive y dura mรกs tiempo que la residencia en la tierra, no sรณlo del hombre o de la mujer que lo escribiรณ, sino tambiรฉn de quienes lo oyen o lo leen. En ciertos casos, el poema sobrevive incluso a la lengua en la que fue originalmente escrito. ยกUn hecho verdaderamente asombroso si piensan ustedes en รฉl! โ€”Casteรฑon estaba sonriendo desde el fondo de sรญ mismo, casi libre de sus perturbaciones intestinalesโ€”. ร‰sa es la razรณn, amigos nuestros, de por quรฉ hemos venido hasta Medellรญn a compartir con ustedes el mรกs poderoso narcรณtico conocido hasta ahora por el hombre: la esperanza. Y por eso deseamos empezar leyendo un poema que, sin duda alguna, ya les serรก conocido. Un poema que vence a la muerte.

Justo Serra barriรณ la plaza con sus ojos como si lo esperara una multitud. Por un momento, sus labios parecieron privados de palabra. Entonces empezรณ:

A las cinco de la tarde
Eran las cinco de la tarde
Un niรฑo trajo la blanca sรกbana
A las cinco de la tarde

El sombrรญo esplendor del lamento de Lorca por el torero Ignacio Sรกnchez Mejรญas golpeรณ el aire como un gong. Sin que nada lo amortiguara, el eco de los muros y de las arcadas alrededor quedรณ resonando. Serra estaba recitando sรณlo la secciรณn inicial. Cuando llegรณ a la imagen del carro de la muerte y del extraรฑo sonido de la trompeta fรบnebre, su voz pareciรณ vacilar:

Un ataรบd con ruedas es la cama
A las cinco de la tarde
Huesas y flautas suenan en su oรญdo…

Y fue el seรฑor que traรญa el cartel desgarrado y el clavel en el ojal del saco el que vino a su rescate:

El toro ya mugรญa por su frente…

Habรญa enrollado el papel como un altavoz. El mugido ahorcado del toro era perfecto. Y al llegar la caรญda lacerante del poema, su voz se uniรณ a la de Serra:

Eran las cinco de la tarde.

Ante este gesto de alianza y simpatรญa, el calor inundรณ el corazรณn de Casteรฑon que batรญa como un martillo. Saludรณ en silencio inclinรกndose hacia รฉl, al comparsa imprevisto, mientras que Osvaldo circulaba poniendo de prisa en las manos del pรบblico renuente copias de los poemas. Atravesรณ la plaza para poner una hoja en las manos del mirรณn que los acechaba y en las del policรญa. Sรณlo quedรณ fuera de su alcance el hombre que miraba desde la ventana.

Francesca dio un paso hacia delante. Leyรณ algo de Homero Aridjis, luego de Gabriel Zaid, introduciendo cada poema con unas palabras รบtiles para situarlo y hablando de estos poetas como si ellos tambiรฉn estuviesen presentes ahรญ. El niรฑo habรญa dejado de fumar.

โ€”Ahora queremos que escuchen un poema escrito por uno de nosotros, una especie de canciรณn que estรก esperando mรบsica. Escrito especialmente para Medellรญn. โ€”Casteรฑon seรฑalรณ hacia Rosaria Cruz. Ella se quedรณ de pie como si tuviese raรญces. Sabรญa que se estaba meando. ยฟLa delatarรญa algรบn olor? Cardenio la tomรณ de la muรฑeca, y la apremiรณ para que se adelantara.

โ€”No puedo oรญrla โ€”ladrรณ el ciego. Rosaria empezรณ de nuevo; y la mujer con la gran canasta asintiรณ:

โ€”Asรญ estรก mejor.

No hay ciudades de la muerte, de la muerte
No hay medias noches que duren para siempre
El corazรณn es un barrio de la esperanza
Un primer alto en la frontera
Vivir es atravesar la vida
Apenas comienza
Quiรฉn nacerรก aquรญ esta noche
Trayendo la maรฑana
Como el รกguila
Cuando con la mirada
Parece dar รณrdenes al sol

ยฟEl hombre de la ventada habรญa eructado o habรญa emitido una estentรณrea carcajada? Mientras Rosaria recitaba, otras personas se habรญan venido acercando lentamente hasta el centro de la plaza. Habรญa ahora una docena o mรกs, y una de las personas que escuchaba, un barbรณn, se habรญa quitado el sombrero y aplaudรญa. De nuevo, Casteรฑon se adelantรณ.

โ€”Hemos venido aquรญ con ustedes a causa del espรญritu y del ejemplo de Octavio Paz, pero no es sรณlo porque Octavio Paz haya sido el mayor poeta de Mรฉxico. Es porque รฉl fue un ejemplo fulgurante de valentรญa, de pasiรณn por la justicia y de clemencia. ร‰l nos habrรญa apremiado a venir a Medellรญn, a traer poesรญa para todos aquellos que podrรกn beber de ella fortaleza y consuelo. Asรญ pues deseamos concluir esta lectura con uno de los poemas mรกgicos de Octavio. โ€”La voz de barรญtono bajo de Cardenio proclamaba sin esfuerzo:

Luz que no se derrama, ya diamante,
detenido esplendor del medio dรญa,
Sol que no se consume ni se enfrรญa
de cenizas y fuego equidistante…

Cuando lanzaba el รบltimo verso, Cardenio abriรณ los brazos, como abrazando el ardor intacto de ese sol diamantino, equidistante de todas las cosas y criaturas. Siguiรณ una oleada de aplausos y, desde el cรญrculo exterior de la asistencia cada vez mรกs numerosa, sonรณ algo como un grito de gratitud.

El guardiรกn de la sombra atravesรณ la multitud moviendo los codos.

โ€”ยฟDรณnde estรก su permiso? โ€”No hubo respuestaโ€”. ยฟCreen ustedes realmente que pueden armar un espectรกculo pรบblico sin permiso? โ€”Se apoderรณ de lo que quedaba de las hojas por distribuirโ€”. ยกConfiscadas! โ€”Dio a la palabra un volumen amenazante como si se dirigiera a todos los que ahรญ se habรญan reunidoโ€”. Me van a seguir hasta la delegaciรณn de policรญa. En Medellรญn no estรกn permitidos los vagabundos. Aquรญ no necesitamos pordioseros mexicanos. Tenemos bastante con los nuestros. โ€”Una vez mรกs, pareciรณ que se volvรญa a los que ahรญ estaban.

Su indeseado guardiรกn se habรญa materializado intempestivamente saliendo de la oscuridad. Se inclinรณ hacia el oรญdo del policรญa. Con un ojo puesto sobre el observador de la ventana, que lanzaba destellos con su anillo (ya diamante, pensรณ Francesca). Un segundo susurro, mรกs cortante. El guardiรกn del orden pรบblico pareciรณ dudar. Luego alzรณ los hombros en un gesto de morosa aceptaciรณn, devolviรณ el fajo de copias xerox a Osvaldo, se aclarรณ la garganta ruidosamente, como un rumiante que ha perdido el aliento, y se retirรณ de ahรญ con un paso casi distraรญdo.

El hombre que habรญa susurrado cruzรณ su mirada con la de Casteรฑon. Hizo un signo apenas perceptible en direcciรณn al motel. Habรญa empezado a caer una lluvia muy fina. Serra alzรณ su rostro hacia ella. De cenizas y fuego equidistante

***

En cuanto entraron al lobby, se les quedรณ grabada la voz del hombre que los estaba esperando. Aterciopelada y nauseabunda como una melaza caliente. Una voz que contrastaba con la corpulencia del hombre y el cruel resplandor de su anillo.

โ€”Me gustรณ esa parte sobre el รกguila. “Ordenando al sol” o algo parecido. โ€”Rosaria temblรณ imaginando que no faltaba nada para que extendiera los brazos y le estrujara los senosโ€”, Robles, Camilo Robles. Pero ustedes me pueden llamar “Pepe”. Como todo el mundo, o casi. โ€”Y Robles moviรณ la cabeza como maravilladoโ€”. ยกFue usted la que hizo eso? ยฟSe sacรณ sola eso de la cabeza, la damita? โ€”Una breve pausaโ€”. Quiero que escriban un poema para mรญ. โ€”Ante el estupor, confirmรณ con un signo de la cabezaโ€”. ยฟCรณmo se llamaba aquello? Un llanto, un lamento, como el dedicado al torero. โ€”Francesca tenรญa los ojos clavados en el cinturรณn del hombre, recamado de plata labrada, de su traje de lino claro y de sus zapatos hechos en piel de cocodriloโ€”. Pagarรฉ, por supuesto. El camarada Pepe es generoso. Pregunten en Medellรญn. โ€”Cardenio sintiรณ el dinero en la voz del hombre, en su panza. El sillรณn de bejuco crujรญa bajo su peso desparramado, pero Pepe no invitรณ a sentarse a los viajeros. Sabรญa que dominaba y saboreaba la situaciรณnโ€”. Como el dedicado al torero, pero mejor! โ€”Mirรณ con grandes ojos a Serra, como un maestro de escuela airado.

Con la garganta ardiendo, Casteรฑon logrรณ preguntar: โ€”ยฟUn lamento, seรฑor Robles? ยฟPero para quiรฉn?

Pepe pareciรณ contento. Jugรณ delicadamente con su anillo y dejรณ salir un suspiro voluptuoso. โ€”Justo. Una buena pregunta. โ€”Se moviรณ hacia el escritorio de la recepciรณn. Tequila para sus invitadosโ€”. Y nada de servir esos meados de chivo que sirves aquรญ de costumbre. ยฟEntendiste? โ€”El empleado se precipitรณ hacia la oficinaโ€”. Un llanto para Jesรบs Soto. Conocido como “Pancho el Tigrillo”. โ€”Rosaria se descubriรณ a sรญ misma absurdamente sentada a los pies de Robles, intentando captar cada palabra que salรญa de esa voz sofocante.

โ€”Crรฉanme, amigos mรญos, Pancho era mi mejor hombre. El mejor, con mucho. Salvรณ mi vida cuando los putos Boinas Verdes y sus helicรณpteros cayeron sobre nosotros a la salida de Cartagena. Cuando regaron el camino de petrรณleo y empezaron a disparar sus lanza llamas, yo ya empezaba a rostizarme en vida pero Pancho me sacรณ de ahรญ y apagรณ el fuego a mano limpia. Sin รฉl… โ€”Pepe se alzรณ delicadamente una pierna del pantalรณn con delicada deliberaciรณn. La cicatriz estaba lรญvida, y tenรญa forma de araรฑaโ€”. Sin el Tigrillo, yo habrรญa quedado asado. Rostizado en vida. โ€”Robles hacรญa que cada una de sus pausas fuera elocuenteโ€”. O la vez en que estรกbamos descargando la mercancรญa en el aeropuerto de Managua y cuando los jodidos matones de Gacha nos habรญan tendido una emboscada. Animales, eso es lo que son. No sรฉ cรณmo pero Pancho los advirtiรณ en la oscuridad mucho antes de que empezaran a adelantarse. En la oscuridad mรกs completa. Las balas zumbaban como mosquitos. El Tigrillo fue herido primero en el brazo, luego en las costillas. Pero no se daba por vencido. Se mantuvo disparando hacia atrรกs y gritando tan fuerte que los cobardes huyeron con la cola entre las patas. Y cuando llevamos a Pancho hacia la camioneta, todo lleno de sangre, Jesรบs no dejaba de repetir: “Todavรญa tengo balas, no hay que desperdiciarlas.” โ€”Los ojos de Robles se humedecieron con el recuerdoโ€”. ร‰se fue Pancho el Tigrillo para ustedes. No lo desperdiciemos. โ€”Vaciรณ su vaso de un golpe y pidiรณ una nueva rondaโ€”. Hace unos seis meses, lo mandรฉ a inspeccionar un cargamento a las afueras de una de nuestras plantaciones. Material de la mejor calidad, casi listo para viajar. Pancho conocรญa la pista como la palma de su mano. Se desplazaba con frecuencia de noche. ยฟFue uno de esos indios comemierda el que lo entregรณ? Lo que hicieron con รฉl los federales ni siquiera deberรญa de contรกrselos. No en presencia de las seรฑoras. โ€”Robles moviรณ todo su peso como en una discreta marca de deferenciaโ€”. Me enviaron las fotos. Le habรญan arrancado los ojos y le habรญan rellenado la boca con sus propios testรญculos. “Cuando todavรญa estaba vivo.” Fue eso lo que escribieron a la vuelta de las fotografรญas, esos sucios torturadores. “Cuando todavรญa estaba vivo.” โ€”Pausaโ€”. Mi mejor soldado. Tenรญa una mujer y dos niรฑos en Yarumal. Y un perico. Con ojos rosas, color coral. Oh, ese cotorro, cรณmo amaba Pancho ese cotorro. โ€”El tono de voz de Pepe oscilaba entre el placer distante y la penaโ€”. Ahora ya saben, seรฑoras y seรฑores, por quรฉ quiero que escriban un lamento para Jesรบs Soto, mejor conocido como Pancho el Tigrillo. Y quiero que lo reciten en la plaza y que pongan copias por todas las paredes. No repararรฉ en gastos.

Incluso la lluvia habรญa dejado paso al silencio. De alguna forma, Cardenio logrรณ asumir un aire marmรณreoโ€”. Estimado seรฑor Pepe, nosotros, todos nosotros, estamos muy honrados y halagados por su proposiciรณn. La apreciamos mucho, se lo aseguro. Pero ยฟcรณmo podrรญamos componer un llanto para el llorado seรฑor Soto? Como usted debe saberlo, querido Seรฑor, nosotros hemos venido a Medellรญn movidos por la aflicciรณn de lo que sucede aquรญ, por el horror a las masacres y a las mutilaciones. Usted sabe infinitamente mejor que nosotros todo lo que se esconde detrรกs de esos hechos, en todos los sentidos (por un instante, los labios de Cardenio se congelaron), en quรฉ formas sus empresas, sus negocios estรกn involucrados en estos tristes hechos. โ€”Los ojos de Robles nunca dejaron de estar sobre el rostro de Cardenio; se habรญan puesto lisos y ahumados como estaรฑo viejoโ€”. Nosotros no estamos aquรญ para juzgar, Seรฑor Robles. ยฟCรณmo podrรญamos hacerlo? No tenemos ningรบn poder. Nuestra esperanza estriba en traer a la gente de aquรญ una chispa de placer, un pequeรฑo sabor a aire fresco para todos aquellos que quieran escuchar nuestros poemas y releerlos. Hacerles recordar lugares donde haya menos muertes, un tipo de vida en que los niรฑos no vuelen en pedazos y que los perros no lleven dinamita cosida en las tripas. โ€”Cardenio se acercรณ mรกs. No podรญa ocultar el temblor de las manos ni el sudorโ€”. Eso es todo lo que tenemos la esperanza de hacer aquรญ. ยฟCรณmo podrรญamos componer y recitar un lamento para su amigo el Tigrillo? Seguramente un hombre de sus alcances, comprenderรก que eso es imposible. โ€”Camilo Robles se habรญa levantado a medias de su sillรณn, pero luego lo pensรณ mejor.

โ€”Quรฉ finos discursos hace usted, amigo. Como paletas de dulce. “Una bocanada de aire fresco.” ยฟFue asรญ como dijo? El pobre viejo Pepe no sabe emplear asรญ las palabras. Ahora permรญtanle hablarles a ustedes francamente. โ€”Su voz se habรญa apagado, obligรกndolos a acercarse. Mรกs duro de oรญdo, Serra se puso la mano en el oรญdo como para escuchar mejorโ€”. Es usted un hablador. No es usted mรกs que un pequeรฑo mierda que juega con las grandes palabras. Pero no tiene usted la clave de nada, ยฟo sรญ? โ€”Robles moviรณ la cabeza como si estuviese dirigiendo a unos niรฑos retardadosโ€”. ยฟSaben ustedes quiรฉnes son los que perpetran la mayor parte de los asesinatos por aquรญ? Bueno, dรฉjenme decรญrselos. Pongan atenciรณn. A Pepe no le gusta repetirse. Los verdaderos asesinos son el Ejรฉrcito y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los locos rojos. Son ellos lo que estรกn tratando de controlar los campos de coca, y los caminos que llevan al sur. Si no ayudรกramos a los campesinos con las cosechas y les enseรฑรกramos cรณmo hacer la pasta para poder embarcarla hacia el exterior, se morirรญan de hambre. Como estรกn las cosas, ellos pagan protecciรณn a los putos marxistas. No a nosotros, mi amigo, culo brillante. Los indios han venido masticando coca durante mรกs de dos mil aรฑos, para engaรฑar el hambre, para mantenerse en su mundo de sueรฑos. De otro modo, la miseria los volverรญa locos. Cuando los yanquis lanzan sus defoliantes, todo se muere, todo. ยฟUsted no sabรญa eso, cretino, o sรญ? Asรญ los precios suben, y a los agentes estadounidenses y a los militares estadounidenses les toca una tajada mayor.

Con la velocidad relampagueante de una vรญbora, cosa asombrosa de parte de un hombre tan corpulento, Pepe agarrรณ a Cardenio por el cuello. Sus caras estaban sรณlo a unos centรญmetros una de la otra. โ€”Yo no toco la droga, nunca la he tocado. ยฟPuede usted meterse eso en su crรกneo? Pero millones de gente se mueren por esa mierda. Se vuelven dementes sin ella. Se prostituirรกn y rogarรกn y matarรกn por la prรณxima dosis. Ni siquiera pueden esperar a que atravesemos la frontera. Se empujan en los palacios de Bocagrande, esperando con impaciencia que les sea entregada la mercancรญa. Se orinan en los pantalones cuando nos ven venir. He oรญdo que hay mรกs de sesenta y cinco mil hectรกreas dedicadas al cultivo de la coca, lo que vale un billรณn de dรณlares al aรฑo. Sรณlo porque la piden y la piden en Europa y en Estados Unidos. Si dejaran de usar esa mierda, lo que usted llama nuestro horrible negocio cerrarรญa de inmediato. ยฟEntiende lo que quiero decir, seรฑor poeta?

Robles aflojรณ su mano. Cardenio se incorporรณ temblando. Cuando Pepe prosiguiรณ, su voz provenรญa como de una gran distancia, y con serenidad concluyรณ: โ€”Ustedes van a escribir ese lamento para Pancho. No se les vaya a olvidar mencionar que me salvรณ la vida. Y que no habรญa un mejor tirador o un mejor contrabandista en ningรบn otro cรกrtel. ยฟHan entendido eso, todos ustedes? Habrรญa atravesado el fuego por mรญ, Pancho, el Tigrillo, se los digo yo. Desde que muriรณ mis sueรฑos son amargos. โ€”Robles ya se habรญa levantadoโ€”. Van a poner su circo maรฑana. A las cinco de la tarde. โ€”Su mirada maligna esa casi infecciosaโ€”. Puedo prometerles un gran pรบblico. Eso sรญ, se los puedo garantizar. Y mรบsica. Y fanfarrias. Tenemos las mejores bandas en Medellรญn. De ustedes quiero calidad, y de la mejor. Nada de cosas gastadas ni de segunda mano. ยฟMe he dado a entender? Ahora amigos, manos a la obra. โ€”Alejรกndose de ahรญ con un paso lento y en cierta forma majestuoso, Pepe dejรณ caer en el regazo de Rosaria un fajo de billetes.

Ni รฉl ni los escritores alquilados oyeron el clic de la grabadora de Toby Warren oculta detrรกs del gran รกrbol de hule.

***

Podรญan oรญr la fanfarria cuando dejaron el motel. El sonido se hizo caliente y amarillo como el destello del fuego en el aire. El pellejo del crรกneo le picaba a Osvaldo. Era la marcha solemne de los toreros entrando en la plaza. Francesca se columpiaba al compรกs. A su alrededor la gente corrรญa hacia la plaza. Algunos con niรฑos colgados sobre sus espaldas. El preludio de cobre habรญa dejado el lugar a un รฉxito popular. Los muros y paredes hacรญan reverberar su resonancia. Involuntariamente, los pies de Casteรฑon siguieron el ritmo. Los seis actores debรญan abrirse paso entre la multitud moviendo los codos. Un escenario verdadero se habรญa armado junto al pedestal. Festivamente decorado con los colores nacionales, equipado con un micrรณfono y altoparlantes, lo mรกs moderno y actual para el arte. De las jacarandas y de los postes de luz, bailaban colgados los globos como fruta madura. A medida que Casteรฑon y compaรฑรญa se acercaban, el flash empezรณ a destellar y el camarรณgrafo caminรณ hacia atrรกs como una lagartija desarticulada que fuera en retirada. Ahora la orquesta concluรญa un tango.

Desde un balcรณn, el alcalde agitaba la mano con un aire benรฉvolo mientras su bufanda y cadena al cuello emitรญan chispas alegres. El jefe de la policรญa parecรญa envuelto por el follaje de los galones y las doradas condecoraciones. Osvaldo intentรณ buscar con la mirada al seรฑor Pepe, pero fue inรบtil y no se sintiรณ bien. El observador anรณnimo de la vรญspera probaba el micrรณfono. A cada golpecillo, una ronca onda estรกtica florecรญa por toda la plaza. Se hizo un silencio abrupto: el himno nacional.

Despuรฉs de lo cual, los mรบsicos de la banda pusieron de lado sus instrumentos y se pusieron a vaciar botellas de agua mineral sacadas de debajo de sus asientos. ยฟFue un gesto del alcalde lo que disparรณ los aplausos? A medida que los visitantes extranjeros se trepaban al escenario, crecรญa el tumulto. La rubia platinada que estaba inmediatamente detrรกs del jefe de la policรญa soplรณ un beso. El niรฑo que habรญa estado ahรญ el dรญa anterior lanzรณ un agudo silbido. Y ahรญ estaba el ciego con la boca abierta como si estuviese bebiรฉndose el clamor del festival.

Al buscar el micrรณfono, Casteรฑon se sentรญa dividido entre el miedo y la exultaciรณn “como un galeote en libertad”, garrapateรณ Toby Warren en su cuaderno de notas. Casteรฑon alzรณ las manos, con las palmas abiertas pidiendo silencio. Cuando cedieron los gritos y los aplausos, se inclinรณ ante los potentados y dirigiรณ a los mรบsicos un saludo fraternal. El mรบsico de la tuba le devolviรณ el saludo. Una oleada de cuervos se cerniรณ en una espiral en la media luz de la tarde. Rosaria se afanaba en contarlos como si su vida dependiera de sacar bien la cuenta.

โ€”Apreciado Alcalde, Su Excelencia โ€”las hombreras del jefe de la policรญa gruesas como coles no parecรญan pedir menosโ€”, seรฑoras y seรฑores de Medellรญn, mis colegas y yo estamos muy agradecidos y conmovidos por su bienvenida. Nos alivia el corazรณn. โ€”Un vigoroso “Bravo” saliรณ de algรบn sitio entre la multitudโ€”. Somos personas comรบn y corrientes, que llegan aquรญ con muy sencillas esperanzas. Su presencia aquรญ y la suya Seรฑor โ€”otra inclinaciรณn hacia la zona de los balconesโ€” nos demuestran que no hemos venido aquรญ en vano. โ€”Los aplausos se desencadenaron crepitando como si hubiesen seguido el gesto de un oculto director de orquestaโ€”. Para expresar nuestra gratitud, hemos preparado un poema nuevo para esta ocasiรณn especial. Pero antes de que yo pida a Francesca que se los lea, permรญtanme unas palabras de introducciรณn. โ€”Una iglesia cercana marcรณ el cuarto de hora con un taรฑido discretoโ€”. Este poema, al igual que aquel con el que comenzamos ayer โ€””ยฟhabรญa sido solamente ayer?”, fantaseรณ Osvaldo transpirando โ€”es un poema triste. Cuenta la historia de un amigo ยฟPor quรฉ tenรญamos que escribir un poema tan triste para una reuniรณn tan alegre? ยฟPor quรฉ cantar a la muerte cuando lo que hemos intentado es despertar la vida y la esperanza? โ€”La atenciรณn del pรบblico era como un peso suspendido en el aireโ€”. Al igual que la mรบsica, la poesรญa seria no es nunca ni completamente jubilosa ni completamente triste. Quiere ser como la vida misma; busca tocar el acento del dolor en nuestras alegrรญas y de la alegrรญa en medio de nuestros dolores. Nos recordarรก la muerte incluso en la mรกs alegre de las fiestas, y el renacimiento en la mรกs negra de las noches. Perder a un amigo es algo terrible; pero es algo maravilloso intentar recordarlo, saber que nuestro recuerdo continuarรก haciรฉndolo vivir en nosotros. Y ahora le toca a Francesca decir y cantar un llanto para ustedes en memoria de Jesรบs Soto que muriรณ tan joven.

Casteรฑon lo habrรญa jurado. Habรญa visto el agrio destello del anillo. Pero ยฟde quรฉ lugar perdido de la plaza o de los balcones podรญa venir? Francesca se adelantรณ con los ojos entre cerrados. Cardenio no pudo dejar de ver que, bajo su blusa con motivos peruanos, estaban erguidos sus pezones.

Los ojos del Tigrillo son de fuego
Cuando miran a los arbustos espinosos
Y el fuego en ascuas
No conocen ni el miedo ni la clemencia
Pero el mundo estรก lleno de demonios
Y el Tigrillo nunca conocerรก la traiciรณn.

El humo se habรญa disipado en la garganta de Francesca. Cantaba con una voz de nรญtida campana.

ยฟQuiรฉnes somos nosotros
en las ramas enmaraรฑadas de los espinos
para decir lo que estรก mal?
La amistad es mรกs poderosa
โ€”prevalece aun en el infiernoโ€” que el amor.

Osvaldo apenas si podรญa creer la fuerza nueva, el alto vuelo de su voz. La plaza estaba tensa, rebosante por su voz.

Adiรณs amigo Pancho, adiรณs
Llevaste mensajes de muerte
Como los ojos del Tigrillo
Guardas el fervor con la noche.

Francesca habรญa abierto sus brazos de par en par. La envolvรญa la luz que se eclipsaba tras las montaรฑas. Cantรณ la desolaciรณn con exultante jรบbilo. Rosaria vio que las aves se iban en bandada envueltas en un viento silencioso.

Adiรณs Amigo Pancho,
tรบ que caminabas a travรฉs del fuego
Ojalรก que puedas encontrar la luz
Como tigrillo en el crepรบsculo
Como tigrillo en el crepรบsculo

Entonces sonaron los primeros disparos. –
     

โ€” Traducciรณn de Adolfo Castaรฑรณn
      
     Publicado originalmente en The Kenyon Review, XXIV, #1, invierno de 2002 y en Les Logocrates, Editions de le Hevne, Paris, 2003.

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