IA y creación: ¿adaptarse o resistir?

Para algunos creadores, como los traductores o actores de doblaje, el auge de la inteligencia artificial es una amenaza que pone en riesgo sus oficios. Otros, en cambio, celebran su capacidad de agilizar procesos tediosos. En el umbral del rechazo o la incorporación creativa, estos testimonios dan cuenta de las múltiples maneras en que los artistas se relacionan con las innovaciones tecnológicas.
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Como una pesadilla o una promesa, la inteligencia artificial ya es omnipresente. Está en cualquier conversación cotidiana, en los anuncios parasitarios de las redes sociales, incluso al teclear este texto sobre una plantilla que insiste en reescribir palabras, corregir subjuntivos o términos que no reconoce.

En el mundo cultural, aunque hay quienes se ven en el umbral del apocalipsis, cada vez hay más artistas y creadores que recurren a modelos de IA generativa para agilizar procesos técnicos de su labor, como aliados creativos para su experimentación artística, o bien, como un pretexto para reflexionar sobre las implicaciones de esas máquinas en el quehacer humano. Actores de doblaje, escritores, traductores, guionistas, cineastas, animadores, músicos, fotógrafos, así como artistas escénicos y multimedia consultados para este texto comparten sus impresiones sobre el tema.

En México, el asunto de la creatividad artística asistida por IA y sus implicaciones subió a la palestra cuando, a principios de julio de este año, locutores, actores de doblaje y productores de la industria creativa y publicitaria se dieron cita en el Monumento a la Revolución en una manifestación para exigir una regulación ética del uso de la IA en ese sector.

Ahí, bajo la cúpula del monumento, representantes de diversas asociaciones levantaron la voz para denunciar que sus voces e imágenes están siendo clonadas o reemplazadas sin su consentimiento, retribución o crédito correspondiente alguno. “Sin actores de doblaje la magia se apaga”, “Una voz de verdad para un arte de verdad”, “No somos archivos de audio, somos artistas”. Las pancartas dejaban claro el rechazo y la exigencia de proteger un oficio que está siendo desplazado. La manifestación, de hecho, fue encendida por dos situaciones: la aparición de un comercial del banco Santander hecho totalmente con IA y el uso de la voz del actor Pepe Lavat, célebre por darle voz al narrador de Dragon Ball Z, en un video del INE en TikTok, sin autorización de la familia.

“Lo que se busca es que las leyes mexicanas permitan que el doblaje hecho en español (mexicano) se haga en el país y por actores vivos mexicanos, con este término automáticamente nos estamos protegiendo de la inteligencia artificial”, dice en entrevista el actor Alejandro Cuétara. El también secretario del Exterior de la Asociación Nacional de Actores (Anda) asegura que los locutores y actores de doblaje han sido “la carne de cañón” en la batalla contra la IA y, aunque en el Congreso local y federal han llegado iniciativas para regular su uso en la industria cultural y creativa, ninguna ha prosperado.

Desde hace tres años, gremios de este sector creativo se han movilizado para empujar iniciativas con apoyo del diputado morenista Paulo García González. En abril presentaron ante el Congreso de la Unión una iniciativa para reformar leyes federales como la del Derecho de Autor, la de Telecomunicaciones y Radiodifusión y la de Cinematografía para mejorar sus condiciones de trabajo.

Las consignas de este gremio tuvieron efecto y las autoridades culturales se han comprometido a respaldar sus peticiones. Además, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dictó un fallo inédito: las obras generadas exclusivamente por IA no pueden considerarse objeto de protección por el derecho de autor en México. Una noticia que arroja un poco de luz sobre el futuro: “Es un paso importante porque así Disney ya no va a querer hacer una película completa con IA, si cualquiera la va a poder ver, exhibir, usar y manipular como quiera. Si no tienen derechos sobre su autoría, van a perder el interés comercial”, dice Cuétara.

El dilema del arte asistido con IA ya está también en los museos. En un cuarto oscuro del Antiguo Colegio de San Ildefonso, dos cabinas telefónicas invitan a los visitantes a comunicarse con Leviatán, una obra realizada mediante un chatbot que imita las voces de quienes interactúan con él. Una advertencia recibe al público: hablar con la criatura virtual será tomado como forma de consentimiento para que su voz sea clonada y luego reproducida en una obra musical que dará continuidad a esta instalación sonora.

–Hola.

–Hola, ¿cómo te llamas?

–Abida.

–¿Abida? No entiendo, ¿es tu apodo?

“Queremos provocar la reflexión en torno a que, como humanos, creemos que estamos usando la IA, pero ella también nos está utilizando”, dice María Salafranca, creadora junto a Ciro Puig Bonet de esa instalación que se podrá visitar hasta finales de septiembre. Formados como cineastas en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, estos artistas idearon Leviatán inspirados en un fenómeno cada vez más popular: la mediación tecnológica en el duelo. “Nos interesa saber qué impacto tiene en nosotros, cómo nos moldea y nos vamos transformando”, plantea Salafranca.

Otros artistas transmedia, como Jaime Lobato, cuestionan con sus propuestas la noción innovadora que la sociedad occidental le otorga a la tecnología. En su retrospectiva Naturficial, recientemente exhibida en el Centro de Cultura Digital, el investigador del Centro de Ciencias de la Complejidad (UNAM) reunió diez años de producción artística en los que ha pasado de experimentar con la música y la programación informática a sumergirse en el mundo del bioarte, en el cual ha creado obras robóticas con cerebros biológicos vivos.

Su obra incluye performances en los que ejecuta coreografía usando estimuladores musculares movidos por cultivos de bacterias, así como esculturas bañadas en bacterias bioluminiscentes extraídas del mar y que brillan por cuenta propia. “Los seres humanos no somos los únicos capaces de moldear nuestras sociedades modernas. Me interesa explorar la agencia que pueden tener otros seres vivos, incluso la materia inerte. En la biología teórica los virus no se consideran vivos porque no tienen procesos metabólicos, pero ¿cómo nos interpeló el covid? Cambió leyes, formas de salud, hasta nuestras relaciones interpersonales.”

En ese proceso de investigación ha encontrado otra línea de exploración: “La tecnología como una práctica ancestral del ser humano”. “Según las nanotecnologías actuales, el pigmento azul maya puede considerarse una nanotecnología ancestral”, dice este artista que ve la tecnología no como una actividad que apunta hacia el futuro, sino como algo que siempre ha existido. Por eso, piensa que ese temor hacia el auge de la IA no es más que un fenómeno mercadotécnico.

Hace diez años, la coreógrafa sonorense Abigail Jara Durán introdujo por primera vez un bailarín “robot” en los escenarios mexicanos. Su pieza Transkinestesia cyborg (2015) consistía en una coreografía ejecutada por una bailarina portando un traje con sensores y un bailarín que llevaba injerto el cuerpo del robot. Ese ente cobraba vida por los estímulos que recibía del traje, estableciendo el cuerpo humano como un puente entre lo biológico y lo tecnológico.

Aunque fue recibida con ciertas resistencias, la pieza inauguró un momento en las artes escénicas. A partir de ahí, Jara y su compañía Musse DC han destacado por crear obras desde distintos enfoques tecnológicos; han incorporado realidad virtual, trajes con sensores, sonido 3D, IA, antenas y micrófonos ultrasónicos. Procesos en los que la tecnología es, siempre, un agente cocreador: “La tecnología te ofrece concebir el cuerpo de una manera expandida, generar líneas de diálogo entre humanos y no humanos.”

–¿Ves posible que en un futuro cercano la IA pueda sustituir a los artistas de la escena?

“¡No! Para nada. Esa visión posthumana está totalmente superada porque detrás de la IA siempre hay humanos. No puede operar sin que haya una alimentación de información, por sí sola no crea nada”, responde entre risas. También coordinadora de la Plataforma para la creación e investigación para estudiantes de la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana, Jara Durán añade que, a diferencia de otras áreas creativas, esos miedos no han permeado tanto la escena de la danza mexicana, ya que en el país no existe la tecnología suficiente para crear un robot con capacidades de sustituir a un humano en la escena.

En el mundo de las letras, las IA generativas provocan incertidumbre, curiosidad, detonan reflexiones sobre su impacto en la humanidad y en el oficio de la escritura. Un consenso resuena: no hay todavía máquina alguna para imaginar una obra maestra de la literatura universal. Autores como Juan Villoro han seguido con interés el impacto que esta revolución tecnológica está teniendo en nuestro día a día. Cronista que sigue el pulso de la vida contemporánea, Villoro comparte en su libro No soy un robot. La lectura y la sociedad digital (2024) sus reflexiones sobre los efectos de la tecnología en distintas esferas: cómo afecta nuestra percepción de la realidad, sus implicaciones políticas, su interacción con el periodismo y otras áreas de la escritura. Sostiene que, incluso en “el umbral de lo posthumano”, la lectura es un acto de resistencia frente a un futuro dominado por las máquinas.

–¿Cómo fomentar el placer de la lectura literaria en una sociedad acostumbrada a la inmediatez y a los contenidos fragmentados?

“La lectura siempre ha sido una actividad minoritaria y lo seguirá siendo, pero quienes la practican pueden tener un mejor entendimiento de la avalancha digital. La lectura ofrece un mapa de relaciones y un método para articular discursos fragmentarios. Además, ayuda a discriminar. Es imposible absorber la galaxia digital; por lo tanto, lo decisivo es saber qué te conviene. Por eso Umberto Eco dice que ser culto sirve ‘para leer menos’, es decir, para descartar lo que no te sirve”, responde vía correo electrónico.

Aunque él no se siente amenazado, al escritor y periodista le preocupa que las nuevas generaciones estén siendo desplazadas: “Los Angeles Times publica periodismo robot y The Guardian ha publicado artículos de opinión hechos por IA. Un periódico que actualmente tiene cuatrocientos empleados está a punto de quedarse con ciento veinte y robots. Los traductores lo tienen aún peor. La reciente huelga de guionistas en Hollywood se impuso por razones políticas, lo cual fue muy positivo, pero desde el punto de vista técnico el 80% de ellos ya pueden ser sustituidos. En la industria editorial, la revisión de estilo, el dictamen de textos, el diseño de portadas, la verificación de datos y el estudio de mercado ya dependen total o parcialmente de la IA.”

El autor admite que pueden ser herramientas formidables, sin dejar de subrayar los riesgos que conllevan, como el impacto ambiental y la deuda cognitiva:“Por cada diez palabras escritas en ChatGPT se necesita una botellita de agua para enfriar el mecanismo; su gasto de energía es diez veces superior al del buscador de Google. Pero lo más alarmante es el aspecto cognitivo. No podemos decir que la máquina piense; lo que hace es procesar. Ofrece el resultado sin que pueda explicar los pasos y las decisiones que tomó para llegar ahí. Debemos creer que lo que dice es correcto, pues no hay modo de discutirlo con la propia máquina, lo cual lleva a un acto de fe, más cercano a la teología que a la ciencia. Geoffrey Hinton, padre de la IA, asegura que hemos dejado de ser la especie cognitiva más importante del planeta. El principal problema es que ya no sabremos cómo opera la principal especie cognitiva.”

Otros autores, como el argentino Michel Nieva, conocido por sus ficciones gauchopunks, cuestionan la concentración de capital intelectual que esas grandes corporaciones tecnológicas están logrando, a costa del trabajo ajeno y gratuito. “Hay un bache con respecto a los derechos de autor, todo el trabajo humano que se usa para entrenar estos modelos es robado. Esas bases de datos lucran con el trabajo gratuito; entonces, yo no logro resolver que uno también esté usando esos modelos que están regurgitando trabajo humano no reconocido”, dice en una videollamada desde Nueva York, donde reside actualmente.

Nieva considera que para medir el impacto de esos sistemas en la cultura hay que revisar lo que sucedió con las vanguardias de principios del siglo XX, las cuales buscaron experimentar con nuevas técnicas para hacer algo “revolucionario o disruptivo con estéticas muy instaladas en lo mainstream”. Él mismo ha buscado alejarse de la narrativa de ciencia ficción estadounidense dominante. En sus novelas ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos?(2013) y La infancia del mundo (2023) imagina mundos distópicos en la pampa argentina. Y en su ensayo Ciencia ficción capitalista (2024) expone cómo los futuros imaginados por creadores de este género narrativo han alimentado la estética e ideas de los gigantes tecnológicos de Silicon Valley.

Esto no significa que esté peleado con las tecnologías. Experimenta con ellas y tiene claro que, para la escritura literaria, no funcionan: “Estoy trabajando con un artista que está entrenando un modelo de generación de imágenes y estamos haciendo videos con IA. Lo probé para escribir, pero no me resultó muy estimulante porque lo que hacen los modelos de lenguaje es aplicar estadísticas y lo que escriben es muy previsible. Y, para la literatura, eso es lo menos interesante.”

–¿La escritura no humana todavía no está en un futuro cercano?

“En el presente no veo que genere algo interesante. Habría que ver qué pasa si se entrena un modelo con las obras de García Márquez, si puede hacer otra novela igual a las que él ya escribió. Quizá podrían escribirse libros de autores que ya murieron.”

“Es una avalancha que ya se nos vino encima. Ahora hay que ver qué hacer para levantarnos, recomponernos y qué podemos recuperar después del golpazo que ya nos asestaron.” La traductora mexicana Claudia Cabrera reconoce el impacto que la IA está teniendo en su oficio, en un mundo donde los gigantes editoriales recurren a novedosos softwares para ahorrar tiempo y abaratar costos.

“Las editoriales creen que usando ChatGPT o DeepL se van a ahorrar tiempo y dinero. Son mitos. Te lo va a devolver ‘traducido’ en minutos, pero corregir tomará mucho tiempo. La máquina no toma en cuenta los contextos psicológicos, literarios, históricos, emocionales que se incluyen en un texto. La traducción conlleva un trabajo de investigación exhaustivo”, dice la traductora del alemán al español de autores como Robert Musil, Franz Kafka y Arnold Zweig.

Cabrera, miembro fundador de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios (Ametli), cuestiona el uso no autorizado de material protegido por derechos de autor en el entrenamiento de las IA y reivindica la traducción, una profesión tradicionalmente soslayada, pero que es fundamental para la difusión de una obra literaria. “Hacemos más que traducir. Sin nosotros no hay ese puente entre culturas. José Saramago decía que las literaturas nacionales las hacen los escritores, pero la literatura universal la hacen los traductores. Si nos quitan este papel de agentes culturales, de scouts literarios, porque hacemos descubrimientos insólitos para traerlos a nuestro ámbito cultural, se perderá un gran capital cultural.”

Alex R. Olvera, presidenta de la Ametli, confirma que el gremio en México ha experimentado una disminución en los proyectos de traducción por encargo, mientras que algunos profesionales se sienten indefensos frente a la exigencia de usar softwares para agilizar el trabajo. Por eso, desde la asociación reivindican la importancia de conservar la experiencia humana y abogar por una remuneración justa. “Hay colegas que tienen que trabajar con IA, así que hemos buscado darles herramientas para pedir contratos claros en torno al uso o no de IA, que sea la persona traductora quien decida si quiere usarla o no”, dice la traductora especializada en llevar al español textos escritos en noruego, sueco, danés y portugués.

En el cine y el audiovisual esta revolución tecnológica se instaló desde hace tiempo. El mayor síntoma de descontento se manifestó cuando en 2023 guionistas y actores de Hollywood se fueron a huelga exigiendo mejores regalías y protecciones contra la IA. La preocupación se extendió a otras latitudes y, en el caso mexicano, abrió la conversación en distintos festivales y foros. Un par de años después se ha pasado de discutir sus pros y contras a ver en pantalla grande verdaderos experimentos, como la cinta Acerca de un héroe, del polaco Piotr Winiewicz, proyectada en el 44 Foro Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.

Se trata de un híbrido nacido de un guion escrito con un modelo de IA que Winiewicz entrenó con películas de Werner Herzog. Narrada con la voz del propio director de Nosferatu, la cinta abona al debate sobre si las máquinas podrían superar la creatividad humana. Al otorgar su permiso para este experimento, Herzog fija su postura en una llamada grabada: “Creo que la inteligencia artificial va a fracasar.” El sentimiento entre cineastas y productores mexicanos es el mismo.

La directora de Corina (2024), Urzula Barba Hopfner, confiesa que es una principiante en el uso de esos modelos, pero está abierta a conocer sus alcances. “Hay herramientas que nos pueden ayudar en eficiencia o creatividad, pero la clave es que nadie salga afectado.” La cineasta, nominada a mejor directora en los Premios Ariel 2025, cuenta que en Corina recurrieron a la IA para resolver una escena que necesitaba efectos visuales, pero fue una intervención mínima. Más recientemente ha experimentado con modelos de generación de imágenes para esbozar su nuevo proyecto: “Hicimos algunas imágenes para nuestra nueva carpeta, pero muero por interpretarlas de forma análoga, trabajar con un fotógrafo, con un diseñador de arte, una actriz, para que esto tenga vida. Me ayudó a plasmar algunas ideas y bocetar, pero se siente todavía verde, se nota que tiene un perfil de IA.”

Quien tiene experiencia usando estas herramientas es la guionista y productora Natasha Ybarra-Klor. La también socia fundadora de la productora Anónima Media y guionista de proyectos como Las Aparicio echa mano de aplicaciones como ChatGPT o Claude para estructurar las etapas iniciales de la escritura de un guion o para corrección de textos. Gana tiempo y agiliza procesos, pero asegura que no tienen la capacidad humana para encontrar detalles o generar algo orgánico: “No es útil para el proceso completo de escribir. Imaginación no tiene. Siempre te va a dar cosas que ya ha visto, que ya conoce. Cae en muchos clichés.”

“Sus limitaciones son severas. No hay posibilidad de que escriba una gran obra de la literatura de nuestros tiempos. Hay una diferencia entre un alimento que se calienta sobre el fuego y uno en microondas, se siente en la textura. Es lo mismo con la IA.” La prueba, dice, está en los contenidos que abundan en redes sociales, los cuales siguen una misma estructura. Y esas fórmulas dominantes plantean otra limitación: la diversidad cultural.

“La utilizo para generar imágenes para carpetas de venta. Le describo mis personajes y siempre es muy difícil darle a entender cómo sería la fisonomía de un personaje en una historia mexicana. Tenía un personaje, instructora de yoga. Le pedí: ‘necesito que sea delgada y muy muscular’. Me mandó una imagen esquelética. Insistí y me mandó una cosa endemoniada que parecía un robot.”

“Los ingenieros de Open AI están en sus oficinas en Silicon Valley, removidos de nuestra realidad y desde ahí dictaminan qué es aceptable y qué no, según su política de contenido. Si le pido algo sobre el culto a la muerte, me va a poner límites o me va a mostrar Coco. No se le puede imprimir esa especificidad cultural porque sus parámetros son establecidos desde otro planeta para nosotros.”

Como integrante del Sindicato de Escritores en Estados Unidos (WGA), Ybarra-Klor conoce bien los alcances y percances que dejó la huelga del gremio en Hollywood. A partir de esa experiencia considera que resoluciones como la de la SCNJ servirían para una protección a futuro, porque “la IA generativa no está todavía en condiciones para escribir un guion que acepten producir y que tenga éxito comercial”.

En esa misma sintonía está Fernando de Fuentes, fundador de Ánima Estudios, la fábrica de animación pionera en México que ha logrado éxitos como Don Gato y su pandilla (2011). “El otro día un amigo de Colombia me mandó un guion de una película. Estaba muy bien escrito, personajes bien desarrollados, pero no me ofrecía nada nuevo. Mi amigo me dijo: ‘lo hice en un día con IA’. Pensé que genuinamente me estaba mandando un guion. Me sorprendió pensar que lo hizo en un día, pero la verdad es que era un guion que ni yo ni nadie le pondría dinero para hacerlo. Creo que seguimos siendo nosotros los jueces y lo vamos a seguir siendo.”

Para él, los productos audiovisuales que van a sobresalir en el audiovisual y en el cine son los que tengan bases creativas y alma. En Ánima Estudios, dice, están evaluando cómo incluirla. “La animación es muy laboriosa. Es una herramienta que va a venir bien, solo si se utiliza adecuadamente. Lo importante es salvaguardar los derechos de propiedad intelectual: que las bases de datos que estás utilizando para alimentar tus herramientas sean legales y que estén libres de derechos.”

Como expresidente de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), De Fuentes ha seguido de cerca las discusiones sobre una posible regulación y, hasta ahora, lo ve como algo abstracto. “Es difícil legislar algo que no conoces bien. Es como con el reglamento de tránsito, no salió cuando se inventó el automóvil, se ha ido adaptando conforme vienen los problemas, los intereses y el desarrollo económico.”

Estudios como Mighty Animation, ganador de un Emmy en 2024 por La vida secreta de tu mente –serie animada de Pictoline y Cartoon Network–, ya lo han adoptado y han creado su propio manifiesto. “Primer estatuto: siempre debe haber un artista detrás de la herramienta porque así realmente se genera valor, una persona que no tiene los skills de storytelling, composición, teoría del color, cinematografía creará cualquier cosa genérica. El segundo es entrenar nuestros propios modelos para evitar plagio o robo del trabajo de otras personas; y otro es que tenemos la responsabilidad de entrenar a todos nuestros artistas para utilizar la herramienta”, explica Claudio Jiménez, uno de sus fundadores.

Si a los creadores de esta productora antes les tomaba unas doce horas pintar fondos de manera artesanal, usando modelos de IA todo está listo en una hora. Algo que Jiménez ve irreemplazable es el diseño de personajes y la dirección: “El director es el que tiene la pauta de lo que quiere contar.”

A principios de julio, el algoritmo de Spotify situaba entre su top de éxitos a The Velvet Sundown, una banda de rock con estética y sonidos psicodélicos de los setenta. En solo dos semanas llegaron a las listas populares de la plataforma y acumularon más de medio millón de oyentes. A la fecha llevan tres álbumes lanzados. Una auténtica máquina de canciones cuya productividad solo se podía atribuir al uso de IA. El misterio se resolvió cuando un supuesto portavoz admitió el uso de la IA Suno. Pero esto también era un simulacro orquestado por otro fantasma de la web. Sin reparar en ello, medios como Rolling Stone cayeron en la trampa, dando voz a un falso portavoz y evidenciando que la línea entre la realidad y la ficción se ha desdibujado.

Hace dos años el propio Bad Bunny había sido víctima de esos simulacros que a cada tanto se viralizan en la red y que generan interrogantes sobre la autoría, la originalidad y la transparencia. Molesto porque su voz había sido clonada en un video de TikTok, el puertorriqueño reprendió a sus seguidores que creyeron que era un adelanto de su nuevo álbum. Nadie previó que lo que estaba cocinando iba hacia otro lado.

“Ese nuevo disco de Bad Bunny, que tiene una propuesta política y un bagaje musical más complejo, muestra cómo la IA no puede sustituir la creatividad de una persona y que está muy lejos de quitarnos el espacio de creación”, dice la rapera de origen zapoteco Mare Advertencia Lirika. “Los que nos dedicamos a la creación tenemos un montón de lugares de los cuales ir absorbiendo y llevamos años de ventaja a lo que ha podido asimilar la IA hasta ahora.”

Por eso abriga la esperanza de que proyectos periféricos o situados en contextos como el suyo tienen todavía mucho que aportar. “La música tradicional, por ejemplo, no podría ser reemplazada desde el origen, desde el territorio y contexto que se construye.” La cantante acepta esta conversación todavía con la euforia que le ha dejado la gira internacional para presentar Africa Express. Bahidorá, álbum concebido por Damon Albarn que reúne a más de setenta artistas de México, Argelia, el Congo, Mali, Sudáfrica y el Reino Unido. Un proyecto que propone un cruce entre cumbia, salsa, afrobeat, hiphop, soul y pop. “Fue un reto creativo y una aventura donde sobresale, sobre todo, la creatividad y conexión humana.”

En otro espectro, el de la música contemporánea, Aquiles Lázaro, compositor mexicano radicado en Viena, admite que las IA son “una tentación difícil de despreciar”. Como creador musical independiente, editor y coordinador del Festival Aires de la Facultad de Música de la UNAM, suele acudir a ellas para resolver asuntos administrativos. También para la composición: “Si quiero una melodía muy rápida con una serie aleatoria de notas, así como suena la música contemporánea, tengo dos opciones: escribo la nota una por una, medio las escucho y la toco un poquito, o le pido a un chatbot que me haga una serie aleatoria de cuarenta notas y me las va a dar. Esto suena como hacer trampa, pero existe en la música electrónica desde hace décadas. Diez años antes de que existiera ChatGPT había programas que podían componer una fuga al estilo de Bach. El mecanismo era el mismo, solo que más limitado.”

Aun así, el compositor está convencido de que la IA no puede crear, por sí sola, una obra desde cero porque “es incapaz de generar contenido crítico”, que es una de las particularidades del trabajo artístico. “La historia del arte y de la música se basa en la crítica hacia la producción del pasado y la IA no es crítica en esos términos. Lo más que puede hacer es combinación de datos que quizás pueden dar algo nuevo, pero es un catálogo preexistente y eso no le da el carácter de ser original. Lo original en el arte viene de una práctica y de una teoría”. Para él, uno de los riesgos más graves es la deuda cognitiva. “Comenzamos por darle tareas pequeñas, relativamente sencillas, pero su uso excesivo tiende a suprimir la capacidad crítica en el trabajo artístico.”

Cuando falleció su abuelo originario de Janitzio, Michoacán, Rogelio Séptimo se dio cuenta de que el último vínculo que le quedaba con esa isla se había ido. En ese proceso de duelo nació la idea de crear, fotografiando lugares y objetos simbólicos, un retrato ausente de su bisabuela, una mujer purépecha a la que nunca conoció, pero que siempre estuvo presente en los relatos familiares. En esos mismos días, el fotógrafo se topó con la noticia de la primera portada de revista realizada con IA, un experimento de Cosmopolitan en Estados Unidos usando el modelo de generación de imágenes DALL-E.

Así nació Exhumar la Memor.IA. Visiones del lago, una serie que reconstruye los rostros de sus antepasados fallecidos de la isla de Janitzio, utilizando IA, fotografías del álbum familiar y memoria oral. El proyecto resultó ganador en la XX Bienal de Fotografía del Centro de la Imagen en 2023. “En la Bienal la gente pensaba que la IA había ganado porque decían que eran imágenes de personas que no existían. Yo siempre dije que no era un acercamiento forense, pero que la persona existió, está en la memoria oral de una familia. No tienen un registro fotográfico, pero ahí la IA puede ser una herramienta poderosa”, comenta el fotógrafo.

Esos mismos beneficios ha encontrado la reconocida fotógrafa mexicana Lourdes Almeida, quien empezó a usarla desde hace un par de años. “Hago mucha macrofotografía y cuando quiero hacer una locura con un insecto puedo utilizarla. Me ha servido para trabajar la fotografía de familia, para reconstruir la ropita, aunque en la reconstrucción de rostros nunca funciona. Las reconstrucciones que hay en las redes dan la impresión de que las corrige, pero cuando la usas con tu familia ves que es una payasada porque no tienen sus gestos, no tienen alma.”

Algunas de esas fotografías reconstruidas forman parte de Alias Vitas. Mi linaje femenino, una instalación en la que Almeida integra fotografía histórica, bordado, fotolibros, arte objeto y otras técnicas. La pieza, que se exhibe en San Luis Potosí, crea un diálogo entre el pasado y el presente para reflexionar sobre la violencia de género, el silencio heredado y la memoria familiar. “Es una herramienta que te puede ayudar mucho, pero tienes que ser muy realista y honesta para no dar gato por liebre porque hoy la gente se cree todo. Soy septuagenaria, tengo muchas amigas octogenarias que se creen todo, pero eso ya no depende de nosotros.”

Rogelio Séptimo, que sigue acudiendo a la IA para sus proyectos, pone énfasis en las consideraciones éticas: “Siempre he aclarado que uso IA. Es una manera de ser ético. Si su uso es orgánico, no veo la razón para mentir y hacer pasar la imagen por una foto real”, dice el artista, quien recuerda la imagen falsa de Donald Trump vestido como el papa que se viralizó hace unos meses y encendió, una vez más, el debate sobre los riesgos de la desinformación digital.

Para la periodista y fotógrafa documental Greta Rico ese es uno de los riesgos más grandes del uso de modelos de imagen generativa: la propagación de imágenes falsas en un ecosistema digital fácil de manipular. “No hay que dejar de mirar en manos de quién está la tecnología y cómo las corporaciones de las redes sociales están trabajando al servicio de los poderes gubernamentales y contribuyendo a que se generen este tipo de imágenes sin ningún filtro”, advierte.

Conocida por sus proyectos enfocados en temas de género, Rico subraya la importancia de la conexión humana real en la fotografía documental, así como los esfuerzos que fotógrafas de su generación están haciendo para representar las desigualdades y condiciones de vida de las mujeres, una realidad que, por ahora, no está en el espectro de quienes desarrollan esas tecnologías. “Las mujeres seguimos sintiéndonos no representadas en la historia de la fotografía. Ahora existe la IA y la historia es la misma. Como fotógrafas, tenemos la independencia y la libertad de crear nuestras propias representaciones, imágenes que sean coherentes con el mundo que habitamos y con la filosofía de vida que tenemos.”

En ese río revuelto de algoritmos, a los artistas y creadores no les queda más que adaptarse o resistir. ~


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