¿Por qué querría alguien leer libros de viajes, crónicas antiguas que hablan de un país y unas costumbres que ya no existen y que tal vez solo existieron en la mente delirante del viajero que no veía lo que tenía delante? Se supone que los libros de viajes, más o menos minuciosos o expresivos, nos trasladan a otros lugares sin que tengamos que gastar mucho dinero ni arriesgarnos a correr peligros, pero curiosamente, para recordar en qué reside el encanto de esos libros conviene coger un coche o subirse a un tren para hacer una excursión, no necesariamente larga, y así al ver de paso y a distancia los volúmenes de los pueblos con sus casitas apiñadas, como si los hubiese levantado el pintor que mejor los pintará, o así toparse con los habitantes de los pueblos y sorprendernos con su modo de hacer las cosas, diferente al nuestro y desde el que podemos trazar una cadena inventada que nos lleve hasta sus míticos ancestros. Los libros de viajes nos adiestran a fijarnos en todo en nuestras excursiones, y a la vez sirven para darle brillo a lugares que quizá nunca lo tuvieron. Para entretenerse y para inventarse cosas, como los demás libros. Aquí va un breve repaso de viajes por España.
José García Mercadal publicó en 1972 en Alianza una antología que empieza en Estrabón y acaba en el viaje que hizo August F. Jaccaci en 1890. Mercadal es hermano del fundador del gatepac, Fernando. Diría que la promoción del movimiento moderno en España y la recuperación de los viajes por el país tienen un impulso parecido, aunque se muevan en radios temporales opuestos. Lo mejor de este libro es que ofrece unas pistas para que cada cual profundice (además de que la selección de los pasajes es muy buena). Combina crónicas de embajadores venecianos con relatos de escritores como Madame d’Aulnoy, Stendhal, Víctor Hugo o Téophile Gautier, que se disfraza de traje corto para cruzar los montes de Málaga con la esperanza frustrada de ser asaltado por unos bandoleros. Es especialmente conmovedor el recuerdo de la visita a Valladolid de un joven Edmundo de Amicis, agradecido por la hospitalidad que encuentra una noche en un café. Aquí me he enterado de que los ríos españoles estaban llenos de truchas. Varios viajeros diferentes comentan la abundancia, asombrados. Cuenta Bartolomé Joly que “parece materialmente imposible que de un río se puedan pescar en un día cuatro arrobas y al día siguiente otras tantas”, y más tarde habla de un ejemplar de ochenta kilos con el que cenó opíparamente todo un monasterio. No era el país de los conejos, sino el de las truchas.
Probablemente la guía más famosa sea la de Richard Ford, que se había trasladado a Sevilla porque el clima le convenía a su mujer, que estaba enferma. Durante su estancia en España se dedicó a recorrer el país, que le apasionaba, y a practicar el viejo ejercicio de proponer ideas para sacarlo de la miseria. Escribió los libros a su vuelta a Inglaterra, en una casa isabelina llamada Heavitree, en Exeter, a la que adosó unos pabellones inspirados en el Generalife y que fue demolida en 1949. En la minuciosa descripción de las rutas que hace Ford comprobamos que la red de caminos es la misma que utilizamos ahora, con sus sucesivos asfaltados: “Los que quieran seguir hacia Asturias y deseen visitar este rincón de Galicia, pueden hacer el circuito que damos a continuación. Las señoras pueden hacerlo en una litera, o bien en una silla de manos colgada entre dos mulas”. Esta sugerencia no parece tan disparatada si recordamos que cuarenta años antes William Beckford se trajo su cama desde Inglaterra para sus viajes por Portugal. La edición buena en español es la de la editorial Turner, en siete tomos.
La Biblia en España es muy divertido. George Borrow era un tipo asombroso que consiguió el trabajo de vendedor de biblias por su facilidad para aprender idiomas. También tenía muy mal carácter, como explica Azaña en el prólogo. Biblias no vende muchas, pero se mete en todos los líos posibles, acaba en la cárcel, se enzarza en las conversaciones más peregrinas, duerme en las posadas más apestosas y lo cuenta todo con sorna e ingenio. A través de él conocemos a muchos personajes llanos y también las intrigas del gobierno, ya que trata directamente con Mendizábal los permisos para vender las biblias. Más que como una crónica, se lee como una novela, y Borrow consigue que las figuras conservadas en el ámbar de su escritura sigan moviéndose y representando para nosotros el teatro de la vida popular.
Recomiendo el entretenido juego de comparar dos libros publicados con el mismo título, Viaje a España, y escritos respectivamente o viceversa por Romain Rolland y Karel Čapek. Rolland, que ganaría el Nobel en 1915, hizo su viaje en la primavera de 1907. A veces parece que Čapek, que hizo el suyo en 1929, le siguiera los pasos, porque ambos se refieren a los poco afortunados horarios de los trenes (que les obligan a viajar de noche y por tanto a no enterarse de cómo son los paisajes que cruzan), a sus visitas a Montserrat, al Museo del Prado y al Alcázar de Sevilla. Es bonito ir leyéndolos en paralelo, en parte porque aprendemos qué era lo que querían visitar los extranjeros, y en parte porque entendemos lo ilusorio de la objetividad. Sobre el Greco, Rolland: “¡Qué pesada broma nos han gastado con este pintor decadente, deliberadamente arcaizante y de un monótono manierismo!”, y Čapek: “Os digo que ese griego fue un genio extraordinario.” Aparte del juego de comparaciones, el libro de Čapek, con los graciosísimos dibujos del autor que lo acompañan, es una guía estupenda para practicar el ver todo lo que hay de gracioso y alegre en este mundo.
Y para acabar esta breve guía, otro clásico. Jan Morris comienza su entretenido y penetrante Presencia de España comparando el monasterio de El Escorial con el coro de una gran catedral que sería España entera. Viajó por el país en la década de 1960, en coche. Por eso nos cuenta cómo era un país en un momento de enorme transformación, y es capaz de encontrarle un sentido profundo, sociológico, histórico, simbólico, a cada detalle o frase con las que se topa. Estos libros son buenas guías para preparar nuestros viajes, para darles más gracia y para que los lugares ganen densidad, que es lo que pasa cuando escribimos sobre ellos. ~
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).