Lee Las hojas de David Huerta, que contiene treinta y tres ensayos sobre poesía. Estoy seguro de que disfrutarás esta lectura exigente, aprenderás cosas que no sabías y repetirás en voz baja muchos de los versos que en él se citan. Un libro de portada limpia, con una ilustración sobria y de agradable color. Magnífica elección de la tipografía, el interlineado y la caja, aunque quizás el color del papel es demasiado blanco. Solo se hicieron quinientos ejemplares en offset. Lo publicó Cataria, una feliz noticia en el mercado editorial.
Lee Las hojas, un libro de crítica literaria pero sobre todo un libro de sabiduría literaria. Al autor no le interesa ganar batallas sino librarlas. Le interesa transmitir su pasión por la poesía, por la lectura de poemas, por la escritura de poemas. Antecedente de este libro es Leer poesía de Gabriel Zaid, aunque el libro de David Huerta es más puntual, señala metros, tropos, figuras retóricas: el andamiaje que soporta la poesía, el vaso que la contiene. Es un libro abierto a cualquier lector, pero sobre todo es un libro dedicado a los jóvenes poetas. Los invita, los conmina, los exhorta, los regaña, los ilustra, los seduce. Transcribe diálogos sostenidos en sus talleres de poesía. El maestro, que no quiere ser visto como tal, da consejos que no quiere que sean vistos como tales. Como Rilke, son lecciones para jóvenes poetas, no sobre la vocación sino sobre técnica y cultura. Como Antonio Alatorre, a cuya memoria está dedicado este libro, Huerta es un erudito de tono amable, de lecciones sin sangre.
Lee Las hojas porque no siempre se tiene a un gran poeta hablándote de su oficio. De lo que para él es la poesía. De dónde nace: “El gesto poético originario puede cifrarse en la imagen de un brazo” que se extiende para tomar un objeto, “puede ser una sílaba, una palabra, una frase. O bien, algo menos definido: una secuencia rítmica peculiar”. Al tomar ese objeto “el poeta hace con él algo único: lo integra en su organismo, arraigándolo en el cuerpo”. El poeta de este modo logra “la plena identificación, la identificación sustantiva, con su objeto”. Ese objeto (imagen, ritmo) es “su carácter, su índole, el ser mismo”. El poeta se convierte en su poema, “un fenómeno metamórfico de casi imposible intensidad”. El acto poético “es la creación o invención de sí mismo operada por el poeta a través de esa captura de trozos de lenguaje”.
Lee Las hojas porque en él se hace una nueva defensa de la poesía. Una defensa no contra el mercado, la ideología, la banalidad, la moda, sino contra el facilismo de los poetas que fingen ser irracionales y son meramente perezosos. “¿Cómo no van a comportarse estos iluminados de la Palabra como unos pavorreales insufribles si están metidos en esos tremebundos asuntos del delirio?” “No niego de ninguna manera –dice David Huerta– el papel absolutamente decisivo y fundamental de la emoción, el sentimiento y la inspiración en la poesía”, pero otra cosa es el “romanticismo chirle y sonambulismo intoxicado” de los jóvenes poetas. “Ahí están los resultados: los poetas no quieren saber nada de técnica, pues ellos solo sirven a la Musa, al daimon, al Otro.” Por falta de cultura “estas resultan siempre gansadas cojitrancas, sordas o tartamudas, ocupadas de temas empolvados hasta el agobio”. Ni pensar en que los poetas modernos se ocupen de “los infinitos temas de la ciencia moderna y sus descubrimientos”. ¿Aprender cuatro miligramos de métrica? Imposible. ¿Aprendizaje de los principios básicos de composición? Ni por asomo. El problema es que ahora “nadie quiere aprender nada de nada: ¿Para qué si ya todos son unos genios?”.
Lee Las hojas porque es un llamado vehemente a leer poesía y a aprender sus reglas básicas. Y este llamado, viniendo de un alto poeta, debería ser atendido en todo lo que tiene de urgente. “Aprender, aprender, aprender, aprender. Aprender ¡claro! a hacer versos de diferentes medidas, a armar estrofas diversas […], a repasar la gramática y la prosodia, la fonología y la retórica.” En resumen, escribe Huerta, “una especie de paraíso”.
Lee Las hojas porque no podemos participar en los talleres de David Huerta, pero este libro nos ofrece un atisbo al paraíso del poeta de Incurable, Cuaderno de noviembre, El ovillo y la brisa.
Lee Las hojas aunque apenas leas poemas de vez en cuando. Léelo por el placer de acercarte a un poeta hablando de cómo se hacen los poemas, pero también de la luna, los mangos y los ríos. Hablando con amor de Cervantes, Garcilaso y Quevedo.
Lee Las hojas, en fin, porque leer es dialogar con el autor. Y pocas cosas más gratificantes, en este encierro obligatorio, que conversar con un poeta, que leer en sus ensayos momentos de gran prosa, mientras cuenta anécdotas de Borges, Neruda y Lezama Lima, y desentraña símbolos y misterios de la poesía de Perse, de Pellicer, de don Luis de Góngora. El encierro obligatorio cambia entonces de signo. Atisbamos por un momento el taller del poeta. ¿Qué nos dice? Aprende. ~