Big data: Líneas poéticas dentro del enjambre digital

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Los cazadores de la información, a la búsqueda de presa, pasean la mirada por la red como si se tratara de un campo de caza digital.

Byung-Chul Han

 

Pienso, luego estorbo.

Antonio Méndez Rubio

 

Big data, poema electrónico permutacional y aleatorio de Rodolfo Mata y Diego Bonilla disponible en el sitio bioelectricdot.net, se inscribe en esa tradición que desde el “Huevo” de Simias de Rodas (hacia el 300 a. C.) ha puesto en el centro no solo lo que dice el poema sino lo que el poema es y hace. Entre sus ancestros estarían, sin duda, los poemas del catalán Raimundo Lulio (siglo XIII), quien inventó una serie de mecanismos con discos fijos y móviles que hacían textos combinando letras, figuras geométricas y astros, como su poema combinatorio “Del alma racional y sus potencias”. A la vez, Big data se inserta en las poéticas modernas que intentan generar un pensamiento crítico ante lo que acontece.

Estamos entonces frente a un poema electrónico, que se difunde en medios digitales; un poema generativo, que trabaja en función de la programación de algoritmos; un poema multimedia, que incorpora videos, audio y texto, y que se propone dar cuenta, desde los mismos dispositivos electrónicos digitales, del peligro que supone la red en la que todos estamos implicados. El “enjambre digital”, como lo llama Byung-Chul Han, con su rápida tendencia a la automatización y a la vigilancia, asedia nuestra vida manipulando nuestros datos. Big data se sitúa en esta problemática y, como lo exponen sus autores Mata y Bonilla, dibuja un futuro posible:

El poema no está situado en el presente sino en un futuro cercano, cuando la recolección de información personal sea realizada por actividades individuales, por la contribución llevada a cabo por otras personas y por sensores que son parte del Internet de las cosas. Los datos personales, agregados, serán procesados a grandes velocidades con la asistencia de inteligencia artificial. La combinación entre la recolección masiva de datos personales y su posterior procesamiento estadístico, con énfasis en la estadística inferencial para lograr objetivos persuasivos, nos conducirá a una realidad terrible. En general, se usará la lógica de la estadística para definir la existencia humana individual y social de forma determinista. El conocimiento resultante, como sugiere el poema, es equivalente a la omnisciencia generalmente atribuida a las deidades.

Esta distopía apunta, tal como lo señala Byung-Chul Han, “a la consumación digital del panóptico de Bentham”.

((Byung-Chul Han, En el enjambre, Madrid, Herder, 2014, p. 103.
))

 Ante un panorama tan oscuro, la pregunta que se impone es: ¿qué hacer para cambiar la dirección de esta inminente realidad? La única vía para generar posibles respuestas es la de tomar conciencia de lo que sucede: revelar lo que hay detrás de Acxiom, Facebook o Google, de los chips de rfid y los smartphones; lo que supone cada “clic”, cada compra, cada “me gusta”: la manipulación de datos, el uso ilegal de la información, el espionaje que esta “nueva realidad” propicia. Es precisamente lo que Big data, con sus miles de versiones producto de la ejecución aleatoria, intenta mostrarnos. Lo que escuchamos son las mismas líneas repetidas por diferentes rostros, con entonaciones y gestos diversos, produciendo más ruido que sentido, a pesar del sentido implícito de cada una de las frases. Si nos decidiéramos a abrir y a escuchar diez versiones distintas del poema al mismo tiempo, escucharíamos ese efecto de multitud y cacofonía, ese zumbido que suscitan, sin que nos percatemos, las redes.

El poema que está en la base de Big data consta de 104 líneas y fue escrito por Mata y Bonilla, quienes también concibieron su estructura aleatoria, diagrama de flujo y programación. Miguel Ortiz Ulloa dirigió la filmación de las secuencias completas de la lectura del poema realizadas por treinta lectores y la ambientación sonora y composición musical estuvieron a cargo de Carole Chargueron. Se trata entonces también de un poema colectivo que abre, por lo mismo, la posibilidad de construir una comunidad que se resista a la automatización de las redes electrocomputacionales.

Big data insiste en un y un nosotros; sintomáticamente, a medida que escuchamos las distintas versiones,

((El lector-espectador-usuario puede escoger cualquiera de las dos opciones que se le muestran en los controles deslizables: a) número de líneas (33 a 254) o b) cantidad de segundos (145 a 800). Solo puede seleccionar una de las dos opciones para ver la versión del poema correspondiente.
))

 ese y ese nosotros se vacían: “Aunque no te conocemos sabemos mucho de ti / sabemos mucho de ti por aquellos otros tantos millones / que como tú / dejaron su rostro eléctrico aquí en la base de datos […] Podemos confirmar / que no eres más que uno más.” El nosotros no se enuncia desde una comunidad, es más bien una entidad abstracta, omnisciente e inaccesible, y el se torna un “alguien anónimo”, que paradójicamente deviene concreto al inscribirse en un “perfil” particular, de tal suerte que todas las frases se hunden en un extraño solipsismo que imposibilita cualquier diálogo. No hay sujetos ni subjetividades, sino patrones, estadísticas, datos, predicciones: “Con nuestros cálculos estadísticos te revelamos que sigues el patrón general […] Con el cómputo de un trillón de alfileres digitales / esparcidos como estrellas de un firmamento personal / podemos trazar tu psique / tu ficha matemática.” Un mundo robótico, destinado a recoger, almacenar, integrar y explotar los datos. Autómatas digitales que ponen a trabajar sus cuerpos y sus almas atrapados por ese incesante flujo de información-capital que supone un tipo de “deidad” con la cual comulgar: “Déjanos orar por ti […] Ten fe en nosotros / comulga voluntariamente / únete a nuestra omnisciencia.” La relación entre el capital, la información y el mesianismo digital traza un futuro sin incertidumbres, resuelto: “Cada vez que necesites enfilar tus decisiones hacia un futuro resuelto / en felicidad exclusiva / dibujaremos tu rastro exacto y a la medida / resplandeciente diseño / personalizado vip.” Un futuro en el que pensar ya no será necesario porque todo estará perfectamente perfilado y controlado por esa nueva matrix que hoy lleva el nombre de big data o macrodatos.

Pero volvamos a la idea de comunidad que traza Big data como poema colectivo, y a una posible vía de escape. La relación del algoritmo como medio de producción optimizado para la obtención de rendimiento económico en el circuito del capital, y su consecuente control social, puede transformarse si se crean nuevas relaciones; otras interacciones entre el “tú” y el “nosotros”: la participación de esos muchos para producir, no espacios codificados, sino espacios liberados. Es esencial recordar, como lo afirma Tiziana Terranova, “que el valor instrumental que los algoritmos tienen para el capital no agota el ‘valor’ de la tecnología en general y de los algoritmos en particular, es decir, su capacidad para expresar no solo ‘valor de uso’, como diría Marx, sino también valores estéticos, existenciales, sociales y éticos”.

(( Tiziana Terranova, “Red stack attack! Algoritmos, capital y la automatización del común” en Aceleracionismo, Buenos Aires, Caja Negra, 2017, p. 97.
))

 Big data muestra que es posible, desde las mismas tecnologías que nos oprimen, crear pensamiento, configurar nuevas formas de comunidad que construyan líneas críticas desde las cuales trastocar y subvertir, a nuestro favor, ese “enjambre digital” que no deja de emitir en ningún momento su zumbido. ~

 

 

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