Si bien la caricatura se ha sostenido desde hace mucho tiempo como un medio idóneo para ejercer la crítica del poder, el contexto actual presenta nuevos retos para los moneros. La celeridad de las redes sociales, el ambiente polarizado en que nos sumergen, así como ciertas crisis a las que se enfrentan las publicaciones periódicas hacen imprescindible pensar en las condiciones en que se desarrolla este trabajo. En la siguiente mesa de diálogo, Paco Calderón, Ele Figueroa, Vampipe y Juan Alarcón plantean las coordenadas en las que se inscribe el oficio del caricaturista hoy en día: el arte de alzar la voz mediante el humor gráfico.
En un contexto tan visual como el que vivimos hoy día en el que las personas crean o reproducen su propio humor gráfico a través de memes o videos y en el que decrece el impacto de la prensa, ¿cuál es la vigencia de la caricatura? ¿Qué aporta a este contexto que ninguna otra manifestación gráfica puede aportar?
Paco Calderón (PC): Es una pregunta cada vez más frecuente: ¿los memes desplazarán a la caricatura? Yo creo que no. Si bien la mayoría son muy ocurrentes, creo que carecen de perspectiva, cosa que un cartón editorial –al menos en teoría– debe aportar. Además, claro, del dibujo. El atractivo de la caricatura es el trazo de su autor. No creo exagerar si digo que todos los que nos dedicamos a este oficio empezamos nuestros pininos embelesados con el trabajo de otros. Hay en todo dibujo un anzuelo gráfico que atrapa la vista del lector con el solo misterio de su hechura. No hay meme alguno que suplante un buen cartón editorial ni en lo periodístico ni en lo estético.
Ele Figueroa (EF): Actualmente estamos invadidos por imágenes que, en su mayoría, nos venden algo. Quizá por ello aprovechamos cualquier ratito libre para reírnos y, mediante el teléfono celular, escapar tanto de la realidad como de la publicidad. Los memes y los videos son, primordialmente, un entretenimiento que cualquiera con un móvil puede crear. Si los memes han permeado tanto en la población es porque, además del humor, hacen uso de imágenes icónicas de la cultura popular que los hacen reconocibles para todos. Los videos humorísticos, por lo general, tratan de situaciones cotidianas que invitan a reírnos de nuestras desgracias.
La caricatura política se distingue de esos contenidos porque su enfoque está en criticar con humor a los grupos en el poder. Son creaciones propias que, a diferencia del meme, no son anónimas. Quienes las hacemos siempre las firmamos y, por ello, somos responsables de lo que opinamos en ellas. Acaso la prensa ya no tenga tanto impacto, pero las opiniones en caricatura sí tienen un efecto mayor. Lo he notado yo que, con una cuenta modesta en X, he visto llegar a mis redes sociales a varios seguidores del régimen actual que, por ejemplo, me piden voltear a ver al pasado o afirman que mis caricaturas son feas y que no sé dibujar. En estos comentarios, por cierto, se nota que no han seguido mi trabajo y solo opinan por un cartón en específico. Me parece, pues, que el aporte de la caricatura radica en que es una crítica más incisiva con más apertura al debate. Además, nos permite vernos reflejados y confrontados por la polarización, el odio y el fanatismo. En resumen: para la caricatura el humor no es el fin, es el medio; su fin es la crítica política.
Vampipe (V): Hay dos elementos muy importantes en esta época de las redes sociales para tener éxito en una publicación: ser impactantes-contundentes y oportunos-inmediatos. Cualquier entusiasta en solitario puede aprovechar ambas cosas para llevar a buen puerto su idea y volverse viral en internet. La caricatura tiene la desventaja de no poder ser inmediata, necesita un trabajo que toma tiempo, así como un proceso antes de ser publicada. Por lo tanto, lo que aporta –además de la contundencia– es el valor artístico y la firma del autor respaldada por una trayectoria, que trae consigo la confianza y una certeza en la veracidad de lo que se dice. Además, un meme, al ser muchas veces anónimo, puede tener intereses ocultos con fines de manipulación.
Juan Alarcón (JA): Los caricaturistas podríamos desaparecer si seguimos dibujando cada veinticuatro horas, pero si queremos sobrevivir en este mundo de memes e inteligencia artificial debemos dejar de ningunear a las redes sociales. Sin embargo, cuando entendemos y surfeamos en las tendencias y dibujamos en tiempo real, los internautas reaccionan favorablemente. Esto da una esperanza al trabajo del humor gráfico.
Siempre digo que cuando los memeros aprendan a dibujar y la inteligencia artificial haga humor, la caricatura política terminará.
¿Sienten una diferencia con respecto a cómo se ejercía la crítica, a través de la caricatura, en sexenios anteriores y cómo se ejerce hoy en un ambiente polarizado?
JA: Por supuesto que siento la diferencia: antes no podía medir la cantidad de lectores que siguen mi trabajo, ahora puedo platicar o discutir con ellos. Mi panorama no es tan negativo con respecto a la polarización, considero que es parte de la adolescencia social por la que estamos pasando para poder llegar a una madurez política. El único gran problema es la fauna política que confunde crítica con ataque. Buscan el cobijo de la vulnerabilidad para empoderarse.
PC: Las redes sociales permiten una retroalimentación inmediata, cosa que los caricaturistas no teníamos en el pasado. Cuando yo empecé hace casi cincuenta años, una caricatura que causara controversia en la opinión pública tenía, a lo mucho, una respuesta o dos en la sección de “Cartas al editor”. Hoy, en cambio, tu trabajo se difunde más allá de la página donde fue publicado y los lectores tienen acceso directo contigo. Es casi seguro que vas a recibir muchísimos más comentarios en un día de los que recibiste los primeros quince años de tu carrera. Y estando los ánimos caldeados, las misivas suelen ser muy estridentes. Allí lo sensato es tomarlas con calma y de quien vienen: si los signatarios son anónimos, salvo que consideres pertinente contestarles, lo mejor es abstenerse. Insultos, ni se diga.
V: Más que la polarización política por sí misma, considero que lo que ha cambiado es el público que cada caricaturista tiene. La caja de resonancia del algoritmo de las redes tiene una intención de separar y aislar por intereses. Por lo tanto, antes veíamos cada caricatura de un periódico dándole el beneficio de la duda al autor, pues reflexionábamos su crítica sin leer necesariamente su firma. Hoy no, hoy ya somos sus seguidores en redes sociales y sabemos cómo piensan, qué comen y con quién lo hacen (paella con el presidente, por ejemplo). Al mismo tiempo, “despreciamos” a los que no seguimos y rechazamos cualquiera de sus ideas. Y repito: no es por culpa de lo que hace este presidente en este sexenio, por lo menos no completamente. Es el algoritmo y pasan cosas similares en distintos ámbitos. Hay público para todo y el algoritmo no deja que conozcas lo que piensan los demás, su objetivo es reafirmar eso en lo que ya estabas de acuerdo.
EF: Para poder contestar, primero tengo que ofrecer cierto contexto: llevo poco más de tres años haciendo caricatura política. Sin embargo, he sido consumidora de cartones desde hace veinte años aproximadamente. Como cartonista solamente tengo la experiencia en este sexenio. Eso sí, puedo ver cómo algunos moneros simplemente hacen propaganda o solo tienen ojos para el sexenio anterior del anterior, mientras otros sí observan y critican el presente. No sé si esto sea consecuencia de la recomendación que el presidente reconoció haber hecho a los dueños de los medios sobre no criticar a su gobierno o si sea que ciertos moneros no pueden criticar algo que esperaron por muchos años, según han afirmado. Me apena que algunos colegas formen parte del gobierno y trabajen en “militarizar” (formar, uniformar, concientizar, como sea que le llamen) a los jóvenes, que desperdicien su talento en distraer a la población y que hayan dejado su vocación a un lado, como si los ideales, las convicciones y el profesionalismo fueran un saco que te puedes quitar por dinero.
¿Qué tan importantes son la técnica y el estilo para la caricatura política?
EF: Son fundamentales. Como se puede ver, en varias caricaturas la mala técnica es parte del estilo. El estilo personal es el que hace que te identifiquen, ya sea por el trazo o la dureza de la crítica.
V: Podría decir muchas cosas del estilo: teorizar, estudiar, enaltecer, vanagloriar… pero siempre estará por ahí Magú monero para arruinar cualquier disertación. No, el estilo no importa cuando lo que dices sí es importante. Aunque me gustaría creer que sí.
JA: Yo creo que gracias a la técnica desarrollamos un estilo. Y agrego un elemento más a la ecuación: la disciplina del dibujo diario.
PC: Sí, son sumamente importantes. Como dije, el dibujo es el gran atractivo del cartón editorial, tanto para el lector como para el autor. Dibujar es un placer indescriptible. Los caricaturistas solemos rompernos la cabeza en la búsqueda de la idea, pero una vez que cae esta, pasas de la agonía al éxtasis, y de la mente al papel. Sé que ya no es lo común entre los colegas, pero quienes todavía dibujamos con tinta sentimos un gozo lúdico cada que oímos chirriar la plumilla.
Técnica y estilo son disciplinas que se adquieren con el tiempo y que, por lo mismo, siempre van cambiando. Freyre me decía que uno tiene quince mil malos dibujos atorados en el brazo y solo te los quitas dibujando. Aprendes a dibujar, y luego aprendes a dibujar, y luego aprendes a dibujar, y luego te mueres de viejo. No es un proceso que culmine llegado un punto. Como dije, empiezas admirando el estilo de determinado colega, y tus dibujos al principio no son sino malas copias de aquel. Pero con el tiempo y la práctica vas soltando la mano, y el trazo propio va desarrollándose solito. Yo siempre digo, más en serio que en broma, que todo artista es un plagiario en busca de originalidad. No conozco a ninguno –sea pintor, escultor, arquitecto, pianista, tenor o monero– que no haya empezado siguiendo los pasos de otro, por el solo deseo de llegar a ser como él. Por supuesto nunca se logra: si tienes éxito, llegas a ser como tú.
¿Cómo es el panorama general del trabajo como caricaturista? ¿Les sigue interesando a los medios de comunicación?
JA: El panorama es sombrío. La cultura de la corrección moral, la temporada de cristal, lo políticamente correcto y la piel delgada de muchos neopolíticos han mermado el humor político. No hay plazas nuevas en los medios de comunicación y tampoco interés en las nuevas generaciones de dibujantes que prefieren el cómic, hacen bien.
EF: Creo que los medios de comunicación están interesados, pero es verdad que cierran espacios, ya sea por despidos o defunciones. No contratan, no remplazan. Como la caricatura trasciende a la opinión pública, a los medios no les conviene contratar a un verdadero caricaturista político si quieren recibir recursos públicos. Esto lo afirmo porque en un medio me dijeron que ya tenían muchos moneros críticos del gobierno y querían de los otros, de los que le aplauden a la cuatritransformación…
Tengo la fortuna, desde hace casi dos años, de hacer caricatura política en un medio que no está cooptado por el gobierno. En Opinión 51 cuento con la libertad de hacer lo que me plazca y ¡me lo publican!
V: La caricatura les debería interesar a los medios. Hace un par de meses X dejó de publicar los encabezados de los enlaces y solo dejó el dominio escondido discretamente en la foto. Esto sucedió porque la gente compartía columnas y artículos solo por el título atractivo de ellos: si el título se aproximaba a lo que ya creía, le daba retuit sin leerlo. Ahora ya no está el título y es más difícil ser contundentes con el público. Quizá ese efecto de rotundidad pueda lograrlo mejor una buena caricatura a partir de las nuevas reglas de las redes sociales.
Dicho de otra forma: si los medios revisan los números de sus propias redes sociales, estoy seguro de que se interesarán más en las caricaturas, porque apuesto que es lo que más éxito tiene.
PC: Vengo oyendo que la caricatura tiene sus días contados desde hace mucho; es la crónica de una muerte anunciada que nunca ocurre. Sí, los periódicos en todo el mundo están en crisis; sí, los memes están a la orden del día; sí, las nuevas tecnologías permiten que gente que no sabe ni agarrar un lápiz ahora pueda hacer “caricaturas” disneyescas con solo teclear un tema. Pero, como decía Abel Quezada, el dibujante es único: es el hombre verde del circo que siempre encontrará empleo. El punto es qué tan bien remunerado. Esto último depende, ha dependido y dependerá, de qué tan bueno sea el caricaturista. Todo mundo puede patear un balón, pero no todos pueden vivir de ello. Y entre quienes pueden, hay los que sobreviven, los que descuellan, y los que triunfan. Un dios del futbol puede llegar a ganar fortunas. Lo mismo un caricaturista… aunque dudo que alcance esos montos.
Peligros para el oficio que yo avizore hay varios. El primero y más preocupante: una regresión democrática que nos devuelva al partido de Estado y la presidencia imperial. El acoso a la prensa por parte del poder no augura buenos tiempos para la libertad de expresión. Poder absoluto y censura siempre van de la mano. Lo vimos aquí y lo vemos en otros países, ¿qué nos hace creer que esta vez seremos la excepción si nos volvemos sobre nuestros pasos o seguimos los de aquellos?
Otro peligro –más bien monserga– es esta moda de la “corrección política” que pretende limitar la crítica solo a ciertos sectores y personajes. Cada día crece el reparto de actores que viven para ofenderse y que exigen se les exima de toda burla dada su asumida condición de víctimas. “Ríete de otros, pero no de mí; yo he sufrido mucho.” Lo siento, así no opera: el caricaturista se ríe de todos. La cosa es saber de qué reírse. Burlarse de alguien en su persona es contraproducente. Burlarse de sus acciones, perfectamente válido.
Por último, el crecimiento del crimen organizado le presenta al caricaturista riesgos que antes le eran impensables. La gente de horca y cuchillo tiene por lo general muy baja autoestima y aun menos tolerancia. El sentido del humor no es lo suyo sino complejos y resentimientos. Supe de un pobre individuo famoso en las redes, que aparte de enanismo padecía de sus facultades mentales. No bien hizo un ¿chiste? sobre uno de estos hampones, que aquel lo mandó matar. No es que vaticine tragedias para nuestro gremio, pero nada nos garantiza inmunidad frente a este cáncer social.
¿Cuál es la responsabilidad del caricaturista con su tiempo?
JA: Tenemos un compromiso con la verdad y el humor, eso no ha cambiado.
EF: Si bien es cierto que “el que no conoce su historia está condenado a repetirla”, no podemos estar viendo únicamente hacia el pasado. Actualmente hay varios colegas (y opinadores) que enfocan su crítica hacia el sexenio de Felipe Calderón (quién sabe por qué se saltan el de Peña Nieto) mientras el gobierno actual pasa desapercibido ante sus ojos. Para mí, tal insistencia pareciera como una cortina de humo. Lo inverosímil es que se justifican aludiendo a que el presidente actual tiene calidad moral… pero yo les pediría que vieran al partido oficial con los ojos vendados, como si no supieran quién es, como si no tuviera colores. Visto de otra manera, ¿sería válido que el PRI pidiera un voto masivo por el PRI para tener mayoría en el Congreso?, ¿aceptarían que el pan mantuviera al INAI sin nombrar a los consejeros faltantes?, ¿se quedarían callados como momias si el PRD se riera de las masacres?, ¿no exigirían un metro seguro si la oposición gobernara la Ciudad de México?
Nuestra responsabilidad no solo es con el pasado, sino con lo que vemos y escuchamos. Hay que contrastar lo que nos dicen quienes están en el poder con los datos y con la realidad. Yo creo que la clave es no ver y escuchar solo un tipo de pensamiento o corriente, tenemos la obligación de prestar atención a todas las voces y formar nuestro criterio a partir de ahí.
Nuestra responsabilidad como cartonistas es la objetividad, porque al final del día la caricatura es un testimonio de su tiempo.
V: Para mí, su responsabilidad es la congruencia. Como dije, antes era normal reflexionar en cada una de las caricaturas de un periódico con el mismo nivel de atención; ahora ya no, ahora hay segmentación y los autores son tan importantes como su trabajo. La gente los sigue y los lee en su día a día. Así que basta un comentario desafortunado o una incongruencia de su parte para que su trabajo futuro ya no sea juzgado de la misma forma.
De ermitaños anónimos con talento, pasaron a ser ermitaños públicos con cientos de miles de seguidores en sus redes sociales. “¿Elogiaste en tu dibujo la austeridad del gobierno y lo publicaste desde tu iPhone? Unfollow.”
PC: Como todo periodista, el caricaturista editorial defiende y promueve un punto de vista. Pretender objetividad en algo completamente subjetivo es una quimera, pero exigirle independencia y rigor profesional al cartonista no lo es. Uno tiene que criticar tanto filias como fobias. Evidentemente habrá más dolo contra tirios que contra troyanos, pero uno no puede darse el lujo de hacer distinciones. Yo tengo como premisa hacer mis cartones “sin odio y sin piedad”. Sin odio implica tratar de domar la antipatía que uno pueda sentir hacia el personaje y cebarse en su actuar público. Sin piedad implica no tentarse el corazón frente a las simpatías y recetarles el mismo escarnio que uno propina a las fobias.
Un caricaturista puede tener preferencias políticas, pero mal hará si se arrodilla ante estas. Bien dicen que no se puede servir a dos amos pues se traicionará a uno por servir al otro. En el caso de la caricatura editorial, se nota a simple vista si uno es independiente o militante. Si eliges lo primero, la militancia te tendrá por enemigo o traidor si le propinas un palo. Pero si optas por lo segundo, perderás tu voz para convertirte en bocina de otros. Lo primero es periodismo; lo segundo, propaganda. ¿Mi opinión? Siempre será mejor un caricaturista político que un político caricaturista. ~