—Son las diez de la maƱana— pensĆ³ en voz alta el seƱor Oka. En unas dos horas, su restorĆ”n estarĆa a reventar. TenĆa que apresurarse. En ese momento, alguien le hablĆ³:
—¿QuĆ© tan factible es hacer un “chanchullo electoral” en JapĆ³n?
El dueƱo del restaurante se espantĆ³, pero no encontrĆ³ a nadie.
—¿Cree usted que es posible hacerlo en estos tiempos?
Finalmente, encontrĆ³ al dueƱo de esa voz. QuedĆ³ anonadado. Era Tama, la gata calicĆ³ que siempre venĆa a tomar el sol.
āMi abuelo me dijo que en el pasado, muchos polĆticos compraban el voto de los ciudadanos.
El seƱor Oka titubeĆ³ un momento, pero decidiĆ³ seguirle la corriente, mientras ideaba la forma de cĆ³mo salir de este embrollo.
—No lo sĆ©. Recuerdo que, hace siete u ocho aƱos, atraparon a unas personas en Kagoshima. Parece que habĆan regalado unas botellas de shochu a cambio de votos, aunque despuĆ©s las liberaron. TambiĆ©n, siguen habiendo otros delitos electorales, como el uso ilegal del financiamiento electoral. Empero, no somos un paĆs en donde los muertos voten, o en donde una persona vote en un distrito y luego lo haga en otro distrito. Pero ¿por quĆ© me preguntas eso?— dijo el dueƱo del restorĆ”n.
—Lo que pasa es que hace unos dĆas pasĆ© por aquĆ y vi que habĆan unas personas en su restorĆ”n. Uno de ello era ese hombre del pĆ³ster.
—Ah, el seƱor K, nuestro diputado local.
—SĆ, sĆ Ć©l. No pude escuchar lo quĆ© decĆan, pero pensĆ© que estaban tramando algo sucio, ya sabe un “chanchullo”.
—CĆ³mo crees gatita. Te dije que no somos como los paĆses latinoamericanos. Mira, estaban discutiendo sobre las siguientes elecciones. Sobre quĆ© nuevo candidato iban a impulsar este aƱo. Todo fue legal. La ley permite organizar reuniones en lugares privados o pĆŗblicos. Siempre y cuando no hagan proselitismo.
—¿No era proselitismo lo que ellos estaban haciendo?
—La ley electoral establece que sĆ³lo se puede hacer proselitismo una semana antes de las elecciones. Si alguno de los candidatos lo hace, quedarĆ” penalizado.
—En serio, pero yo he visto que muchos lo hace antes— dijo el gato.
—Siempre hay formas de hacerlo. Por ejemplo, en estricto sentido estĆ” prohibido repartir volantes antes de que comience la campaƱa, pero lo puedes hacer. AsĆ, logras que la gente te conozca. Incluso, si te agarran, solamente te va a regaƱar, pero no te va a penalizar. Si reincides, es otra cosa. AhĆ, probablemente te penalicen. Por lo tanto, no pierdes nada con hacerlo, ¿comprendes Tama?
—¿Y esos horribles pĆ³sters?— preguntĆ³ la gata.
—Mira, los puedes pegar en las propiedades privadas, pero no en los coches. Nada mĆ”s hay una regla de oro, el pĆ³ster no debe decir la palabra elecciĆ³n ni que diga: “voto por K”— contestĆ³ el seƱor Oka.
—Oiga, y ¿quĆ© pasa con las pĆ”ginas de Internet?— volviĆ³ a preguntar Tama.
—Sabes demasiadas cosas. Creo que el Internet permite nuevos “chanchullos”. Mira, la ley electoral data de 1950, la van actualizando, pero los adelantos tecnolĆ³gicos la han superado.
—¿QuĆ© quiere decir exactamente? Entonces, ¿se puede hacer trampa?
—Mira, la legislaciĆ³n permite a los potenciales candidatos exponer sus ideas en la red, pero cuando comienza la campaƱa, ya no las pueden utilizar.
—¿Por quĆ©?— preguntĆ³ la gata.
—La legislaciĆ³n estipula un nĆŗmero determinado de volantes que los candidatos pueden repartir y las pĆ”ginas de Internet son consideradas como “volantes”. Sin embargo, hasta la fecha no ha habido una estipulaciĆ³n concreta sobre el uso del Internet. El diputado K me dijo que en los comicios de la CĆ”mara Alta de 2007, un candidato cambiĆ³ el contenido de su Podcast, pero la ComisiĆ³n Electoral de Tokio no dijo nada. Otros polĆticos tambiĆ©n han cambiado sus blogs durante las campaƱas y no les han dicho nada.
—Oiga, ¿usted cree que se pueda regular las campaƱas por Internet?
—Dentro de JapĆ³n, hay varios sectores que critican la idea de prohibir el uso del Internet en las elecciones. En Tokio, por ejemplo, muchas personas trabajan todo el dĆa y no tienen la oportunidad de conocer las propuestas de los candidatos, ya que ellos realizan su actividad proselitista sĆ³lo durante el dĆa. De este modo, los blogs y el Twiter les permitirĆan a muchos japoneses estar informados. No todos es “chanchullo” Tama, aunque no sĆ© el caso del Facebook. Las redes sociales pueden ser una arma de doble filo.
—¿Con quiĆ©n hablas?— preguntĆ³ la esposa del seƱor Oka.
—Con la…
Tama se habĆa ido.
—No estĆ©s ahĆ parado— dijo la seƱora Oka.
—Tienes razĆ³n, no puedo perder el tiempo con dudas felinas— dijo el seƱor Oka y prendiĆ³ un cigarro.
Profesor asistente del Departamento de Estudios Humanos de la Universidad Agroveterinaria de Obihiro. Su especialidad es la polĆtica japonesa.