Aunque en 2020 se levantó la pena de muerte para los homosexuales, Sudán sigue siendo una nación que en el día a día prohíbe y castiga la diversidad. El 11 de marzo de dicho año dos hombres gays fueron atacados en Abu Hamad, ciudad al norte del país; golpeados, apedreados y pisoteados por decenas de personas. El cementerio fue vigilado por una multitud para impedir que enterraran el cuerpo de una de las víctimas. Las imágenes del ataque circularon en las redes sociales. En Facebook la gente celebró el crimen. La noticia, que no trascendió a nivel local ni internacional, la dio Ahmed Umar en su cuenta de Instagram. Artista multidisciplinario, Ahmed nació en Sudán en 1988 en una familia muy religiosa que, a instancias del padre, se mudó a La Meca, en Arabia Saudita, para estar más cerca de la mezquita sagrada de la ciudad, la mezquita más grande del mundo.
“Pronto me di cuenta de que yo era muy distinto, un niño no muy masculino, introvertido. Muy temprano comprendí que soy gay y que me interesa el arte. No era fácil vivir en Arabia Saudita. Las fiestas en Sudán, donde íbamos cada año, eran lo más esperado para mí. Sin embargo, fue difícil vivir ahí”, dice Ahmed, exiliado en Noruega desde 2008, que estos días expone en el Museo Universitario del Chopo la muestra La verdad no es un escándalo. Desde la llegada de Sol Henaro como nueva directora, este recinto refleja más interés por proyectos artísticos relacionados con temas de identidad, de género y expresiones queer. Sentados en la cafetería del Chopo, le digo a Ahmed –quien usa un maquillaje en los ojos que prolonga el enigma de su mirada– que el título de su exposición se parece a la frase demoledora de Juan Gabriel, a quien, por supuesto, no conoce: “lo que se ve, no se pregunta”. Sin embargo, a Ahmed hay que preguntarle todo o casi todo, pues Sudán también es un misterio.
Qué escándala
“La verdad no es un escándalo” (2024) es una de las tres obras que conforman la muestra. Es una videoinstalación en la que el artista interpreta tres canciones que forman parte del repertorio de la música popular de Sudán, adoptando los estilos y modas de la época de gloria de los temas. No se trata de cualquier canción, sino de composiciones que los poetas escribieron para sus amantes del mismo sexo. Como parte del proyecto, Ahmed hizo una encuesta en Facebook para explorar el fenómeno de la historia secreta de las canciones que, en la cultura sudanesa, son un secreto a voces. “La gente me envió un montón de canciones, muchas se repetían y comencé a investigarlas. Desafortunadamente, en Sudán no hay un archivo nacional de música, además el edificio de televisión y radio se quemó durante la guerra. La investigación se basó en testimonios orales de personas queer ya mayores.” También en la música mexicana hay ejemplos de este tipo de manifestaciones, por ejemplo, ciertas canciones de Ana Gabriel –“es una locura el decir que no te quiero, evitar las apariencias, ocultando evidencias”.
Uno de los temas que interpreta el creador sudanés tiene el nombre de una mujer, “Naoma”. Ahmed me dice que es un hipocorístico, una forma cariñosa de nombrar a una mujer que se llama Nama o Naima. Aunque en sus pesquisas predominaban las canciones escritas por y para hombres, “Naoma” la compuso una mujer. “Contrario a lo que la mayoría aseguraba, una página muy popular en Facebook posteó la canción y en los comentarios alguien puso mi tía la escribió y se la dedicó a su mejor amiga. El tema habla de la novia de una chica que se casó con un hombre. Es una canción muy hermosa, muy festiva, todos en Sudán la han bailado. Al saber su historia, si lees la letra, te vuela la cabeza.”
En tu propia cara
Le pregunto a Ahmed por la ciudad donde nació, ya que no he encontrado el dato en ningún lado. Sudán se dividió en dos en 2005: en el mapa se pueden distinguir Sudán y Sudán del Sur. Él prefiere no revelar el nombre por motivos de seguridad, simplemente aclara que nació en la parte norte, cerca del desierto. “A pesar de que la pena de muerte nunca se practicó, siempre está en tu cabeza, siempre está latente la idea de que quizá algún día te va a tocar”, confiesa. Ya que en su país no veía esperanzas para el futuro, decidió emigrar a Noruega, nación que prácticamente desconocía y en donde se ha arraigado como refugiado político.
En la serie fotográfica Llevando la cara de la fealdad (2018), otro de los núcleos de la exposición, el artista aparece con otras personas LGBT+ de Sudán. En las imágenes, Ahmed –quien en el título de la pieza alude a un dicho sudanés usado para referir cuando alguien enfrenta un problema y asume la culpa por ello– les presta su rostro; es decir, aparecen detrás de él, evitando mostrarse frontalmente. En el anverso de las fotografías de gran tamaño se leen los mensajes de las personas que participaron del proyecto, donde hablan de su experiencia como sudaneses que no pueden admitir públicamente su identidad y deseos. El creador cree en el arte como una forma de activismo, como expresión que puede marcar una gran diferencia al abrir debates sobre cuestiones que deben modificarse.
“Lose yourself to dance”
“El miedo ha sido el motor de mi vida en el pasado”, revela Ahmed, “tanto el miedo a los escándalos como a que sepan quién soy. Creo que en mi caso nadie ha dudado nunca que soy gay. Pero la gente no tiene una percepción completa del concepto de ser gay. Siempre está asociado a lo negativo”. Como forma de liberación tramó El tercero (2023-2024), videoinstalación en la que recrea la danza nupcial sudanesa, exclusiva para mujeres, que le tomó tres años aprender a bailar. Haciendo investigación, dio con una mujer sudanesa que vive en Egipto que accedió a enseñarle la danza. Ahmed recuerda que una prima de su madre practicaba la danza y a él lo excluyeron porque era niño, tenía diez u once años. Desde ese momento soñó con ver más el baile y conocer todo sobre él.
“El baile de la novia es una de las tradiciones más importantes de mi región. Ha sobrevivido miles de años y también a todos los poderes que nos han colonizado. Se convirtió en una actividad clandestina en lugar de ser un evento popular de orgullo público. En las últimas décadas los políticos de nuestro país intentaron adoptar una identidad nueva, más allá de nuestra identidad africana e indígena. También se adoptaron puntos de vista religiosos de movimientos muy extremos de Arabia Saudita. Así, los cuerpos se convirtieron en un campo de batalla para la moral. Ahora las feministas piensan que la danza es una objetivación del cuerpo de la mujer; los conservadores, que el cuerpo de la mujer es solo para el marido. Antes era un evento al que acudía todo el mundo, jóvenes, viejos, mujeres, hombres. Después del conservadurismo religioso, solo fue para mujeres. Y luego ya ni siquiera para niños.” La pieza, filmada de manera notable, muestra a Ahmed con el traje tradicional del baile y joyería que lo adorna y embellece de pies a cabeza. Como parte del programa del museo, la representó dos veces en vivo la primera semana de febrero en consonancia con la apertura de la muestra curada por el peruano Miguel A. López.
Nilo 2030
La verdad no es un escándalo es la primera exposición en un museo de Ahmed Umar, que ya tiene en mente un proyecto futuro: hacer la primera marcha del orgullo en Sudán. Ahmed tiene pensado que el desfile, para el que escribió un manifiesto, suceda en la calle Nilo de Jartum, la capital de Sudán, en marzo de 2030, es decir, en cinco años. El Nile Pride 2030 ocurrirá en ese mes como acto de resistencia y para recordar los hechos del 11 de marzo de 2020.
“Marcharé con quien quiera venir conmigo y seré muy feliz. Por supuesto es una primera marcha, así que será un grupo muy pequeño. Lo que podemos hacer es decir es uno, dos, tres, levantar las banderas, tomar fotos, y luego bajarlas. Y llenar los medios de comunicación con eso. La gente se asustará una y otra, una y otra vez, una y otra vez, hasta que se convierta en noticia vieja para ellos. Es mi agenda.” ~