Han transcurrido casi 44 aรฑos desde que crucรฉ la frontera en Laredo y abordรฉ un autobรบs de Transportes del Norte que se dirigรญa hacia el sur del paรญs que, a excepciรณn del mรญo, quiero mรกs que cualquier otro. Tenรญa 21 aรฑos, rebosaba entusiasmo y ambiciรณn, y estaba determinado a usar la Ley del Servicio Militar para hacerme pintor.
Recuerdo las luces de Monterrey al anochecer, con la silueta color azul intenso de las montaรฑas a lo lejos y el tortuoso camino que me aguardaba en esa ocasiรณn, un aรฑo antes de que se inaugurara una carretera de cuatro carriles. Mรกs de la mitad de los pasajeros del autobรบs eran mexicanos y despuรฉs de cenar, a medida que ascendรญamos internรกndonos en esas impresionantes sierras, uno de ellos sacรณ su guitarra, comenzรณ a cantar y muy pronto todos entonaban canciones llenas de melancolรญa por la separaciรณn y de alegrรญa por el reencuentro. Cantaban en un idioma que yo desconocรญa, el de ellos, el de sus familias y el de sus seres queridos. Entonaban canciones no muy distintas de aquellas que habรญa escuchado de boca de mis padres y de otros inmigrantes irlandeses que poblaron mi infancia. Ellos iban a casa y โaunque entonces no lo sabรญaโ yo tambiรฉn.
Durante todo el aรฑo siguiente, Mรฉxico se me revelรณ de mil formas y cambiรณ mi vida. Como extranjero ahora yo era el marginado. Habรญa llegado cargado de otras historias y mitos diferentes. Mi dominio del espaรฑol, en el mejor de los casos, era deficiente; bรกrbaro y risible en el peor: “ni modo”. Los mexicanos fueron amables y pacientes conmigo. Pero, sobre todo, reafirmaban en mรญ ciertas nociones igualmente vรกlidas entre los inmigrantes irlandeses, italianos y judรญos con los que habรญa crecido en el lejano Brooklyn: la inmensa importancia de la familia y, por consiguiente, del trabajo; la insistencia de que hombres y mujeres deben vivir con cierta dignidad, una dignidad que poco tiene que ver con el dinero. Hasta el campesino mexicano mรกs pobre, subsistiendo con los magros frutos de una tierra indiferente, puede vivir con dignidad.
Menciono lo anterior โasรญ como mi propia educaciรณn en Mรฉxicoโ porque a quienes nos importan Mรฉxico y los Estados Unidos a veces nos desespera la versiรณn que con respecto a esa relaciรณn vemos en los periรณdicos, en las revistas o en la televisiรณn. He trabajado como periodista en Mรฉxico y durante un breve tiempo fui editor de un periรณdico en la capital y, al paso de los aรฑos, me he percatado de que el periodismo โincluido el mรญo propioโ es a menudo una herramienta burda: puede relatar hechos sin llegar a expresar la verdad; puede obviar el significado real de los sucesos; puede ignorar las facetas ocultas de una sociedad.
Por ejemplo, si lo que se conociera sobre Mรฉxico dependiera exclusivamente de nuestro periodismo, se perdonarรญa que los norteamericanos creyeran que sรณlo hay unas cuantas cosas importantes que saber: las drogas y el narcotrรกfico, el monolito no democrรกtico y sin rostro del PRI y la corrupciรณn endรฉmica. El cinismo en torno a historias como รฉstas es generalizado. En ambos lados de la frontera ha habido reportajes magnรญficos acerca de estos temas y no hay duda de que la proliferaciรณn del “narcopoder” es un hecho, que el dinero sucio estรก corrompiendo a demasiadas instituciones mexicanas, que el abuso de la droga se estรก extendiendo entre la juventud mexicana y que demasiados policรญas se han pasado del lado de los criminales. Nadie estรก mรกs preocupado por estos hechos que los propios mexicanos; no solamente los intelectuales mexicanos; no sรณlo los periodistas mexicanos jรณvenes, valientes y honestos; no sรณlo las clases medias escandalizadas, sino tambiรฉn los campesinos, los maestros rurales, los policรญas honestos โlos cuales son muchosโ, y tambiรฉn muchos polรญticos mexicanos, incluyendo un buen nรบmero de miembros del PRI.
Esta es gente que, en palabras de Camus, quiere amar tanto a su paรญs como a la justicia. No quieren tener que disculpar a Mรฉxico ante los extranjeros o ante sus hijos. Desprecian lo que en Mรฉxico se denomina la “cultura de la impunidad”. Algunos se han afiliado a los partidos de oposiciรณn; otros han optado por trabajar dentro del complejo mundo del PRI. Muchos admiten haber caรญdo en la desesperanza, pero tambiรฉn estรกn orgullosos de los grandes avances alcanzados en aรฑos recientes: el surgimiento de periรณdicos como Reforma y El Norte, el proceso de modernizaciรณn de El Universal y la presencia de La Jornada, Proceso y Letras Libres. Cuando yo era joven, en la Ciudad de Mรฉxico era inconcebible que publicaciones de este tipo salieran sin la interferencia gubernamental. Igualmente inconcebible era que estuvieran disponibles en los puestos de periรณdicos en las esquinas. A semejanza de la televisiรณn norteamericana, la mexicana estรก lejos de ser perfecta, pero los noticieros ya no son meros foros de propaganda gubernamental. Ha habido ciertamente una renovaciรณn del sistema polรญtico con pujantes partidos de oposiciรณn, las primeras elecciones primarias en la historia del PRI (de hecho, de la historia moderna) y el fin del dedazo.
Sin duda, esos cambios han sido motivo de crรญtica โen Mรฉxico y en la prensa internacionalโ, como si fueran un gran engaรฑo orquestado por hombres despiadados en cuartos llenos de humo. La prensa norteamericana es tan cรญnica como ciertos estratos de la poblaciรณn mexicana. Pero hay que decir que muchos mexicanos viven de acuerdo con lo que dijera Antonio Gramsci: “optimismo de la voluntad, pesimismo de la inteligencia”. Creo que los principales cambios son genuinos y prรกcticamente irreversibles. Quien haya estado viajando a Mรฉxico como yo lo he hecho por mรกs de cuarenta aรฑos, habrรก apreciado estos cambios por lo que son: enormes. La modernidad finalmente llegรณ a Mรฉxico y no hay marcha atrรกs.
Eso presenta otro reto para todos los que escriben reportajes sobre Mรฉxico. Los grandes periodistas de todas las nacionalidades han sido hombres y mujeres que llevan una antorcha al fondo de la cueva y reportan lo que vieron al resto de la tribu. Deben ser precisos. No deben ver un conejo y describir un dragรณn, o viceversa. A veces la supervivencia de la tribu depende de esta precisiรณn.
Por ello, sรณlo un reportero incompetente dejarรญa de informar sobre el trรกfico de drogas y la corrupciรณn. Sรณlo un reportero ingenuo dejarรญa de mantener su escepticismo; un sano escepticismo, no cinismo. Todo buen reportero y la mayorรญa de los ciudadanos saben la diferencia entre la buena oratoria y la prรกctica real. Si acaso, la empresa del reportaje deberรญa extenderse en Mรฉxico. Entre mรกs informaciรณn concreta tengamos acerca de este paรญs tan tremendamente importante, estaremos mejor nosotros en los Estados Unidos y estarรก mejor Mรฉxico.
De hecho, me gustarรญa ver equipos de reporteros mexicanos y extranjeros compartiendo algo de la tarea. Es razonable, por ejemplo, pensar que la corrupciรณn producto del narcotrรกfico no se detiene del lado del territorio mexicano. Si los traficantes mexicanos mueven sus mercancรญas al otro lado de la frontera, el sentido comรบn nos dice que el lado estadounidense de esa frontera debe estar tambiรฉn contaminado de corrupciรณn. El trรกfico de drogas es un sistema; un sistema capitalista primitivo basado en la oferta y la demanda. Les aseguro que Amado Carrillo no incursionaba por Denver y Nueva York con su arrogancia, forzando a los yuppies a punta de pistola a que inhalaran cocaรญna. Ellos querรญan la droga, estaban dispuestos a pagar por ella y esa demanda se satisfacรญa โse satisface. Las mercancรญas han estado cruzando la frontera y no se ha escrito mucho acerca de la corrupciรณn norteamericana. Casi nada se ha escrito acerca de las drogas, incluyendo mucha de la heroรญna que llega del Canadรก (sin embargo, en el Congreso de los Estados Unidos no se habla de “descertificar” a ese paรญs).
Esta incapacidad para ampliar perspectivas es lo que lleva a muchos de mis conocidos mexicanos a ver una actitud moralista de los norteamericanos hacia Mรฉxico. Algunos sospechan que esta miopรญa tiene profundas raรญces en el puritanismo norteamericano, en siglos de estereotipos raciales, en el antiguo conflicto entre el norte protestante y el sur catรณlico, y en el sentido โtal vez no conscienteโ de culpabilidad por lo que se le hizo a Mรฉxico en el siglo XIX, cuando una buena parte del paรญs fue tomada por los Estados Unidos.
Puede que haya algo de verdad en todas esas suposiciones. Ciertamente se reflejan ocasionalmente en los reportajes sobre Mรฉxico. Hace unos meses, por ejemplo, se publicรณ la noticia sobre el descubrimiento de un cementerio en el lado mexicano en el que se asumรญa que estaban los cuerpos de al menos un centenar de personas desaparecidas, presumiblemente asesinadas por narcotraficantes mexicanos. En la bรบsqueda de esos cadรกveres, investigadores norteamericanos se unieron a los mexicanos. Los encabezados de los diarios lo difundieron. La televisiรณn mostraba hombres excavando. En un capรญtulo de Nightline, Ted Koppel mencionรณ la posibilidad teรณrica de que se enviasen tropas americanas al otro lado de la frontera para eliminar a las pandillas de traficantes; el conductor sonriรณ como para indicar, con ese gesto, que dicha acciรณn nunca se darรญa, pero lo mencionรณ. Al final, se encontraron ocho cuerpos. No cien, ocho. El seรฑor Koppel, una persona por la que guardo un gran respeto, nunca ha insinuado โni siquiera teรณricamenteโ que fuerzas norteamericanas crucen la frontera con el Canadรก para eliminar a los contrabandistas de heroรญna.
Los periodistas deben continuar haciendo sus propias investigaciones por la sencilla razรณn de que la corrupciรณn que generan las drogas puede llegar a desestabilizar a Mรฉxico. El sistema de contrabando tiene un componente adicional: el trรกfico ilegal de armas hacia Mรฉxico. Nadie sabe quiรฉn llegarรก a morir por esas armas. Despuรฉs de la Revoluciรณn a Mรฉxico le llevรณ mรกs de treinta aรฑos sacar los fusiles de la vida nacional. Ahora, gracias a los norteamericanos corruptos y a sus aliados mexicanos, las pistolas estรกn volviendo a infiltrarse en la vida diaria. Los periodistas de ambas naciones deben continuar indagando sobre este trรกfico doble, no sรณlo porque la imparcialidad lo exige, sino porque cualquier desestabilizaciรณn producto de las drogas, y que se vuelve mรกs letal por las armas norteamericanas, daรฑarรญa a ambas naciones.
Pero aun esas historias distorsionarรญan la verdad de no estar enmarcadas en un contexto mรกs amplio, tanto social como cultural. Si en Estados Unidos, durante los aรฑos veinte, los periodistas extranjeros hubieran reportado solamente lo referente a Al Capone y los contrabandistas de licores, no nos hubiรฉramos enterado debidamente de algunos cambios extraordinarios: el surgimiento de una vital literatura norteamericana que incluyรณ autores tan extraordinarios como Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Sherwood Anderson y Gertrude Stein, por mencionar sรณlo algunos. No se hubiera hablado del รฉxito del cine. No se hubieran mencionado los enormes cambios debidos a los discos fonogrรกficos y el desarrollo de la radio. No se hubieran percatado del desarrollo de la aviaciรณn comercial ni de sus exponentes: Charles Lindbergh y Amelia Earhart. No se hubieran percatado del auge repentino que tuvieron los deportes masivos, desde Babe Ruth hasta Jack Dempsey. No se hubieran percatado del desarrollo creativo que tuvieron el jazz, las tiras cรณmicas y los periรณdicos de circulaciรณn masiva.
Los contrabandistas de licor fueron figuras importantes y hรฉroes populares en ciertos niveles porque desafiaron una de las leyes norteamericanas mรกs estรบpidas del siglo XX. Pero al igual que los narcotraficantes de ahora, la mafia norteamericana que se fundรณ durante la prohibiciรณn de la venta de bebidas alcohรณlicas en los Estados Unidos corrompรญa a los banqueros, a los polรญticos y a los jueces. Detentaba un poder enorme que perdurรณ mรกs de cincuenta aรฑos. Pero, nuevamente, no era todo.
De la misma manera, los traficantes de drogas en el Mรฉxico actual tampoco son todo. Los periodistas โy, mรกs importante aรบn, sus editoresโ deberรญan trabajar intensamente para colocar a las mafias dentro de un contexto mรกs amplio y deberรญan tratar de evitar los clichรฉs de reportajes anteriores. Sencillamente es por pereza que se sacan ideas fรกciles del cajรณn. Una de ellas es la que se refiere a la muerte de la Revoluciรณn Mexicana, siendo que el รบltimo tiro fue disparado hace 77 aรฑos. He venido leyendo variantes de esa historia desde los aรฑos cincuenta, pero cuando ese venerable tema surja, deberรญamos recordar que 79 aรฑos despuรฉs de nuestra propia revoluciรณn norteamericana todavรญa se permitรญa que seres humanos fueran propietarios de otros. Millones de negros americanos todavรญa eran esclavos. Fue necesaria una convulsiรณn nacional para que otros norteamericanos pudieran amar tanto a su paรญs como a la justicia. Si los viajes al extranjero nos enseรฑan algo sobre nuestro propio paรญs y los idiomas extranjeros nos enseรฑan algo sobre nuestro propio idioma, entonces lo contrario tambiรฉn deberรญa de ser vรกlido: nuestra propia historia imperfecta deberรญa formar parte del contexto cuando empezรกramos a juzgar el estado de perfecciรณn de otros paรญses.
No podemos saber, por ejemplo, cรณmo hubiera sido nuestra historia si los Estados Unidos no le hubieran robado a Mรฉxico una parte importante de su territorio durante la guerra de 1846 a 1848, una guerra que segรบn Ulysses S. Grant fue la guerra mรกs injusta que una naciรณn poderosa habรญa sostenido jamรกs en contra de una naciรณn dรฉbil (y รฉl peleรณ en esa guerra, al igual que Robert E. Lee). ยฟHubiera quedado Hollywood en Missouri? ยฟHubiรฉramos sido capaces de crear la economรญa del automรณvil del siglo XX sin el petrรณleo barato de Texas, Oklahoma y California? Nunca podremos contestar esas preguntas.
Son parte de los “quรฉ hubiera pasado si” de la historia de este hemisferio. Pero podemos tener presente que los acalorados argumentos actuales acerca de la inmigraciรณn โlegal e ilegalโ suenan raros viniendo de gente que vive en lugares denominados Los รngeles, Santa Bรกrbara, San Diego y El Paso. No nos deberรญamos enojar cuando alguien โmexicano o estadounidenseโ de vez en cuando nos recuerda que la batalla en El รlamo tuvo como motivo la esclavitud, misma que los mexicanos ya habรญan prohibido. Sus huรฉspedes inmigrantes, que habรญan aceptado ser ciudadanos mexicanos, querรญan tener el derecho de poseer esclavos en Mรฉxico desafiando la ley mexicana. Santa Anna fue un tonto imprudente en muchos casos, pero en su lucha contra los tejanos, hambrientos de esclavitud, estuvo del lado de los รกngeles. Los tejanos querรญan ser libres, bien; pero libres para ser propietarios de otros seres humanos. Y ese debate sobre los territorios conquistados โยฟlibres o esclavos?โ condujo directamente a la guerra civil.
Pero ese contexto histรณrico tambiรฉn tiene un contexto moderno. No creo que un periodista pueda realizar una cobertura completa sobre cualquier paรญs sin entender, cada vez mรกs, la cultura pasada y presente del paรญs en cuestiรณn. No se podrรญa hacer realmente un reportaje sobre Inglaterra sin leer a Dickens y Trollope, a Shakespeare y a Marlowe, junto con contemporรกneos como Ian McEwan, Martin Amis y Ted Hughes. No se podrรญa comprender realmente el sur de los Estados Unidos sin leer a Faulkner. No se podrรญa comprender a la verdadera Francia sin Balzac y Flaubert, Camus y Sartre, Descartes, Racine y Pascal.
Ningรบn corresponsal serio en el Mรฉxico contemporรกneo puede esperar comprender el contexto sin sumergirse un poco en las obras de Octavio Paz y Alfonso Reyes, Ramรณn Lรณpez Velarde y Sor Juana, รngeles Mastretta y Elena Poniatowska, Carlos Fuentes y Carlos Monsivรกis. Ese corresponsal serio en Mรฉxico no puede simplemente confiar en los cables de la AP o en los diarios matutinos; รฉl o ella deben leer a Enrique Krauze y a Josรฉ Emilio Pacheco, a Juan Rulfo y Paco Ignacio Taibo II, por mencionar sรณlo unos cuantos de los escritores que han contribuido con sus singulares obras al mosaico mexicano.
Cualquiera que estudie seriamente a Mรฉxico debe observar con detenimiento la arquitectura mexicana, desde el mรกs sencillo edificio vernรกculo de un pueblito, pasando por las obras maestras barrocas de la era colonial, hasta las obras de Barragรกn y Legorreta, para ver cรณmo vive la gente, cรณmo ha expresado sus propias visiones รญntimas del modo de existir. Nadie que estudie seriamente a Mรฉxico puede ignorar la pintura mexicana, desde figuras del siglo XIX como Hermenegildo Bustos y Josรฉ Guadalupe Posada, hasta los muralistas Rivera, Siqueiros, Orozco y Rufino Tamayo. Ni el estudioso, ni el reportero, ni el escritor deberรญan dejar de observar el gran auge de las artes visuales que tiene lugar en Mรฉxico con pintores jรณvenes que viven fuera del Distrito Federal, en Oaxaca, Zacatecas y otras ciudades. Nadie debe dejar de comprender las artesanรญas mexicanas en toda su extraordinaria variedad. Todo trabajo grรกfico nos transmite algo acerca de la รฉpoca en que fue creado y acerca de cรณmo ven los mexicanos a su paรญs y โa vecesโ al nuestro. Los editores generalmente consideran que la cultura es noticia “blanda”, pero a menudo es la noticia mรกs permanente y mรกs importante de todas. Babe Ruth fue mรกs importante que Calvin Coolidge. Ezra Pound decรญa que la literatura era una noticia que siempre era noticia. Debiรณ haber ampliado el tรฉrmino “la literatura” a un tรฉrmino mรกs amplio: el arte.
En Mรฉxico hay fuentes aรบn mรกs profundas de las que podemos aprender, especialmente los profesionales de los medios. Una de ellas es el deporte. ยฟCรณmo encaja el futbol en el patrรณn psicolรณgico de millones de mexicanos? ยฟY por quรฉ el futbol nunca se ha vuelto un deporte importante en los Estados Unidos? ยฟCuรกl es el papel que juegan el beisbol y el boxeo en Mรฉxico? ยฟQuรฉ hay de la lucha libre? El mundo de la lucha profesional es rico en muchos aspectos, pero el mรกs fascinante es el que se refiere al papel permanente de la mรกscara. Las mรกscaras ya eran parte de la vida mexicana siglos antes de que llegara el primer europeo. Cualquier buen corresponsal debe tratar de entender la funciรณn que juegan en la imaginaciรณn mexicana personajes como El Santo y Mil Mรกscaras, si es que aspira a entender por quรฉ Superbarrio se volviรณ tan importante despuรฉs del terremoto de 1985 y por quรฉ los zapatistas de Chiapas tambiรฉn han escogido la mรกscara para probar un punto polรญtico โel del anรณnimo colectivo popularโ que tambiรฉn estรก lleno de magia.
Las pelรญculas son otra fuente muy rica; desde Santa en 1931, dirigida por Antonio Moreno, pasando por las maravillosas pelรญculas de los aรฑos treinta de Fernando de Fuentes, hasta Los olvidados de Luis Buรฑuel de 1950. En ellas se puede ver cรณmo se formรณ la verdadera conciencia mexicana โen comparaciรณn con una serie de identidades regionales enlazadas unas con otrasโ y percibir algo mรกs: el Mรฉxico que sigue siendo parte de la memoria de millones de personas. Cada reportero, cada estudioso de Mรฉxico deberรญa tratar de obtener una colecciรณn completa de las pelรญculas de Cantinflas y verlas una tras otra en el orden en que se filmaron. Verรญa en cada ambientaciรณn la forma en que la Ciudad de Mรฉxico cambiรณ de 1940 a los aรฑos sesenta. La gran ciudad tan hermosa que era la regiรณn mรกs transparente. Entenderรญa por quรฉ tantos mexicanos de cierta edad ven con coraje la ciudad actual y aรฑoran un pasado que no volverรก. El estudioso podrรญa ver las pelรญculas maravillosas de Pedro Infante y entender por quรฉ Mรฉxico llorรณ tanto cuando muriรณ en un avionazo en 1957. Verรก a Dolores del Rรญo en Marรญa Candelaria (con el asombroso Pedro Armendรกriz) o a Marรญa Fรฉlix en Rรญo Escondido, o a Arturo de Cรณrdova en รl, de Buรฑuel; y entenderรญa lo que significa para los mexicanos la รpoca de Oro del cine mexicano. Si sรณlo hubieran estado en francรฉs, estas pelรญculas serรญan tan famosas hoy en dรญa como cualquiera de las clรกsicas del cine universal.
La forma mรกs poderosa de entender a los mexicanos y a Mรฉxico es la mรบsica popular. Algunas canciones les llegan al corazรณn a todos los mexicanos โy a muchos de nosotros que tuvimos la suerte de escucharlas cuando รฉramos jรณvenes. No me refiero a la mรบsica clรกsica de Chรกvez, Ponce o Revueltas, por exquisita que sea. Me refiero a la mรบsica que se escucha en las cantinas, en las cocinas, en los camiones y en el trabajo; en los entierros y en las bodas. Todavรญa me dan ganas de llorar cuando escucho cรณmo se le rompe el corazรณn a Lucha Reyes cuando canta, como una premoniciรณn de su suicidio. No me imagino que mi vida hubiera sido igual sin la mรบsica de Cuco Sรกnchez o de Josรฉ Alfredo Jimรฉnez, de Agustรญn Lara o Los Panchos, de รlvaro Carrillo y Los Tres Caballeros con Chamรญn Correa. Esta mรบsica todavรญa provoca nostalgia en millones de mexicanos (y en otros hispanohablantes), porque trae a la memoria su juventud y la รฉpoca en que escucharon esas palabras por primera vez; cuando necesitaban que la mรบsica los consolara para sobrellevar tiempos difรญciles o para articular sentimientos para los que todavรญa no tenรญan palabras con quรฉ expresarlos. La mรบsica popular โdesde Edith Piaf hasta Frank Sinatraโ tiene aquรญ ese poder.
La mรบsica tambiรฉn es un aparato de mediciรณn. Es la forma de fijar el tiempo y el espacio. Cuando se trata de entender la tristeza actual de los neoyorquinos y de los mexicanos โque se expresa con frases como “este lugar ya se fue a la goma”โ siempre se debe preguntar: ยฟcomparado con quรฉ? Algunas personas empezarรกn a tararear, porque la mรบsica es un componente especial de la memoria humana. Las canciones populares clรกsicas del pasado mexicano han vuelto a revivir en los difรญciles รบltimos cinco aรฑos interpretadas por Luis Miguel. รl tratรณ a las canciones con respeto. No intentรณ convertirlas en una nueva y horrible forma de mรบsica pop; no las echรณ a un lado con ironรญa. Dijo, por la forma en que las cantรณ, que la gente que hace tiempo amรณ esas canciones no estaba equivocada. A travรฉs de sus versiones de esas canciones, la juventud ha podido aรฑorar una รฉpoca que nunca conociรณ, mรกs sencilla, mรกs segura; y los viejos han podido recordar lo que fue ser jรณvenes. En ese sentido, Luis Miguel acercรณ a las generaciones de una manera que ningรบn polรญtico ni escritor habรญan podido. Y para cualquier corresponsal deberรญa ser una obligaciรณn explicar a sus lectores en otro paรญs no solamente cรณmo mueren los mexicanos o cรณmo votan o cรณmo el sistema abusa de ellos, sino quรฉ los emociona y los alivia. Si escriben acerca de Luis Miguel deben ir mรกs allรก de su รฉxito y de cuรกnto dinero gana y de sus amorรญos; tratar de entender cuรกles han sido las fibras sensibles que ha tocado en el alma mexicana. Ese tema es digno de periodismo. Es mucho mรกs importante que la reciente batalla interna en el PRI o el proceso penal contra algรบn banquero.
Eso es a lo que, en forma escueta, me refiero por contexto. Cualquier estadounidense que vaya a Mรฉxico debe tratar de penetrar y comprender la cultura que ha producido tantos seres humanos extraordinarios. Me refiero a todos los estadounidenses, desde luego a los periodistas, pero tambiรฉn a los hombres de negocios, diplomรกticos, aun a los agentes policiacos y a los espรญas (cuando yo era joven, E. Howard Hunt trabajaba en la Embajada de Estados Unidos, donde todos tenรญamos cabida), pero espero que los turistas serios hagan lo mismo. Hay mรกs acerca de Mรฉxico que bellas playas y margaritas. El turista serio puede leer antes de viajar. Leer las novelas, la poesรญa y la historia; cuando estรฉ de regreso, recordarรก que el hombrecito callado que trabaja en aquella tienda de abarrotes de Nueva York o en ese taller inhumano, desciende de gente que construyรณ grandes civilizaciones. Los arquitectos de Chichen Itzรก y Monte Albรกn, los muralistas de Palenque, los mayas, olmecas y aztecas, todos se parecรญan a esa gente heroica y digna que ha llegado a vivir entre nosotros en cantidades mayores que nunca antes, enriqueciรฉndonos como nos han enriquecido tambiรฉn en Mรฉxico.
Recuerdo claramente que una noche sofocante de agosto, cuando tenรญa doce aรฑos, me pareciรณ oรญr sollozar a mi padre en la oscuridad de nuestro departamento de vecindad en Brooklyn. รl habรญa emigrado de Irlanda y no habรญa concluido la instrucciรณn primaria; mi abuela habรญa firmado su acta de nacimiento con una “X”. Cuando mi padre tenรญa 23 aรฑos habรญa perdido una pierna jugando futbol en las ligas de inmigrantes aquรญ en Nueva York; es decir, jugando el juego de la madre patria. Pero en esa noche de agosto no estaba llorando por nada de eso y, ciertamente, no lo consumรญa la autocompasiรณn. El dolor en el muรฑรณn de su pierna era demasiado para รฉl, pues su esfuerzo diario lo hacรญa de pie, sobre pisos de concreto y en una fรกbrica que no tenรญa aire acondicionado. La piel de su muรฑรณn โlo que quedaba de su pierna de oroโ estaba ampollada, en carne viva, y le dolรญa. Mi madre se acercรณ a รฉl con hielo y consolรกndolo le dijo “no pasa nada, Billy, no pasa nada” hasta que รฉl volviรณ a dormirse. Al dรญa siguiente regresรณ, como siempre, a su trabajo.
Me acordรฉ de รฉl la primera vez que fui a Mรฉxico, cuando vi a tanta gente trabajando tan duro y en ellos reconocรญ la vida de mi propio padre. Tengo la certeza de que en algรบn lugar, hoy en la noche, un padre mexicano va a llorar incontrolablemente en la oscuridad, mientras uno de sus hijos lo habrรก de escuchar. Llorarรก en algรบn pueblo fronterizo de maquiladoras. Llorarรก en Guanajuato o en Veracruz, en Los รngeles o en Queens o en Chicago. Se levantarรก en la maรฑana y se irรก a trabajar. El niรฑo o niรฑa que escuchรณ su llanto se prometerรก honrar ese dolor. Honrarlo todos los dรญas de su vida. Por eso creo firmemente que honramos a nuestra propia gente cuando honramos a los que reciรฉn han llegado. Aquellos de nosotros que hemos trabajado en los medios, desde los dรญas de la mรกquina de escribir mecรกnica hasta el valiente mundo nuevo de Internet, debemos recordar que estamos involucrados en una empresa que es, tambiรฉn, finalmente, รฉtica. Podemos prometer no aumentar la estupidez del mundo. Estemos o no en los medios, deberรญamos ser capaces de decirle a cada mexicano pobre que llega a este paรญs: gracias por venir. Gracias por recordarnos quiรฉnes somos. La historia de nuestros padres y abuelos nos dice: el dolor pasarรก. Cuando algo de este dolor presente pase, aquรญ y en Mรฉxico, sรฉ lo que sucederรก despuรฉs. Lo sรฉ como sรฉ que el sol saldrรก maรฑana.
Traducciรณn de Liรฉbano Sรกenz Ortiz.
Fragmento del texto presentado en la conferencia Images of Mexico in the US Media en Nueva York, que tuvo lugar los dรญas 3 y 4 de febrero de 2000, organizada por La Divisiรณn Internacional del Centro para el Estudio de los Medios, el Instituto de Estudios Latinoamericanos e Ibรฉricos de la Escuela de Asuntos Pรบblicos e Internacionales de la Universidad de Columbia y por el Instituto Cultural Mexicano de Nueva York.
(1935-2020) fue un periodista, novelista, ensayista, editor y educador estadounidense.