A los protagonistas de quizรกs el cuento mรกs famoso sobre casas les gustaba su hogar porque, aparte de amplio, era el sitio donde guardaban las memorias familiares. Asรญ lo dice la primera lรญnea del relato. Espacio y contenciรณn podrรญan ser, pues, las dos generalidades necesarias โaunque quizรก no suficientesโ sobre las que se construye una casa. Basta algรบn hueco separado del mundo y lo suficientemente tozudo como para resguardar el botรญn simbรณlico de una vida. No es un lugar sencillo, sin embargo, ni es unรญvoco: se contradice, es siniestro al tiempo que es remanso; incita al descanso y al terror. Pasa tambiรฉn que con la casa viene aparejada la amenaza de perderla. La solidez del inmueble es a su vez la fragilidad de su constancia: parece mucho mรกs sencillo perder las pertenencias mรกs menudas y efรญmeras que las rotundas. No serรก revelador para nadie decir que lamentablemente el gozo de Irene y su hermano durรณ poco y terminaron echando llave por fuera a una casa tomada.
La pรฉrdida del hogar, asรญ de explรญcita, no figura entre las siete tramas bรกsicas que Christopher Booker propuso en 2004 ni en el manual que pergeรฑรณ Wycliff Aber Hill en 1919 para los aspirantes a guionistas. Aun asรญ, no es difรญcil estimar la importancia dramรกtica no solo del desarraigo sino tambiรฉn del lugar en sรญ. Dos novelas grรกficas, de dos artistas distintos y publicadas con algunos aรฑos de diferencia entablan โe incitanโ a realizar eso que tan poco hacemos y tan obvio parece: pensar lo dado.
Marรญa Luque hizo una novela grรกfica, Casa transparente (Sexto Piso, 2017), que le valiรณ el primer Premio Novela Grรกfica Ciudades Iberoamericanas. Una novela grรกfica que, en este caso, registra los episodios de un personaje femenino homรณnimo que trabaja cuidando casas ajenas: sin una propia, va de ciudad en ciudad viviendo en casas que sus amigos dejan vacantes cuando salen de viaje.
Richard McGuire, en su novela Here (Pantheon Books, 2014), expandiรณ la idea que ejecutรณ en seis pรก- ginas para la histรณrica antologรญa de cรณmics Raw, en 1989. En esta reela- boraciรณn, el rincรณn de una casa โla sala de su infancia, mรกs o menosโ es el punto focal y fijo por el que transcurren acontecimientos separados por cientos, miles de aรฑos en todas direcciones y de manera simultรกnea. Mencionadas asรญ las tramas, es claro el aire de familia y la cercanรญa gratificante de ambas obras. Es innecesario por evidente enlistar elogios a las virtudes de los dos libros. Son inescapables los mรฉritos y por lo mismo resultarรญa chocante nada mรกs aรฑadirle estrofas a la hipรฉrbole. Mejor considerar en paralelo una inquietud compartida.
El imperativo del progreso, por lo menos en Hispanoamรฉrica, ubica la adquisiciรณn de propiedades, y en particular de bienes raรญces, como una meta urgente para los adultos jรณvenes. Transformarse en propietaria es seรฑal de una vida encaminada, salutรญfera. La artista argentina trastoca este mandato y al hacerlo abre una gran cantidad de posibilidades en cuanto a las distintas confecciones del hogar. Porque la casa estรก perdida por voluntad y eso la coloca en un sitio marginal, difรญcil de explicar. โNo tiene casa porque es pobreโ, dice una madre a su hija en una de las visitas iniciales a Buenos Aires. Hogar es, valga la frase algo manida, el espacio donde se resguardan los afectos. Y las ciento y tantas pรกginas de la novela dejan claro que ese espacio es dรบctil, portรกtil, mรณvil. Sin ser
una oda al equipaje ni a la vida desa- pegada sรญ lo es a la cercanรญa afectiva con las personas que rodean a la protagonista. Una casa imaginaria, hecha de retazos de otras casas, bien podrรญa redundar en un solipsismo con un guiรฑo a lo misรกntropo. Y Casa transparente es lo contrario: es optimista, es esperanzada. Ademรกs los trazos de Luque tienen un toque de memorialista. Son casi los de un exvoto. El รกngulo desde el que se miran los planos mรกs abiertos se repite y lleva a quien los lee a sumarlos en una evocaciรณn milagrosa. El color se desborda porque la memoria nunca es fรกctica. El suyo no es un trazo estenogrรกfico: mรกs bien es el incierto borde del plumรณn, el color poroso del lรกpiz รญntimo.
McGuire se las ingenia para reventar por dentro la memoria de la casa. Confesada influencia del sistema operativo Windows para PC โvisible en los pop-ups de otras vidas que aparecen en sus recuadrosโ, Here nos convida a una mudanza interminable: el sitio estรก ahรญ, disponible, y gracias a un desborde tรฉcnico que no escatima recursos โimรกgenes vectorizadas, trazos titubeantes, simples explosiones de color, y otras muy precisas recalibraciones de negativosโ se va poblando de hechos pretรฉritos, o por venir. Cada spread del libro sirve como marco, y la sucesiรณn de vistazos al mismo rincรณn โa veces un futuro casi Verne y otras el paisaje glacial previo al Homo sapiensโ desarma la casa hasta su mรญnima expresiรณn. Sin trama patente, cada detalle revela ese locus como lo que es, solo un punto en el universo: el espacio en el que se resguardan los recuerdos. Lo que Luque transparenta en experiencias colectivas, McGuire multiplica al punto de negarle existencia si no es como memoria. Las fotografรญas dirรกn que las cosas fueron como nadie las recordaba y las manadas de bรบfalos que atravesaron aquel sitio no habrรก quien las tenga registradas. Sin embargo quรฉ es la sala sino ese condensado inalcanzable de presentes. Here, de alguna manera, nos los pone a mano.
Es por todos sabido que la memoria es fรกbula. Recordar es mentir, dirรก un bolero cientรญficamente preciso. Lo sabemos, nos sucede, y nos seguirรก sucediendo: los bordes se hacen frรกgiles, los colores estallan, cambian, las palabras van mutando de sentido y de intenciรณn, el sonido se quiebra y se extiende. Lo que antes era convicciรณn, ahora es certeza personal y no tarda en volverse incertidumbre, duda, y finalmente olvido. En el trayecto hacia esa nada hacemos cosas. Marรญa Luque y Richard McGuire, por ejemplo, hicieron una novela grรกfica. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.