Ucrania y la guerra justa

ยฟPodemos hablar de โ€œguerras justasโ€? Casi todas parecen injustificadas y algunas pocas, a pesar de tener causas legรญtimas, se libran con mรฉtodos cuestionables. Hoy dรญa, acaso la resistencia de los ucranianos ilustre, como ningรบn otro ejemplo, un enfrentamiento justo por las razones correctas.
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La vida, segรบn la gran frase de Kierkegaard, solo puede entenderse en retrospectiva, pero ha de vivirse prospectivamente. Al rememorar la mรญa me parece que los 32 aรฑos transcurridos entre mi madurez y mi vejez comenzaron como testigo de una guerra justa, en Bosnia, hasta hoy que rindo testimonio de otra, en Ucrania, pasada mi sรฉptima dรฉcada. Cumplรญ cuarenta aรฑos en el otoรฑo de 1992 observando con otros periodistas la evacuaciรณn de los prisioneros de Trnopolje, uno de los campos del archipiรฉlago concentracionario que los serbios habรญan establecido al norte de Bosnia en aquel verano y que ya entonces estaban cerrando. Y he pasado buena parte de mis setenta y ahora tambiรฉn de mis 71 aรฑos en una segunda guerra justa: Ucrania.

Sobra decir que no la habrรญa adjetivado asรญ cuando lleguรฉ a Bosnia a finales del verano de 1992, pues ignoraba tantas cosas del lugar al que me dirigรญa que en mi propuesta a la revistaย The New Yorker, la cual me enviaba allรญ por primera vez, aludรญ a mi intenciรณn de informar sobre la โ€œhigiene รฉtnicaโ€. Si bien pronto quedรฉ convencido, tanto por lo vivido como por lo que pude aprender sobre el trasfondo del conflicto, de que la moralidad de la guerra quedaba clara โ€“los bosnios eran las vรญctimas y los serbios y, en menor medida y de un modo mรกs ambiguo, los croatas, los victimariosโ€“, todavรญa no contaba con un lenguaje de alcance intelectual y filosรณfico que me permitiera justificar dicha convicciรณn con seriedad. No me enfrasquรฉ a fondo en ese lenguaje hasta mediados y finales de los noventa, en cuanto la contienda de Bosnia hubo llegado a su lamentable tรฉrmino, cuando comencรฉ a leer sobre la doctrina catรณlica de la guerra justa, la cual, al menos para todo aquel que no sea pacifista, se presenta como el argumento moral mรกs profundo sobre la guerra para quienes creen que estas a veces son necesarias.

Sumariamente expuesta, la doctrina de la guerra justa, que se deriva tanto de las obras de san Agustรญn como de las de santo Tomรกs de Aquino, sostiene que para que una guerra lo sea deben cumplirse cabalmente dos principios. El primero, denominado jus ad bellum, afirma que una guerra debe tener una causa justa, mientras que el segundo requisito, jus in bello, exige que los medios con los que se libra sean asimismo justos. Este segundo principio es en muchos sentidos el mรกs importante. Pues si bien es relativamente fรกcil pensar en guerras sostenidas por una causa justa โ€“y la mayorรญa de las guerras son meramente injustas y punto: conflictos entre dos grupos de cerdos en los que la solidaridad moral se dispensa a las vรญctimas y no a alguno de los beligerantesโ€“ pocas se han librado con justicia.

Para ello esta doctrina catรณlica establece un umbral muy alto. En primer lugar, en la prรกctica, si no del todo en la teorรญa, solo las guerras en legรญtima defensa son justificables, lo que supone, por presentar un caso extremo, que una librada para abolir la esclavitud en otro paรญs probablemente no se considerarรญa justa, aunque se emprendiera con la mรกs noble de las intenciones. Tambiรฉn se precisa del previo agotamiento de todo esfuerzo realista de paz y de que ninguna potencia exterior proteja a un paรญs de una agresiรณn. Es decir, la guerra debe ser siempre el รบltimo recurso. E incluso si se cumplen estos criterios, su legitimidad moral depende de otras estrictas condiciones. Como establece el catecismo, estas son: en primer lugar, que โ€œel daรฑo infligido por el agresor a la naciรณn o a la comunidad de naciones debe ser duradero, grave y ciertoโ€; en segundo lugar, que โ€œtodos los demรกs medios para ponerle fin deben haberse mostrado impracticables o ineficacesโ€; en tercer lugar, que โ€œse reรบnan las condiciones serias de รฉxitoโ€; y en cuarto lugar, que โ€œel empleo de las armas no entraรฑe males y desรณrdenes mรกs graves que el mal que se pretende eliminarโ€.

Este รบltimo punto es crucial, tanto en la vindicaciรณn moral de determinadas guerras como en los estrictos referentes que se establecen para dicha vindicaciรณn. Pues toda justificaciรณn moral de la guerra que no conceda desde el principio que esta es un mal no merece ser considerada con seriedad. Ello se debe a que incluso la mรกs justa librada con el pertinaz esfuerzo de evitar la masacre de inocentes causarรก inevitablemente la masacre de inocentes. Esta no es una consecuencia posible sino inevitable de todas las conflagraciones, tanto justas como injustas, lo cual confiere a los argumentos pacifistas su fuerza moral. Pero para quien no es pacifista se impone justificar los motivos por los cuales esas pocas guerras que creemos que se libran por una causa justa pueden calificarse de ese modo.

Siguiendo los criterios expuestos, pocas los cumplen. El ejemplo evidente es la actual guerra en Gaza. Son muchos los argumentos que pueden esgrimir tanto los que apoyan a Palestina como los que apoyan a Israel de que sus respectivas causas son justas. Pero es casi imposible argumentar con seriedad que cualquiera de los dos bandos estรก librando la guerra con justicia. Aunque tampoco es posible afirmar con rigor que quienes libran una guerra justa no causarรกn el mal, y esta doctrina catรณlica no exige nada al respecto, salvo insistir en que el mal y el desorden causados por los justos no deben ser mayores que el mal al que se resiste. Y es evidente que determinarlo no es tarea de ningรบn modo simple. El caso clรกsico de ello es la decisiรณn estadounidense de lanzar las bombas nucleares que en 1945 arrasaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Quienes justificaron la acciรณn adujeron que pondrรญa fin a las hostilidades y, por tanto, se salvarรญan mรกs vidas de las aniquiladas. Quienes aborrecen dicha conclusiรณn sostienen que causรณ un mal mayor que el que se pretendรญa eliminar.

He tenido la buena fortuna de no enfrentarme a semejante dilema รฉtico. Pues tanto en el caso de Bosnia entre 1992 y 1995, como en el de Ucrania desde el comienzo de la invasiรณn a gran escala el 24 de febrero de 2022, quienes defienden a esos paรญses asediados tienen el derecho moral de su lado, y su posiciรณn ha sido tan moral como inmoral ha sido la de sus enemigos. Repito, esta afirmaciรณn no pretende hacer pasar por santos ni a los bosnios ni a los ucranianos, si bien ha habido muchas ocasiones, como en el caso de los campos de concentraciรณn serbios en el norte de Bosnia o de las fรกbricas de tortura establecidas por los rusos en Bucha durante el tiempo que ocuparon esa ciudad martirizada, en que la monstruosidad de los serbios y de los rusos que intentaban destruirlos pareciera confirmarlo.

A pesar de todos los rigores que supone el intento de rendir testimonio en Bosnia entonces y en Ucrania actualmente, en el plano moral es una tarea fรกcil. En estos 32 aรฑos he presenciado muchas conflagraciones como periodista y escritor, y la mayorรญa confirman la concepciรณn humanitaria y โ€œhumanitaristaโ€ del mundo, es decir, de que las guerras en cuestiรณn nunca debieron suceder, de que en un mundo mejor que el actual quienes las causaron no serรญan considerados lรญderes sino enemigos de la raza humana, y de que la solidaridad solo deberรญa dispensarse a las vรญctimas. Pero la triste verdad, demostrada una y otra y otra vez, de Sudรกn a Myanmar, de Kiev a Gaza, de la Repรบblica Democrรกtica del Congo a Yemen, es que, si bien hubiera deseado darles la razรณn a mis amigos del รกmbito de los derechos humanos afirmando que habรญamos pasado del orden westfaliano de los Estados naciรณn y la realpolitik a un nuevo orden internacional de derechos, todo lo dolorosa y exasperantemente despacio que se quiera, lo cierto es que en realidad estas ideas basadas en una comunidad internacional de instituciones funcionales y de valores morales compartidos yacen ahora enterradas bajo los escombros de las esperanzas de medio siglo.

Pero el hecho de que casi todas las guerras sean injustas, y de que incluso otras libradas en nombre de causas justas se sostengan injustamente y, en lo personal, parezcan frustrar todo esfuerzo por elegir un bando, no supone que no haya guerras justas. Y en nuestro tiempo Ucrania es una de ellas, al igual que, me parece, lo fue la independencia de Bangladesh en los aรฑos setenta y la lucha militar del Congreso Nacional Africano en los ochenta. En el primer caso, los elementos exigidos por el catecismo para poder calificarla asรญ se han cumplido en su totalidad. Por un lado, que el daรฑo que pretende causar el invasor sea โ€œduradero, grave y ciertoโ€ es incuestionable. Los rusos niegan incluso la existencia de Ucrania como naciรณn (la โ€œsupuesta Ucraniaโ€ es la manera en que se refieren al paรญs en la televisiรณn rusa), como cultura (la cultura ucraniana es solo una parte รญnfima de la cultura rusa, del ruski mir, โ€œel mundo rusoโ€) y como identidad (โ€œlos ucranianos son rusos hechizadosโ€ es la manera en que un popular comentarista ruso lo formula a menudo).

Para decirlo sin ambages, a fin de que Ucrania exista debe resistir.

En segundo lugar, el daรฑo causado por el agresor se estรก demostrando todos los dรญas en Ucrania. La prรกctica bรฉlica rusa consiste en la destrucciรณn de todo a su paso. Asรญ hizo el ejรฉrcito de Putin en Grozni en 2001: una devastaciรณn que dos aรฑos despuรฉs llevรณ a las Naciones Unidas a designar a la capital chechena como โ€œla ciudad mรกs destruida de la Tierraโ€. Es el mismo mรฉtodo que el ejรฉrcito empleรณ en Alepo en 2016. Y el que Rusia perpetrรณ en la ciudad ucraniana de Mariรบpol en 2022. Si suficientes defensas aรฉreas no llegan a tiempo a los ucranianos no hay razรณn para suponer que Jรกrkov, solo superada por Kiev en extensiรณn, no sufrirรก al cabo la misma suerte. Es lo que claman cada noche los instigadores de la televisiรณn rusa y, como se trata de lo que Rusia ha cometido antaรฑo en otros lugares, solo un necio no darรญa crรฉdito a su palabra.

Un tercer requisito de la doctrina catรณlica de la guerra justa es que todos los medios distintos a la agresiรณn hayan resultado impracticables o ineficaces. Y hay quienes sostienen que Ucrania podrรญa haber cedido mรกs a Rusia en las negociaciones previas a la invasiรณn a gran escala. Pero las cesiones consistรญan fundamentalmente en que Ucrania aceptara la recolonizaciรณn rusa o, mรกs bien, su reabsorciรณn en el ruski mir. Quien dude de ello ha de leer el escrito de Vladรญmir Putin โ€œSobre la unidad histรณrica de rusos y ucranianosโ€, que dio a conocer en julio de 2021. Ucrania y Rusia, afirma, son esencialmente โ€œpartes del mismo espacio histรณrico y espiritualโ€, y el nacionalismo ucraniano no es mรกs que un esfuerzo por โ€œsembrar la discordia entre los pueblos, siendo el objetivo primordial dividir y luego enfrentar a las partes de un mismo pueblo unas contra otrasโ€.

Los que sostienen que Ucrania debiรณ ser mรกs conciliadora con Rusia incurren en lo que se denomina, en primero de filosofรญa, un error categorial. Porque el asunto fundamental nunca fue la inquietud rusa por la expansiรณn de la OTAN, ni mucho menos los derechos de los rusoparlantes en Ucrania. Sino el derecho de Ucrania a existir. Pues, en lo que respecta a Putin, la naciรณn ucraniana es por definiciรณn un proyecto antirruso. Y no se puede negociar con un adversario que niega la existencia, la legitimidad del proyecto nacional y la validez de la identidad cultural del otro. Si bien es cierto que, entre la independencia formal de Ucrania en 1991 y lo que los ucranianos llaman la Revoluciรณn de la Dignidad en 2014, Rusia estaba dispuesta a aceptar la existencia de una Ucrania formalmente independiente siempre que se entendiera como sometida a Rusia. Pero cuando los ucranianos optaron por la independencia real, lo que pretendรญa la revoluciรณn de 2014 en el Maidรกn, Rusia se anexionรณ Crimea y luego optรณ por la guerra, primero limitada al este. Y como Ucrania no se doblegรณ, Putin optรณ por la invasiรณn a gran escala de febrero de 2022.

La resistencia de Ucrania contra esta invasiรณn ha sido heroica; ha sorprendido al mundo, quizรกs incluso a los propios ucranianos. Pero ยฟpuede mantenerse? La respuesta sin rodeos es que, en este momento, resulta imposible saberlo. Porque aรบn estamos inmersos en la proverbial โ€œniebla de la guerraโ€ de Clausewitz. Pero en lo que respecta al cumplimiento del tercer requisito de la doctrina catรณlica, segรบn la cual para que una guerra sea justa el bando justo debe tener una posibilidad razonable de prevalecer, ya no persiste duda alguna. Ucrania ha demostrado que puede ganar, siempre que obtenga el armamento necesario para ello. En suma, si algรบn conflicto moderno puede denominarse justo, es la guerra de Ucrania contra la determinaciรณn de Vladรญmir Putin de ejemplarizar al paรญs, mientras continรบa con su proyecto de restaurar el Imperio ruso. La amarga ironรญa es que, mientras el caso de Ucrania valida esta doctrina catรณlica, la propia Iglesia catรณlica parece empeรฑada en repudiarla.

Esta sigue siendo, por supuesto, parte del catecismo y, por tanto, aรบn ostenta autoridad doctrinal. Pero los jerarcas de la Iglesia, empezando por Pรญo XII en las dรฉcadas de 1940 y 1950, siguiendo con Juan XXIII con su encรญclica Pacem in Terris de 1963, y ahora y de un modo mรกs explรญcito y frontal con los comentarios del papa Francisco sobre la guerra rusa contra Ucrania, han puesto en entredicho su relevancia. Pรญo XII defendiรณ el desarrollo de armas nucleares. En 1953, al tiempo que afirmaba que en principio las naciones tenรญan derecho a combatir para defenderse de una agresiรณn injusta, el desarrollo de las armas nucleares suponรญa que los daรฑos causados por las hostilidades podรญan ser tan extensos que ya no serรญan comparables a los causados por la tolerancia de la injusticia. En tal caso, subrayรณ, โ€œes posible que nos veamos obligados a sufrir la injusticiaโ€. Francisco ha ido mucho mรกs lejos. โ€œYa no podemos pensar en la guerra como soluciรณnโ€, insistiรณ en respuesta a las peticiones de que apoyara la causa ucraniana, โ€œdebido a que los riesgos probablemente siempre serรกn superiores a la hipotรฉtica utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difรญcil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible โ€˜guerra justaโ€™ [las simbรณlicas comillas son del propio Francisco]โ€. En cambio, Francisco exigiรณ: โ€œยกNunca mรกs la guerra!โ€

Es imposible conocer el grado de influencia de la perspectiva peronista argentina de izquierdas del propio Francisco en su arraigado antiamericanismo y por ello en su indulgencia hacia regรญmenes contrarios a Estados Unidos, entre ellos el de la Rusia de Putin. Pero al menos la oposiciรณn de Pรญo XII a la doctrina de la guerra justa afrontรณ la injusticia que producirรญa descartarla. Francisco no ha mostrado nunca la voluntad de asumir las consecuencias de su postura. Proferir simplemente โ€œNunca mรกs la guerraโ€ cuando, precisamente, a lo largo y ancho del mundo, de Ucrania a Sudรกn y de Gaza a Myanmar, las rejas de los arados se estรกn transformando en espadas a una velocidad de mach 2, mientras Ucrania estรก siendo arrasada paso a paso, frรญa y deliberadamente por las fuerzas armadas de la Federaciรณn Rusa, no es una posiciรณn proba, sino mรกs bien, en su voluntario rechazo a reconocer el aquรญ y el ahora, poco mรกs que palabrerรญa utรณpica, oculte o no motivaciones mรกs detestables, como se inclinan a pensar los ucranianos; un parecer que en buena medida comparto.

Cuando viajรฉ a Bosnia en 1992, mi intenciรณn era estar dos semanas, y terminรฉ quedรกndome casi tres aรฑos. Permanecรญ allรญ porque, si bien entonces aรบn ignoraba, repito, la doctrina catรณlica de la guerra justa, me parecรญa que la causa bosnia lo era. Desde entonces, he informado sobre muchos conflictos: Ruanda, Sierra Leona, Sudรกn, Israel-Palestina, Irak y Afganistรกn, por mencionar solo unos cuantos. Al cabo, la vejez sobrevino y, cuando me di cuenta de que ya no podรญa seguir corriendo, me quitรฉ la vestimenta de corresponsal de guerra. Lo que menos quiero es que un joven de veintidรณs aรฑos reciba un disparo en el pulmรณn porque estoy demasiado artrรญtico para trepar por una trinchera o para precipitarme por un campo. Pero entonces sobrevino Ucrania. Y al igual que ocurriรณ en Bosnia, para mรญ Ucrania resultรณ moralmente prรญstina, aunque por supuesto sepa que en la conflagraciรณn incluso el bando justo cometerรก acciones terribles. Asรญ que he vuelto al mundo de la guerra, exponiendo el cuello, ya muy artrรญtico, por la causa de Ucrania, y confiando en que serรฉ mรกs รบtil y menos una carga para los ucranianos.

Hacemos lo que se nos da bien. No hay mayor satisfacciรณn, al menos yo no conozco otra. Y sรญ, por supuesto, ya soy demasiado viejo para este modo de vida. Pero en cierto sentido ello la hace aรบn mรกs preciada. Y como la vejez ha llegado, se supone que, en todo caso, la muerte estรก a la vuelta de la esquina. La gente de Ucrania me pregunta a menudo: โ€œยฟPor quรฉ vienes aquรญ?โ€ A lo que siempre respondo que se trata de un privilegio. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Aurelio Major.

ยฉ2024 Publicado con permiso de The Wylie Agency.

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David Rieff es escritor. En 2022 Debate reeditรณ su libro 'Un mar de muerte: recuerdos de un hijo'.


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