La crítica en México: un quiebre generacional

Tres destacadas autoras conversan sobre cómo las nuevas generaciones se relacionan con la crítica literaria, de artes visuales y de cine.
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Las nuevas generaciones parecen estar modificando las formas en que se lleva a cabo el ejercicio de la crítica en las disciplinas artísticas. Se enfrentan al uso de nuevas tecnologías y a un palpable cambio en los temas de interés. ¿Los jóvenes son más receptivos o renuentes a la crítica? ¿Cuáles son sus nuevos enfoques? En el siguiente diálogo tres destacadas autoras conversan sobre cómo las nuevas generaciones se relacionan con la crítica literaria, de artes visuales y de cine.

La crítica y la nueva generación

Liliana Muñoz (LM): Hay una diferencia entre ejercer la crítica y criticar. Creo que ahora hay más rudeza y atrevimiento a la hora de dar una opinión. En las redes sociales, esas opiniones suelen ser menos fundamentadas que la crítica literaria que se ejerce en otros medios y revistas. En las redes la mayoría de la gente se ancla a una sola verdad –la propia– y son más renuentes a aceptar lo que se aleja de su idiosincrasia. Me parece que la posición del crítico es ser un experto en su área y fungir como una especie de hereje: alguien que aleja del dogma. En el sentido originario de la palabra hereje, es una persona que elije y que decide ir a contracorriente o con la marea del zeitgeist. Es un diálogo bidireccional con la obra de arte y con el lector. El crítico está justo en medio del lector y de la obra.

Natalia Durand (ND): El cine, a diferencia de otras artes y por culpa de las plataformas de streaming, hoy se hace omnipresente. Por ello se escribe mucho sobre cine, pero eso no significa que siempre haya crítica. A causa del auge de las plataformas pareciera que la atención está focalizada en los estrenos (y su publicidad). La crítica, entonces, suele estar emparentada con el periodismo y su necesidad casi patológica de presente. Pero yo creo que nuestro tiempo se diferencia radicalmente del pasado en el acceso a internet: por eso yo levanto la voz para decir ¡viva la cultura libre!, porque abre una puerta inmensa para que las críticas y los críticos inventen sus propias agendas de investigación-creación, sus propias genealogías y palimpsestos de temporalidades, lejos de ese imperativo de la novedad. En ese sentido, concuerdo con la figura del hereje, como un personaje lejos del paradigma dominante.

María Olivera (MO): Desde las artes visuales, reconozco que hay un quiebre generacional entre los artistas que en los noventa ya tenían producción artística y además publicaban revistas independientes como CasperAlegríaCaín y otros folletos de crítica de arte. Esa es la generación que ahora sostiene que ya no hay un ejercicio de crítica. Nadie dio verdadero seguimiento a sus publicaciones, por lo que muchos entienden esto como una supuesta muerte de la crítica. Las generaciones más jóvenes, en cambio, están conscientes de que el ejercicio crítico se ha movido de espacios: ahora no tenemos nada más una crítica erudita que aparece en revistas o medios especializados, sino que está en otros nichos y otros soportes.

El foco de la crítica: ¿aspectos formales o contenidos sociales?

LM: En Criticismo sacamos un número, un tanto polémico, que en un guiño a Gide titulamos “Por una literatura inmoralista” y en el cual buscamos la libertad de ejercer una crítica que no fuera forzosamente con el zeitgeist. Como críticos, nos negamos a ser campeones morales a propósito de determinados temas –la migración, las enfermedades mentales, etc.– que, para bien y para mal, terminan por convertirse en fenómenos hiperventas. No necesariamente todos esos libros van a ser buenos en términos estrictamente literarios, de prosa o ejecución. Desde luego que habrá muchos interesantes, pero a mí lo que me asusta un poco es esa mirada homogénea y totalizadora sobre un puñado de temas que en los últimos cinco años monopolizan la conversación. Me preocupa también que se evite la publicación de determinadas obras que hablan sobre el Mal, pues yo creo que se debe hablar de todo. Los sucesos terribles son parte de la naturaleza humana y de la historia, por lo que también merecen ser contados. Si no entendemos lo que ha ocurrido, no podemos prevenir lo que va a ocurrir. Me parece, además, que siempre se puede establecer un diálogo con el pasado. No deberíamos sentirnos siempre obligados a hablar de las novedades y de lo que impone la industria. Por ejemplo, yo trato de reseñar a autores clásicos para pensar qué me tienen que decir hoy y cómo lo puedo vincular con una obra contemporánea.

MO: Todas las artes siempre han estado en vínculo con los intereses sociales, pero en este momento en que se está gestando el fenómeno de las redes sociales hay un interés por prestar particular atención a la actualidad. No diré que necesariamente hay un compromiso real del arte para hablar de estas situaciones o conflictos sociales, pero sin duda los artistas y la crítica actual tienen que hacer otras preguntas. No nada más importa ver la pieza que tenemos enfrente, sino cuestionarnos qué significa esta obra en mi presente, como ya lo decía Luis Felipe Ortega. Debemos empezar a cambiar el foco de la crítica. No resulta tan relevante decir si algo es de buen o mal gusto, hay que atrevernos a dialogar con nuestro pasado y nuestro presente. Es importante que la crítica analice qué tanto una pieza está respondiendo a la actual agenda social y qué tanto permite generar nuevas preguntas, para seguir en diálogo tanto con las expresiones artísticas como con los textos de acompañamiento que la crítica propone.

ND: Esta es la eterna pugna sobre qué es más importante, si la forma o el contenido, pero con los rasgos de nuestra época. Yo no creo que lo formal sea el único elemento para juzgar o hacer una crítica. Finalmente, un texto o una película son una toma del espacio público, y eso no se puede perder de vista. Se pone un discurso en circulación. Por eso no basta con decir que algo está bien o mal hecho. Hablar (o no) de ciertos temas es ponerlos en un horizonte de sensibilidad común. A mí me gusta pensar la crítica como un espacio de creación: claro que vale la pena tener claridad sobre los aspectos formales, pero deben verse como un punto de partida para ir hacia otros lados. Yo abogo por la promiscuidad teórica: la escritura de nuestro tiempo debe atreverse a agarrar de donde le plazca, y no sentir culpas morales por ello. Seguramente les estarán zumbando los oídos a varias personas que creen que el cine solo tiene que hablar desde el cine, pero yo no estoy tan de acuerdo con eso.

Los obstáculos de la libertad crítica

LM: Algo que me preocupa de los medios mismos es la extensión. En España, por ejemplo, se prefieren las reseñas brevísimas de página y media. En una pieza tan corta no se puede indagar, profundizar y analizar de forma exhaustiva. Borges, claro, lo hizo de manera magistral en El Hogar, pero ser Borges hoy en día es un poco complicado. También noto que otro obstáculo es que la reseña sea, de entrada, un encargo. Cuando la editorial te envía el libro gratis a tu casa, uno siente el imperativo de escribir positivamente sobre él. Las editoriales están muy pendientes de si la reseña se va a publicar o no y qué va a decir. Siempre buscan el elogio. En el momento en que tú haces una crítica en la que tratas de ponderar virtudes y defectos es como si las virtudes pasaran desapercibidas y los defectos fueran lo único que les importara. Como consecuencia, en ocasiones te dejan de mandar libros. Eso pasa mucho en España y es curioso porque mucha gente de aquí considera que la crítica en México es más potente. Críticos de Babelia me han dicho que las reseñas mexicanas son más complejas, que incluso llegan a ser ensayos y que definitivamente son mucho más exhaustivas que las españolas. Hay una tradición crítica más evidente en México que en España, donde la reseña es más cercana al periodismo, a la nota elogiosa y al comentario cordial.

ND: Un obstáculo es la tiranía de la velocidad. La exigencia por la escritura inmediata o por atender el movimiento de las redes sociales. Sé que en los trabajos a veces uno tiene que entregar textos muy rápido, pero me parece que ceñirnos solo a esa lógica despolitiza el problema, pues el tiempo de los cuerpos y del pensamiento no es el tiempo de las máquinas. La crítica debe oponerse a esta exigencia de estar publicando a cada rato, de siempre tener algo que decir. Estoy a favor de una escritura desacelerada que puede ir a la par de la investigación y, sobre todo, de los afectos y tiempos propios. Pienso en revistas de crítica de cine que tienen números espaciados como Correspondencias o La Rabia, o en una que apuesta por el ejemplar impreso, El Cine Probablemente. Vale recalcar que son proyectos independientes que no se identifican con la velocidad periodística. Hay que apostar por esa desaceleración. Por eso tiene sentido trazar genealogías que no respondan al tiempo del capital. Hay que oponernos desde donde podamos.

MO: Yo quisiera sumar el obstáculo de la precarización del oficio. Si me quiero dedicar únicamente a escribir, por ejemplo, tengo que hacerlo para diversos medios y ganarle tiempo al tiempo. Quizá las cosas cambien después, pero a la gente joven le ha tocado un panorama donde se debe freelancear en muchísimos lugares y trabajar en situaciones un tanto inestables. Al final del día, aunque lo hagamos por el amor a compartir y por el amor al arte, esto dificulta que más voces se estén sumando al ejercicio de la crítica. También hay que pensar en los aparatos de legitimación. Si te invitan a una exposición para escribir sobre ella, hay cierto compromiso con lo que se está esperando que se diga y puede resultar difícil seguir legitimando nuestra voz sin que se nos cierren las puertas cuando no podemos corresponder a los elogios o a lo que la institución considere “correcto”. Me parece importante distinguir entre la labor de la crítica que incita al comentario y aquella que se acerca, más bien, a la publicidad para pensar a qué responden una y otra.

El placer de leer reseñas

LM: Tengo bastante claro qué busco en una reseña. Busco un estilo con todo lo que conlleva: una voz, un ritmo, una cadencia… El efecto que me produce una buena prosa en una reseña de crítica, para mí, debe ser similar al que me produce una buena obra literaria. A fin de cuentas, una reseña de crítica en su sentido más logrado busca hacer literatura sobre la literatura. Yo recuerdo frases enteras de reseñas que he leído y es increíble el efecto que me producen. Hay, por ejemplo, una que Borges escribe sobre Las olas de Virginia Woolf en El Hogar, justamente en una de sus primeras reseñas. Ahí dice que el libro “está cargado, como los demás de Virginia Woolf, de delicados hechos físicos”. ¡Qué frase tan admirable! Yo voy anotando en una libretita frases que me impresionan porque sé que las quiero recordar hasta el día en que me muera. Y son frases que a mí me interesan porque son literatura.

MO: Las críticas que más me han gustado son aquellas que se dejan atravesar por la experiencia personal. Aprecio que la descripción de una pintura se acerque a un ejercicio poético, pues esos textos se vuelven entrañables. Se quedan en la memoria esas frases cercanas a la literatura o a la poesía. Me permiten entrar en diálogo con las obras de las que están hablando y no nada más sirven como una invitación a ver una exposición, sino que permiten trasladar al texto la experiencia de primera mano.

ND: A mí también me interesa la mirada y experiencia personal, pero fundamentada. Como lectora, me gusta encontrar conceptos. Me desesperan los textos que se asumen como crítica y más bien son reseñas con una checklist de datos gugleables. Disfruto de los textos críticos que podemos emparentar con el ensayo por su capacidad de hacer preguntas, de pensar. Quizás no sería tan fácil seguir llamando a eso crítica, pero qué importa el nombre: me gusta creer que esta apertura hacia una forma literaria también podría ayudarnos a imaginar desde otros lugares. Busco estilo, sí, pero sobre todo que el texto sea una materia viva, porque ¿qué más nos estamos jugando en la escritura sino nuestra propia vida? Bueno, yo siempre he creído eso, que escribir se trata de cómo queremos habitar este mundo.

Sobre la crítica negativa

LM: Yo, en particular, no tengo tanta gracia en el arte de escribir reseñas negativas y siempre me he decantado por ponderar virtudes y defectos. Sin embargo, me alegra que haya gente que lo pueda hacer bien, de manera sólida y con sustancia. Margaret Atwood decía que no quería escribir reseñas negativas porque no deseaba desperdiciar tiempo y empeño en algo que no le iba a aportar nada, y por eso prefería que lo hicieran otros. La reseña negativa por sí misma requiere de arte. Escribirla es complicado porque tienes que ser elegante y al mismo tiempo respetuoso, pero verdaderamente crítico. Yo soy totalmente contraria a las reseñas viscerales que están llenas de adjetivos vacuos, que caen en el terreno de la opinión sin sustento. Siempre que la crítica sea fundamentada, yo aprecio una reseña negativa.

Confieso que, si puedo evitar escribir reseñas negativas, lo evito. Pero si me tocan, soy consciente de que el crítico no puede tener la misión de leer solo cosas que le gustan, pues debe tener cierto compromiso con el presente. A veces pasa que determinado libro tiene toda la pinta de ser malo, pero puede decir algo muy interesante sobre nuestro tiempo. Yo la mayor parte de las veces me dejo llevar por esta frase de Steiner: “la crítica literaria debería surgir de una deuda de amor”, así que para mí escribir reseñas es una forma de saldar la deuda que tengo con esos autores y obras que han trastocado mi interioridad. Existe una concepción, en mi opinión falsa, de que es más difícil escribir una crítica negativa que una crítica positiva. Considero que es más difícil lo contrario porque una buena reseña crítica implica que has volcado una buena parte de tu ser en la obra que te ha movido algo. Y, si no te vuelcas por entero, no terminas escribiendo de manera genuina. En los “Principios de crítica literaria” escritos por Pablo Sol Mora en Criticismo, se lee lo siguiente: “Igual que el verdadero poema o la verdadera novela deben nacer de la combustión de los huesos, que diría López Velarde, el gran texto crítico debería surgir de un esfuerzo vital similar.” Si no sientes esa combustión o ese ardor, es más difícil hacer una reseña genuina, una crítica en la que tú puedas mostrarte, porque la reseña crítica, como decía Piglia, “es la forma moderna de la autobiografía”.

MO: Lo importante de la crítica negativa es el ejercicio de proponer preguntas que incomodan, pero mantienen el diálogo abierto. Lo que me preocupa a veces es que puede caer en la cancelación directa. Me parece importante que existan voces cuestionadoras, pero cuando una exposición no me gusta prefiero no escribir al respecto. A veces una crítica negativa en realidad está más relacionada con guardar silencio que con propinar comentarios negativos. Lo importante de la crítica negativa es hacer contrapeso a la publicidad, a los aplausos, a encontrarnos siempre con textos suaves. Sí creo que es fundamental que exista esa otra voz, aunque quizá algunas de nosotras no la personifiquemos en este momento.

ND: Se me hace crucial poner sobre la mesa que hay que tomar en serio el análisis de una obra para poder escribir una crítica negativa. Pero, en mi caso, sí prefiero escribir más sobre las cosas que amo. Sigo lo que dice Deleuze en una de sus clases sobre Spinoza: hay que escribir sobre lo que uno ama. Pero bueno, eso no quiere decir que no haya escrito textos, que por ahora permanecen inéditos, contra sensibilidades que me parecen aberrantes en su vitalidad o, por ejemplo, contra formas éticamente discutibles del documental en Netflix. A veces llega un momento en el que algo te indigna tanto que te lleva a la crítica, desde la hondura y fuerza de esa sensación.

¿No firmar las críticas daría una mayor libertad?

LM: Yo soy partidaria de firmar porque a fin de cuentas estás creando una reseña que aspira a ser una pieza literaria. Cuando mires hacia atrás, verás tus ochocientas reseñas mal pagadas y pensarás: bueno, pero son mías. Además, firmar me permite trazar la historia de mi estilo, de mis lecturas y de mis circunstancias vitales. Si no tuvieran un nombre, tal vez se perderían entre otras millones de reseñas. Al menos así eres un individuo en particular y una persona que ha ido evolucionando con el paso del tiempo. De algún modo, mi nombre es el hilo que vincula todas mis reseñas.

MO: Para mí también es muy importante firmar por una cuestión de perspectiva de género, pues es fundamental no borrar el nombre de las mujeres en el arte. Y el hecho de que nosotras firmemos nuestros textos abona a esa historia. Si bien el anonimato puede darte cierta licencia y libertad, creo que también puede convertirse en un acto de cobardía. Pienso en las críticas que se publicaban en los folletos en el Salón de los Artistas en París y que eran reseñas revoltosas; justamente el anonimato permitía que se aventaran pasteles entre unos y otros, pero sin un sentido, sin una dirección clara. Aunado al nombre viene también una postura. Por eso para mí es importante no caer en el anonimato sino agenciarnos de nuestro nombre y nuestra voz.

ND: Yo también estoy de acuerdo en la perspectiva de género. Vivimos un momento en el que poner nuestro nombre no es cosa menor, se están jugando varias luchas históricas en ese gesto. Pero no solamente eso, creo que en la firma se puede jugar todavía más: como ir en contra del autor como genio creador, o la potencia del anonimato y las autorías comunes. No hay que darlo por hecho: la pregunta por el nombre también es la pregunta por las estructuras que sostienen al texto, sus condiciones materiales, afectivas.

El arte de encontrar críticos

LM: Comencé en Criticismo como reseñista por invitación del director de la revista, Pablo Sol Mora y, años después, él mismo me nombró editora. Mi tarea ha sido tratar de encontrar voces de Latinoamérica y España. Las busco leyendo muchas revistas y lo que más me interesa es preguntarme si estoy frente a un buen lector; si tiene una prosa madura, adelante, pero, si no, soy consciente de que eso es algo que se adquiere con el tiempo y la constancia. Criticismo en particular es una revista hecha por amor al arte de la crítica. Somos totalmente independientes: no ganamos nada, no tenemos anuncios. Llevamos once años con esa dinámica. Concebimos Criticismo como una escuela de crítica. Cuando fui profesora de literatura en una fundación invité a algunos alumnos a escribir ensayos para Criticismo. Editábamos los textos hasta que adquirían una forma bastante lograda. Les pedía prestar atención a todas las correcciones para que las tomaran en cuenta en la siguiente reseña. También encuentro colaboradores buscando en ambientes académicos a aquellas personas que se preocupan por leer con cuidado y con atención al detalle. Muchas veces en algún evento noto que alguien hace alguna pregunta interesante, de carácter literario, y lo invito a participar. Desde luego, leo muchas revistas y si alguien me llama la atención trato de contactarlo y proponerle una reseña. Hay que tratar de tener mucho olfato, en ese sentido. Busco gente a la que genuinamente le haga ilusión no nada más escribir, sino sobre todo leer.

La crítica de cine versus la industria del entretenimiento

ND: Creo que el cine no es una forma de entretenimiento, es una forma de pensamiento. Por eso es un error asumirlo solo como esa parte industrial. Las críticas y los críticos se enfrentan a una traba con las empresas millonarias que quieren dictar qué es el cine y dar una respuesta unívoca (cuando lo mejor, en realidad, es no dejar de preguntárselo nunca). Por eso, busco que no se hable siempre de las mismas películas. Es elegir dónde pararnos. Muchas veces, la máquina del streaming se presume como heterogénea cuando, de hecho, se rige por una vil homogeneidad de contenidos. Es imprescindible, por ello, mantener el protagonismo de nuestra sensibilidad. Como escribe un amigo al definir la labor de la estética: hacer preguntas desde la sensibilidad. Yo creo que de eso va la crítica. Proponer otros lugares para ver y hacer ver; luchar contra lo que se asume único. Toda crítica implica tomar una postura que, en ese sentido, es profundamente política. Es una búsqueda por traer lo singular al centro. Nos gusta leer a críticos o críticas que ponen su propia vida en el texto (por cada texto, un entramado de preguntas particulares), y que así se aventuran a una indagación más profunda. Se trata de desautomatizar la mirada, y ese gesto guarda otro tiempo. Por ello, no puedo dejar de decir que son los feminismos los que han insistido en traer este tema a la conversación. Han puesto en el horizonte la urgencia por descentrar el ojo, tanto de narrativas dominantes como de lo que canónicamente se entiende por nuestra manera de mirar. Hay que voltear a esos espacios pequeños, singulares, porque ahí se pone en juego algo importante del mundo.

¿Ya superamos el prejuicio de que el arte contemporáneo no es arte?

MO: Siento que hay dos o tres figuras de críticos o críticas que ya hicieron de eso una postura personal: mantienen siempre esa distinción de lo que es arte y lo que no es arte. Muy claramente puede verse el caso de Avelina Lésper, que es una excelente crítica de pintura, pero que decidió tomar esa postura de manera radical. Si bien creo que su posición era necesaria para tener cierto contraste, ella decidió deslegitimar toda la producción que no entra en sus parámetros. En cambio, tenemos a otras figuras como Cuauhtémoc Medina, que le da la bienvenida a toda experiencia artística y considera posible hablar de ella. Entre esos dos polos, las voces que se están entrecruzando son voces que, en realidad, no están preocupadas por determinar si algo es o no es arte, o qué tipo de conflictos genera el hecho de que veas una cubeta de plástico en un espacio de exhibición, sino justamente cómo eso significa algo: por qué lo estoy viendo, qué me abona o qué no me abona. Creo que el conflicto de la crítica y de quién mira las obras ya no está en ese desdoblamiento que hubo cuando llegó el arte contemporáneo, sino que más bien se está reconociendo que hay muchos otros nichos, que están sucediendo muchas otras cosas, y que la crítica por tanto tiene que ser consecuente con todo lo que se está gestando. ~

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es crítica literaria y colaboradora de la revista Criticismo.

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es egresada de literatura y ha colaborado en
distintos medios culturales

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(Ciudad de México, 1995)
es ensayista, crítica de cine y editora. Fue
ganadora del 9º Concurso Fósforo de Crítica
Cinematográfica. Actualmente edita el
suplemento El Cultural del periódico
La Razón


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