Por fin he podido leer Liberalism against itself. Cold War intellectuals and the making of our times, de Samuel Moyn. Moyn es profesor de la facultad de derecho de Yale, autor de varios libros muy apreciados sobre derechos humanos y uno de los principales crรญticos desde la izquierda de la tendencia que รฉl denomina โtiranofobiaโ. En pocas palabras, es un concepto que indica la tendencia de los liberales a reaccionar de forma histรฉrica ante la amenaza de Trump y el populismo de derechas, lo que, en su opiniรณn, sirve en รบltima instancia a fines conservadores, a saber, la preservaciรณn de una polรญtica defensiva y limitada del statu quo que impide cualquier tipo de reforma social radical que obstaculizarรญa, en primer lugar, que figuras como Trump surgieran. Moyn cree que lo aterrador de Trump es una especie de ilusiรณn รณptica que se produce al observar el mundo a travรฉs del prisma del โliberalismo de la Guerra Frรญaโ. Liberalism against itself trata de esbozar los rasgos de esta nefasta tradiciรณn e intenta elaborar una crรญtica. Pero โcrรญticaโ es quizรกs un tรฉrmino equivocado. El libro es, en las propias palabras del profesor de derecho Moyn, un โalegato en contraโ, y a menudo se parece mรกs a un informe legal que a una obra de teorรญa polรญtica o historia intelectual: las pruebas parecen reunidas y presentadas para acusar y condenar, mรกs que para comprender e interpretar.
ยฟCuรกles son las acusaciones de Moyn? Que el liberalismo de la Guerra Frรญa, con su รฉnfasis en la protecciรณn de una idea torpe y estrecha de la libertad, representa una traiciรณn a la tradiciรณn liberal, que una vez estuvo comprometida, aunque imperfectamente, con un proyecto mรกs amplio de emancipaciรณn e Ilustraciรณn. Ante la amenaza del totalitarismo โpara Moyn, una categorรญa dudosa, para empezarโ, los liberales de la Guerra Frรญa renunciaron a la posibilidad del progreso. Su lenguaje es melodramรกtico: esa โtraiciรณnโ fue una โcatรกstrofeโ para el liberalismo, que quedรณ โdesfiguradoโ y en un estado โruinosoโ. Vale la pena seรฑalar aquรญ que con esta elecciรณn retรณrica se acerca a muchos de los liberales de la Guerra Frรญa que detesta, que tambiรฉn intentan retratar nuestra caรญda en una condiciรณn moderna infernal como resultado de un pecado original intelectual: una excesiva creencia en la perfectibilidad humana que perversamente condujo a formas de dominaciรณn aรบn peores de las que pretendรญa superar originalmente.
No puedo ofrecer una prueba exhaustiva de todas las afirmaciones de Moyn en el libro: muchas de ellas tratan de personalidades con las que no estoy muy familiarizado. Me centrarรฉ en una pensadora de la que sรญ conozco algo: Hannah Arendt. Para profundizar mรกs, recomiendo encarecidamente la reseรฑa de David A. Bell โThe anti-liberalโ en la revista Liberties. Pero debo decir antes que nada que la afirmaciรณn de Moyn de que el liberalismo de la Guerra Frรญa representa una ruptura profunda con la tradiciรณn liberal me parece bastante dudosa a primera vista.
Constant, Staรซl y la tradiciรณn liberal
Determinar con exactitud quรฉ constituye la tradiciรณn liberal es difรญcil, y llegar a una esencia del liberalismo es probablemente imposible; esto se hace aรบn mรกs difรญcil por el hecho de que la palabra tiene connotaciones diferentes en Amรฉrica y Europa. Pero incluso una somera mirada retrospectiva a los liberales de finales del siglo XVIII y del XIX, una รฉpoca que segรบn Moyn tuvo un clima intelectual mรกs valiente y arriesgado, muestra mucha mรกs continuidad que ruptura. Por entonces, los objetos del temor liberal eran las tiranรญas producidas por la Revoluciรณn francesa: primero, el Terror, y luego, Bonaparte. Benjamin Constant y Madame de Staรซl, que escribieron a principios de siglo, centraron su pensamiento polรญtico en la cuestiรณn de la soberanรญa popular y en la necesidad de impedir que personajes sin escrรบpulos azuzaran a las turbas. Constant buscaba una โpequeรฑa contrarrevoluciรณn inocuaโ, como escribiรณ en una ocasiรณn, que โdetuvieraโ y moderara la revoluciรณn. Al igual que los liberales de la Guerra Frรญa, su centrismo estaba motivado por el miedo a los extremos, tanto de izquierdas como de derechas: no deseaba una restauraciรณn del Antiguo Rรฉgimen mรกs que una vuelta al Terror jacobino. En la prรกctica, su pragmรกtica defensa de la libertad podรญa admitir fรกcilmente soluciones antidemocrรกticas y autoritarias, como respaldar el golpe de Fructidor, que consideraba preferible al rรฉgimen jacobino, y luego a Napoleรณn, al que en su dรญa vilipendiรณ, que creรญa que era una opciรณn preferible al retorno de los reaccionarios monรกrquicos.
Una y otra vez, Moyn culpa al liberalismo de la Guerra Frรญa de cosas que se le pueden achacar simplemente al โliberalismoโ: โLejos de ser un herramienta que fomenta la emancipaciรณn humana, como creรญan los liberales antes de la Guerra Frรญa, [los liberales de la Guerra Frรญa] pensaban que habรญa que mantener al Estado bajo control para que no pisoteara las libertades de la esfera privada, aunque esta fuera a menudo un eufemismo de transacciรณn econรณmica.โ Pero ยฟquiรฉn pensaba eso exactamente? Algunos socioliberales, sin duda, pero ยฟquiรฉn puede decir que fueran mรกs fieles a la tradiciรณn que los liberales de la Guerra Frรญa? Por su parte, la teorรญa polรญtica de Constant se diseรฑรณ explรญcitamente con la mente puesta en preservar una esfera privada apolรญtica frente a la invasiรณn pรบblica. Su nociรณn de la esfera privada incluรญa el derecho a la actividad comercial, que en su opiniรณn era un freno a la tendencia del Estado a centralizar y controlar todos los aspectos de la vida individual y animarรญa a la gente a realizar actividades pacรญficas y cooperativas en lugar de guerras de conquista.
Moyn atribuye a los liberales de la Guerra Frรญa un โanticanon del odioโ, cuya figura central es Rousseau, demonizado como progenitor de todo tipo de fanatismo totalitario salvaje. Pero, una vez mรกs, Constant se anticipa, aunque de forma mรกs elegante y justa que sus imitadores del siglo XX. Su obra La libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, de 1819, culpa a Rousseau y a sus epรญgonos de intentar importar el austero ideal de libertad de las sociedades antiguas, que subordinaban por completo el individuo a los intereses de la polis gobernada colectivamente, a los tiempos modernos, donde la libertad significa algo muy distinto, a saber, libertad para hacer lo que uno quiera: โNuestra libertad debe consistir en el disfrute pacรญfico y la independencia privada.โ Cualquier intento de hacer que la libertad consista en algo mรกs que eso en las condiciones modernas simplemente introducirรญa โuna tiranรญa insufribleโ. Es cierto que Constant no aborrecรญa la participaciรณn en la vida democrรกtica, y tenรญa una concepciรณn bastante sรณlida del deber cรญvico, pero no creรญa que proporcionara sentimientos adecuados de satisfacciรณn a la gente moderna, que en cambio debรญa cultivar su sensibilidad en privado, a travรฉs de sus intereses, relaciones romรกnticas, amistades y ensueรฑos personales. La revoluciรณn enseรฑรณ a Constant que la libertad frente a la polรญtica era tan importante como la libertad para hacer polรญtica, lo que quizรก sea lo mรกs parecido a una definiciรณn esencial del liberalismo.
La apariciรณn de la turba revolucionaria podrรญa haber asustado a los liberales del siglo XIX, pero la apariciรณn de las masas presagiaba amenazas aรบn mรกs oscuras. Alexis de Tocqueville, que escribรญa a mediados de siglo, veรญa en la sociedad democrรกtica la posibilidad de que el individuo fuera totalmente absorbido, de que el pensamiento y la opiniรณn libres fueran reprimidos por la conformidad social. Surgirรญan nuevas formas de coacciรณn tan insidiosas que apenas se reconocerรญan como tales; la extensiรณn de la igualdad no crearรญa un sentimiento de fraternidad compartida y de viva consociaciรณn polรญtica, sino soledad, aislamiento e impotencia polรญtica. Para Tocqueville estas posibilidades no eran inevitables, ni carecรญan de la posibilidad de moderaciรณn y mejora, pero eran lo que podรญa ocurrir si la democracia se desbocaba.
Moyn califica el liberalismo de Tocqueville de โvisionarioโ, pero en el siglo XX los liberales interpretaron esas visiones como oscuras profecรญas. En La democracia en Amรฉrica, escribiรณ: โCreo, pues, que la especie de opresiรณn que amenaza a las naciones democrรกticas no se parece a nada que haya existido antes en el mundo: nuestros contemporรกneos no encontrarรกn ningรบn prototipo de ella en su memoria. Estoy tratando de elegir una expresiรณn que transmita con precisiรณn toda la idea que me he formado de ella, pero es en vano; las viejas palabras โdespotismoโ y โtiranรญaโ son inapropiadas: la cosa en sรญ es nueva; y ya que no puedo nombrarla, debo tratar de definirla.โ Muchos de los pensadores que Moyn clasifica como liberales de la Guerra Frรญa creรญan tener un nombre para ello: totalitarismo. De hecho, todo el edificio del pensamiento antitotalitario que Moyn intenta criticar en su libro probablemente debe mรกs a la lectura de Tocqueville como teรณrico de las consecuencias negativas de la sociedad de masas y la atomizaciรณn que a cualquier otro pensador.
Recuperar sin defender
Moyn quiere representarse a sรญ mismo no como un crรญtico del liberalismo per se, sino como el recuperador de una tradiciรณn mรกs saludable. Pero nunca se atreve a hacer una defensa a ultranza de esa tradiciรณn. Eso le hace meterse en todo tipo de jardines. En primer lugar, debe admitir que antes de la Guerra Frรญa habรญa partes poco atractivas del liberalismo realmente existente: โAntes de la Guerra Frรญa, el liberalismo servรญa en gran medida como apologรญa de la polรญtica econรณmica del laissez-faire, y estaba asociado a la expansiรณn imperialista y la jerarquรญa racista en todo el mundo.โ Luego escribe que antes de la Guerra Frรญa el liberalismo era โemancipador y futuristaโ. Pero a pesar de los esfuerzos de Keynes โun elitista convencido, por ciertoโ y de algunos liberales sociales, antes de la Segunda Guerra Mundial el liberalismo les parecรญa a muchos europeos una ideologรญa moribunda, un producto anticuado del siglo anterior que no estaba a la altura de los retos de la nueva sociedad industrial de masas; el comunismo o el fascismo parecรญan la ola del futuro. (Cabe seรฑalar tambiรฉn que la edad de oro del liberalismo keynesiano tuvo lugar durante la Guerra Frรญa y fue defendido por muchos liberales de la Guerra Frรญa como el mejor baluarte posible contra la Uniรณn Soviรฉtica.)
Moyn parece querer hablar a favor del liberalismo social. Pero tambiรฉn comparte los impulsos reactivos y de contenciรณn que รฉl quiere hacer caracterรญsticos del liberalismo de la Guerra Frรญa. Como escribe Steven Klein, los socioliberales alemanes como Max Weber โaceptaron las instituciones del Estado del bienestar y la intervenciรณn del Estado en la economรญa para protegerse de los desafรญos polรญticos de los estamentos inferioresโ. Su intento de desarrollar una alternativa social al socialismo no difiere mucho de la polรญtica del Centro Vital de Schlesinger o de la construcciรณn liberal de la Gran Sociedad durante la Guerra Frรญa, solo que es mucho menos democrรกtica.
ยฟQuรฉ es lo que realmente le gusta a Moyn del liberalismo que se perdiรณ durante la Guerra Frรญa? Menciona sus ideas de โautocreaciรณn libre e igualitariaโ y โel perfeccionismo moderno de la voluntad creativaโ que surgieron del encuentro del liberalismo con el romanticismo. Pero estas caracterรญsticas son difรญciles de cuadrar con una crรญtica al abandono de la democracia y el progreso histรณrico por parte del liberalismo de la Guerra Frรญa. El giro romรกntico del liberalismo se produjo en muchos sentidos por la desilusiรณn y el abandono de las promesas revolucionarias; a menudo era de carรกcter aristocrรกtico y, en algunos casos, indicaba una amistad con la reacciรณn polรญtica. El liberalismo romรกntico de Stendhal era abiertamente elitista y a menudo aรฑoraba los dรญas de Napoleรณn. Constant querรญa una vida pรบblica prosaica y aburrida para preservar la posibilidad de un sentimiento exquisito en la vida privada. Como escribe Stephen Holmes: โSolo un sistema polรญtico alejado del romanticismo y desprovisto de alma puede proporcionar el marco estable para las tormentas y aventuras del alma de nuestras vidas privadas no reguladas e impredecibles. Para sentimentalizar lo privado debemos deserotizar lo pรบblico. Esta paradoja se encuentra en el corazรณn del liberalismo de Constant: a medida que el marco legal de la vida social se vuelve cada vez mรกs frรญo e impersonal, aumentan notablemente las posibilidades de intimidad personal, emociรณn y expresividad, aunque la felicidad nunca pueda garantizarse polรญticamente.โ
El giro de Madame de Staรซl hacia el romanticismo alemรกn se debiรณ a su desilusiรณn tanto con la revoluciรณn como con el rรฉgimen de Bonaparte. Moyn escribe que, antes de la Segunda Guerra Mundial, โel romanticismo era una categorรญa de la historia intelectual y literaria, no del pensamiento polรญticoโ. En realidad no es asรญ: el concepto de romanticismo estuvo politizado desde el principio. La escuela romรกntica, la obra de Heinrich Heine de 1835, fue una respuesta directa a la idealizaciรณn de Alemania por parte de Staรซl en su De lโAllemagne y un intento de educar a los lectores franceses en torno al contexto polรญtico reaccionario-nacionalista y provinciano de los romรกnticos. Calificรณ ese movimiento de โoposiciรณn mezquina, grosera e inculta a las convicciones mรกs magnรญficas y venerables que ha producido Alemania, a saber, el humanismo, la fraternidad universal del hombre, el cosmopolitismo de nuestras grandes mentes, Lessing, Herder, Schiller, Goethe, Jean Paulโฆโ. En otras palabras, las figuras que Heine asociaba con la Ilustraciรณn alemana. Moyn escribe: โEl contraste [del Romanticismo] con la Ilustraciรณn era mucho mรกs nuevoโ, pero Heine ya oponรญa la Ilustraciรณn al medievalismo catรณlico de los romรกnticos, de quienes decรญa que โ[atacaban] con desprecio y abuso a los protestantes-racionalistas, el partido de la Ilustraciรณnโ.
En definitiva, el liberalismo de la Guerra Frรญa no es tanto una โtraiciรณnโ como quizรก un รฉnfasis extremo, y reductor en partes, de la tradiciรณn liberal que se creรณ tras la Revoluciรณn francesa. Pero si es extremo o brutal en algunas de sus reducciones, es porque los tiempos eran extremos y brutales. Las monstruosas tiranรญas de la Alemania de Hitler y la urss de Stalin y la Segunda Guerra Mundial fueron realmente horribles, y fueron mucho peores que el Terror y las guerras napoleรณnicas. Es lรณgico que el cuerpo de pensamiento que produjeron estuviera un poco traumatizado. Por eso me parece poco caritativo que Moyn diga: โEl liberalismo de la Guerra Frรญa no se justifica ni se explica por su enemigo totalitario, no porque se orientara hacia la Uniรณn Soviรฉtica, sino porque reaccionรณ de forma exagerada ante la amenaza que representaban los soviรฉticos, con graves consecuencias para la polรญtica local y mundial.โ
Como seรฑala Moyn, muchas de las figuras de las que habla son judรญas โo, como รฉl dice, โinterpretaron un papel de judรญosโโ, pero apenas se atreve a mencionar el Holocausto como un contexto determinante. Habla de la contradicciรณn entre el sionismo de los liberales de la Guerra Frรญa y su desconfianza hacia el nacionalismo y la construcciรณn del Estado en otros contextos, pero no acaba de seรฑalar la razรณn obvia: se sentรญan atraรญdos por la idea de la seguridad por encima de todo. El รฉnfasis en dicha idea puede seรฑalar algunas limitaciones intelectuales graves en su pensamiento y sugerir que se trataba de una reacciรณn emocional mรกs que de un conjunto coherente de ideas, pero tener plenamente en cuenta ese contexto es la labor de un historiador de las ideas, que deberรญa considerar el pensamiento como un conjunto comprensible de respuestas a una situaciรณn histรณrica concreta, en lugar de polemizar sobre รฉl como una โreacciรณn exageradaโ o una โtraiciรณnโ.
Ante los horrores del siglo XX, replantearse la idea de un progreso histรณrico inevitable parece una respuesta mรกs sana que neurรณtica. Si reflexionamos un momento nos daremos cuenta de que los liberales de la Guerra Frรญa llegaron a sus temores con honestidad, aunque todo el proyecto de Moyn sea intentar convencernos de que no fue asรญ. Tampoco fueron los รบnicos pensadores de la รฉpoca que reaccionaron de ese modo. Estรก, por supuesto, la famosa actualizaciรณn de Theodor Adorno del imperativo categรณrico de Kant, segรบn el cual la humanidad deberรญa โordenar sus pensamientos y acciones para que Auschwitz no se repita, para que no ocurra nada parecidoโ. Sin duda, esa observaciรณn resuena hoy en dรญa.
Moyn incluso prefiere a los liberales de la Guerra Frรญa como sionistas, porque, por ejemplo, al menos tienen un ethos: โEn una รฉpoca en la que es habitual condenar el sionismo, quizรก el problema mรกs profundo del liberalismo de la Guerra Frรญa es que no era suficientemente sionista.โ En el momento actual, esto suena perverso. El insulso รฉnfasis liberal en la mera seguridad y el pesimismo sobre los diseรฑos utรณpicos son mucho mรกs atractivos en este momento que las virtudes marciales del sionismo. Entiendo que Moyn estรก escribiendo metafรณricamente, pero eso mismo apunta a un problema que afecta a todo su enfoque intelectual: todo tiene lugar enteramente en el รกmbito del discurso, es una serie de posturas y lo que implican sobre otras posturas, no sobre el mundo real. Sean cuales sean sus vicios, al menos los liberales de la Guerra Frรญa intentaron enfrentarse a la realidad de su horrible รฉpoca.
El โracismoโ de Hannah Arendt
Esto me lleva a mi principal objeciรณn al libro de Moyn: su capรญtulo sobre Hannah Arendt, titulado โLibertad blancaโ. Moyn admite que Arendt no era realmente una liberal, sino simplemente una compaรฑera de viaje de los liberales de la Guerra Frรญa. Dice que ella compartรญa el โodioโ hacia Rousseau, pero, por supuesto, Arendt llegรณ a ser tan entusiasta de las repรบblicas de la antigรผedad como Jean-Jacques. No obstante, como sugiere el tรญtulo del capรญtulo, el principal problema con Arendt es que era racista:
Hasta un punto sorprendente, los liberales de la Guerra Frรญa asumieron que la libertad era lo que el difunto Tyler Stovall llamรณ โlibertad blancaโ, casi desesperadamente asediada en un mundo de despotismo de color. Stovall argumenta persuasivamente que la derrota de Adolf Hitler en 1945 significรณ la posibilidad de la desracializaciรณn final, aunque todavรญa muy parcial, del orden mundial y el fin de las visiones jerรกrquicas de la humanidad. Pero los teรณricos liberales de principios de la Guerra Frรญa no entendieron el memorรกndum. Arendt personificรณ este elemento del liberalismo de la Guerra Frรญa mรกs abiertamente que otras figuras mรกs conocidas, ya que promoviรณ con mayor claridad los principios neoimperiales y racistas que hay detrรกs de la defensa de la libertad occidental en la รฉpoca, que suelen pasar totalmente desapercibidos en los relatos promocionales del liberalismo de la Guerra Frรญa incluso hoy en dรญa.
Segรบn Moyn, Arendt ademรกs de racista era โracialistaโ, lo que implica no solo un prejuicio casual, sino un compromiso ideolรณgico con las categorรญas raciales:
Arendt defendรญa sin reparos las herencias imperialistas y racistas. No es necesario insistir en los estereotipos imperialistas y racistas de su tratamiento del imperio y el pensamiento racial en Los orรญgenes del totalitarismo; una generaciรณn de crรญticos ha revelado que Arendt era mรกs propensa a repetir las suposiciones predominantes sobre los no europeos (e incluso sobre los judรญos) que a anticiparse a la acusaciรณn poscolonial de que el llamado totalitarismo solo era nuevo para quienes ignoraban o trivializaban las sรณrdidas realidades del dominio colonial.
Moyn hace un flaco favor a sus lectores al no prestar atenciรณn a los textos de Arendt y, en su lugar, aludir con altanerรญa a una montaรฑa de literatura secundaria. No hace falta mucho trabajo interpretativo para ver que los prejuicios personales de Arendt aparecen en su obra, pero lo que ella pensaba realmente sobre la polรญtica de la raza es mucho mรกs radical de lo que Moyn quiere que pensemos. Esto es lo que escribiรณ en Los orรญgenes del totalitarismo:
El racismo puede, en efecto, llevar a la perdiciรณn al mundo occidental y, para el caso, a toda la civilizaciรณn humana. Cuando los rusos se hayan convertido en eslavos, cuando los franceses hayan asumido el papel de comandantes de una fuerza negra, cuando los ingleses se hayan convertido en โhombres blancosโ, como ya ocurriรณ durante un desastroso periodo, cuando todos los alemanes se convirtieron en arios, entonces este cambio significarรก por sรญ mismo el fin del hombre occidental. Porque, digan lo que digan los cientรญficos eruditos, la raza no es, polรญticamente hablando, el principio de la humanidad sino su fin, no el origen de los pueblos sino su decadencia, no el nacimiento natural del hombre sino su muerte antinatural.
Lo que Arendt dice sobre el racismo como ideologรญa polรญtica en su libro es que es trascendentalmente destructivo: amenaza la base misma de la humanidad compartida al dividir el mundo en hordas inhumanas, movidas por instintos ciegos de expansiรณn y poder. Moyn escribe que โArendt distinguรญa entre el โpensamiento de razaโ y el โracismoโ que trajo consigo el imperialismo posterior del siglo XIXโ, pero intenta dar demasiada importancia a esta distinciรณn. Lo que ella dijo es que el imperialismo como proyecto polรญtico tomรณ ideas sobre la raza del cรบmulo de opiniones que flotaban por Europa, algunas de ellas procedentes de evidentes chiflados y soรฑadores irresponsables, y las convirtiรณ en una ideologรญa en toda regla, un sistema estanco para justificar una forma de dominaciรณn brutal, que preparรณ el terreno para la catรกstrofe totalitaria de la Europa del siglo XX. Es de puro sentido comรบn considerar que es mucho mรกs pernicioso el racismo como una ideologรญa que sirve a un sistema de violencia que el racismo simplemente como idea. Pero, una vez mรกs, en el discurso-mundo de Moyn estas importantes distinciones entre lo real y lo imaginario se invierten fรกcilmente.
Moyn acusa a Arendt de adoptar de forma acrรญtica categorรญas de la doctrina imperialista incluso cuando parece criticarlas. Puede que sea asรญ, pero ยฟpor quรฉ Arendt tiene tanta culpa de eso, mientras que el liberalismo anterior a la Guerra Frรญa, que, como admite Moyn, formaba parte del aparato gobernante real de los Estados imperialistas, deberรญa ser excusado? De hecho, Moyn parece desear que creamos que el imperialismo al menos era algo:
No hay motivos para idealizar el liberalismo anterior a los aรฑos de la Guerra Frรญa en su propia ambivalencia hacia un proyecto mundial mรกs amplio de libertad. Estaba comprometido desde el principio con la dominaciรณn global. Despuรฉs del trabajo de una generaciรณn en torno a โliberalismo e imperioโ, ahora sabemos mejor que nunca que estaba gravememente lastrado por su autoconcepciรณn civilizatoria y su provincianismo racialista. El historicismo liberal, en paralelo al de Hegel, habรญa relegado a los pueblos del mundo a una โsala de esperaโ indefinida. Solo podrรญan entrar en la modernidad cuando fueran educados para su cita con ella por los liberales blancos europeos. Pero el liberalismo de la Guerra Frรญa hizo algo mucho peor, mรกs allรก de aportar la justificaciรณn ideolรณgica a uno de los bandos en un conflicto global en el que lo peor se cebรณ con la humanidad poscolonial. Habiendo sido imperialistas globales, muchos liberales perdieron el interรฉs global.
Dejemos de lado por el momento que es simplemente extraรฑo escribir que un movimiento intelectual que incluso Moyn dice que reaccionรณ con tanto horror a los acontecimientos en el mundo en descolonizaciรณn y en el bloque del Este โperdiรณ el interรฉs globalโ. Para mรญ, esta es la afirmaciรณn realmente extraรฑa: ยฟel giro hacia dentro del liberalismo de la Guerra Frรญa fue de alguna manera mucho peor que la justificaciรณn liberal del imperialismo anterior a la Guerra Frรญa? Aquรญ la fijaciรณn de Moyn en lo meramente discursivo se vuelve casi nihilista: el verdadero problema no es la violencia โno, aparte de esoโ, el verdadero problema es una visiรณn insular.
Si la obra de Hannah Arendt estรก tan infestada de ideas โracialistasโ e imperialistas como Moyn nos quiere hacer creer, ยฟpor quรฉ el marxista C. L. R. James, autor deย Los jacobinos negros, a quien Moyn elogia como contrapunto a Arendt, tenรญa tan buena opiniรณn de ella? James escribe en el epรญlogo deย Modern politics: โHannah Arendt no comprende la base econรณmica de la sociedad. Pero en cuanto a conocimiento y perspicacia sobre los monstruos totalitarios y su relaciรณn con la sociedad moderna, su libro es de lejos el mejor que ha aparecido en el mundo de la posguerra.โ
Aunque Moyn acusa a Arendt de proporcionar la categorรญa de totalitarismo al arsenal de los liberales de la Guerra Frรญa, simplemente ignora sus comentarios en extremo crรญticos con el imperialismo estadounidense, o bien sostiene que estaba preocupada por el declive imperial mรกs que por el imperialismo como tal. Pero claramente le preocupaba que la mentalidad de la Guerra Frรญa en Estados Unidos pudiera girar en una direcciรณn imperialista e incluso totalitaria, como le preocupaba que el macartismo fuera un fenรณmeno protototalitario. En el prefacio del capรญtulo โImperialismoโ de Los orรญgenes del totalitarismo,esto es lo que dice sobre el crecimiento del Estado de seguridad nacional:
A menudo se ha seรฑalado el peligro mortal que suponen para el โgobierno visibleโ las instituciones del โgobierno invisibleโ, lo que quizรก sea menos conocido es la รญntima conexiรณn tradicional que existe entre la polรญtica imperialista y el gobierno del โgobierno invisibleโ y los agentes secretos. Es un error creer que la creaciรณn de una red de servicios secretos en este paรญs despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial fue la respuesta a una amenaza directa a su supervivencia nacional por parte de la red de espionaje de la Rusia soviรฉtica; la guerra habรญa impulsado a Estados Unidos a la posiciรณn de mayor potencia mundial y fue este poder mundial, y no la supervivencia nacional, lo que se vio desafiado por el poder revolucionario del comunismo dirigido por Moscรบ.
No son exactamente los sentimientos de una empedernida guerrera de la Guerra Frรญa, como tampoco lo fue su desprecio del anticomunismo de los excomunistas. Y es obvio que no reaccionรณ โexageradamenteโ ante la amenaza del comunismo soviรฉtico.
Tampoco se la puede acusar realmente de โno defender el Estado del bienestarโ, que ella pensaba que era el garante de la libertad polรญtica en la sociedad de masas:
Todas nuestras experiencias โa diferencia de las teorรญas y las ideologรญasโ nos dicen que el proceso de expropiaciรณn, que comenzรณ con el auge del capitalismo, no se detiene con la expropiaciรณn de los medios de producciรณn; solo las instituciones jurรญdicas y polรญticas independientes de las fuerzas econรณmicas y de su automatismo pueden controlar y frenar las potencialidades inherentemente monstruosas de este proceso. Tales controles polรญticos parecen funcionar mejor en los llamados โEstados del bienestarโ, ya se autodenominen โsocialistasโ o โcapitalistasโ.
La idealizaciรณn romรกntica de la violencia
El principal alegato de Moyn contra Arendt es su crรญtica al tercermundismo y a las luchas anticoloniales, y su รฉnfasis supuestamente acartonado y โlibertarioโ en la tradiciรณn atlantista, tal como se muestra en Sobre la revoluciรณn y, en particular, en Sobre la violencia. Moyn escribe: โEl repudio de Arendt a la descolonizaciรณn de su รฉpoca en Sobre la violencia fue completo y sin paliativos.โ Hay comentarios indefendiblemente insensatos y prejuiciosos en el libro, pero la descolonizaciรณn como tal no es realmente el objetivo de la primera parte del ensayo: es la idealizaciรณn romรกntica de la violencia por parte de los intelectuales occidentales. Su objetivo no son los argelinos, ni los vietnamitas, ni siquiera Frantz Fanon, de quien seรฑala que es mucho mรกs matizado y circunspecto de lo que muchos de sus lectores quisieron ver: es Sartre, un francรฉs cuya concepciรณn de la violencia polรญtica pasรณ de ser un medio para la liberaciรณn a una especie de afirmaciรณn de la vida, un fin en sรญ mismo, una suerte de acto liberador. Seรฑalar que hay algo quizรก un poco fascista en glorificar la violencia de esta manera no convierte a Arendt en una mojigata aburrida, como Moyn parece querer hacernos creer.
Moyn pasa completamente por alto todo el sentido del libro, que es separar la nociรณn de violencia del poder polรญtico, lo que para Arendt siempre implica nociones democrรกticas de apoyo y consentimiento popular. Si lo hubiera leรญdo con atenciรณn, verรญa que en realidad no se la puede acusar de no ver con buenos ojos la acciรณn colectiva. Merece la pena releer hoy su advertencia sobre la incapacidad de la violencia para resolver de verdad las cuestiones polรญticas. ยฟHay alguien en su sano juicio que no piense que provoca una profunda impotencia polรญtica observar las actuales expresiones de violencia en el mundo: desde la invasiรณn rusa de Ucrania al desesperado y horrible ataque de Hamรกs contra Israel, incluidas las frenรฉticas masacres de Israel en respuesta?
Esto nos lleva a lo que Moyn cree que es realmente mรกs digno de elogio en Arendt: su temprano compromiso con el sionismo, que parece que a su juicio demuestra que alguna vez tuvo agallas, alguna creencia real en un proyecto colectivo:
El despertar polรญtico de Arendt la llevรณ a abrazar el sionismo durante una dรฉcada despuรฉs de 1933. Apreciaba la alternativa polรญtica activista que ofrecรญa a los judรญos que se enfrentaban a la persecuciรณn. El contenido polรญtico del sionismo de Arendt siempre fue vago. Pero a travรฉs de รฉl asumiรณ una serie de compromisos que no ocuparรญan un lugar importante en su pensamiento polรญtico posterior y que criticarรญa especรญficamente en la Guerra Frรญa cuando otros reivindicaron la emancipaciรณn poscolonial. En 1942, escribiendo sobre la difรญcil situaciรณn de Alfred Dreyfus, observรณ que la รบnica respuesta a siglos de subordinaciรณn racista era โel severo concepto jacobino de naciรณnโ. Pero ninguna forma de jacobinismo era viable para otros pueblos. Escribiรณ a favor de la autodefensa armada judรญa aunque estuviera asociada con los paramilitares del Irgรบn de Vladรญmir Jabotinsky, a los que denunciaba como fascistas.
Bueno, los llamรณ asรญ porque lo eran.
No es de extraรฑar que, siendo una joven que huรญa de la Alemania nazi, el sionismo resultara atractivo para Arendt. En aquel momento parecรญa la รบnica respuesta autรฉntica a la amenaza del antisemitismo. Y estaba a favor de la creaciรณn de un ejรฉrcito judรญo para luchar contra Hitler, lo que, de nuevo, es una respuesta comprensible. Pero, como seรฑala Moyn, se desilusionรณ con el sionismo. Lo que Moyn no le reconoce es que su rechazo del sionismo procedรญa de un antifascismo de principios: supo identificar en el revisionismo que predominaba cada vez mรกs en el proyecto sionista el mismo tipo de nacionalismo chovinista, el mismo tipo de conciencia racial y el mismo tipo de tribalismo que conmocionรณ Europa.
La cita que hace Moyn de los comentarios de Arendt sobre el caso Dreyfus muestra hasta quรฉ punto la malinterpreta. He aquรญ la cita completa tal y como aparece en Los orรญgenes del totalitarismo:
Solo habรญa una base sobre la cual Dreyfus podrรญa o deberรญa haberse salvado. Las intrigas de un Parlamento corrupto, la podredumbre seca de una sociedad que se derrumba y el ansia de poder del clero deberรญan haberse enfrentado directamente con el severo concepto jacobino de la naciรณn basada en los derechos humanos, esa visiรณn republicana de la vida comunitaria que afirma que (en palabras de Clemenceau) al infringir los derechos de uno se infringen los derechos de todos.
Arendt elogia una tradiciรณn patriรณtica mรกs antigua โel jacobinismo de Clemenceauโ frente a los nacionalismos mรกs nuevos y racializados de finales del siglo XIX, que constituyeron la base ideolรณgica de los antidreyfusistas. Este patriotismo mรกs antiguo se basaba en el concepto abstracto de los derechos del hombre y del ciudadano, no en doctrinas sobre esencias nacionales โconcretasโ:
La grandeza del planteamiento de Clemenceau reside en que no se dirigรญa contra un error judicial concreto, sino que se basaba en ideas โabstractasโ como la justicia, la libertad y la virtud cรญvica. Se basaba, en resumen, en los mismos conceptos que habรญan constituido la base del patriotismo jacobino de antaรฑo y contra los que ya se habรญa arrojado mucho lodo y abusos.
Para Arendt, en รบltima instancia, el problema con el sionismo es que no era jacobino: era en sรญ mismo una forma de nacionalismo chovinista, sanguinario y antidreyfusista que reflejaba demasiado los rasgos de sus enemigos ideolรณgicos. En esta idea Heine se anticipรณ a Arendt, pues en su crรญtica del romanticismo de la primera mitad del siglo XIX ya fue capaz de distinguir dos formas de patriotismo, una surgida de la revoluciรณn y otra de la reacciรณn:
Pero no hay que suponer que la palabra โpatriotismoโ signifique lo mismo en Alemania que en Francia. El patriotismo de los franceses consiste en esto: el corazรณn se calienta; a travรฉs de este calor, se expande; se agranda hasta abarcar con su amor omnรญmodo no solo a los mรกs cercanos y queridos, sino a toda Francia, a toda la civilizaciรณn. El patriotismo de los alemanes, por el contrario, consiste en estrechar y contraer el corazรณn, como el cuero se contrae con el frรญo; en odiar a los extranjeros; en dejar de ser europeo y cosmopolita y adoptar un germanismo estrecho y exclusivo.
En su lectura de los orรญgenes del sionismo y sus probables resultados, Arendt ha sido reivindicada por acadรฉmicos como Zeev Sternhell, entre otros, y lo que es mucho mรกs importante, por los propios acontecimientos. Arendt fue capaz de ver esto y adoptar una postura de principios, algo que Moyn aparentemente tiene dificultades para entender, ya que rรกpidamente pasa de Arendt a hablar de los liberales de la Guerra Frรญa, que no tenรญan ni la misma capacidad de juicio ni la misma integridad. A diferencia de ellos, ella no hizo una excepciรณn con los judรญos: les exigiรณ el mismo nivel, quizรก demasiado alto.
Lo que a Moyn no le gusta de Arendt es precisamente su mayor virtud en el momento actual: su simultรกneo rechazo del sionismo y su escepticismo sobre la idealizaciรณn romรกntica de la violencia poscolonial por parte de Occidente. La posiciรณn de Moyn es exactamente la contraria y, una vez mรกs, en realidad bastante perversa: quiere que estemos un poco mรกs abiertos al potencial inherentemente positivo de todos los nacionalismos poscoloniales, ya sean sionistas o antisionistas. En los รบltimos tres meses, su libro ha envejecido mucho peor que cualquiera de los de Arendt. ~
Traducciรณn del inglรฉs de Ricardo Dudda.
Publicado originalmente en Unpopular front.
es escritor. Este aรฑo ha publicado When the clock broke. Con men, conspiracists, and how America cracked up in the early 1990s (Macmillan).