El pensamiento de Vicente Fatone

La Fundación Banco Santander ha publicado una selección de textos esenciales del filósofo argentino, pionero del estudio del budismo en Occidente.
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Juan Arnau es filósofo, profesor universitario y especialista en pensamiento y religiones orientales. Autor de numerosos ensayos y traductor de obras como la Bhagadvadgītā, en La fábula mística. Textos esenciales (Fundación Banco Santander, 2025) ha recuperado la obra del filósofo argentino Vicente Fatone (1903-1962), que analizó la relación entre filosofía y la palabra, reflexionó sobre la mística y fue un pionero del estudio del budismo en Occidente.

Cuenta en el prólogo que descubrió a Fatone casi por azar, al encontrar una de sus obras –El budismo “nihilista”– en una librería de la calle Donceles en Ciudad de México. ¿Por qué fue importante ese encuentro?

Yo estaba haciendo mi doctorado en El Colegio de México. Los fines de semana me gustaba ir a pasear por el Zócalo y sus alrededores, el viejo México, con sus cantinas y vendedores ambulantes, con sus indígenas y feriantes. Siempre pasaba un rato en la calle Donceles, en busca de tesoros librescos. Un día encontré por casualidad (o quizá me estaba esperando) el libro de Fatone. Lo leí esa misma tarde, si no recuerdo mal, al completo. Me fascinó su capacidad de síntesis y su comprensión cabal de un texto que conocía bien y que era difícil. Fatone había trabajado con traducciones tibetanas, pues en su época todavía no se había descubierto el original sánscrito, y eso tenía todavía más mérito.

Fatone es una figura inusual, tiene bastantes aristas. ¿Cómo lo definiría y qué ha querido destacar en esta edición?

Destacaría la creatividad y honestidad de un hombre libre que sale en busca del sentido y que lo encuentra en las antiguas filosofías de la India. En este sentido, la influencia de Alejandro Korn fue decisiva.

Uno de los textos íntegros del volumen es su libro Filosofía y poesía. ¿Por qué le parece una obra importante?

Pocas veces se han dicho tantas cosas inteligentes sobre el poder y la fascinación de la palabra. El poeta y el filósofo comparten esa fiebre, esa manía, pero el poeta puede, con justicia, reírse del filósofo, mientras que este tiende a tomarse a sí mismo demasiado en serio. Por eso Fatone gustaba de los poetas, aunque él era un filósofo.

Allí Fatone se pregunta en un momento si el ser humano es antes filósofo o poeta. ¿Cuál sería la respuesta?

Creo que es las dos cosas. Tanto la filosofía como la poesía tratan de mostrarnos, con palabras, algo que está más allá de las palabras. Ambas son el arte de ver a través de las palabras la otra cara de la realidad. El filósofo que se queda en las palabras (y no sabe reírse de sí mismo) es un dogmático (y potencialmente peligroso), el poeta que se aferra a las palabras es un cursi y un sentimental. Ambos caminan en una misma dirección, pero utilizan medios diversos. El razonamiento y la música.

Fue un pionero en los estudios del budismo. ¿Cuál fue su aportación principal?

Su trabajo más importante como estudioso del budismo, y el más pionero, es El budismo “nihilista”. Luego tiene otras pequeñas joyas, como el artículo sobre el complejo de Edipo y los gandharvas –deidades de la mitología hinduista y budista– donde habla del estado intermedio y de las visiones que experimentaremos tras la muerte del cuerpo físico, de las que han hablado con tanta precisión los tibetanos.

Dice que nadie ha comprendido la mística tan bien como Fatone. ¿Qué percibió que otros no?

Su lectura de Eckhart es fascinante. También la idea de que el esfuerzo místico es lo opuesto al religioso. El primero busca la independencia, el segundo la dependencia. Hay cierta frialdad en el místico, los brahmanes lo saben bien. La Unidad de todas las cosas borra al prójimo y a nosotros mismos. Fatone, que conocía bien el brahmanismo, era sensible a todas esas lecturas.

Escribe usted en el prólogo que toda categoría lógica implica un error, y que la lógica de la mística es la superación de otras lógicas, de toda lógica. ¿Qué significa?

La idea es de Nagarjuna. La lógica siempre es, al fin y a la postre, impotente. Gödel lo supo ver bien. Ahora bien, eso no quiere decir que no sea útil y debamos utilizarla. Fatone fue un gran estudioso de la lógica, tanto de la occidental como de la lógica india de los nyāya sutras. Nos habla de los “cuatro momentos” de la lógica. El primero es la lógica primitiva, que es también la lógica del sueño, donde todo es sí. El segundo momento es el de la lógica de la identidad, donde sí y no son excluyentes. El tercero es el momento dialéctico, donde sí y no pueden convivir y formar una síntesis. El cuarto es el momento místico, que prescinde tanto del sí como del no. En este último estado, la lógica aparece como una broma, sofisticada, pero broma. Y ante ella solo cabe la carcajada.

Dice que una de las ideas clave de Fatone es que los seres humanos no poseen la libertad, sino que la libertad los posee a ellos. ¿Puede explicarlo?

Es quizá la idea más hermosa del pensamiento indio. Somos hijos de la libertad. Estamos hechos de libertad. Lo que pasa es que ocultamos esa libertad con mil manías, vicios, deseos, caprichos, inclinaciones. Hay que desalojar el templo, para que esa libertad que somos brille en todo su esplendor, expulsar a los mercaderes, apartar todas las capas que oscurecen su brillo.

Fatone, además de profesor universitario y ensayista, fue un escritor de periódicos, y un hombre con posiciones políticas que a veces le salieron caras. ¿Cuál fue su vínculo con la política y su relación con el mundo intelectual argentino?

Su apuesta fue por la libertad. Fatone fue por libre, se dejó guiar por su olfato epistemológico, huyó de la lacra del compromiso con el poder. Le gustaba la alegría y espontaneidad del niño. Tras veintiocho años de matrimonio, adoptó dos. Nunca se plegó a los poderosos, seguía la máxima de Marco Aurelio: “Ni amo, ni esclavo.” Pero él la dijo de otro modo: “esclavizar esclaviza”. Todo un ejemplo de filósofo portátil. ~


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