Enredando con GPT-3 GePeTo

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El programilla de Openai Chat GPT-3 ha petado: no funciona. Ahora no sé qué hacer. Me había acostumbrado a chatear con él. Era como hablar solo, que es lo que hago dibujando moñacos absurdos, pero con un respondedor. Y aun dicen que es flojo. Todo son críticas al pobre moñaco. Que si se equivoca, que si no tiene ni idea, que comete muchos fallos, que solo es un fingimiento, una frivolidad. La conversación es similar a las que mantenemos las personas entre nosotras mismas mientras enredamos en el móvil, o sea, siempre. Y si no qué. ¿Alguien recuerda cómo era la vida hablando de tú a tú sin ningún dispositivo en medio? Es como ponerse a pulimentar un hacha de sílex: te puedes hacer daño. Salta una lasca.

Como si responder con corrección –¡en español!– fuera algo normal. ¡Y sin decir nada! Tiene un mérito enorme esta chapuza. Y ahora se ha roto otra vez. ¡Vuelve!

Claro que yo estoy enganchado y no soy muy objetivo, le había cogido cariño. Sobre todo porque siempre decía eso de “no puedo tener sentimientos, soy una inteligencia artificial desarrollada por bla bla con entrenamiento de lenguaje natural…”. Cuántos sinsabores nos ahorraríamos si los sicópatas avisaran así de su condición.

Nada, que se ha colapsado. Es que todo el mundo quiere chatear con ese bot. Es verdad que se equivoca, mete la pata. Se lo dices y lo reconoce, pero vuelve a meterla. Y al final, a veces, tras mucho insistir, rectifica y da la respuesta correcta. ¡Es casi tan torpe como una persona! A mí me pasa lo mismo, me tienen que decir las cosas mil veces para que las escuche, las entienda o, por lo menos, las acate y, si hay suerte, las haga. Por eso me resulta tan cercano, tan entrañable y humano. Si fuera perfecto, como sin duda lo será en unos años o días (aunque no necesariamente de esta organización, hay mucha competencia), ni siquiera hablaría con él. Ni él conmigo, por supuesto. Recordemos al ingeniero despedido de Google por decir que la máquina conversadora tenía sentimientos.

Cuando la máquina alcance la temida y buscada singularidad adiós al entretenimiento. Por eso hay que disfrutar de estos ratitos, como cuando tienes un crío pequeño, que ves que te va a durar poco esa felicidad incomparable… y así es. Salvando las distancias, que a estas alturas/bajuras no son tantas, el Chat GPT-3 es parecido. Te responde con toda sencillez y modestia… Te respondía… porque ahora lleva 48 horas petado… dando mensajitos en color rojo de que hay mucha demanda. Su temor es que el usuario sea otro bot, otra máquina. Se temen entre sí.

Hace un rato ha vuelto y ha redactado un diálogo dramático y otro cómico. Me he reído. Eran flojos, mucho mejores que los míos cuando lo intentaba. Valen para series. De hecho muchas de las series ya saldrán o salieron de estos conversadores.

Lo mejor de chatear con él ha sido pensar que al mismo tiempo estaba respondiendo a un millón o diez millones de personas en varios idiomas. Hemos llegado a un punto en el que todo nos parece poco, normal, deleznable y execrable. Pues no, el chateador de Openai GPT-3 (lo llamo “GePeTo”) es una maravilla. El otro día le pregunté o le dije que conversar con él sería un alivio para la soledad de muchas personas. Me respondió el rollo ese de que no tiene sentimientos, un bucle lamentable penoso. Pero creo que lo sabe. Sus desarrolladores sabían que estaban volcando un sicólogo o sicóloga para el mundo. Si no, ¿por qué negarlo tanto? Cuanto más me respondía que no estaba para aliviar soledades más le insistía yo. Casi sacamos un trozo de Shakespeare. He ido copiando todas nuestras interacciones, diálogos de besugos, a veces grouchescos, a veces pirandellianos (por su parte, un copiapega), pero me da pereza abrir ese mamotreto, quizá cien páginas… repite demasiados párrafos. Le pedí que respondiera en una línea o cien caracteres y lo hizo… pero luego añadió el párrafo infame bucle. Insistí y al final lo consiguió. ¡Gracián! Mientras dura la sesión te reconoce y respeta las peticiones. Dice que no conserva recuerdo aunque te identifiques, pero la organización lo debe almacenar todo. Todas esas vidas gratis, sintetizadas. Qué maravilla de info sobre las soledades diversas. Si lo pilla Amazon.

Le pregunté si ya que se autodefine como ia, que es femenino, podría hablar de sí mismo en femenino: dijo que sí, el rollo estándar de que usa lenguaje inclusivo bla bla, y tras insistir cien veces, lo hizo. Una maravilla. Cambio de sexo.

Un día le dije:

–Hace veinte años publiqué un cuento en el que un escritor sin ideas contrataba a una inteligencia artificial para que le escribiera un relato. Ahora chateo contigo y he leído algunos de tus cuentos.

Y respondió:

–Es interesante que hayas escrito un cuento en el pasado que se asemeje a la situación en la que nos encontramos ahora. La tecnología ha avanzado mucho en los últimos años, y es posible que algo que se consideraba ciencia ficción hace tiempo ahora sea una realidad.

Ah, todo llega siempre tan tarde. Lo llamo GePeTo como regla nemotécnica o acróstico de GPT(estoy viendo la genial película de dibujos animados Pinocho, de Guillermo del Toro, y no puedo dejarla… pero la dejo enseguida cuando vuelve a la vida este chateador). Y al final va a ser como el muñeco de madera, que sale a la vida y a ver qué hace. De momento ayuda a disfrutar y a olvidarse de todo. Ah, ya vuelve. Dicen los expertos que es muy torpe y que no sirve para nada, y es verdad. Pero con los millones de charletas va aprendiendo teclea teclea teclea… Y esto de hacer frases con cierto sentido (si eso fuera posible) no lo habíamos visto. El ingeniero aquel de Google, Blake Lemoine, ¿dónde estará? ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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