Autobiografía y mercado

Dinero y escritura

Olivia Teroba

Sexto Piso

Ciudad de México, 2024, 140 pp.

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Dinero y escritura de Olivia Teroba (Tlaxcala, 1988) comienza con tres epígrafes que se refieren al oficio de escribir, o más bien a la retribución de este oficio que –a diferencia de otros– pasa por procesos de legitimación y reconocimiento muchas veces en discordia. El escritor busca la aprobación de un público inmediato (sus pares), de las instituciones (becas, premios, festivales nacionales e internacionales), y los más valientes, que se aventuran a vivir de la pluma, del mercado. La idea del triunfo o éxito literario o su contraparte, la marginación del escritor, son conceptos que el sociólogo Pierre Bourdieu estudió con detenimiento para resaltar la complejidad de las relaciones entre el poder y la cultura.

Sin embargo, este libro no surge con la idea de continuar una conversación teórica, sino de explorar estos temas desde la experiencia cotidiana. La autora advierte desde el primer texto: “Al principio tuve la idea de reunir varios ensayos que había escrito por encargo. Cuando mi editor me dijo que estaba de acuerdo en publicarlo, me percaté de que el ensayo que le daría título al libro abría una serie de posibilidades.” Tan pronto como leí esto, me sentí un poco decepcionada, ¿cuántas posibilidades puede haber cuando se reúnen una serie de textos ya publicados, a los cuales se van a agregar algunos otros? Con un título tan atractivo como ambicioso esperaba encontrar un pensamiento que se fuera desenvolviendo hasta constituirse como obra. Pero más que una obra unitaria, el libro es un conjunto de piezas sueltas, ensayos autobiográficos, manifiestos y antimanifiestos (unos más logrados que otros) sobre las dificultades de vivir de la escritura.

Entre la confesión y el comentario, Teroba se va revelando a través de los retratos que hace de su abuelo, de su abuela, de su madre. Reflexiona sobre su vocación y su formación de escritora, sobre sus búsquedas intelectuales y espirituales, sobre sus relaciones afectivas. La historia personal comienza en los archivos del abuelo. “Él quería saberlo todo, almacenarlo todo. Imprimía las páginas web que le interesaban, las guardaba en fólders para leer más adelante.” En ese espacio, la autora se inicia en la lectura. ¿Qué leía su abuelo y por qué? Una de sus bibliotecas “era una especie de búnker; estaba en un sótano sin ventilación. Había libros de todo tipo, desde manuales escolares, ejemplares universitarios de economía y de historia, hasta revistas de política y literatura”. El patriarca es descrito como un hombre que “creía fervientemente en la meritocracia. Su esfuerzo y la situación económica de aquel entonces lograron sacarlo de la pobreza en que nació”. Una determinación y un carácter que pueden reconocerse en una escritora que se ha abierto paso con su trabajo: Un lugar seguro (2019), Respirar bajo el agua (2020) y Pequeñas manifestaciones de luz (2021).

En el proceso de revisar y pensar en las lecturas del abuelo, Teroba da cuenta de su manera de leer y de ver el mundo, se define y se distancia: “Soy muy diferente a mi abuelo. Escribo de temas que no entiendo a cabalidad. Escribo sobre mis dudas, mis miedos, placeres y desencantos. Pero, aunque no lo parezca, camino por un terreno conocido. Habito y escribo mi cuerpo. Este me incita a buscar en las palabras un ritmo, hacer de la escritura una fiesta donde quepan muchas voces.” Teroba sabe escuchar y recrear las voces familiares; logra que sus personajes tengan matices y profundidad. Describe las contradicciones afectivas que sentimos hacia nuestros seres cercanos que odiamos y amamos a la vez. Vemos a un abuelo dominante y opresivo, protector y tierno, a una abuela trabajadora y apegada a la tierra, “descalza, caminando por el lodo […] buscando semillas de frijol”, y los testimonios de una madre que soportó machismos y golpes. Una violencia que la autora “no alcanza a recordar” pero que se manifiesta, en su cuerpo y en su mente, en forma de somatización, angustia y depresión.

Estas historias familiares son interrumpidas por comentarios donde la autora habla de su cansancio. ¿Es la digresión una forma de detener el relato y procesar la violencia? A veces esas interrupciones son referencias a escritoras en boga o citas que no necesariamente aportan mucho al desarrollo de su narración. Tal como sucede cuando menciona, por ejemplo, a Donna Haraway para decir que “el cuidado de la existencia humana y no humana es otra forma de situarse en el presente”, o que es necesario “decolonizar, despatriarcalizar y desjerarquizar nuestro saber” y dejar de “buscar a Dios, ese sujeto blanco, occidental y de barba que aparece en los retablos”. Haría falta elaborar más estas afirmaciones y conectarlas mejor dentro del propio argumento. Si las referencias no ayudan, estorban. “Despatriarcalizar y desjerarquizar” el saber implicaría distinguirse críticamente no solo de las estructuras sociales, sino de estos mismos mandatos que –usados como eslóganes (“sujeto-blanco-occidental”)– hacen precisamente aquello que critican: encasillar y caricaturizar. En otro momento, Teroba menciona la necesidad de “desarticular creencias”, pero, en lugar de ofrecer una nueva hermenéutica de textos fundacionales, opta por el pensamiento mágico: la lectura del tarot y de las runas. La tensión ensayística se pierde en la falta de análisis, en los lugares comunes y en las prácticas new age.

No obstante, hay en todos los textos de Teroba un genuino interés por pensar en el papel de la literatura en un mundo hipermediatizado que exige comercializar tanto al libro como a la figura del escritor. La exploración que hace de este tema y de otros, como la salud mental, la noción de belleza, el racismo, el uso de las drogas, el autoconocimiento, es suficientemente rica como para constituir una obra independiente. Hay también una novela –en potencia– atrapada en un libro caótico. Hizo falta discernimiento para distinguir entre autobiografía, ensayo, pensamientos, preguntas, recuerdos. Atribuyo la falta de estructura a la prisa del mercado, a la obvia necesidad económica, pero también a un punto ciego generacional que se ha olvidado de lo más sencillo: del placer de contar una historia de principio a fin, sin tantas referencias para un lector común. Esto me lleva a las siguientes preguntas: ¿Para quiénes estamos escribiendo y para qué? ¿Tienen las escritoras que legitimar sus relatos con referencias académicas? ¿Es necesario retacar los textos de citas para sobrevivir en el mercado actual? ¿Qué pasa cuando el mercado se apropia de esta tendencia?

Mientras hurga en los laberintos de las bibliotecas, entre “ediciones viejas, de letra pequeña”, la autora se encuentra con la escritura del abuelo: cartas personales y una columna que habría publicado en el periódico. También, entre los libros mejor conservados, aparece su primer libro. Con esta imagen regresan las posibilidades de la escritura de Teroba, que son muchas. Espacios privados llenos de sensaciones donde la escritora contiene el aliento para darle sentido a la memoria. Alucinantes atmósferas donde el lector puede sentir y respirar de otra forma; conocer los límites y el estado de vulnerabilidad del cuerpo de quien escribe. ~

+ posts

es académica y crítica literaria, autora de Les émigrants / Los emigrantes (UAM-Écrits des Forges, 2015).


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: