Los distintos casos en los que el gobierno ha utilizado los tribunales para censurar a medios de comunicación y periodistas no son hechos aislados, se puede distinguir en ellos un patrón: el poder autoritario busca apoderarse del lenguaje de la sociedad.
Un gobierno popular y poco eficiente, que descansa en la propaganda y en el reparto de dinero. Una oposición dividida y fantasmal. Una sociedad que no reacciona ante los abusos. Este es el panorama que observa el periodista y escritor Héctor de Mauleón en esta entrevista que ofrece a Letras Libres. Un panorama poco alentador.
El gobierno de Claudia Sheinbaum parece decidido a acallar las voces críticas como un paso más en la construcción de una dictadura disfrazada con ropajes democráticos. La reforma electoral será el último clavo en el ataúd de la república.
La libertad de expresión es consustancial a la democracia. Por eso a este gobierno parece molestarle el derecho que tenemos los mexicanos de informarnos y expresarnos. Van cerrando espacios, colonizando poderes, silenciando voces. El único obstáculo que podemos oponer a este avance es el de la sociedad civil activa. En esa tarea estamos empeñados.
¿Qué papel desempeña la libertad de expresión en una nación democrática?
Es sorprendente lo que está ocurriendo. Estamos viviendo un proceso mediante el cual el gobierno autoritario de México les está privando del derecho de expresarse a las personas para imponerles el discurso que ellos quieren que se repita de manera coral.
Ese es el fenómeno que estamos viviendo. Quieren arrebatarle a la sociedad su lenguaje para imponerle un lenguaje oficial, para que lo repitan mecánica y masivamente. De este modo el gobierno, de forma autoritaria, procede a apoderarse no de tu conciencia ni de tu persona, sino del lenguaje mismo, ya que apoderándose de él lo tiene todo.
Cuando ocurre eso la democracia queda minada. En el caso del periodismo, lo que el gobierno hace es negarle a la sociedad la capacidad de información que le permita elegir colectivamente las cosas que le atañen.
La función del periodismo es describir y registrar la realidad del país para que la gente pueda tomar decisiones sobre lo que mejor le conviene. Veo dos procesos. El primero lo puso en práctica López Obrador durante las mañaneras, consistente en desautorizar y desprestigiar las reputaciones de las voces críticas. En su sexenio hubo una embestida histórica en contra de la libertad de expresión y contra la prensa crítica. El segundo proceso está ocurriendo en el sexenio de Claudia Sheinbaum. Ahora ya no se trata solo de desautorizar y de destruir prestigios y reputaciones. Ahora de lo que se trata es de silenciar la crítica.
Hemos visto la salida de muchísimas voces críticas de las mesas de análisis en radio y en televisión. En paralelo, se han comenzado a colonizar las mesas de análisis y de discusión en esos medios. El oficialismo ha incorporado en ellas a personas que se hacen pasar por analistas y cuya única función es la de justificar a ultranza todas las decisiones del gobierno. Estamos presenciando un espectáculo vergonzoso. La sociedad parece anestesiada, no registra lo que está ocurriendo o lo siente muy lejano. No levanta la voz ni protesta. Lo mismo ocurre en el medio periodístico, está muy desunido, es muy poco solidario, ve con indiferencia no solo lo que está pasando en la banqueta de enfrente sino en su propia banqueta. Los periodistas han optado por guardar silencio en espera de que a ellos no les vaya a tocar.
El gobierno ha ido acumulando cada vez más poder (colonizando con trampas el poder legislativo y con fraudes el poder judicial), sin embargo da la impresión de ser muy frágil ante la crítica. ¿Cómo explicas este fenómeno?
Tienen el poder, lo que no tienen es el control del gobierno. Hay una campaña para presentar la supuesta popularidad de la presidenta y hacernos creer que esa popularidad va de la mano de la eficacia. Lo cierto es que el país quedó destruido luego del pasado sexenio. Es un desastre lo que dejó López Obrador en seguridad, en salud, en educación. La infraestructura se abandonó por completo y ahora caminamos entre ruinas en las ciudades y en las carreteras. Dejó en situación de mucha vulnerabilidad a su sucesora.
Claudia Sheinbaum cumple un año en el gobierno pero no ha podido gobernar. Lo que ha hecho es reaccionar a los problemas heredados. Está cercada por funcionarios que no forman parte de su equipo, que le fueron impuestos por el caudillo de “la cuarta transformación”. No le bastó a López Obrador mangonearla a lo largo de su sexenio sino que introdujo cuñas en el sexenio de Sheinbaum para que no se desviara del cauce de su movimiento. Rodeó a la presidenta de quienes habían sido sus enemigos durante la precampaña: López Obrador decidió los cargos que ellos iban a ocupar. Le sembró funcionarios en su gabinete cuya lealtad está con él y no con la presidenta. Como muestra tenemos los desacuerdos con Adán Augusto López y con Ricardo Monreal. La secretaria de Gobernación de Sheinbaum es una representante consumada del obradorismo. El secretario de Educación, también impuesto, viene arrastrando un gran desprestigio y problemas de corrupción cada vez más escandalosos.
Sheinbaum no tiene todos los pelos de la burra en la mano. Tiene grandes huecos en el control de su gabinete y eso hace que no tenga control sobre el ejercicio del poder. Se advierte una sensación de descontrol, una sensación de fin de sexenio.
Están tan duros los golpes internos que no parece que se esté consolidando un sexenio. Parece que es el momento del declive, comienzan a verse ya las ruinas que rodean a Claudia Sheinbaum. A pesar de que tiene el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, a pesar de que tiene un gran control sobre buena parte de los medios, a pesar de que destruyeron todas las instituciones de contención del poder que servían de contrapeso a una presidencia autoritaria, sigue su presidencia teniendo una red de agujeros que le dificultan el ejercicio del poder.
Tienen también ese ADN de las tribus perredistas, grupos de caníbales que se devoran entre ellos. El escándalo que le estalló a Andy López Beltrán ocurrió como resultado de estas fracturas y de la lucha de poder que se abrió cuando López Obrador se retiró a su supuesto exilio en Palenque. Cuando él se retira, comienzan a disputarse los espacios de poder. Ya vienen las elecciones intermedias y se van a comenzar a pelear los cargos. Esto ha enfrentado a los herederos de la familia del Salvador de la Patria con la familia de los renovadores. Por otro lado está la colección de delitos que López Obrador admitió públicamente en sus mañaneras (de los que hay grabaciones y registros). Eso abrió uno de los flancos que más ha debilitado al gobierno de Claudia Sheinbaum, ya que atrajo la mirada de Estados Unidos a raíz de la crisis por el fentanilo. Pronto dejó de ser una crisis de salud para convertirse en un problema de seguridad nacional. Cuando las agencias de inteligencia y de seguridad detectaron el problema del huachicol comenzaron a tomar cartas en el asunto y vieron que había altas personalidades del partido gobernante involucradas con este negocio a niveles que no habíamos visto antes.
Estados Unidos tiene al Mayo Zambada, quien tiene la película completa del narcotráfico desde 1966 hasta el día en que lo detuvieron. Es el narcotraficante que ha presenciado el surgimiento y la evolución de este monstruo incontrolable no solo para México, sino también para Estados Unidos. También tienen a dos de los hijos del Chapo, que son los artífices del tráfico de fentanilo, porque el fentanilo es un problema de reciente creación. Comenzó en los últimos dos años de Enrique Peña Nieto, pero el desarrollo del imperio de los Chapitos se hizo durante el sexenio de López Obrador.
Cuando se llevan a Estados Unidos a las figuras que encabezaban una de las organizaciones más poderosas de México se los llevan sin avisarles a las autoridades mexicanas. Ha pasado un año en el que no les han entregado información, solamente van filtrando pequeñas cosas que las agencias quieren que se vayan conociendo. Esto ha abierto otro gran flanco de debilidad.
Si se suman todos los agujeros que tiene la red entonces te explicas que tienen todo el poder, pero no la capacidad de gobernar. En resumen, no tienen esa capacidad por el desastre que heredó Claudia Sheinbaum de su antecesor, al que además está obligada a proteger a capa y espada.
Su margen de maniobra es cada vez más estrecho, se ve más acorralada, a pesar de que Sheinbaum trata de transmitir que tiene a raya a Trump, gracias a su cabeza fría y a su liderazgo extraordinario. Ha consolidado algunas cosas, hay un cambio radical en la política de seguridad. Hemos pasado de los abrazos, no balazos a las detenciones que se han visto a lo largo de este año, pero sigue sin tocar la fuente real del poder criminal en México.
Parece haber un doble movimiento. Por un lado se silencia a los comunicadores y por otro se fabrica, como en 1984, una neolengua en donde todo se expresa al revés. Los fracasos son logros, los descarrilamientos son desvíos de vía.
Quieren apoderarse del lenguaje. Intentan imponer una narrativa para evitar que se muestre un lenguaje que pueda expresar la realidad. La invención, por parte de López Obrador, de la mañanera fue brutalmente eficaz. Durante tres horas diarias el presidente parloteó desde la tribuna más alta del país diciendo un promedio de cien mentiras o de cosas engañosas o imposibles de verificar a lo largo de seis años. Hay millones de personas que repiten las palabras que él nos impuso, por ejemplo la división artificial que él trazó entre liberales y conservadores. Durante dieciocho años estuvo infundiendo odio municipio por municipio, día tras día. Logró consolidar un mensaje que llegó a muchos lados. Les habló a quienes nadie les había hablado, esto es absolutamente innegable. Llegó al último rincón de México y ahí repitió su mensaje: “Alguien les quitó algo y yo se los voy a devolver. Esos son sus enemigos.”
Sin duda fue un triunfo la imposición de un lenguaje. Ahora Claudia Sheinbaum patéticamente trata de imitarlo, hasta en la entonación. Lo sigue haciendo por lo efectivo que fue. Pusieron a circular una serie de expresiones que pasaron a formar parte del lenguaje de la sociedad. A través de esas expresiones muchísimas personas creen estar entendiendo la realidad.
Vamos a tardar décadas para sanar esa división y ese odio. Vimos en el siglo XIX todo lo que los mexicanos hicieron en contra de otros mexicanos. Curar esa herida, acabar con ese resentimiento va a llevarnos mucho tiempo. La oposición prácticamente ha sido una espectadora de este proceso. Lo que sigue es enfrentar ese lenguaje, quitarle su eficacia.
López Obrador desgastó las palabras. Les quitó todo su peso. Podía repetir sus mentiras de manera tan cínica, tan descarada, que las palabras comenzaron a perder peso en su discurso. Sin embargo esto no alcanzó a afectar su proyecto. Dejó sembradas una serie de palabras que están circulando por todas partes. Para enfrentarlas tiene que venir una batalla para recuperar el lenguaje.
Con el nuevo poder judicial, ¿piensas que se intensificará la andanada en contra de los comunicadores? Ya no se tratará solamente de imponer un discurso, sino de que van a contar con instrumentos jurídicos para presionar el espacio de los comunicadores.
Ya lo anunció Beatriz Gutiérrez Müller en un tuit. En él se ufanó de que viene un nuevo poder judicial con la capacidad de sentar en el banquillo a las voces críticas. Todas las plumas afines al régimen ven esto como un triunfo. No se dan cuenta de que lo que están haciendo es cavar la tumba de la democracia. La república mexicana descansa en paz. Estamos frente a algo nuevo, una república muy parecida a la de Díaz Ordaz.
Hemos estado presenciando cosas que hubieran parecido completamente inadmisibles hace unos años y que habrían incendiado al país. Si a una gobernadora se le hubiera ocurrido imponerle un censor a un periodista para que el censor autorice lo que el periodista puede decir, ese simple hecho en tiempos de Calderón o Fox habría bastado para incendiar al país. Ahora solo en algunos sectores se mira con escándalo. Los medios en buena parte están ya tomados, voltean la vista hacia otro lado. En Tamaulipas ya hay persecuciones judiciales contra periodistas. En Sonora tenemos el caso de la ciudadana Karla Estrella, obligada a disculparse durante treinta días. O el de Laisha Wilkins que, por poner un “jaja” en un tuit fue denunciada por violencia política de género. Le piden que diga de dónde sacó la información que le permitió poner “jaja”. Hasta la risa está siendo ya judicializada. No se trata de casos aislados. Estamos viendo un patrón.
En breve veremos la actuación del nuevo poder judicial. ¿Qué va a pasar cuando quienes estamos denunciados tengamos que sentarnos frente a estos nuevos jueces que le deben todo al que los puso en el acordeón? Ya personas como Lenia Batres o Yasmín Esquivel nos han dado la muestra del poder judicial que quieren, el mismo que dejó trazado Arturo Zaldívar con su cercanía con López Obrador para resolver los casos que al presidente le importaban.
El 2 de septiembre despertamos varias décadas atrás. Esto es muy desesperante porque la lucha que consumió a muchísimas generaciones de mexicanos se fue a la basura en unos cuantos meses, entre el último tramo del sexenio de López Obrador y el primer año del gobierno de Claudia Sheinbaum. Lo peor es que lo hicieron los mismos que hace treinta o cuarenta años luchaban porque esto no ocurriera.
Llevamos apenas un año del gobierno de Claudia Sheinbaum y ya nos encontramos en una situación crítica. Sabina Berman aconseja en televisión pública que, como en el modelo chino, hay que intervenir los medios de comunicación. Paco Ignacio Taibo II señala que hay que expropiar los canales de televisión. ¿Qué es lo que sigue?
Hay un grupo muy radical sentado a un lado de la presidenta intentando imponer su visión y su proyecto de nación. Al mismo tiempo creo que todavía hay contrapesos que tienen a Claudia Sheinbaum entre dos fuegos. Todo lo que en los últimos años creímos que no iba a pasar ya ocurrió. Hemos visto cómo todo se fue cumpliendo. Lo que se ve es que hay una vena autoritaria que está viva, tiene asiento en Palacio Nacional a un lado del trono. Esto crea un gran espacio de incertidumbre. Al mismo tiempo, hay tantos problemas ocasionados por la fuerte presión de Estados Unidos que no sé si ese grupo radical pueda avanzar en imponer su modelo. Ese grupo, por ejemplo, bloqueó la decisión de que Omar García Harfuch fuera el jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, lo cierto es que la mano derecha y quien se ha mostrado más leal a Claudia Sheinbaum ha sido ese funcionario, y no los que le llenaron el camino de piedritas.
Hay grandes tensiones al interior del gobierno y no sé cómo podrán resolverlas. Lo que sí me queda claro es que esa pulsión autoritaria existe y que varios de sus protagonistas tienen puestos de poder y una gran influencia.
¿Qué puede hacer el ciudadano para fortalecer el derecho a la libertad de expresión?
En esta batalla al final van a quedar las voces de los ciudadanos que no hayan sido aniquiladas o apagadas. Voces que sobreviven en los espacios en donde todavía se pueden ventilar estas cosas. Sin la participación social no habrá manera de detener este proceso.
A Bolivia le llevó veinte años despertar del hechizo, nosotros estamos apenas en el año seis. Tenemos una presidenta que tiene altos niveles de popularidad y muy bajos niveles de eficacia. Un gobierno que ha repartido muchísimo dinero, aunque ese dinero no ha sacado a los más pobres de la pobreza. La respuesta va a estar en la sociedad, en las pocas voces que siguen ejerciendo la crítica. La sociedad debe cuidar esas voces. Cuando ocurrieron los grandes despidos de los medios de comunicación y echaron a las voces críticas, no hubo reacciones de parte de los periodistas, no hubo solidaridad en el gremio, ni siquiera preocupación. Algunos incluso aplaudieron. Debemos tener claro que si este proceso continúa están en riesgo absolutamente todos los comunicadores.
El único contrapeso en este momento –ya que la oposición está derrotada, anulada; su presencia es fantasmal– es la opinión pública.
Encuestas internacionales, como Latinobarómetro, reportaron que desde 2018 había un bajo aprecio por la democracia en México. En 2018 la gente pedía un gobierno de mano fuerte y un gobierno de mano fuerte fue lo que llegó al poder. Este gobierno de tintes autoritarios tiene un respaldo popular porque eso es lo que pide la gente. Esto es muy preocupante porque, si la reacción no viene de la ciudadanía, ¿de dónde podría surgir?
Se trata de un fenómeno mundial. Hay un desencanto de la democracia porque, aparentemente, lo que la democracia no le dio a la gente se lo está dando el populismo. Le dio, en primer lugar, la sensación de protección, le repartió recursos, le proporcionó un discurso bajo el cual puede cobijarse, ensalzó el resentimiento. La democracia parece algo cada vez más lejano. Cuando vas a una comunidad marginada y ves las brutales condiciones en las que vive la gente, comprendes que ahí no se puede llegar a hablar de libertad de expresión. Sería completamente absurdo, ni siquiera inútil: absurdo.
Frente a tantas décadas en las que no se veía una salida, en las que casi no hubo movilidad social, en donde la gente seguía viviendo en las mismas condiciones en las que habían vivido sus abuelos y sus padres y en las que probablemente iban a vivir sus hijos, fueron llegando lentamente a la conclusión de que algo no estaba funcionando. Fue entonces que surgieron estos líderes carismáticos, llenaron esa laguna.
Hace una década aparecieron muchos libros alertando de lo que estaba pasando en el mundo. Estos líderes carismáticos del populismo pusieron en marcha una estrategia casi de manual: señalar un enemigo, pregonar que ellos encarnan la voz del pueblo, silenciar a la prensa, apoderarse de los poderes, hacer cambios constitucionales para perpetuarse en el poder, encarnando la voz del pueblo. Nosotros estamos en esa carrera. Lo que pasó en Bolivia y lo que está pasando en Venezuela nos hace ver también que ese modelo tiene fecha de caducidad.
¿Tenemos enfrente un gobierno autoritario o un gobierno que aspira a ser totalitario? No se conforma con ejercer la autoridad, sino que trata de silenciarla, de dominar su pensamiento. Un gobierno que invade las esferas privadas. ¿Consideras que nuestro gobierno puede escalar hacia el totalitarismo?
Ya está trazado el camino de la construcción de una dictadura. Lorenzo Córdova lo expresó muy bien: “Quienes llegaron al poder lo hicieron por la escalera de la democracia; una vez arriba, quitaron la escalera.”
Eso es lo que ahora estamos presenciando. Si quitan la escalera no se puede llamar de otro modo más que dictadura. Estamos inaugurando una nueva forma de dictadura, que tal vez es como todas las demás. Llegó envuelta en ropajes democráticos y todavía sigue hablando el lenguaje de la democracia, mientras en los hechos lo que está expresando es un autoritarismo sin límites. ~