El pasado 3 de septiembre muriĆ³ a los noventa aƱos John Ashbery, uno de los poetas mĆ”s prestigiosos del mundo. Ashbery fue heredero y continuador de la mejor tradiciĆ³n lĆrica del siglo XX. Entre sus principales influencias estaban los surrealistas franceses y Raymond Roussel, de los que aprendiĆ³, respectivamente, a emplear la asociaciĆ³n libre y una libertad sin precedentes a la hora de trabajar las formas; tambiĆ©n Eliot y Auden, quien estuvo en el jurado que premiĆ³ el primer poemario de Ashbery, Algunos Ć”rboles, y quien declararĆa con posterioridad que āno habĆa entendido ni una palabraā del libro.
QuizĆ”s esa dificultad para entender los poemas de Ashbery tenga que ver simplemente con ciertos hĆ”bitos de lectura. Sus textos son, en cierto sentido, como esos estereogramas que esconden una imagen tridimensional en un plano lleno de regularidades: habrĆ” quien tarde mĆ”s y quien tarde menos, pero todo el mundo puede aprender a verla con la prĆ”ctica. TambiĆ©n se asemejan a ellos en que la imagen resultante no es del todo nĆtida, es inestable y parece estar a punto de desaparecer, y en el caso de Ashbery, se halla en movimiento. QuizĆ” el tema principal de Ashbery sea precisamente esa dimensiĆ³n de la vida, la de lo efĆmero, lo que no se queda quieto y no se entiende. En cualquier caso, el derroche de imaginaciĆ³n y humor de su obra, su musicalidad y la sutileza de su pensamiento hacen que la experiencia de lectura, aunque uno no tenga la sensaciĆ³n de comprender del todo lo que estĆ” ocurriendo en el poema, sea, como querĆa el autor, una āagradable sorpresaā constante.
Ashbery formĆ³ parte de la Escuela de Nueva York, un grupo de poetas unidos, mĆ”s que por unas propuestas estĆ©ticas comunes, por la amistad y una visiĆ³n crĆtica y burlona hacia la academia y el establishment poĆ©tico de los aƱos cincuenta. Si los surrealistas pretendĆan ampliar el concepto de realidad para que incluyera la actividad del inconsciente y generar unas tĆ©cnicas de escritura que permitieran encontrar los materiales del poema, ante todo, en ese territorio desconocido y misterioso, los poetas de esta escuela buscaron, cada uno a su manera, formas de combinar lo subjetivo y lo objetivo. PodrĆa decirse que lo suyo era un surrealismo con referente. Tomaron tĆ©cnicas de otras disciplinas, sobre todo de la pintura, y en particular del expresionismo abstracto. La declaraciĆ³n de Mark Rothko manifestĆ”ndose āa favor de las formas planas porque destruyen la ilusiĆ³n y revelan la verdadā encaja muy bien con la poĆ©tica de Ashbery, que parece querer mantener en un mismo plano todos los elementos que aparecen en un poema, eliminando, junto a la tridimensionalidad, la jerarquĆa.
En la lĆnea de la poesĆa modernista norteamericana, en la que encontramos un explĆcito desinterĆ©s por la expresiĆ³n de ideas (āNo hay ideas sino en las cosasā, dice William Carlos Williams), Ashbery se preocupa por las personas y las cosas, por el flujo de la vida, como Ćŗnica manera de encontrar algo interesante: āCuando en un poema vas directamente hacia las ideas, con martillos y tenazas, por decirlo asĆ, las ideas tienden a esquivarte. Creo que solo regresan cuando finges que no estĆ”s haciĆ©ndoles caso.ā Cuando Ashbery habla de su escritura siempre parece ligero, como si fuera un niƱo jugando, casi indiferente, al margen de todo lo intelectual: āEs bastante difĆcil ser un buen artista y tambiĆ©n ser capaz de explicar de un modo inteligente cĆ³mo es tu arte. De hecho, cuanto peor es tu arte, mĆ”s fĆ”cil te resulta hablar de Ć©l.ā Pero esa ligereza no estĆ” reƱida con una muy perspicaz y compleja postura estĆ©tica, sino que es producto de ella. Ashbery fue crĆtico de arte; en una ocasiĆ³n le preguntaron si habĆa tenido problemas por alguna crĆtica. āNo, porque siempre digo que me gusta todoā, contestĆ³. Podemos tomar este comentario como una mera ironĆa, pero tambiĆ©n podrĆamos leerlo como una manifestaciĆ³n de la gran variedad de estĆmulos que empleaba Ashbery para escribir sus poemas. Esta ambigĆ¼edad tambiĆ©n es caracterĆstica de Ć©l. En sus poemas conviven registros lingĆ¼Ćsticos muy diversos, lo extremadamente lĆrico, lo metafĆsico, lo coloquial; del mismo modo, conviven diversos estados de Ć”nimo, lo frĆvolo y lo angustiado, lo neutro y lo emocional. Esa heterogeneidad tiene su origen, sobre todo, en La tierra baldĆa, el largo poema de T. S. Eliot, del que Ashbery aprendiĆ³ a trabajar con los espacios, con las distancias entre distintas frases o voces. āUna vez leĆ que a medida que la mĆŗsica se vuelve menos primitiva y mĆ”s elaborada, los intervalos que hay entre las notas son mayoresā, afirma. Desde luego, estos saltos abruptos, estos cambios de tema o de tono, ya estĆ”n en Rimbaud y en otros innovadores del siglo XIX, pero toman una forma particularmente clara en La tierra baldĆa. Otros puntos fuertes de la obra de Ashbery tambiĆ©n tienen que ver con las aportaciones de Eliot: el texto lĆrico deja de ser un espacio para la introversiĆ³n y pasa a alojar varias voces que no se identifican del todo; la meditaciĆ³n sostenida, que caracteriza algunos de sus mejores poemas, aparece atravesada por distintas digresiones y asociaciones, muchas veces de un modo abrupto pero nunca gratuito, aƱadiendo capas de complejidad y emociĆ³n, matices, contradicciones. En cualquier caso, todo lo sensorial siempre es muy fuerte en Ashbery. Su lectura es una experiencia intensa de descolocaciĆ³n. El carĆ”cter irreverente y culto de este autor, su gusto por la transgresiĆ³n y su deuda con la tradiciĆ³n de la ruptura se manifiestan claramente cuando cuenta que en una ocasiĆ³n se topĆ³ con un poema de Hƶlderlin que terminaba con una coma y le pareciĆ³ una gran idea y se la robĆ³. ~