La España de la que se ocupa Michael Reid es la de unos años tumultuosos. Enseguida asoma en el libro el fin de fiesta de aquel esplendor económico que se vino abajo con la crisis financiera mundial de 2007-2008. El país quedó a la intemperie y tuvo que recurrir a la Unión Europea para curar los excesos de una banca que presumía de estar saneada. Unos años antes, el 11 de marzo de 2004, se produjeron los atentados yihadistas en los trenes de cercanías de Madrid, y cuya autoría el gobierno de José María Aznar atribuyó inicialmente a eta; a los pocos días el PP perdió las elecciones y José Luis Rodríguez Zapatero tomó las riendas de una sociedad convulsionada por el brutal atentado. El 15 de mayo de 2011 las plazas de España se llenaron de los que se reclamaron como “indignados”, que criticaban a un Parlamento que no los representaba. La crisis del bipartidismo estaba servida: Podemos encarnaría poco después la rabia de aquellos días y el hartazgo de unas clases medias muy tocadas por los recortes, y Ciudadanos se proyectaría como una fuerza que hablaba de ocuparse de los problemas reales. El procés había arrancado en Cataluña en 2012, y en 2017 se sucedieron sus episodios más enfáticos: la aprobación de las leyes de desconexión del 5 y 6 de septiembre, el referéndum del 17 de octubre, la declaración (momentánea) de independencia el 27 de octubre y la inmediata respuesta del Estado aplicando el artículo 155 de la Constitución para intervenir la autonomía, el discurso del rey, la cárcel para algunos líderes independentistas, la fuga de otros. Aquello tuvo, para unos, el aire de una gesta heroica y a otros solo les produjo el malestar de verse obligados a asistir a un grotesco espectáculo del que no se podía escapar. Todo fue un enorme farol, llegó a sugerir Clara Ponsatí, una de las protagonistas de aquella embestida que terminó refugiándose en Escocia.
“Desde 2008, España se ha visto zarandeada por una serie de contratiempos y cambios que se han sucedido a gran velocidad y que no han dejado prácticamente ninguna institución intacta”, escribe Reid. Entre las cuestiones que aborda su España, hay dos a las que apunta de inmediato: qué es una nación y si una nación requiere “automáticamente un Estado propio”. Parece un viaje al pasado: como si los asuntos que fueron centrales en el siglo XIX se duplicaran de nuevo en el XXI. Aunque no se trate de algo que solo afecta a este país, es el mundo entero el que hoy padece un imponente reverdecer de los nacionalpopulismos. Pero los problemas de España son, además, otros muchos: la corrupción que facilitó la caída de Rajoy en 2018 tras una moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la presidencia, la novedad de un gobierno de coalición que se inició entonces, la peculiaridad de que uno de sus integrantes fuera una fuerza que se proclamaba antisistema. La crisis de la pandemia en 2020. La llegada en 2021 a Ceuta de unas ocho mil personas que querían emigrar a Europa y a quienes Marruecos les abrió las puertas de la frontera. La ley de amnistía que se defiende como la vía para llevar la reconciliación a Cataluña, y que vino después de los indultos a los condenados por el procés. Etcétera.
Reid se reclama heredero de aquel entusiasmo por España que experimentaron los viajeros que la recorrieron en el siglo XIX y de toda la legión de hispanistas que fueron llegando más tarde. Ante los primeros toma distancias porque no comparte con ellos los excesos propios del romanticismo (los bandoleros, las gitanas, el primitivismo, el exotismo, las negruras de una Iglesia cerrada) y considera que España no es ninguna anomalía. Con los segundos comparte la voluntad de explorar una realidad compleja y de liquidar el afán de encerrarla en unos cuantos estereotipos. Uno de los grandes logros de Reid es su brillante capacidad para sintetizar la historia reciente de España (las corrientes que vinieron del XIX, la Guerra Civil, la dictadura de Franco, la Transición) y el proceso de construcción de los nacionalismos vasco y catalán (y gallego, en menor medida). Reid fue corresponsal de la revista británica The Economist entre 2016 y 2021, así que tiene los hábitos de ese periodismo que procura quitarse los prejuicios para acercarse a los hechos, que se alimenta al mismo tiempo de un arsenal de datos y de los testimonios que recoge al investigar sobre las cosas que pasan, que pone en cuestión los relatos que arman los políticos y que procura construir el contexto de cuanto ocurre y articular cómo han ido sucediendo las cosas. Conoce bien Latinoamérica –El continente olvidado. Una historia de la nueva América Latina es otro de sus grandes libros– y ha escrito también exclusivamente sobre Brasil.
Su España sirve como un espejo donde observar los avatares recientes de un país demasiado agitado, y que hoy está roto por la crispación y dividido en dos bloques que parecen condenados a no entenderse nunca. Es necesario, escribe, “reconducir al país por una senda clara de crecimiento económico sostenible y de progreso”, pero sostiene que eso obligará a “reformas y acuerdos de mayor alcance”. “Y atrapados como están en su burbuja, los políticos no parecen ser conscientes de los cambios que se están produciendo en el mundo exterior y que amenazan a España”, añade. Esa observación, como otras muchas, merece tomarse en consideración. Y el libro de Michael Reid ofrece las herramientas para entender por qué. ~