La decadencia del activista occidental

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Finales de diciembre de 2011. Como es tradiciรณn, la revista Time escoge a su personaje del aรฑo. En esa ocasiรณn, se tratรณ de alguien genรฉrico: el manifestante, protagonista permanente de los telediarios desde la plaza Taksim hasta Zuccotti Park (Occupy Wall Street), pasando por nuestra Puerta del Sol, entre muchos otros lugares. La publicaciรณn subraya que โ€œen 2011, los manifestantes no se limitaron a enunciar sus quejas, sino que cambiaron el mundoโ€. ยฟTenemos un planeta muy distinto una dรฉcada despuรฉs? La protesta sigue siendo una herramienta utilizada, desde Black Lives Matter en Estados Unidos hasta las manifestaciones en Francia contra leyes de impunidad policial, pero la figura del activista se ha devaluado de manera evidente, incluso dentro de la propia izquierda.

ยฟCรณmo sabemos que decae ese prestigio? El primer indicio, simbรณlico pero relevante, podemos encontrarlo en el humor. Por ejemplo, recordando la sรกtira clรกsica โ€œLa burbujaโ€, que emitiรณ Saturday Night Live en noviembre de 2016. Allรญ dos jรณvenes progresistas anuncian un โ€œespacio de seguridadโ€, especialmente pensado para activistas de izquierda decepcionados por el triunfo electoral de Donald Trump. El producto que venden es un barrio creado a medida de jรณvenes โ€œprogresโ€, provisto de alimentos ecolรณgicos, bloqueo de webs conservadoras y billetes de dรณlar con la cara de Bernie Sanders. El remate del chiste consiste en desvelar que esa burbuja es Brooklyn, una de las zonas mรกs cool de Nueva York, pero encerrada en una campana de cristal. Desde el otro lado del Atlรกntico, la misma disonancia parodiaba este aรฑo el cรณmico Andrew Doyle, a travรฉs del personaje de Titania McGrath, joven pija activista que reparte lecciones no solicitadas desde su pรบlpito moral en Twitter.

Una de las palabras clave de 2020 ha sido woke, que alude a los jรณvenes interesados en la justicia social que se creen dueรฑos de un rigor moral y una visiรณn polรญtica superior a los demรกs. โ€œEn realidad, ser woke es mucho mรกs fรกcil de lo que piensa la gente. Todo el mundo puede ser activista. Solo hay que aรฑadir una bandera del arcoiris a tu perfil de Facebook, o increpar a una persona mayor que no entiende lo que significa โ€˜no binarioโ€™, y ya estรกs mejorando el mundo. De hecho, las redes sociales han posibilitado que demostremos lo รญntegros que somos sin tener que hacer nada en absolutoโ€, explica Titania en su libro, publicado en castellano por Alianza. ยฟQuiรฉn no conoce a unas cuantas personas asรญ?

En el terreno del ensayo polรญtico, quien mรกs crudamente describe esta tendencia es el geรณgrafo francรฉs Christophe Guilluy, autor del polรฉmico ensayo No society: el fin de la clase media occidental (Taurus). Esto denunciaba en julio de 2019 en una entrevista en Letras Libres: โ€œLa nueva burguesรญa ha utilizado el arma del antifascismo para desestimar toda reivindicaciรณn social. Pensemos en los chalecos amarillos. Cuando surgieron, enseguida se decรญa: son fascistas, son antisemitasโ€ฆ Era una tรฉcnica retรณrica que permite deslegitimar toda reivindicaciรณn total, permite que la burguesรญa se proteja. Por eso digo que en la actualidad el antifascismo no es un combate contra el fascismo, sino una retรณrica que es un arma de clase para protegerse de las reivindicaciones sociales de la clase trabajadoraโ€, denunciaba. Suena delirante, pero estรก ocurriendo: un nรบmero significativo de activistas de izquierda estรกn usando algo que denominan โ€œantifascismoโ€ contra las clases populares. Asรญ de duro y embarrado se presenta el combate polรญtico de lo que queda de siglo xxi.

El periodista de izquierda Daniel Bernabรฉ, recomendado por Pablo Iglesias, considera que hoy โ€œel 15-m carece totalmente de importancia, nadie se acuerda de รฉl y el mito construido no vale para nada. Nadie lo reclama ni hay ningรบn debate en torno al mismoโ€, explica en una entrevista con La Marea. โ€œNadie estรก reclamando mรกs participaciรณn polรญtica, es lo รบltimo en lo que pensamos. Ahora mismo solo nos interesan las certezas; es una รฉpoca de mucha incertidumbreโ€, concluye. Lo que no puede negar nadie es que el movimiento 15-m se ha deshinchado por completo, a pesar de tener cotas de apoyo del 78% en 2013 (segรบn encuesta de Metroscopia publicada en El Paรญs). Estรก claro que fue incapaz de cuajar ni de reinventarse en la dรฉcada de los diez.

El documento clave para comprender aquella revuelta es un informe titulado Estrategias y desafรญos: la situaciรณn de la izquierda en Espaรฑa, publicado en 2019 por la Fundaciรณn Rosa Luxemburgo (vinculada al partido alemรกn Die Linke). El texto fue elaborado por los sociรณlogos espaรฑoles Cรฉsar Rendueles y Jorge Sola. โ€œLa movilizaciรณn social del 15-m y sus ramificaciones ha contado con la primacรญa de un determinado grupo social: los jรณvenes de clase media con educaciรณn universitaria que habรญan visto frustradas sus expectativas de reproducciรณn social y eran los que vivรญan con mรกs intensidad el incumplimiento de la ideologรญa meritocrรกtica. Por el contrario, los jรณvenes de clase trabajadora o la poblaciรณn migrante estuvieron notablemente infrarrepresentados tanto en la dinรกmica de las movilizaciones como en los discursos e imรกgenes que proyectaron. La brecha social en que se basaba el bloque del cambio era la generacional, pero la voz cantante de la nueva generaciรณn tenรญa un marcado sesgo de clase. Ni las mareas, ni Podemos, ni el municipalismo, ni el feminismo han conseguido romper esa dinรกmica y articular polรญticamente a los de (mรกs) abajo, que sufren con mayor intensidad los efectos materiales de la crisisโ€, escriben.

El activismo se ha resentido por una colonizaciรณn de los universitarios sin trayectoria laboral, ni tampoco cargas familiares, centrados en la teorรญa y en los grupos de debate con personas con un perfil social casi idรฉntico al suyo. Es una situaciรณn muy distinta a la lucha contra la dictadura franquista, donde participรณ una amplia gama de asociaciones, desde espacios culturales a parroquias obreras, pasando por trabajadores sociales, un colectivo cargado de legitimidad pero poco representado en primera lรญnea de la izquierda espaรฑola actual. Parece que se valore mรกs manejar las grandes teorรญas acadรฉmicas que una vida dedicada a ayudar a los demรกs.

Tambiรฉn es interesante la visiรณn de Elizabeth Duval, que se ha convertido en el referente mรกs joven de nuestra izquierda. En sus entrevistas, se muestra escรฉptica con el activismo, incluyendo el relacionado con el exitoso 8-m. โ€œSon frentes con gran capacidad de convocatoria, pero poco recorrido, ya que el Estado enseguida te aprueba el matrimonio igualitario o aumenta el presupuesto contra la violencia de gรฉnero, dejรกndote sin nada mรกs que pedir. En comparaciรณn, el movimiento ecologista es mรกs profundo, ya que sus demandas exigen un cambio del modelo de civilizaciรณn. Podemos se ha convertido en un agregador de demandas de colectivos laborales maltratados, desde las kellys hasta los riders. Cuando el gobierno mejore en algo las condiciones o una sentencia los haga fijos, se quedan ya sin mucho que reclamar. Hace falta un discurso mรกs ambicioso o te acabas convirtiendo en el departamento de Recursos Humanos del capitalismoโ€, subraya.

El problema no es solo de nuestro paรญs, como Duval ha explicado en las pรกginas de su libro Reina (Caballo de Troya, 2020). Tambiรฉn ha visto estas dinรกmicas polรญticas en La Sorbona, donde estudia filosofรญa y letras modernas. โ€œEl ambiente universitario francรฉs tiene anarquistas, trotskistas y autรณnomos. La conclusiรณn a la que llego es que muchos de estos trotskistas que se pueden permitir acudir a la Universidad de Parรญs 1 Panteรณn-Sorbona vienen de ambientes acomodados donde la militancia polรญtica es solo una actividad que da sentido estรฉtico a sus vidas. Tiene algo de teatral, ya que no necesitan la revoluciรณn para vivir dignamente, ese no es su problemaโ€, seรฑala.

Una lecciรณn especรญfica de este aรฑo es que las demandas polรญticas se contaminan fรกcilmente con las conspiranoias de internet. En verano vivimos la polรฉmica de Planet of the humans, el documental producido por Michael Moore, acusado de difundir informaciรณn falsa contra el ecologismo. Youtube lo retirรณ y luego volviรณ a subirlo a su plataforma para no darle โ€œmรกs poder y mรญstica de la que ya tieneโ€. Naomi Klein, periodista de referencia del movimiento antiglobalizaciรณn, tambiรฉn tuvo que salir a desmarcarse de las teorรญas que ligaban su libro La doctrina del shock a la teorรญa conocida como The Great Reset, que defiende que el Foro de Davos estรก aprovechando la pandemia para sus planes de dominaciรณn mundial. El enemigo de los activistas ya no son solo los poderes establecidos, sino tambiรฉn el fuego amigo (sean figurones desnortados o soldados de infanterรญa fuera de control).

Cada vez hay mรกs factores de distorsiรณn. Por ejemplo, los llamados โ€œaliados blancosโ€ del movimiento Black Lives Matter. Este verano Stacey Patton, columnista negra de The Washington Post, publicรณ un duro artรญculo donde se preguntaba si muchos de estos activistas estaban haciendo mรกs daรฑo que bien a la causa. โ€œDurante el diluvio de imรกgenes de las primeras veinticuatro horas de protestas, las cรกmaras se detuvieron con frecuencia en los manifestantes blancos gritando lemas, simulando muertes e infiltrรกndose en protestas organizadas para romper ventanas, incendiar edificios e instigar a los manifestantes negros a atacar a la policรญa y destruir propiedades. Agentes de todo el paรญs informan de que agitadores blancos inflaman la conflictividad, muchas veces mientras lรญderes negros se esfuerzan por que las protestas sean pacรญficasโ€, lamenta Patton. Seguramente recuerdan las performances sobre colchonetas de yoga simulando no poder respirar o los dibujos de tiza en el suelo, al estilo de una escena del crimen, donde activistas blancos convertรญan la protesta en una especie de teatro callejero o juego de rol.

El libro mรกs exitoso y contundente del aรฑo contra el actual estado de izquierda militante es Blanco, del superventas Bret Easton Ellis. Hablamos de un autor que se hizo rico por un uso magistral del sensacionalismo, pero tambiรฉn por denunciar el vacรญo de la sociedad de consumo (por tanto, no alguien especialmente prosistema). En esta colecciรณn de ensayos, donde predominan observaciones basadas en experiencias personales, Ellis acuรฑa el tรฉrmino Generaciรณn Gallina, nombre con el que se refiere a los millennials (el grupo de edad al que pertenece su novio, con quien convive). Los describe como personas con la sensibilidad a flor de piel, la sensaciรณn de tener derecho a todo y una curiosa โ€œinsistencia en tener siempre la razรณn, a pesar de las en ocasiones abrumadoras pruebas en contraโ€. Es otra vuelta de tuerca al concepto โ€œcopito de nieveโ€, jรณvenes criados entre algodones con dificultades para lidiar con un mundo hostil.

Entre los muchos ejemplos que maneja Ellis, podemos citar a glaad, traducible como โ€œAlianza de Gays y Lesbianas Contra la Difamaciรณnโ€, agrupaciรณn especialmente rรญgida en sus anรกlisis. En este sentido, lamenta โ€œque la glaad machacara despiadadamente al actor Alec Baldwin cuando este arremetiรณ contra los paparazzi con comentarios homรณfobos sin tener en cuenta en ningรบn momento que acababa de interpretar a un gay nada estereotรญpico en La era del rock (filme dirigido por un gay) y que incluso habรญa besado a Russell Brand en la bocaโ€, recordaba.

Esta inquisiciรณn digital de baja intensidad cala como la lluvia fina, empapando nuestra percepciรณn. โ€œLa glaad refuerza la idea de que los hombres homosexuales son bebรฉs ultrasensibles que necesitan mimos y protecciรณn, pero no de los horrendos ataques homรณfobos en Rusia, el mundo musulmรกn, China o India, sino de los sentimientos culturales nacionalesโ€, lamenta. La pregunta ya se la habrรกn hecho en algรบn punto de este artรญculo: ยฟpuede sobrevivir el activismo occidental a esta mezcla explosiva de narcisismo, puritanismo y debilidad de carรกcter? Suena improbable, al menos a corto plazo. ~

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