La era del simulacro

La vulgarizaciรณn de las teorรญas de la sospecha ha minado la distinciรณn entre verdad, mentira y ficciรณn. La operaciรณn de enmascaramiento de la realidad se ha convertido en la realidad misma.
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El problema de la verdad y la mentira en polรญtica es mucho mรกs antiguo que las fake news y el fact checking. Uno de los pasajes mรกs cรฉlebres de La Repรบblica es aquel en el que el personaje de Sรณcrates plantea la โ€œnoble mentiraโ€ (gennaion pseudos), que no serรญa tanto una mentira en sentido estricto como una ficciรณn โ€“o mitoโ€“ fundadora del orden social: la โ€œautoctonรญaโ€, el nacimiento de la tierra, cimenta el derecho de los atenienses sobre el รtica; y la โ€œfรกbula de los metalesโ€ determina, segรบn el metal que entre en su composiciรณn, la posiciรณn relativa de cada ciudadano en el sistema de clases. Por supuesto, en una concepciรณn moderna, emancipadora, de la polรญtica, estos mitos no tendrรญan al fin nada de nobles, en la medida en que enmascaran o naturalizan un determinado avatar del poder โ€“pero eso no es culpa de Platรณn; en todo caso, nuestra.

Las discusiones sobre la mentira en polรญtica florecieron hace mรกs de veinte aรฑos, cuando se preparaba la invasiรณn de Iraq por la coaliciรณn liderada por Estados Unidos. De aquella รฉpoca nos quedan frases cinceladas en el acervo polรญtico espaรฑol, como aquel โ€œMerecemos un gobierno que no nos mientaโ€ de Rubalcaba. Pero el desarrollo teรณrico no estuvo a la altura de los titulares. Recuerdo por entonces una entrevista con Gianni Vattimo en la que se quejaba de โ€œtodas esas mentiras sobre Iraqโ€ apenas unas lรญneas mรกs abajo de negar que existiese la verdad. Y es normal. Incluso, parafraseando a Los Simpson, podrรญamos admitir que estรกn la verdad y la โ€œverdadโ€. Pero la democracia tiene una relaciรณn problemรกtica con la mentira e incluso con la ficciรณn, por motivos obvios. Porque el propio mito democrรกtico se funda sobre el ciudadano libre que delibera y decide en razรณn, pero no solo las ciencias del comportamiento, y el puro sentido comรบn, desmienten ese modelo, sino que en una sociedad plural, y pluralista, necesariamente cualquier verdad democrรกtica es construida.

Interesa por tanto mantener una distinciรณn, quizรก la propuesta por Josรฉ Luis Pardo, entre verdad, mentira y ficciรณn. Donde lo propio del niรฑo es creer que todo es verdad; lo propio del adolescente, que todo es mentira; y lo que cabe al adulto, distinguir ambas de la ficciรณn. Pero la vulgarizaciรณn de las teorรญas de la sospecha โ€“que son en esencia teorรญas adolescentes o midwitโ€“ ha minado esa distinciรณn. Y destruir los mitos o ficciones fundamentales no opera necesariamente en el sentido de la emancipaciรณn.

En todo caso, el problema de la mentira polรญtica parece haber quedado obsoleto desde que entramos en una fase nueva en las democracias comunicativas. Si en la universidad leรญamos con una sonrisa a Baudrillard y nos agarrรกbamos a sokales y otras tablas de salvaciรณn, forzoso es hoy reconocer que los fenรณmenos allรญ descritos con mรกs o menos palabrerรญa han acabado por alcanzarnos. De hecho, el establishment liberal occidental ha ensayado su propia teorรญa en aรฑos recientes, al calor del auge de los populismos y de las disrupciones como el Brexit: la posverdad. De nuevo, a pesar de alguna que otra reflexiรณn valiosa, el desarrollo de la idea no ha tenido una enorme profundidad. Sobre todo por la voluntad indisimulada de arrojarla contra una coaliciรณn de villanos de tebeo, obviando las posibilidades que ofrecรญa para la autocrรญtica. Y siendo la posverdad una fรณrmula confusa, contextual y de parte, me parece mejor recuperar el viejo concepto baudrillardiano de simulacro.

El simulacro, tal como lo presenta Baudrillard โ€“pero รฉl mismo nos advierte contra la tentaciรณn de tomarlo demasiado en serioโ€“ es la culminaciรณn de un proceso sustitutivo: la copia del objeto real se desvincula del original hasta que ya no existe original, solo simulacro, y el simulacro es la realidad. Esta teorรญa del simulacro tiene, como la guillotina, โ€œel chic de lo francรฉsโ€, y la indudable virtud de ser autoirรณnica, a diferencia de las campanudas proclamas contra la posverdad, tan abundantemente desmentidas antes y despuรฉs en la(s) crisis financiera(s), la pandemia o la guerra. Tambiรฉn da la medida de nuestra derrota: veintitantos aรฑos despuรฉs, apaleados y confusos, acabamos mรกs cerca del pensamiento posmo que despreciรกbamos por oscurantista y jeta que de la jeta pseudorracional de la oficialidad. Quizรกs porque la oficialidad es mรกs posmo de lo que los pobres posmos llegaron a imaginar nunca.

Por supuesto, estรก la cuestiรณn de la propaganda. Xavier Mรกrquez, siguiendo una estela antigua, ha explicado cรณmo la fuerza de la propaganda no radica en suplantar la verdad ni sustituir la realidad, sino en violentarlas a la vista de todos. Para los partidarios del rรฉgimen, seรฑaliza la adhesiรณn; para la gente del comรบn, formaliza una humillaciรณn, un sometimiento cotidiano. Y, por eso, es tanto mรกs potente cuanto mรกs grosera. Si alguna vez la propaganda sustituyese por completo a la realidad ya no cumplirรญa su funciรณn, pues nadie serรญa capaz de distinguirlas. El simulacro es otra cosa.

El complejo industrial-militar del entretenimiento polรญtico

Y lo que es no puede desligarse de la fase hipercomunicativa de la democracia liberal, que ha dejado la โ€œdemocracia de audienciaโ€ de Manin muy atrรกs hace tiempo. Las noticias no hablan de nada, solo de โ€œnoticiasโ€. En mis aรฑos en polรญtica empecรฉ a observar un fenรณmeno peculiar: en los gabinetes de prensa y comunicaciรณn trabajรกbamos con la tele de fondo, y la tele era el infotainment. Asรญ que echรกbamos muchos dรญas generando โ€œcontenidosโ€ para esas teles, a los que luego habรญa que reaccionar en una especie de perpetuum mobile de la polรญtica-espectรกculo. Como en un meme, en algรบn momento acabas seรฑalando tu rostro โ€“metafรณricamente hablandoโ€“ en la pantalla. Y entonces era lรญcito, casi obligatorio, preguntarse si trabajabas, no ya โ€“obviamenteโ€“ para los ciudadanos, sino siquiera para los partidos; o mรกs bien para una especie de complejo industrial-militar del entretenimiento polรญtico, de contornos difusos pero siempre reconocible.

En Espaรฑa, ya se puede decir, hemos participado de un experimento peculiar, del que debemos felicitarnos a la manera en que Albert Hoffman pudo felicitarse por emprender un viaje en bicicleta bajo los efectos del lsd, o como el cientรญfico que probรณ los efectos de un tรณxico o la radiactividad sobre sรญ. O, por decirlo con Gila: โ€œMe habรฉis matado al hijo, pero lo que me he reรญdo.โ€ Espaรฑa, vanguardia de la desnacionalizaciรณn y de tantas otras cosas โ€“โ€œPasa tรบ primero, que a mรญ me da la risaโ€โ€“ era el lugar propicio. El lugar desde el que denunciar la posverdad con mรกs fuerza para apenas un par de aรฑos despuรฉs sumergirse de cabeza en el simulacro.

Ahora deberรญamos desgranar el catรกlogo habitual. Hemos visto recibir con fanfarrias un barco de socorro/trรกfico de inmigrantes antes de endurecer la polรญtica migratoria. Se puso al frente del instituto demoscรณpico nacional a un hombre del partido del gobierno para destruir cualquier confianza en la demoscopia espaรฑola, y lo hizo. Se ha acabado con la precariedad mediante un โ€œgiro lingรผรญsticoโ€, pero las horas trabajadas siguen siendo las mismas que antes de la reforma, si no menos. Se crean mecanismos de โ€œsolidaridad intergeneracionalโ€ por los que los mรกs jรณvenes y pobres transfieren renta a los mรกs viejos y ricos. Y, รบltimamente, el Estado, convertido en expendedurรญa de derechos subjetivos a peticiรณn, no te da cita para atenderte en ventanilla. Ponemos en riesgo la viabilidad fiscal del Estado para que cobre usted una pensiรณn, pero no hay manera de hacer los papeles para cobrar la pensiรณn. En fin, agotarรญamos el papel si enumerรกsemos sin mรกs los hechos de la pandemia.

Y esto ha sido asรญ, podemos presumir, porque, al no haber mรกs fin que el poder y la perpetuaciรณn de un estado de cosas dado, el vรญnculo con cualquier objeto original previo ha podido estirarse hasta el infinito. Pero el catรกlogo oculta lo que deberรญa desvelar. Lo sustancial es: nada parece importar demasiado. Y no importa porque la operaciรณn tรกctica de enmascaramiento de la realidad ha devenido algo distinto, una realidad en sรญ misma. Ya no tiene sentido discutir, pongamos por caso, si las encuestas de Tezanos son una forma grosera de corrupciรณn sobre la opiniรณn pรบblica, porque fundan una realidad y una opiniรณn pรบblica sin alternativa. Dado este estado de cosas, ยฟquรฉ importancia tiene el fact checking o el anรกlisis factual de la realidad desde cualquier perspectiva organizada, asumiendo incluso ingenuamente la voluntad neutral del chequeador? Bob Solow recomendaba no sentarse a discutir la batalla de Austerlitz con el primer tipo disfrazado de Napoleรณn que te encuentres en el parque.

Un par de apuntes para cerrar lo que quizรก solo sea un simulacro de artรญculo. Espaรฑa es, como siempre, mรกs y menos. El fenรณmeno no se agota aquรญ. Pero aquรญ los contornos siempre son mรกs acusados, como en un aguafuerte. Una condiciรณn de posibilidad del simulacro es la prosperidad โ€“el hambre es escรฉpticaโ€“, pero en la fase actual su implantaciรณn tiene mucho que ver con la quiebra del relato de prosperidad, de crecimiento. Sirve para difuminar la rendiciรณn de cuentas y permite que los gobiernos o las empresas ya no trabajen por el pib o la cuenta de resultados, por cifrarlo en dimensiones reconocibles. Tampoco es causal que la penรบltima manifestaciรณn de la ideologรญa ambiental sea lo trans, apogeo de la simulaciรณn colectiva pero materializada a travรฉs de tรฉcnicas, regulaciones y partidas presupuestarias.

Otra: el simulacro requiere que la realidad se asiente o refugie en algรบn lugar. Quizรก China, beneficiaria de nuestra โ€œtransiciรณn ecolรณgicaโ€. O la frontera euroasiรกtica. La frase, tรญtulo, mรกs celebre de Baudrillard, โ€œLa guerra del Golfo no ha tenido lugarโ€, hoy podrรญa decirse de Ucrania, y serรญa tan frรญvola como entonces; pero quizรก no tanto como seguir la guerra en tiempo real en Twitter y celebrar las eliminaciones de soldados rusos por drones como si la vida fuese un videojuego. ~

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Jorge San Miguel (Madrid, 1977) es politรณlogo y asesor polรญtico.


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