Ilustraciรณn: Hugo Alejandro Gonzรกlez

La gran calumnia contra el liberalismo

Los autoritarios de derecha y de izquierda han encontrado un enemigo comรบn en el liberalismo. El actual viraje polรญtico ha vuelto urgente la defensa decidida de sus convicciones.
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Hay muchas causas del redescubrimiento del amor a la dictadura en nuestro tiempo, del resurgimiento desgarrador de la predilecciรณn por aquello que un pensador francรฉs del siglo XVI llamรณ perplejo โ€œservidumbre voluntariaโ€. Algunas de las causas son econรณmicas, pero no todas. Presenciamos tambiรฉn una convulsiรณn intelectual. No se trata de manera exacta de una guerra intelectual: un bando falta por llegar a las barricadas con pleno vigor. Ya fracasรณ de tal modo antes, y sobrevino el desastre. Ese bando, por supuesto, es el bando liberal. El ascenso del autoritarismo no es otra cosa que la caรญda del liberalismo. En un nรบmero alarmante de paรญses y culturas โ€“algunos de los cuales han experimentado un orden liberal, mientras otros noโ€“, la idea liberal estรก siendo deslegitimada con furia. Y no solo deslegitimada; tambiรฉn, calumniada. La descripciรณn del liberalismo como un mal puede que sea la mayor mentira de un tiempo, como el nuestro, en extremo mendaz.

Dejo a los historiadores la tarea de documentar la plรฉtora de bendiciones que el orden liberal confiriรณ a aquellas sociedades que con sabidurรญa ingresaron en รฉl durante las รบltimas siete u ocho dรฉcadas. Nunca ha habido mayor progreso acompaรฑado de menor injusticia que durante la era liberal. Como creo que este progreso crucial se debe tanto a las creencias como a las polรญticas, y que los climas polรญticos son preparados por climas intelectuales, estoy mรกs interesado en los orรญgenes filosรณficos de nuestras circunstancias. Intelectualmente, soy belicista. Confieso mi deseo de batalla. No podrรญa ser de otro modo pues mis enemigos, los enemigos del liberalismo, tambiรฉn tienen deseo de batalla y han lanzado su ataque. Nos llega por todos lados. Hay muchas maneras en las que estamos recreando la dรฉcada de 1930. Una de ellas es el consenso entre la derecha y la izquierda, entre los populistas retrรณgrados y los populistas progresistas, segรบn el cual los liberales son los villanos.

Los ultras pueden vivir felices unos con otros; se necesitan mutuamente; medran entre sรญ. Comparten una mentalidad revolucionaria, la excitaciรณn propia de la sensibilidad apocalรญptica. Juntos, luego, deben aliarse para destruir a los antiapocalรญpticos a su alrededor โ€“aquellos que se preocupan tanto por los medios como por los fines; quienes prefieren reparar instituciones antes que destruirlas; quienes recuerdan la historia larga de venalidades y atrocidades cometidas en pos de la justicia; quienes aborrecen las masas; quienes insisten en que la autenticidad debe responder ante la moralidad; quienes desprecian las explicaciones simples y las cosmovisiones plasmables en consignas y banderas; quienes temen las redenciones y a los redentoresโ€“. Ahora, todas esas convicciones, todos los grandes principios que constituyen la tradiciรณn liberal deben ser defendidos. Despuรฉs de todo lo que el liberalismo resistiรณ y sobrellevรณ, despuรฉs de los ataques de inconcebible brutalidad a manos del fascismo y del comunismo, debemos luchar por รฉl otra vez de manera incondicional. Y debemos comenzar de nuevo en el comienzo. Muchos de nuestros actuales oponentes son herederos de los antiguos enemigos del liberalismo. Nosotros tambiรฉn debemos mantener la fe de nuestros antecesores โ€“no porque sea la nuestra, sino porque podemos justificarla รฉtica y filosรณficamente.

Los autoritarios de la derecha y la izquierda estรกn en lo correcto: los liberales, en efecto, se interponen en su camino. Entendemos la tentaciรณn populista demasiado bien, y recordamos demasiado vรญvidamente sus consecuencias, para dejarla en paz. Las multitudes y sus lรญderes estรกn buscando el reencantamiento de la polรญtica, pero nosotros hace tiempo que abogamos por su desencantamiento. Atesoramos nuestra desilusiรณn, y la cultivamos como el comienzo de la sabidurรญa. Hay emociones fuertes que dejaron de atraernos; de hecho, nos repelen. Creemos en la paciencia histรณrica โ€“no indiferencia, sino pacienciaโ€“ porque hemos observado que en la polรญtica la gratificaciรณn inmediata a menudo adquiere la forma de un crimen. Si corremos el riesgo de la complacencia, los radicales corren el riesgo de la ferocidad. Ninguna ideologรญa que haya alcanzado el poder polรญtico (incluso una ideologรญa antiideolรณgica como el liberalismo) ha tenido las manos limpias por completo; excepto que el liberalismo siempre ha incluido un escrรบpulo, un cuerpo de valores y leyes, sobre sus propios abusos y la obligaciรณn de remediarlos. Los progresistas y retrรณgrados, por el contrario, no se distinguen por su inclinaciรณn introspectiva. Valoran su ira y hacen campo al odio. ยฟUno deberรญa odiar la injusticia? Siempre. Pero los progresistas y los retrรณgrados no solo odian la injusticia, tambiรฉn odian a clases enteras de personas.

La calumnia contra el liberalismo aparece en varias partes. La queja mรกs frecuente es que el liberalismo estรก disecado, que es meramente procedimental, una maraรฑa de reglas y regulaciones que no atienden o siquiera reconocen la particularidad y la riqueza plena de la vida humana. Se alega que el liberalismo es una doctrina para gobernar, pero no para vivir. Hay un granito de verdad en esa queja: es natural que la creencia del liberalismo en el poder del gobierno para mitigar la miseria lo haya llevado a tener un interรฉs sofisticado en los procedimientos mediante los cuales se pueda alcanzar tan alto objetivo. El liberalismo en verdad se preocupa por analizar y solucionar problemas, pero la aridez de tales compromisos no deberรญa ocultar el acalorado fondo humano de su empresa. No hay nada de รกrido en la causa del progreso. Si el liberalismo fracasa en satisfacer emocionalmente a sus ciudadanos como hacen los llamados al linaje, la tierra, la clase y la cultura, entonces esa es una de las fortalezas del liberalismo, no su debilidad. Ningรบn sermรณn sobre la responsabilidad enardeciรณ corazรณn alguno. Pero cuidado con la polรญtica de los corazones enardecidos. Los escombros del liberalismo ahora nos rodean, en particular en mi paรญs de mierda, Estados Unidos.

Mรกs importante, es falso asegurar que el liberalismo no provee nada salvo procedimientos. La tradiciรณn liberal sostiene una imagen profunda, noble e inspiradora de la persona humana; una imagen que se origina en una fe axiomรกtica en la dignidad humana. (La creencia puede tomar formas seculares o religiosas.) Esta dignidad se expresa en la nociรณn de los derechos, una de las glorias supremas de la civilizaciรณn. Un derecho marca un valor intrรญnseco e inalie- nable, el reconocimiento de que uno es el tipo de ser cuya naturaleza misma exige un trato respetuoso y mesurado. Es la protecciรณn mรกs fundamental contra los caprichos del poder. La gente que se burla de la nociรณn de los derechos, la โ€œcultura de los derechosโ€, jamรกs ha perdido uno. Y nadie que haya sido privado alguna vez de un derecho ha tenido jamรกs problemas con su โ€œindividualismoโ€. Tampoco es cierto, de cualquier modo, que los derechos sean, en sentido estricto, individualistas. Aplican a individuos por el hecho de referirse a un principio mayor y una figura mรกs grande. Quizรก el rasgo mรกs contracultural del liberalismo sea su universalismo, su insistencia en el alcance universal de los derechos. Antes que cualquier otra cosa, la doctrina de los derechos es un ideal de toda la vida humana, una visiรณn de cรณmo los seres pensantes y sensibles โ€“las personas humanasโ€“ pueden vivir con justicia y concordia. Un derecho que no sea universal solo es un privilegio. ยฟQuรฉ tiene en especรญfico de vergonzoso referirse a la humanidad? ยฟ Realmente no existe tal cosa?

El universalismo es el ogro de la nueva era autoritaria. Lo desestiman por todas partes en nombre del localismo, como si nuestras similitudes no pudieran coexistir de alguna manera con nuestras diferencias. Los polรญticos suben al poder y los expertos ascienden a la televisiรณn predicando que todos venimos de algรบn lugar y nadie de ninguna parte, y que por lo tanto debemos servir a los lugares de donde venimos y rediseรฑar nuestras polรญticas considerando nuestras particularidades como esencias. La revuelta contra el universalismo se expresa como un rechazo a la โ€œglobalizaciรณnโ€. ยกAbajo las รฉlites! No importa que todo lugar tenga su propia รฉlite. (El elitismo antielitista es una de las comedias negras de nuestra era.) Resulta imposible negar que Davos es un espectรกculo perturbador, pero con certeza hay menos que temer de unos billonarios parlanchines en un pueblo suizo cubierto de nieve que de los dictadores en Moscรบ, Pekรญn, Ankara, Teherรกn, Budapest, Varsovia, Caracas, Damasco, El Cairo, Manila, Pionyang, Bangkok, y otros sitios, sin olvidar a las capitales europeas, asiรกticas y sudamericanas tambaleรกndose al borde del desastre antidemocrรกtico.

Lo que inicia en filosofรญa a menudo termina en polรญtica. Tal es, desde luego, el caso con el universalismo en nuestro mundo cada vez mรกs oscuro. Por ello vale la pena insistir en que la distinciรณn entre lo universal y lo particular es por entero un embuste. Nunca ha vivido un ser humano puramente universal o puramente particular. Tales criaturas serรญan monstruos. Lo universal no puede alcanzarse sino mediante lo particular, y lo particular no puede vindicarse salvo a travรฉs de lo universal. Estas supuestas antinomias coexisten donde sea que miremos. La mezcla no es imposible, sino comรบn y corriente. Somos, todos nosotros, en diferente medida, particulares y universales: seres compuestos. Nos originamos en la especificidad, pero excedemos nuestros orรญgenes. Ese exceso โ€“insistir en que el final no debe reproducir el principioโ€“ es una caracterรญstica definitoria de la experiencia humana. Somos seres compuestos y mรณviles. Vamos de un lugar a otro llevando todos nuestros lugares con nosotros, corrigiรฉndolos y enriqueciรฉndolos unos con otros, aspirando no a estar en todas partes sino a estar en otra parte, porque es en otra parte donde mejor podemos educar nuestros corazones provincianos. El estar sin hogar puede experimentarse tambiรฉn, y a veces de manera mรกs punzante, en el hogar. Y apiadรฉmonos del espรญritu de una sola morada.

El romance del heimat [patria] es un insulto al potencial humano. Asรญ como tambiรฉn lo es la polรญtica del heimat. El autoritarismo es, muy a menudo, un culto al enraizamiento, mientras que al liberalismo muchas veces se le calumnia como un motor de desarraigo. De este modo, el reaccionario ruso Aleksandr Duguin ha denunciado el liberalismo como โ€œla destrucciรณn progresiva de todas las clases de identidad colectivaโ€. Histรณrica y conceptualmente, esto es un sinsentido. El liberalismo no riรฑe con las raรญces; honra a su vez a las ramas, reconoce que el propรณsito de las raรญces es hacer crecer a las ramas, las cuales bien pueden extenderse muy lejos de aquellas. El argumento en contra del liberalismo se esgrime cada vez mรกs en nombre de la identidad; sin embargo, un orden liberal no es adverso a la identidad, sea individual o colectiva. Todo lo contrario: la identidad, portable y mutable, florece de una manera mรกs robusta en un orden liberal. O mรกs precisamente: las identidades florecen. Es bien cierto que un orden liberal no puede, a conciencia, restringirse a sรญ mismo a una sola identidad. La homogeneidad es una contradicciรณn a su sentido de posibilidad. ยฟQuรฉ hay de malo en ello? ยฟAcaso la solidaridad deberรญa llevarse al extremo de la intolerancia? Una manera de entender los nuevos autoritarismos es concebirlos como una serie de identidades singulares que son demasiado dรฉbiles para aguantar la presencias de otras identidades. Demasiado patรฉticas para soportar la prueba del pluralismo, deben fortalecerse a sรญ mismas con el apoyo artificial del poder estatal.

El repudio del universalismo y la pleitesรญa a los orรญgenes coinciden en el debate actual sobre los conceptos de libertad y democracia. Los crรญticos de la democracia gustan reducirla a su procedencia, a fin de circunscribirla como algo occidental y, por lo tanto, ajeno e inapropiado para sociedades no occidentales. No les importa pasar por alto las antiguas vetas democrรกticas en algunas culturas no occidentales, que de modo persuasivo ha identificado Amartya Sen. De manera mรกs significativa, no pueden imaginar la interacciรณn entre raรญces y ramas que define a la vida humana. A fin de cuentas, todas las proposiciones universalmente verdaderas se descubren en un lugar y un tiempo particulares. Hacemos descubrimientos aplicables a personas que no son como nosotros salvo en la medida en que son lo suficientemente como nosotros para que nuestros des- cubrimientos apliquen a ellos. O para que sus descubrimientos apliquen a nosotros. ยฟDeberรญa Occidente rechazar el รกlgebra porque fue un logro del mundo musulmรกn? ยฟLa explicaciรณn copernicana del cosmos solo es verdadera en Polonia? De igual forma, es absurdo despachar la democracia como algo occidental. La teorรญa de la democracia o es una teorรญa universal o carece de significado. Mientras que los filรณsofos tempranos de la democracia occidental sรญ reflejaban los prejuicios de su tiempo al excluir a ciertos grupos del novel arreglo, en gran parte basรกndose en la religiรณn, estas exclusiones eran, bajo los estรกndares del propio arreglo democrรกtico, hipรณcritas. En la era moderna estas restricciones han estado eliminรกndose sin tregua, y el pensamiento democrรกtico se ha puesto al corriente con el ideal de inclusiรณn que la promesa democrรกtica siempre implicรณ. Trรกgica ironรญa: justo cuando la democracia intenta vivir acorde a su universalismo, se le menosprecia precisamente por ello.

Una confusiรณn similar reina en la discusiรณn acerca de la libertad. Voy a citar a Duguin de nuevo porque es un ejemplo espectacular del error autoritario. โ€œLa interpretaciรณn liberal segรบn la cual la libertad no es occidental de manera general sino occidental moderna estรก incluso mรกs alejada de las civilizaciones y culturas no occidentalesโ€, declara. Nรณtese el oprobio contra la modernidad que a menudo acompaรฑa a la hostilidad hacia la democracia. Duguin cree que puede probar su opiniรณn acerca de la incompatibilidad inherente de la nociรณn liberal de libertad con sociedades no occidentales mediante un ejercicio de etimologรญa. โ€œLos tรฉrminos para designar โ€˜libertadโ€™ en lenguas diferentes โ€“escribeโ€“ a veces poseen significados por completo diferentes.โ€ El tรฉrmino svoboda en lenguas eslavas, por ejemplo, solo designaba en su origen cierta relaciรณn familiar. โ€œLa palabra โ€˜svobodaโ€™ no tiene nada que ver con el individuo.โ€ Se refiere mรกs al colectivo, al grupo. No tengo idea si Duguin estรก en lo correcto al respecto. Tengo la certeza de que es irrelevante. (Me recuerda al comentario de Ronald Reagan, hilarante sin intenciรณn, segรบn el cual no habรญa palabra para dรฉtente en ruso.) Duguin presupone que el significado original de una palabra es su significado mรกs verdadero, y que la distancia recorrida alejรกndose de su significado original es una pendiente hacia la inautenticidad. Pero esto es una postura filosรณfica previa, no una conclusiรณn que pueda obtenerse de la historia de las lenguas, misma que ilustra con creces el rango de su evoluciรณn y flexibilidad. ยฟPor quรฉ el primer significado deberรญa ser el mejor? ยฟQuรฉ tiene que ver la filologรญa con la polรญtica? No vivimos en un mundo viejo, incluso si un nรบmero cada vez mayor de gentes y lรญderes desearan que asรญ fuera.

Duguin rechaza la nociรณn liberal de la libertad porque no puede encontrarla en su tradiciรณn. Entiendo su aprieto pues yo tampoco la encuentro en la mรญa, a saber, la tradiciรณn judรญa. Pero no por ello me niego a aceptarla. Tengo dos razones. Primero, no quiero vivir sin la decencia y la oportunidad que denotamos con la palabra โ€œlibertadโ€. Segundo, no creo que la tradiciรณn sea una garantรญa de la verdad. Sรฉ que muchas cosas de mi tradiciรณn son falsas, y no considero que al decirlo la traicione. Quizรกs este tambiรฉn sea el caso con la tradiciรณn de Duguin. ยฟAcaso el hecho, si es un hecho, de que la palabra en ruso para libertad sea distinta a la palabra en inglรฉs significa que los rusos no debieran ser libres?

Si el liberalismo es vรกlido en Nueva York y Londres, es vรกlido en Moscรบ y Pekรญn. Duguin y el resto de los reaccionarios tienen razรณn: para monistas, holistas y totalistas, para demagogos para quienes la existencia humana es una sola cosa, el liberalismo representa un trauma histรณrico y filosรณfico. Al aseverar que vivimos en una multiplicidad de terrenos, ninguno de los cuales es reductible a otro, el liberalismo abriรณ una grieta en su fantasรญa de completitud; una brecha que jamรกs serรก reparada, que nunca deberรญa repararse. El ataque contemporรกneo a la democracia liberal es un intento por construir la historia y la persona humana como si esa gran ruptura nunca hubiera sucedido. Asรญ es como el mundo se ve cuando la nostalgia entra en pรกnico. Por lo tanto, es una obligaciรณn solemne de los liberales seรฑalar que esta aรฑoranza por un mundo perdido, al menos desde el punto de vista de la justicia, anhela un mundo en peor estado. Decir esto de ninguna forma subestima los defectos de las sociedades liberales โ€“la magnitud nauseabunda de la desigualdad econรณmica, por ejemploโ€“. Algo del capitalismo ha salido muy mal. Pero ยฟquรฉ Volksgemeinschaft [comunidad popular] u Estado obrero alguna vez abordรณ el problema con รฉxito? Apenas lo empeoraron con resultados mortรญferos. Si la historia moderna enseรฑa algo es que la injusticia polรญtica no es la soluciรณn para la injusticia econรณmica.

La calumnia contra el liberalismo no solo lo acusa de formal y procedimental; lo considera de carรกcter desalmado. Esta no es una denuncia nueva. Mill recurriรณ de Bentham a Coleridge para mitigar dicha ansiedad y mostrรณ con su ejemplo que la bรบsqueda de la libertad polรญtica es una de las condiciones precisas para cultivar el alma. En el siglo XX, cuando muchas personas de Occidente encontraron una variedad del iliberalismo mรกs seductora que el orden liberal en que vivรญan, escritores y pensadores como Thomas Mann, Lionel Trilling, Isaiah Berlin y Joseph Brodsky insistieron en la compatibilidad entre razรณn e imaginaciรณn, entre apertura e introspecciรณn. Sin duda, no hay refutaciรณn mรกs rotunda de la caricatura autoritaria del liberalismo, de la afirmaciรณn segรบn la cual el liberalismo es inhรณspito a los asuntos del espรญritu, que el que la libertad de religiรณn estรฉ inscrita en todas las constituciones liberales.

ยฟQuรฉ mayor cumplido puede rendir la sociedad a lo sagrado que llamarlo un derecho, que establecer la libertad para que florezca? Es posible que haya creyentes apabullados, e incluso asustados, por la pรฉrdida del privilegio polรญtico de la religiรณn; por caer en cuenta de que la tolerancia extendida a su propia fe serรก disfrutada por otras fes, para que muchas certezas cohabiten la misma sociedad. Pero la intolerancia es una manera desesperada e inaceptable para tratar la inseguridad de cualquier tradiciรณn particular. Los creyentes no deben culpar de sus fallas a sus libertades. La emancipaciรณn del Estado frente a la religiรณn es tambiรฉn la emancipaciรณn de la religiรณn frente al Estado. En lugar del apoyo del Estado, la religiรณn gana su protecciรณn. Debido a la cualidad de la religiรณn en una sociedad abierta, los creyentes solo rinden cuentas a ellos mismos. (El sutil acuerdo que acabo de describir es mรกs una exenciรณn estadounidense que europea.)

Asรญ como el liberalismo puede acoger al teรญsmo, tambiรฉn puede acoger al ateรญsmo. Materialistas y espiritualistas, escรฉpticos y mรญsticos, economistas y poetas, todos viven legรญtimamente en su reino. El liberalismo ยฟes desalmado? Conozco el alma, y soy liberal. Creo en la verdad, y soy liberal. Rechazo el materialismo, y soy liberal. Estudio metafรญsica, y soy liberal. Insisto en que la ciencia no puede dar cuenta de la experiencia humana por entero, y soy liberal. Desprecio la tiranรญa de la cuantificaciรณn, y soy liberal. Defiendo los lรญmites de la polรญtica, y soy liberal. Soy leal a mi gente, y soy liberal. Reverencio la tradiciรณn, y soy liberal. Busco la experiencia mรญstica, y soy liberal. Combinen o no en la ideologรญa, van juntos en la realidad โ€“que nunca existe sin costuras.

El error decisivo del liberalismo consistiรณ en haberse considerado inevitable, la รบltima palabra, el clรญmax โ€“decretado por la historiaโ€“ de una lucha a lo largo de los siglos en pos del progreso. A estas alturas, no deberรญamos llamarnos a engaรฑo. La concepciรณn liberal de la persona exige demasiado de la persona como para quedarse sin oposiciรณn. Elige no dejar a la persona tal como la encontrรณ, incrustada en legados y cosas dadas por hecho. Es un movimiento que desencaja, una exigente รฉtica de la crรญtica, aunque no necesariamente destructiva. Demanda de hombres y mujeres ordinarios un grado de destreza con la complejidad y un grado de contenciรณn con los asuntos humanos. Aunque des- confรญa de la revoluciรณn, elogia el cambio. Propone mezclar continuidad y discontinuidad, lo que produce inquietud aun en las vidas que ha mejorado. ยฟCรณmo es que tal filosofรญa y tal polรญtica podrรญan no provocar una rรฉplica? Las catรกstrofes de la historia moderna โ€“los genocidios del fascismo y el comunismoโ€“ fueron tales rรฉplicas. Los liberales deben estar orgullosos de que sus enemigos sepan de ellos. Esto tenemos claro: no hay descanso para nosotros. Mientras observamos con horror cรณmo gobierno tras gobierno y sociedad tras sociedad vuelven su espalda a la construcciรณn liberal de la libertad, debemos prepararnos de nuevo para la pelea. Durarรก mรกs que un ciclo electoral. Puede ser la obra de generaciones enteras. Y en su transcurso quizรก tengamos que introducir un tipo nuevo en la historia de la polรญtica, una figura paradรณjica: el liberal radical. ~

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Traducciรณn del inglรฉs de Juliรกn Etienne

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(Brooklyn, 1952), crรญtico, editor y, desde 1983, editor literario de The New Republic. Es autor de Kaddish (Vintage, 2009), entre otros libros.


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