La leyenda negra a discusiĆ³n

Un libro reciente pone en entredicho la idea del pasado de MĆ©xico como el resultado de dos herencias irreconciliables. La vigencia del discurso antihispanista deberĆ­a impulsar nuevas preguntas y hacernos cuestionar viejas respuestas.
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Se conoce como ā€œleyenda negraā€ al conjunto de prejuicios, tergiversaciones y difamaciones histĆ³ricas contra la monarquĆ­a hispĆ”nica, EspaƱa y lo hispĆ”nico a lo largo del tiempo. Su origen sigue siendo incierto; algunos investigadores lo sitĆŗan como reacciĆ³n al impulso expansionista de la Corona aragonesa en Italia, iniciado en el siglo XIII, mientras que otros lo han ubicado en el siglo XVI, con ejemplos cĆ©lebres, como la frase non placet Hispania que Erasmo de Rotterdam le escribiĆ³ en una carta a su amigo TomĆ”s Moro. Lo cierto es que este antihispanismo fue retomado tras la Independencia en MĆ©xico para construir un discurso nacionalista, con una narrativa saturada de hĆ©roes y villanos, y de errores como suponer que MĆ©xico es una naciĆ³n que como tal existĆ­a desde tiempos prehispĆ”nicos. La vigencia de este discurso y sus secuelas invitan a la reflexiĆ³n, a plantear nuevas preguntas y a cuestionar viejas respuestas. Acaso este sea el principal mĆ©rito del libro La disputa del pasado. EspaƱa, MĆ©xico y la leyenda negra: poner en duda puntos de vista que, de manera deliberada o inconsciente, se han asumido como verdades histĆ³ricas.

La obra contiene siete ensayos de autores mexicanos y espaƱoles, reunidos por el sociĆ³logo madrileƱo Emilio Lamo de Espinosa. Cada uno escribe acerca de la ā€œleyenda negraā€, su percepciĆ³n y desarrollo en MĆ©xico, EspaƱa y tambiĆ©n en Estados Unidos (la visiĆ³n norteamericana de lo hispano se aborda en el ensayo de la filĆ³loga MarĆ­a Elvira Roca Barea y en el texto del abogado JosĆ© MarĆ­a Ortega SĆ”nchez, quien hace una crĆ­tica a la obra BolĆ­var. American liberator, de Marie Arana). En la presentaciĆ³n del libro, el coordinador se pregunta: ā€œĀæpor quĆ© unos olvidan lo que otros recuerdan?ā€. Lamo de Espinosa retoma la idea del historiador Pierre Nora: ā€œla historia se escribe hoy bajo la presiĆ³n de las memorias colectivasā€, lo que nos recuerda las estatuas derribadas recientemente en varios paĆ­ses. Los autores del libro mencionan las de BolĆ­var e Hidalgo, que se mantienen de pie en EspaƱa, a pesar de que ā€œdeclararon el exterminio de peninsularesā€. Ejemplo sin duda polĆ©mico que nos hace preguntarnos: ĀæcuĆ”ndo es lĆ­cito (o Ćŗtil) deshacernos de estas formas de memoria colectiva? ĀæEs lo mismo derribar la estatua de fray JunĆ­pero Serra que la del doctor James Marion Sims? Lamo de Espinosa tambiĆ©n juzga que a ambos lados del AtlĆ”ntico los polĆ­ticos siguen ā€œabusando de la llamada memoria para lo uno y lo otro, haciendo mofa, no solo de la historia, de la verdad histĆ³rica, sino incluso de la verdadera memoriaā€, como demuestran una y otra vez aquellos discursos que se enfocan en los recuerdos distorsionados de un pasado ā€œmejorā€, de una ā€œverdadera AmĆ©ricaā€ sin bad hombres, o de una tierra autĆ³ctona idĆ­lica, sin la presencia de extranjeros, que ā€œcancelan la historiaā€ en pos de fines polĆ­ticos, cuando serĆ­a mejor, dice el autor, enfocarnos en el futuro.

El ensayo que abre el libro ā€“ā€œConquista, ĀæquĆ© conquista? Notas para una revisiĆ³n y crĆ­tica historiogrĆ”ficaā€ā€“, del historiador mexicano MartĆ­n Federico RĆ­os Saloma, se refiere a algunas ideas errĆ³neas sobre la conquista que se han perpetuado a travĆ©s de los discursos nacionalistas y otras formas de transmisiĆ³n. Algunos de estos errores, como el de que la conquista la hicieron ā€œlos espaƱolesā€, como si se tratase de un contingente homogĆ©neo de castellanos que llevaran a cabo sus empresas sin alianzas, el supuesto ā€œgenocidioā€ por ellos cometido, o la ā€œtraiciĆ³nā€ de la Malinche, se mantienen en la mente del mexicano promedio, y aun en la de ciertos historiadores y escritores (cuando no son ellos mismos quienes las divulgan). RĆ­os Saloma escribe que la historiografĆ­a mexicana reciente ha tenido el mĆ©rito de revisar antiguas visiones de personajes polĆ©micos de manera mĆ”s equilibrada. Ya no se ve a CortĆ©s como hĆ©roe o asesino, Ćŗnico responsable de la conquista, sino como un hombre de su tiempo, cuyas acciones fueron parte de un proceso mucho mĆ”s grande y complejo, del que estuvo lejos de ser el Ćŗnico artĆ­fice. Lo mismo pasa con la Malinche, que ha pasado de ser considerada una mujer traidora a su naciĆ³n, con un papel pasivo, a una polĆ­glota hĆ”bil, de grandes hazaƱas diplomĆ”ticas. Esta nueva historiografĆ­a sin duda permite una mejor comprensiĆ³n de la historia de MĆ©xico, sin embargo, como opina el autor, corresponde a los historiadores la mejor difusiĆ³n de estas ideas.

TomĆ”s PĆ©rez Vejo, historiador espaƱol mexicanizado perteneciente al INAH, en su artĆ­culo ā€œColonia, ĀæquĆ© colonia?ā€, se refiere al colonialismo, con Ć©nfasis en lo anacrĆ³nico del tĆ©rmino para referirse a los siglos preindependentistas, y al poscolonialismo, teorĆ­a posmoderna que analiza las secuelas de las sociedades a partir de su pasado colonial, sobre el cual se pregunta: ā€œĀæpor quĆ© las sociedades mexicana o argentina deben ser entendidas desde los parĆ”metros del poscolonialismo pero no la estadounidense o canadiense?ā€. El autor seƱala, entre otras cosas, que la monarquĆ­a espaƱola, como ā€œImperio colonialā€, turbio y retrĆ³grado, ha sido una construcciĆ³n historiogrĆ”fica, en buena medida heredera de los ā€œrelatos de naciĆ³n liberalesā€, que cuentan ā€œun ciclo de nacimiento (Ć©poca prehispĆ”nica), muerte (conquista) y resurrecciĆ³n (guerras de independencia), con los tres siglos virreinales como el tiempo oscuro en el que las naciones americanas habrĆ­an dejado de existir bajo el dominio de una de las naciones mĆ”s crueles, atrasadas y despĆ³ticasā€. Por el contrario, PĆ©rez Vejo observa a la Nueva EspaƱa como uno de los ā€œcentros neurĆ”lgicosā€ de la monarquĆ­a, tanto en lo econĆ³mico como en la producciĆ³n artĆ­stica y en la generaciĆ³n de conocimientos. AsĆ­ lo demuestran los vocabularios y gramĆ”ticas, las historias morales y naturales, las diversas obras literarias, las relaciones geogrĆ”ficas hechas a lo largo de estos siglos, o las ambiciosas expediciones cientĆ­ficas del siglo XVIII. En otro de los ensayos de este libro, el diplomĆ”tico espaƱol Luis Francisco MartĆ­nez Montes propone ā€œreevaluar y realzarā€ esta riqueza cultural, en contrapeso con ideas interiorizadas tanto en EspaƱa como en MĆ©xico acerca del ā€œantimodernismoā€ espaƱol y que han quedado expresadas en obras de pensadores como JosĆ© Ortega y Gasset y Octavio Paz, quien pensaba, dice el autor, que EspaƱa era producto del neotomismo y la Contrarreforma, en contraposiciĆ³n con Estados Unidos, hijos de la Reforma y la IlustraciĆ³n.

En ā€œNavegaciĆ³n en mares procelosos. A modo de epĆ­logoā€, la historiadora Guadalupe JimĆ©nez Codinach hace un balance general de los ensayos del libro y aƱade relatos de su propia experiencia que ilustran la tergiversaciĆ³n y la ignorancia histĆ³ricas. Algunos ejemplos los encuentra en la obra de artistas mexicanos, como Diego Rivera, quienes han hecho interpretaciones artĆ­sticas que no son estrictamente histĆ³ricas y que, sin embargo, se enseƱan en MĆ©xico y el extranjero como fuentes fidedignas de nuestro pasado; o la anĆ©cdota del presidente de la Universidad de Harvard que, en su visita al Museo Nacional de Historia de Chapultepec, se sorprendiĆ³ de saber que la Universidad de MĆ©xico se habĆ­a fundado entre 1551 y 1553, cuando todavĆ­a no llegaban a Nueva Inglaterra los settlers (que no se denominan conquerors en la historiografĆ­a anglosajona, como enfatiza MarĆ­a Elvira Roca Barea). Codinach hace un llamado a la reconciliaciĆ³n de las diversas herencias, a hacer memoria sin prejuicios, a no seguir a ciegas las modas y a no dar por hecho todo aquello que se nos ha enseƱado. Para lograrlo, piensa que el camino es el conocimiento; en lugar de negar nuestra herencia hispana, habrĆ­a que aprehenderla, sin omisiones, con luces y sombras, y estudiar la historia como lo que es: multicultural, mestiza.

El volumen, en su conjunto, invita a abandonar la idea del pasado de MĆ©xico como el resultado de dos herencias antagĆ³nicas, irreconciliables. La manipulaciĆ³n histĆ³rica para uso polĆ­tico no es ninguna novedad, pero hoy es crucial la funciĆ³n del historiador crĆ­tico que nos aleje de leyendas negras y rosas, y nos evite de sufrir melancolĆ­a, como dijo Jon Juaristi, por historias que nunca existieron. ~

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