La mexicana que llegó hasta Ivanka

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Más que una clienta, la considera su amiga. Las varias portadas en revistas de moda para las que Alexa Rodulfo ha maquillado a Ivanka Trump a lo largo de la última década y media y la indeleble huella en las redes sociales de su historia compartida son pruebas de un vínculo que trasciende el ámbito estrictamente laboral. “Desde antes de llegar a Nueva York yo quería conocerla, y darme a conocer”, me cuenta Alexa con ese seductor acento norteño imposible de esconder. “Fue casual”, recuerda. Su primer encuentro fue visual y a lo lejos, en un restaurante en el 2001, durante su primera estancia en la Gran Manzana. La oportunidad fortuita de maquillarla y peinarla para un evento llegó justo un año después en casa de una de sus clientas. Ivanka necesitaba quién la arreglase y Alexa estaba ahí.

“Quedó encantada”, dice para presumir lo que sería el inicio de su relación personal y laboral más importante. Y no es una exageración: el trabajo para Ivanka le ha permitido permanecer en Nueva York y levantar un pequeño emporio de belleza, Candle Collection-Hair & Makeup.

Alexa nació y se crió entre Ciudad Juárez y El Paso. Ahí empezó su carrera como cultora de belleza; con un salón que lleva su nombre y que aún administra. En Juárez creó “el primer club de fans” de Luis Miguel y descubrió su facilidad para “sacar lo mejor de los demás” a través de las sombras y las pinturas de labios, de los tintes y las extensiones de cabello, de una buena conversación y un invencible sentido del humor.

“Siempre supe que algo me esperaba del otro lado”, me confiesa. En el 2001 aterrizó en Nueva York con apenas una maleta y la experiencia y la fama ganadas en Juárez. La visa de turista no habría de ser impedimento como no lo había sido la frontera geográfica ni un sistema migratorio quebrado. Las primeras semanas y meses no fueron para nada sencillos. Hubo múltiples entrevistas de trabajo en las que Alexa no tuvo palabras para responder lo que le preguntaban y noches interminables en bares y restaurantes, al lado de paisanos migrantes. “Fue cosa de agarrar al toro por los cuernos”, declara. En lugar de ir tras un empleo establecido, decidió buscar clientas, formar relaciones en su círculo próximo. Llegó una y después las otras: hoy día atiende a personalidades de todo tipo, entre ellas la diseñadora Carolina Herrera y la modelo Lauren Bush. Cuando conoció a Ivanka, empezó otra parte de su historia.

Es inevitable advertir la paradoja de que una de las personas con mayor relevancia en la administración Trump –Ivanka ha tenido un alto perfil en reuniones oficiales al grado de que la prensa la ha llamado “la primera dama entre las sombras”– mantenga una relación tan cercana con una inmigrante mexicana. Del presidente Trump se podría hacer una antología de apreciaciones contra los extranjeros que buscan en Estados Unidos una oportunidad. Su campaña a la presidencia enfatizó el carácter negativo de la migración mexicana –su famosa frase “México nos manda gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores” resume esa postura–. Su gobierno ha priorizado políticas desfavorables para quienes llegan al país (en septiembre de 2017 su administración revocó el daca, que protegía a los dreamers); un discurso y una realidad que mezclan, en sintonía con la historia de Alexa, muros con puentes.

“No hablamos mucho del tema, al menos no lo suficiente”, reconoce consternada Alexa, que ha descrito a Ivanka como “una persona transparente, profesional y extremadamente organizada”. Pero le preocupa, nos preocupa. Lejos están los días en que su condición de indocumentada la ponía del lado de los más vulnerables; no tan lejano, en cambio, está el sello peyorativo que permanece sobre una gran parte de los mexicanos. En diversas entrevistas, Alexa ha evitado adentrarse en la política y ha señalado que no se ha sentido discriminada. Nuestra conversación sigue esa misma línea.

Hace un año, Ivanka Trump publicó Women who work, el libro que, en sus propias palabras, aspira a dar a sus lectoras “el valor para que te conviertas en una mejor líder, una que crea la vida que quiere vivir” y “a navegar los desafíos y oportunidades que enfrentas hoy y en los siguientes años”. Habría que preguntarse si la historia personal de Alexa –una en la que el esfuerzo individual recibe una justa recompensa y en la que todos los obstáculos pueden superarse gracias al trabajo– no encaja a la perfección con esa perspectiva. Quizás Ivanka piensa en Alexa como el botón de muestra de la self-made woman que no necesita de reformas migratorias ni de feminismo, porque puede superar por sí misma –sin nada más que “pasión y perseverancia”– las barreras de la discriminación, la violencia, la desigualdad y el acoso sexual. Quizá la maquillista mexicana le confirme que sus posturas políticas, y las de su padre, no son más que “sentido común”. ~

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(Ciudad de México, 1977) es diplomático, periodista y escritor; su libro más reciente es “África, radiografía de un continente” (Taurus, 2023).


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