Cuatro son las ocasiones en que Dorothy Parker intentรณ suicidarse. Cuatro, al menos, que hayan quedado acreditadas en la cronologรญa de su vida: 1923, 1926, 1930, 1932… Tal vez hubo mรกs. Es posible que su entonces fulgurante figura pรบblica convirtiera en pรบblicos esos intentos frustrados. La muerte palpita en toda su obra, a veces de forma deliberadamente cรณmica, y se deja ver en los poemas que la convirtieron en un personaje popular gracias a una habilidad innata para realizar un giro inesperado en el รบltimo verso con el que provocar una sonrisa, una duda o un pensamiento.
Razors pain you;
Rivers are damp;
Acids stain you;
And drugs cause cramps.
Guns arenโt lawful;
Nooses give;
Gas smells awful;
You might as well live.
Dorothy Parker, de cuna apellidada Rothschild, naciรณ en Nueva Jersey un 22 de agosto de 1893, en uno de esos dรญas del final de verano en que los neoyorquinos abandonan la ciudad aprovechando las minivacaciones en torno al Labor Day, pero enseguida, como asรญ sigue sucediendo, regresaron a su barrio, el Upper West Side, en el que se desarrollarรญa gran parte de la vida de la escritora que ha representado de manera mรกs vehemente el espรญritu de la ciudad, o de aquella ciudad que fue y ya no serรก. De padre judรญo y de madre catรณlica, la pequeรฑa Dorothy se quedรณ huรฉrfana de madre a los cinco aรฑos y, a pesar de crecer en el seno de una familia acomodada y numerosa, la mala relaciรณn con la madrastra generรณ en ella un sentido incurable de soledad que la acompaรฑรณ toda su vida. Cรฉlebres son los versos en los que dice: โChildhoodโฆ If I wrote about mine you wouldnโt sit in the same room with me.โDorothy abandonรณ los estudios antes de acabar el bachillerato, ya que de los catorce a los veinte aรฑos se dedicรณ a cuidar a su padre, por el que sentรญa devociรณn, y aunque no se sabe mucho de aquel tiempo de vida recogida sรญ dejรณ constancia de la cultura que adquiriรณ en soledad (But, by God, I read) y de los tรญtulos que cimentaron su vocaciรณn, entre ellos, Vanity Fair, de Thackeray, que aseguraba haber leรญdo mรกs de una docena de veces.
Al morir el padre, la economรญa familiar se derrumba y ella comienza su vida errante de pensiones buscando la manera de ganarse la vida; en un primer momento, toca el piano en un estudio de baile, pero enseguida procura adentrarse en el universo que a ella le interesa, el de la escritura, por el que ha mostrado una habilidad precoz, en concreto, componiendo el tipo de poemas que por aquel entonces se habรญa convertido en un gรฉnero muy popular (light verse) que los lectores lograban aprender de memoria porque respondรญan a rimas en las que el ingenio chocante era su mayor gancho. Se casa muy joven con Edwin Pond Parker, del que se separarรญa poco tiempo despuรฉs mateniendo un apellido que le borra unos orรญgenes judรญos por los que no sentรญa excesivo apego. No pasรณ mucho tiempo hasta que la joven neoyorquina consiguiรณ su primer empleo en Vogue, luego en Vanity Fair y, mรกs tarde, fue el mรญtico editor Harold Ross quien le echarรญa el lazo para su reciรฉn nacida revista The New Yorker, en la que colaborarรญa escribiendo poemas, cuentos y crรญticas, y prestando su creciente prestigio al รฉxito de la publicaciรณn, porque a los 32 aรฑos Parker ya era una insรณlita celebridad que habรญa hecho historia en el mundo de la ediciรณn convirtiendo su primer libro de poemas, Enough rope, en un best seller.
Lo extraordinario de la vida y obra de Parker es su tendencia innata a la insatisfacciรณn: ser querida por los lectores no le proporcionaba algo parecido a la felicidad. La imagen de mujer alegre, segura de sรญ misma, que proyectaba una escritura valiente y sarcรกstica en la que ella parecรญa estar exhibiendo en primera persona y sin tapujos su propia experiencia enmascaraba a esa otra que sufrรญa depresiones frecuentes, agravadas por el exceso de ingesta alcohรณlica que favoreciรณ en parte la ley seca. Las chicas que la escritora retratรณ en sus cuentos tienen un cierto parecido a ella, frecuentan los speakeasy, viven de noche, quieren parecer frรญvolas y despreocupadas pero son obsesivas, dependen de amores condenados al fracaso y pasan la vida esperando visitas o llamadas de telรฉfono que las salven de su angustia. La diferencia es que esas mujeres que protagonizan los relatos de Parker viven precariamente, a menudo lampando y a la espera de ser mantenidas por un seรฑor casado, mientras que la escritora llevaba la angustia en el alma mรกs que en el bolsillo dado que, al menos, en esa รฉpoca brillante de sus tres dรฉcadas de esplendor, veinte, treinta y cuarenta, gana dinero y lo dilapida. Pero la melancolรญa se palpa en cada historia. Asรญ lo entendiรณ Augusto Monterroso cuando seleccionรณ โBig blondeโ (โUna rubia imponenteโ) para su antologรญa de cuentos tristes, un cuento que obtuvo el prestigioso premio O. Henry, protagonizado por una de sus chicas superficiales, una de sus sports, que se buscan la vida entreteniendo a los hombres, viviendo de sus regalos a cambio de mostrarse siempre alegres y chispeantes, chicas que acaban siendo vรญctimas de una vida solo posible mientras dura la juventud.
โSu inteligencia es la inteligencia de su tiempo y su ciudadโ, dijo el crรญtico Edmund Wilson, algo que aun siendo halagador y cierto la reduce a la consideraciรณn de una escritora atrapada en una รฉpoca. Es verdad que los poemas de Parker estรกn รญntimamente ligados a los musicales de Broadway, a la mรบsica con la que genios como Cole Porter, los Gershwin o Irving Berlin contribuyeron a crear la banda sonora de una irrepetible etapa de talento abrumador que vibraba a pesar de la ley seca, de la gran depresiรณn, de la guerra. El Nueva York de la comedia y del jazz estรก presente en el habla, en la mรบsica y la escritura y Parker es una de las cabecillas de ese momento irrepetible, con la misma autoridad con la que presidรญa la cรฉlebre mesa redonda del Algonquin en la que bullรญan cada noche unas mentes inspiradas por el ingenio alcoholizado de escritores y artistas, muchos de ellos abocados a ser derrotados por la mala vida. Robert Benchley, humorista y actor, se convirtiรณ en su segundo marido, en un amor de idas y venidas, tan duradero como desequilibrado. Alrededor de aquella mesa se despachaban crรญticas feroces a las comedias estrenadas al otro lado de la calle. De aquella pareja, Benchley y Parker, brotaron guiones para pelรญculas como Ha nacido una estrella y tantos otros que fueron nominados en los premios Oscar.
Si imaginamos que el รฉxito proporciona la felicidad no podemos entender la complejidad de esta mujer de poderoso talento. Si bien ella hablรณ la lengua de su tiempo, como dijo Wilson, creo que es ahora cuando podemos apreciar la hondura y la melancolรญa que se camuflan tras el humor. Tampoco estarรญa completo un retrato de Parker sin hacer referencia a su compromiso cรญvico: desde el apoyo a la repรบblica espaรฑola, que inspirรณ el cuento โSoldados de la Repรบblicaโ, a su decidida defensa de la causa de los derechos civiles. Tal era su admiraciรณn por Martin Luther King que tras morir su marido y sin herederos directos decidiรณ dejarle su legado. King respondiรณ a este regalo inesperado con sorpresa, porque no la conocรญa, tambiรฉn con agradecimiento. Algunos de los mejores cuentos de Parker estรกn dedicados a esas mujeres negras de servicio que por una miseria vagaban de piso en piso en el acelerado Manhattan, trabajando para personas que o no las veรญan o las miraban con indisimulado desprecio.
Los รบltimos aรฑos de Dorothy Parker son los de una mujer que sucumbiรณ a un total acabamiento fรญsico. Las imรกgenes que ilustran el deterioro nos impresionan. Su escritura fue languideciendo, perdiendo ligereza y brillo, mostrando la espesura de una mente alcoholizada. Sobreviviรณ los รบltimos aรฑos gracias a la caridad de la millonaria Gloria Vanderbilt en una pequeรฑa habitaciรณn de hotel con la compaรฑรญa de uno de esos perros que la acompaรฑaron en la borrachera nocturna y en la soledad de la vejez. Los perros y los caballos aparecen con frecuencia en la escritura de Parker, siempre observados con compasiรณn y respeto.
Poco antes de morir de un paro cardiaco, le pidiรณ a su amiga la guionista Lillian Hellman que se hiciera cargo de organizar su legado para que llegara a manos de King, pero Hellman, siempre una mujer de lealtad dudosa, descubriendo tras su muerte que en ese legado no habรญa bienes econรณmicamente rentables, se deshizo de su ropa, libros, cuadernos y objetos personales. Una decisiรณn sorprendente tratรกndose de alguien a quien se le supone una sensibilidad por los recuerdos de una colega. Hellman tampoco atendiรณ a la peticiรณn de Parker de ser incinerada sin actos de despedida y le organizรณ un rimbombante velatorio pagado por Vanderbilt en el que Parker lucรญa en su ataรบd una especie de kimono bordado en oro. Algunas celebridades de la cultura aparecieron por allรญ a despedir a la escritora que habรญa sido ya olvidada hacรญa tiempo, tanto que el bicho de Truman Capote comentรณ: โยฟHa fallecido? Yo creรญ que ya estaba muerta.โ Lo curioso es que tras el acto fue incinerada y como nadie se hizo cargo de las cenizas estas acabaron olvidadas en la oficina de un abogado con quien ella habรญa tenido relaciรณn. Ahรญ estuvieron, en un cajรณn, hasta los aรฑos ochenta, cuando la columnista Lillian Ross, enterada del insรณlito abandono de los restos de su vieja compaรฑera, escribiรณ un artรญculo que hizo que la naacp, la National Association for the Advancement of Colored People, se ofreciera a hacerse cargo y llevara el jarrรณn mortuorio a un cementerio en Baltimore donde estรกn enterradas personalidades negras de los derechos civiles. Y ahรญ permaneciรณ con una frase grabada en agradecimiento a su aportaciรณn a la lucha por la igualdad hasta que un lector empedernido de Parker, creador de la Dorothy Parker Society, tuvo noticia hace tres aรฑos de que iban a trasladar ese mausoleo a otro lugar y temiendo que la escritora quedara de nuevo en el olvido localizรณ a unas ancianas sobrinas nietas que a su vez descubrieron que la familia Rothschild guardaba un lugar reservado para ella en el cementerio Woodlawn del Bronx. Financiando la lรกpida con el dinero obtenido por un merchandising en el que destacan unas camisetas con la caricatura que de la escritora dibujรณ el gran Al Hirschfeld, tambiรฉn artista de aquella รฉpoca gloriosa, y con rutas guiadas por el Nueva York de la escritora lograron devolver a la neoyorquina a la ciudad que alimentรณ su obra. Estos son los versos que se han inscrito en su lรกpida:
Leave for her a red young rose.
Go your way and save your pity.
She is happy, for she knows
That her dust is very pretty.
Los responsables del Cementerio del Bronx esperan que cada aรฑo acudan a rendir honor a Parker esos lectores que siguen encontrando sentido a la mรบsica de sus palabras, que se emocionan con ese humor teรฑido de melancolรญa. Historias de mujeres que siguen conmoviรฉndonos porque no se han quedado como mariposas enmarcadas en aquel tiempo. Las costumbres cambian, las mujeres y los hombres van igualando sus pasos, pero los seres humanos seguimos sacudidos por los mismos sentimientos, desilusiones, neurosis y por una indefectible incapacidad para encontrar sosiego.
Hace ya una dรฉcada decidรญ seguir los pasos de Dorothy Parker. Me emocionaba pensar que vivรญa cerca de su universo. Visitรฉ su hogar familiar, el colegio, que seguรญa en pie, y luego, yendo hacia el sur, las oficinas de The New Yorker, comprobando con tristeza que su nombre no estaba incluido en la placa de los ilustres colaboradores que hicieron de esa revista lo que ha sido y lo que es. Espero que alguien haya reparado en ese indignante descuido. Tambiรฉn fui, fuimos, muchas veces al Hotel Algonquin. Sigue la mesa redonda, pero el hotel ha perdido parte de su encanto al haber cerrado el Oak Room, un pequeรฑo y nostรกlgico club de jazz donde aรบn se podรญa sentir la magia del viejo Nueva York. Comprobรฉ, con alegrรญa, que los libros de la escritora gozan de buena salud, The Portable Dorothy Parker sigue reeditรกndose y los derechos van, con toda justicia, a la naacp, como ella hubiera deseado. Ahora sรฉ que ese olvido en el que cayรณ por un tiempo fue en parte provocado porque escritores que debรญan haber mostrado su agradecimiento o su deuda pรบblicamente por haber inventado una manera de narrar la ciudad no lo hicieron, y a veces en la literatura ocurre eso: hay obras que no trascienden no porque hayan caducado sino por la mezquindad de quienes debieran defenderlas.
Siento que se estรก generando una nueva lectura de sus cuentos, que encuentran una vida plena mรกs allรก del irrepetible tiempo en el que fueron creados. Su voz irรณnica, audaz, atrevida nos sigue interpelando: โLondres es orgulloso, Parรญs se ha rendido, pero Nueva York es siempre esperanzador, siempre te hace creer que algo bueno estรก a punto de pasar y que hay que darse prisa para encontrarlo.โ Recuerdo que yo tambiรฉn lo creรญa asรญ, exactamente asรญ. ~
es escritora y columnista de El Paรญs. Su novela mรกs reciente es En la boca del lobo (Seix Barral, 2023).