Dรญa de lamentos y elegรญas, de trenos y pavanas para infantes difuntos; dรญa de ira y tarde triste de festones negros: el pasado 4 de noviembre falleciรณ Mario Lavista.
ยฟQuรฉ decir en este momento? Pudiera esbozarse su carrera, plena en logros y alturas artรญsticas, que hicieron de la suya una de las mรกs importantes voces de la mรบsica mexicana del siglo XX. Contar que obtuvo los mรกs altos honores, que ingresรณ a la Academia de Artes en 1987, que ocupรณ en 1998 el lugar vacante dejado por Eduardo Mata en El Colegio Nacional, que recibiรณ el Premio Nacional de Artes en 1991, y tantas otras prendas. Recordar que, ademรกs de su propia trayectoria artรญstica, jugรณ un papel determinante en la polรญtica musical, particularmente durante la dรฉcada de los aรฑos noventa, y que tambiรฉn desempeรฑรณ un rol crucial en el establecimiento e impulso de diversos grupos renovadores, como Quanta o Da Capo, ademรกs de haber dirigido Pauta, la revista que desde su primer nรบmero publicado en 1982 fue un crisol de voces y propuestas musicales, plรกsticas y literarias. Y acaso ese hipotรฉtico recuento fuera mรกs incompleto todavรญa si no se hablara de sus alumnos y de su decidido amor por el salรณn de clases (aunque Ana Lara, una de sus notables discรญpulas, haya contado las indiscreciones de un maestro que primero querรญa saber si los alumnos habรญan hecho la tarea, antes de presentarse al salรณn de clases). Fue maestro del Conservatorio desde 1970, aunque ese largo trayecto no dejรณ de tener sus disonancias. En los รบltimos aรฑos, a partir de 2007 cuando regresรณ al Conservatorio Nacional tras haber sido exiliado por algunos administradores de largas orejas, y hasta poco antes de la pandemia, Lavista fue distinguido maestro de la que fuera su alma mater y sede del legendario Taller de Composiciรณn de Carlos Chรกvez, al que asistiรณ en compaรฑรญa de otros jรณvenes brillantes como Eduardo Mata o Hรฉctor Quintanar. Sus clases en el Conservatorio โpuedo decirlo asรญโ no eran de composiciรณn, ni de anรกlisis, ni de historia u orquestaciรณn: eran de mรบsica y en ellas pudo dar rienda suelta a la que desde ahora puede seรฑalarse como una de las facetas definitivas de su arte y de su personalidad. Porque Lavista fue un enamorado de la mรบsica y un compositor que tenรญa un profundo y apasionado diรกlogo con la tradiciรณn, un diรกlogo incesante, lรบcido, en el que unas normas iluminaban a otras. De sus mรกs urgentes pasiones son prueba famosos nรบmeros monogrรกficos de Pauta, dedicados a Mozart, a Wagner, a Stravinski. Fue devoto de Guillaume de Machaut y apenas hace unos meses, al finalizar 2020, le escuchamos hablar sobre Beethoven desde El Colegio Nacional. Pero, ante todo, fue absoluto discรญpulo del Fauno. La mรบsica de Claude Debussy fue para Mario Lavista el faro inextinguible de sus labores creativas y docentes. Quienes tocaron a Mozart y a Debussy ante su fรฉretro en Bellas Artes hicieron con ello una sentida y correcta plegaria que contrastรณ con las muchas palabras de humo que se dijeron ahรญ, ya por trรกmite institucional, ya por un triste y del todo innecesario protagonismo.
Aquรญ no se puede anotar, mรกs que a vuelapluma, una mirada general de su mรบsica. Sus primeras composiciones revelan intereses por el serialismo y por renovadas fuentes musicales (como en Kronos, de 1969, que emplea relojes despertadores). Pero eso fue รบnicamente el inicio de una bรบsqueda mucho mรกs amplia. En Jaula, por ejemplo, escribiรณ su partitura como parte de una escultura de papel formada por diecisรฉis cubos concรฉntricos ejecutada por su gran amigo Arnaldo Coen. En obras posteriores Lavista se interesรณ apasionadamente por las llamadas โtรฉcnicas extendidasโ, es decir, por la generaciรณn de sonidos no convencionales en instrumentos tradicionales. Acaso el ejemplo mรกs famoso de esta bรบsqueda se haya cristalizado en su cuarteto de cuerdas Reflejos de la noche (tocado y grabado en forma insuperable por sus queridos amigos del Cuarteto Latinoamericano), donde la indescriptible trama sonora se obtiene con armรณnicos naturales. Pero muchas otras piezas pudieran sumarse a esta lista. Marsias, para oboe y copas de cristal, es una de las mรกs logradas. En esta obra โya lo dijo Juan Villoro en su Rรฉquiemโ Lavista construyรณ una mรกs de sus โatmรณsferas sonoras de inquietante sutilezaโ. Pero la partitura โdedicada a la oboรญsta y musicรณloga Leonora Saavedraโ es mucho mรกs que eso: mientras los multifรณnicos del oboe representan lo รกspero y terrenal del fauno Marsias, que por accidente ha encontrado una flauta insuflada de divino aliento, el etรฉreo sonido de las copas de cristal vuelve audible la perfecciรณn de la mรบsica de Apolo. Y, mรกs aun, esa perfecciรณn apolรญnea es la que rige la organizaciรณn interna de los sonidos que Lavista empleรณ en la pieza, todos derivados de un riguroso proceso de construcciรณn de escalas e intervalos simรฉtricos. Ya con este apunte nos acercamos al escritorio del mรบsico: sรญ, hay en su obra mucho de reflexivo y atmosfรฉrico, mรบsica meditada y contemplativa; pero siempre concebida desde un riguroso proceso formal y anclada en un andamiaje oculto pero cabalmente construido que, por cierto, Lavista no resistรญa la oportunidad de explicar a sus alumnos o colegas, con la mirada encendida de quien se halla en su mejor ambiente.
Y ya que estamos en Marsias, habrรก que decir que la pieza es tambiรฉn ejemplar en cuanto a una particular vocaciรณn literaria y poรฉtica que permeรณ su catรกlogo. Epรญgrafes y alusiones literarias (Borges, Swift, el mito de Marsias contado por Cernuda…), la poesรญa de Pound o la prosa de Carlos Fuentes dejaron en su mรบsica una huella honda y definitiva. Uno de sus libros ultrafavoritos, Gargantรบa, acabรณ convirtiรฉndose en una serie de relatos con mรบsica que, narrados por Guillermo Sheridan, grabaron la orquesta de Picardie y el coro de niรฑos y niรฑas cantores de la Escuela Nacional de Mรบsica dirigidos por Patricia Morales. Aquรญ, travieso y neoclรกsico, Lavista se convierte en niรฑo con orquesta nueva. Adepto a los juegos (al billar, que jugaba con Alberto Cruzprieto) y al buen humor, en tiempos recientes se reรญa franco cuando supo que cierta carta pรบblica que llevรณ su firma y que apoyaba a Letras Libres y a Nexos causรณ enojos y mereciรณ ser mostrada en conocida matinรฉe polรญtica. Acaso esa inclinaciรณn a los juegos y placeres haya sido compensada, en mรบsica y conciencia, por una serie de obras religiosas: Responsorio in memoriam Rodolfo Halffter, para fagot y percusiones, escrito desde 1983; un Stabat Mater de 2005 o un precioso Salmo que escribiรณ en 2007 para Lourdes Ambriz (su soprano preferida) y el contrabajo de Luis Antonio Rojas. En estas piezas sus tramas sonoras rezuman โhermosura y luz no usadaโ, como dijera fray Luis.
โLa mรบsica de Lavista es evocativa, refinada y poรฉticaโ, me dice Ana Ruth Alonso Minutti, notable musicรณloga mexicana que publicarรก el prรณximo aรฑo su libro dedicado al artista. โPresenta una minuciosa atenciรณn al color musical, a la permutaciรณn de motivos y a la textura. La mรบsica de Lavista es un punto de convergencia desde donde surgen resonancias, entendiendo como resonancia la cualidad de evocar respuestas cargadas de significados por una multiplicidad de voces. La exploraciรณn de resonancias en su mรบsica nos lleva a travรฉs de una variedad de confluencias entre sonido, texto e imagen.โ Alonso tambiรฉn nos hace una invitaciรณn: โEntender la mรบsica de Lavista como un espacio social es particularmente adecuado ya que รฉl fue un compositor relacional. รl no escribiรณ mรบsica para sรญ mismo sino para y con otra gente, frecuentemente sus amigos cercanos, colaboradores o mรบsicos con los que establecรญa relaciones afectivas. Ellas y ellos forman parte de ese espacio social, asรญ como los intertextos que Lavista incorpora, ya sea literarios, pictรณricos o sรณnicos.โ Es a deambular por ese espacio al que quedamos invitados y hacerlo serรก el mejor homenaje que podamos rendir a la memoria de un mรบsico notable.
Querido Mario: ya entre las emotivas palabras que escuchamos de tu hija se deslizรณ la idea de que del otro lado se te preparaban fiestas y sinfonรญas. Sergio Vela tambiรฉn aludiรณ a ello y daba por cierta tu llegada a los Campos Elรญseos en medio de los grandes maestros y sin olvidar a Carlos Chรกvez. Yo mรกs bien te imagino en la tertulia de los poetas, con decorados de Raoul Dufy, con la mรบsica de tus franceses favoritos, la del Fauno, la de la infanta difunta y la mirada curiosa de Rabelais asomada por ahรญ… De este lado, no cabe duda, nos dejas tu mรบsica, que habrรก de ser, como la canciรณn de Faurรฉ de la que alguna vez platicamos, โLe parfum impรฉrissableโ, el permanente y llamativo resplandor de tus mundos musicales. ~
es pianista y doctor en musicologรญa por la City University de Londres. Prepara un catรกlogo con las piezas del compositor zacatecano Ernesto Elorduy.