Mario Vargas Llosa: la literatura como forma de vida

Apasionado de Flaubert y su preocupaciรณn formal, seguidor de Balzac y su vocaciรณn de retratista de una sociedad en transformaciรณn, educado en las polรฉmicas de Sartre y Camus, admirador de Aron y Revel, joven que descubriรณ Amรฉrica Latina en Parรญs, Vargas Llosa es el primer autor que no escribe en francรฉs que ha entrado en la Academia Francesa.
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Es una gran alegrรญa, querido Mario Vargas Llosa, recibirlo en esta ilustre casa, creada en 1635 por el Cardenal de Richelieu. Cerca de cuatro siglos nos separan del tiempo de nuestra fundaciรณn. Vivimos una รฉpoca de desorden acelerado y general. Vivimos con ese desorden que forma parte de nuestra cotidianeidad. Cada maรฑana nos despertamos en un mundo que parece haber perdido sus brรบjulas y nos dormimos cada noche bajo un cielo colmado de constelaciones movedizas.

Dentro de ese incesante movimiento, la verdad parece sin duda mรกs enigmรกtica que nunca, sobre todo porque tenemos una conciencia muy aguda de que casi no quedan instituciones o principios que no sean objeto de retoques y cuestionamientos. Vemos desmoronarse ante nuestros ojos el mundo que hemos inventado y equipado. Ahora nos llega el temor de la peligrosa complejidad de un sistema que hemos blindado con armas nucleares, satรฉlites espรญas, redes mundiales de micrรณfonos y cรกmaras mientras los drones de guerra surcan nuestro espacio y ocรฉanos.

En este universo inestable que duda y se inquieta tanto como ruge y se deja llevar, atravesado por poderosas energรญas individuales, a veces desligadas de toda concepciรณn colectiva, pero tambiรฉn por renovadas ambiciones imperiales, mรกs o menos disfrazadas, nuestra patria literaria, nuestros viejos paรญses europeos y sus instituciones, cargadas de libertad y desgracias, de riqueza y sentido, se nos aparecen a veces como titanics lanzados a un mar agitado, entre bloques glaciares desprendidos de la masa de hielo por el calentamiento global.

Todos sabemos que una civilizaciรณn puede ser tan frรกgil como la vida. Gustave Flaubert, su admirado Flaubert, a quien una vez mรกs usted viene a rendir homenaje, nos deja entrever en Salambรณla naturaleza profunda del pasado, colmado por โ€œla sucesiรณn de edades y patrias olvidadasโ€. Salambรณ no es solamente una obra maestra escrita por un genio que amaba las religiones y los pueblos desaparecidos, es una ficciรณn que en su propio misterio cuestiona nuestro tiempo. El destino de Cartago, su fuerza y sus debilidades, su ausencia de talento polรญtico, su espรญritu mercantil y estrecho, su pasiรณn por el oro y el lucro, su misma desapariciรณn, esa guerra de mercenarios impolutos de cualquier fatalidad histรณrica, resuenan extraรฑamente en nuestro tiempo de metamorfosis en el que, amputados de ese trozo de esperanza que habรญa formado parte de la fundaciรณn de nuestro continente, los europeos parecen dudar de su destino.

No somos los primeros en afrontar la incertidumbre. Los caminos de la Historia, esa maravillosa y aterradora caja de sorpresas, estรกn pavimentados de trampas. Quienes nos precedieron han atravesado revoluciones y guerras. Si cruzamos arenas movedizas no nos olvidemos de que nuestros antecesores caminaron sobre abismos. La Academia no se ha librado de esas tormentas desde su creaciรณn en 1635, pero sigue siendo un punto fijo, una anomalรญa milagrosa en la panoplia de nuestras instituciones. La Academia sigue siendo, contra viento y marea, el tabernรกculo de nuestra lengua. Es bajo la cรบpula de la Academia que los escritores franceses se han estado pasando la antorcha de las palabras desde hace casi cuatro siglos y es aquรญ donde hablamos de aquellos que amamos y admiramos.

Esta antorcha que franquea los siglos, con su sรฉquito de recuerdos, ritos, testimonios sobre nuestro pasado intelectual, sobre el programa de lo que eran nuestros sueรฑos, esta antorcha ilumina una tradiciรณn. Esta tradiciรณn no es necesaria. Habla tanto del porvenir como del pasado. Sin ella, no serรญamos mรกs que fantasmas o huรฉrfanos. Jean dโ€™Ormesson habรญa evocado el esplendor de esta tradiciรณn el dรญa que recibiรณ a Marguerite Yourcenar bajo la Cรบpula, el jueves 22 de enero de 1983, es decir, hace casi cuarenta aรฑos: โ€œLa mรกs alta tarea de la tradiciรณn, decรญa, es devolverle al progreso la cortesรญa que le debe y permitirle al progreso irrumpir en la tradiciรณn.โ€ Devolverle al progreso, o mรกs sencillamente al presente, su cortesรญa no es cerrar la puerta a la vida ni a sus promesas; es uno de los medios de los que disponemos para construir el porvenir.

La alianza de la tradiciรณn y de la vida hoy nos invita a recibir entre nosotros a Mario Vargas Llosa, un inmenso escritor, peruano de nacimiento, sudamericano, que ha escrito siempre en espaรฑol, a quien el paรญs de Cervantes le ofreciรณ la nacionalidad espaรฑola cuando casi habรญa perdido la suya, pero que nunca dejรณ de trabajar a favor de la inmortalidad de la lengua francesa alabando a nuestra literatura en todos sus campos de batalla. El 7 de noviembre de 2010, en Estocolmo, usted mencionรณ a Francia en su discurso de aceptaciรณn del Premio Nobel, que no fue un final, sino un nuevo comienzo. Lo cito: โ€œDe niรฑo soรฑaba con ir algรบn dรญa a Parรญs porque, deslumbrado por la literatura francesa, creรญa que vivir allรญ y respirar el aire que habรญan respirado Balzac, Stendhal, Baudelaire y Proust, me ayudarรญa a convertirme en un verdadero escritor, y que al no salir de Perรบ, no serรญa mรกs que un pseudoescritor los domingos y dรญas festivos. Y es cierto que le debo a Francia y a la cultura francesa lecciones memorables, como el hecho de que la literatura es tanto una vocaciรณn como una disciplina, un trabajo y una obstinaciรณn. Vivรญ allรญ cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribรญan, en los aรฑos de Beckett, Bataille, Ionesco y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y del cine de Ingmar Bergman, del Teatro Nacional Popular de Jean Vilar y del Odรฉon de Jean-Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y del Nouveau Roman, y de esos discursos, piezas de valentรญa literaria, de Andrรฉ Malraux, asรญ como, quizรก, del espectรกculo mรกs teatral de la Europa de esa รฉpoca, las conferencias de prensa y los truenos olรญmpicos del general De Gaulle.โ€ Usted acaba de repetirnos hasta quรฉ punto la literatura francesa le ha ayudado a convertirse en el escritor que es.

La vida esplรฉndida de la ficciรณn, en este caso la obra maestra de un acadรฉmico francรฉs, sillรณn 14, habรญa acompaรฑado sus primeros pasos. Durante el invierno de 1950, en el internado del colegio militar Leoncio Prado de Lima. El edificio era triste y hรบmedo, la disciplina embrutecedora, los cadetes del colegio eran tratados como esclavos. Usted tiene catorce aรฑos. La depresiรณn lo amenaza. ยฟQuรฉ es lo que le permite soportar la hostilidad casi carcelaria de este establecimiento? La lectura de Los miserables de Victor Hugo, que lo reconforta en su calvario. Los miserables hacen caer los muros, calman sus sometimientos, disipan el frรญo y la bruma, apartan a los celadores, y lo proyectan a otra vida. โ€œLas aventuras de Jean Valjeanโ€, escribe usted, โ€œla obstinaciรณn de sabueso de Javart, la simpatรญa de Gavroche, el heroรญsmo de Enjolras borraron la hostilidad del mundo y convirtieron la depresiรณn en entusiasmo durante esas horas de lectura robadas a las clases y al estudioโ€.

Victor Hugo, sillรณn 14. Aquรญ estรก usted en el sillรณn 18. Hugo es casi su vecino aunque fue su cรณmplice durante sus exitosos intentos de evasiรณn del colegio Leoncio Prado de Lima. ยฟHarรก falta invocar algรบn tipo de magia verde para explicar ese compaรฑerismo y estos reencuentros? ยฟHarรก falta invocar a los dioses incas del Machu Picchu o la influencia de la Providencia? En todo caso, me resulta difรญcil ver en esta coincidencia nada mรกs que un simple guiรฑo del destino. Agrego que Jean-Franรงois Revel habรญa sido elegido para el sillรณn 24. Usted se sentarรก, por lo tanto, entre dos amigos muy queridos.

Desde aquel invierno de 1950 a este invierno de 2023 han pasado setenta aรฑos. Lecturas, escritura, sueรฑos, polรฉmicas, viajes. โ€œEscribir es una manera de vivirโ€, decรญa Flaubert. Esa forma de vivir es la suya, querido Mario Vargas Llosa, con โ€œun fuego crepitante en la cabezaโ€. El crepitar de las palabras, el resplandor de las ideas, la brasa de la imaginaciรณn y siempre la corona de relรกmpagos de la realidad. Durante todos estos aรฑos de escritura y creaciรณn, usted no ha dejado de repetir su fidelidad a la literatura francesa.

โ€œPero lo que quizรกs mรกs le agradezco a Franciaโ€, dijo tambiรฉn en su discurso del Nobel, โ€œes haberme hecho descubrir Amรฉrica Latina. Allรญ aprendรญ que el Perรบ era parte de una vasta comunidad unida por la historia, la geografรญa, la problemรกtica social y polรญtica, y por una lengua deliciosa que producรญa una literatura innovadora y apasionanteโ€.

Me gustarรญa devolverle el cumplido y decirle que, a partir de los aรฑos setenta, fueron los escritores sudamericanos, el colombiano Gabriel Garcรญa Mรกrquez, el brasilero Jorge Amado y el peruano Mario Vargas Llosa, entre otros, quienes ayudaron a una nueva generaciรณn de escritores franceses a no renunciar a la ficciรณn. Yo recuerdo que en nuestro paisaje interior Jean-Marie Le-Clรฉzio y Patrick Modiano eran en sus comienzos planetas mรกs bien solitarios en un horizonte cargado de las nubes, tan brillantes como oscuras, a veces asfixiantes, de la teorรญa y las ideologรญas. Por ese entonces estรกbamos sometidos a un humo sistรฉmico que pretendรญa hacer de la novela โ€œuna rama menor de la semiologรญa y de la lingรผรญsticaโ€. Usted forma parte, querido Mario Vargas Llosa, de quienes nos han animado a elegir la literatura como forma de vida.

Y esta manera de vivir es asombrosa. Mรกs que repasar las grandes lรญneas de su existencia, yo voy a intentar hablar mรกs bien de su modo de vida y, por lo tanto, de sus libros y lecturas.

Luego de sus aรฑos en la Universidad, se siente asfixiado en Lima. Desea respirar el aire de las grandes ciudades europeas y se marcha a Madrid. La capital espaรฑola sigue aislada del mundo por el franquismo y provincializada por la censura. De esa primera estadรญa, usted conserva, sin embargo, una imagen que no olvidarรก jamรกs. Durante el verano de 1959, mientras asiste a una corrida de toros, percibe un murmullo entre los aficionados, desde el vallado hasta las gradas. Eran Ernest Hemingway y Ava Gardner que pasaban. Algunos dรญas mรกs tarde, usted llega a Parรญs, โ€œcomo un joven que realiza su vigilia literaria de armasโ€. Y muy pronto usted comienza a escribir La ciudad y los perros. El colegio militar habรญa sido un centro de adiestramiento militarizado para adolescentes. Su padre lo habรญa encerrado en ese establecimiento para desintoxicarlo de su gusto por los poetas. Usted recoge sus recuerdos y los convierte en su primera novela, a los veintitrรฉs aรฑos.

Esa tediosa instituciรณn no solo le ha proporcionado un escenario y unos personajes, una ambientaciรณn y una historia, sino la ocasiรณn de afirmar un dominio en la construcciรณn y un estilo. Describe usted un universo excesivo, la vida y las desventuras de unos adolescentes, los llamados Perros, que proceden de todos los barrios y pertenecen a diversas clases sociales, indios, blancos, burgueses, negros, ladrones, campesinos, su adiestramiento por parte de la direcciรณn, la histeria de sus ritos de iniciaciรณn, las pitadas y las voces de plomo, la fraternidad de los apaleados, la muda complicidad de las sonrisas y los movimientos de cabeza.

Pasa usted sus recuerdos por el filtro de una lucidez singular e impulsado por un ansia muy รกvida de infinito, escribe una novela de educaciรณn en la lรญnea de Las tribulaciones del estudiante Tรถrless de Musil o de Los cadetes de Ernst von Salomon. Balzac decรญa que la novela es โ€œla historia privada de las nacionesโ€. La ciudad y los perros nos hace entrar en la intimidad de Perรบ y de la sociedad peruana de los aรฑos cincuenta. Nos ofrece una Lima a vista de pรกjaro, desde las playas de Miraflores y los edificios de ladrillo rojo del Malecรณn hasta las viejas casas descoloridas de Barranco, y nos conduce por los callejones, barrancos y playas de una capital macrocรฉfala. Pero tambiรฉn nos introduce en el corazรณn de una historia trรกgica, donde se mezclan las peculiaridades de esa joven humanidad, a veces sus virtudes y los males eternos de la crueldad, la impostura y la venganza. En el corazรณn de esa efervescencia, en la que a veces es difรญcil trazar la frontera entre el bien y el mal, usted se proyecta, me parece, bajo la apariencia de un estudiante, apodado el Poeta. El Poeta es el escritor pรบblico de la escuela. Escribe a pedido y en forma remunerada cartas de amor y, sobre todo, breves novelas pornogrรกficas en las que sobresale. La imaginaciรณn que el Poeta pone en marcha para esas historias tiene un puente entre la realidad limitada de los muchachos y sus apetitos desmesurados de jรณvenes varones y anuncia su visiรณn de la literatura.

Si se me permite, quisiera detenerme un momento mรกs en Lima y evocar un recuerdo personal. Yo era y sigo siendo, a mi manera, un fetichista de la literatura. En Parรญs, a veces aparcaba frente al nรบmero 56 de la rue de Varenne para encontrar a Louis Aragon y seguirlo hasta la rue du Bac. En Alemania, una peregrinaciรณn tras las huellas de Goethe me llevรณ de Frรกncfort, donde su casa habรญa sido destruida y luego reconstruida, hasta Weimar, donde nada ha cambiado desde la muerte del escritor. Usted, que habรญa realizado el viaje a Croisset tras las huellas de Flaubert, me animรณ, sin saberlo, en esta desviaciรณn sin gravedad. โ€œMe fascinaโ€, escribiรณ usted mismo, โ€œvisitar las casas, tumbas y bibliotecas de los escritores que admiro, y si pudiera coleccionar sus vรฉrtebras, como hacen los creyentes con los santos, lo harรญa con mucho gusto.โ€

Con dicho aliento no personalizado, en la primavera de 1986, crucรฉ el Atlรกntico para visitar ese colegio militar de Lima, situado en el barrio de la Perla. Lleguรฉ por un bulevar recto y lleno de baches que cortaba en dos una zona plana de fรกbricas y barrios marginales. El edificio de su antiguo colegio se alzaba, inmenso y todo a lo largo, entre la carretera y el mar, cercado por altos muros amarillos, asediado por el viento y la sal. En la ribera, basurales, parapetos rotos, un pequeรฑo terreno de guijarros. A lo lejos, una gran isla, El Frontรณn, que antaรฑo fue una cรกrcel. Sobre los tejados aterrazados del edificio vigilaban grandes aves de siluetas irregulares, carroรฑeras. Era difรญcil no pensar en la apariciรณn fantasmagรณrica de Lima en la novela Moby Dick de Melville: una ciudad rodeada โ€œde un velo blancoโ€, que extendรญa sobre sus murallas โ€œuna rigidez de muerte convulsivaโ€.

Le mostrรฉ mis documentos de identidad al soldado de guardia, explicรกndole que era un admirador del libro de Mario Vargas Llosa. ร‰l llamรณ por telรฉfono al comandante del colegio para seรฑalarle la presencia de un intruso francรฉs lector de La ciudad y los perros y me hizo esperar en una sala. Tres soldados de guardia estaban sentados en un banco, apoyados sobre sus fusiles. Habรญan oรญdo hablar del libro que habรญa causado cierto revuelo. Las autoridades habรญan hecho quemar mil ejemplares del libro en el patio de honor del colegio delante de los cadetes en posiciรณn de firmes y un general habรญa declarado que su autor era un espรญritu degenerado. El comandante Garcรญa, un hombre seco, de cabello ondulado, calvo en la parte superior de la cabeza, muy amable, me recibiรณ en su despacho, delante de hileras de banderines y copas deportivas. โ€œYo leรญ La ciudad y los perros, me dijo. Es una buena novela, quizรก el autor tiene mucha imaginaciรณn, pero es una buena novela.โ€

En ese momento, casi no apreciรฉ el reproche del comandante Garcรญa contra su imaginaciรณn. Me pareciรณ que afirmaba, de manera medio disimulada y amable, que usted mentรญa. Me equivocaba, por supuesto. Me equivocaba porque es propio de la literatura proclamar la verdad a travรฉs de la mentira.ย La verdad de las mentirasย es el tรญtulo de uno de sus ensayos sobre la literatura del sigloย XX. ยฟEso significa que la novela es sinรณnimo de irrealidad? โ€œNo lo creรญan de ese modo los oficiales y candidatos a la escuela militar Leoncio Prado, donde al menos se supone que transcurre mi primera novela,ย La ciudad y los perros, quienes quemaron mi libro acusรกndolo de difamar a la instituciรณnโ€, seรฑalaba usted enย La verdad de las mentiras.ย Usted se define a sรญ mismo como un escritor embriagado por la realidad y fascinado por la Historia. En todo lo que ha escrito, usted ha tomado como punto de partida โ€œexperiencias que aรบn se mantienen vivas para su inspiraciรณnโ€, imaginando cada vez โ€œalgo que refleja de un modo muy infiel la vida, pero para transformarla aรฑadiรฉndole algoโ€. Por otro lado, precisa usted, desde que son puestos en palabras los hechos sufren un profundo cambio. El escritor que elige una palabra sobre otra, elige una determinada descripciรณn del hecho. Ademรกs, la escritura congela la realidad, mientras que la vida nunca deja de estar en perpetuo movimiento. Sainte-Beuve decรญa: โ€œLos personajes de una novela deben hablar como si fuera la misma vida la que hablara.โ€ Su talento de prestidigitador literario consiste en ir mรกs allรก de los lรญmites de las palabras, en hacer que sus libros hablen como si fuera la vida misma la que hablara y en atraer a su lector hacia los misterios de la experiencia humana.

Ese libro,ย La verdad de las mentiras, nos arroja luz sobre su modo de vida, ya que ahรญ podemos encontrarlo en diรกlogo con los grandes libros del sigloย XX. Usted pertenece al curiosamente reducido cรญrculo de novelistas de nuestro tiempo que mantienen, a cielo abierto, una conversaciรณn con la novela y su historia, con los escritores de ayer y hoy. Toda su obra puede leerse como un canto general a la literatura y a la novela en particular, lejos de los comentarios de salรณn y de las ocurrencias de escribas socarrones. Usted nunca ha dejado de saldar sus deudas con Victor Hugo, Gustave Flaubert o Julio Cortรกzar, su mentor en Parรญs. Usted nos invitรณ a leer a Cabrera Infante, que era su vecino en Londres. Usted celebrรณ la publicaciรณn deย Cien aรฑos de soledad, de Gabriel Garcรญa Mรกrquez, โ€œcapaz de competir de igual a igual con la realidadโ€ y de hacer existir un mundo โ€œmรบltiple y oceรกnicoโ€ en la memoria o la conducta de los hombres. Usted compartiรณ con nosotros su admiraciรณn por Pablo Neruda, y entrรณ en su refugio de Isla Negra, poblado por sus colecciones, donde cada maรฑana el poeta izaba su bandera con el motivo de un pez. En su libroย Medio siglo con Borges, usted rindiรณ un magistral homenaje al universo abstracto y fantรกstico, desligado del tiempo, poblado de eruditos metafรญsicos, tan alejado, en apariencia, de su mundo. Usted nos ha llevado al corazรณn de la invenciรณnย borgeana,ย acercรกndonos a cada paso โ€œel inquietante misterio de la perfecciรณnโ€.

Borges representa todo lo que Sartre le enseรฑรณ a usted a odiar: el escritor desdeรฑoso de la polรญtica y del barro del mundo real. Usted lo habรญa leรญdo en secreto, durante sus aรฑos parisinos, obteniendo de esa lectura un placer ambiguo. Hoy los libros de Sartre se le caen de las manos, pero su fascinaciรณn por Borges permanece intacta. Ustedes tenรญan en comรบn un cosmopolitismo literario que terminรณ siendo decisivo en su realizaciรณn como escritores. Borges se dirige a un lector universal, ese ser sin envoltorio carnal, ese espรญritu puro que a veces parece una creaciรณn del propio Borges. De hecho, ese ensayo sobre el mรกs europeo de los escritores argentinos tiene el mรฉrito de poner en relieve la naturaleza doble de su creaciรณn, el novelista magistral de La casa verde o de La fiesta del Chivo, y al mismo tiempo un crรญtico de una lucidez embelesadora.

Me parece que su ubicuidad, el estar a ambos lados del mostrador, la creaciรณn y la crรญtica, pero tambiรฉn en la energรญa de la vida, le otorga una envidiable posiciรณn de superioridad sobre los demรกs y sobre usted mismo. En sus Cartas a un joven novelista, usted es el lector juicioso que conduce a su joven corresponsal hasta el punto secreto, el misterio o la gracia de una obra, el poder exhibicionista y convincente del narrador de Los Miserables o el uso magistral que hace Hemingway de la retenciรณn de informaciรณn o hasta el inquietante comienzo de Moby Dick. Su รบltima carta devuelve al principiante a su propia libertad. Debe comprender que todos los consejos de su hermano mayor Mario no le servirรกn mucho. โ€œEs imposible enseรฑarle a otra persona a crearโ€, le dice usted; โ€œcomo mucho se le puede enseรฑar a escribir y a leer. Lo demรกs todo el mundo lo aprende tropezรกndose, cayendo y volviรฉndose a levantar todo el tiempo.โ€ En otras palabras: ยกingรฉniatelas! Y usted aรฑade: โ€œNo todo serรก color de rosaโ€ฆโ€

Esa visiรณn panรณptica le permite contemplar la literatura como una disciplina poderosa y, a la vez, maravillosa que ha organizado, alimentado, enmarcado y animado su modo de vida. Usted, ademรกs, lo habรญa previsto. โ€œYo sabรญaโ€, escribiรณ citando a Thomas Wolfe, que โ€œuna cรฉlula de luz brillarรญa para siempre, de dรญa, de noche, en cada vigilia, en cada instante de sueรฑo en mi vida [โ€ฆ], que ninguna mujer podrรญa apagarla y que nunca mรกs [โ€ฆ] podrรญa liberarme de ellaโ€. Pero despuรฉs de todo, ya se lo habรญa advertido a usted su amigo Flaubert. โ€œHay que trabajar, muchacho, decรญa, y mรกs que eso. Todo lo demรกs no importa.โ€

Asรญ es como el singular metabolismo de su vida de escritor, su memoria, sus hรกbitos, su energรญa y sus ganas estimuladas por la realidad que lo rodea han movilizado los recursos de su espรญritu transformador. Nunca ha soltado usted el hilo de sus formidables aventuras novelescas. Sรณlidos espejismos limeรฑos aparecieron en sus primeras novelas, como si aรบn estuviera desentraรฑando los recuerdos del viejo Perรบ. Su paรญs natal se convirtiรณ asรญ, a lo largo de su obra, en una especie de patria filosรณfica y para usted devino en un extraordinario yacimiento narrativo, el almacรฉn central de la ficciรณn de Mario Vargas Llosa, donde, sin necesidad siquiera de empujar la puerta para abrirla, usted encontraba los personajes, los sueรฑos, los mitos y las imรกgenes que parecรญan estar esperรกndolo. Asรญ construyรณ usted una extraordinaria Casa verde, en una zona remota de Perรบ. Con su arquitectura sofisticada, es uno de sus primeros monumentos novelรญsticos. Los personajes cobran vida con una intensidad asombrosa. Son prostitutas, misioneros catรณlicos, tribus de la selva, recolectores y comerciantes de caucho, soldados, pero tambiรฉn un rรญo e incluso la lluvia, todos hรฉroes por derecho propio en una polifonรญa sutil y eficaz. Conversaciรณn en La Catedral presenta una vez mรกs un vivo retrato de la comedia humana, de los gobernantes y de la corrupciรณn en Perรบ. Su Historia de Mayta, en 1986, reรบne tres historias, unificadas por una pregunta que empieza a obsesionarlo: โ€œTiene algรบn sentido escribir una novela en el actual estado en que se encuentra Perรบ, cuando todos los peruanos vivimos de prestado?โ€ Su paรญs fue su fuente, lo sigue siendo, pero se convierte en su preocupaciรณn. Ya al comienzo de Conversaciรณn en La Catedral, uno de sus personajes, Zavalita, se preguntaba en quรฉ momento se habรญa jodido el Perรบ.

Tenรญa que ocurrir. Podrรญa decirse que estaba escrito. Despuรฉs de haber llevado, durante treinta aรฑos, dos existencias paralelas, una en su casa de Barranco, la otra en las capitales de los tendres stocks de la literatura europea, Mario Vargas Llosa pensรณ que tal vez no podrรญa permanecer mucho mรกs tiempo โ€œen un paรญs extraรฑo dentro de su propio paรญsโ€. En Perรบ, las voces lo urgรญan a actuar. Al final de la presidencia de Alan Garcรญa, en 1990, usted lanzรณ al caos su fama, su energรญa, su talento y sus amistades al presentarse como candidato a la presidencia de la Repรบblica contra Alberto Fujimori. Aquel dรญa, usted golpeรณ las puertas del infierno. โ€œSi tuviera que volver a hacerlo, no lo harรญa nunca mรกsโ€, me confesรณ usted la semana siguiente a su derrota cuando lo recibรญ en Parรญs. โ€œYo habรญa leรญdo El prรญncipe de Maquiavelo. Maquiavelo lo habรญa dicho todo. La polรญtica no es mรกs que una tรฉcnica, disociada de la moral y de las ideas. Yo experimentรฉ esa instrumentalizaciรณn de los valores durante los tres aรฑos de mi campaรฑa.โ€

Usted habรญa dejado, sin embargo, su pluma, puesto entre parรฉntesis su modo de vida para dedicar todo su tiempo a justas y torneos. Habรญa metido el dedo en la llaga del pueblo y predicado la muerte de un Estado corrupto e incapaz. Le declarรณ usted la guerra a Sendero Luminoso. El Sendero luminosoโ€ฆ ยกquรฉ bello y engaรฑoso nombre para un programa de muerte llevado a cabo en nombre de la esperanza!

Las urnas lo coronaron antes de refrendar el nombre de Ernesto Fujimori. Entre la primera y la segunda vuelta, un centenar de sus partidarios son asesinados. Cada noche, toma usted conocimiento de las fรบnebres estadรญsticas del dรญa que acaba de pasar. Finalmente, usted es derrotado y abandona Perรบ. Menciono este incidente en su recorrido, una excepciรณn en su modo de vida, porque la literatura serรก su consuelo. Recupera rรกpidamente su vocaciรณn de escritor y publica El pez en el agua,diario de una aventura disociada de la moral y de las ideas. Es su manera de dar vuelta la pรกgina, de partir sin amargura porque para un escritor todo es bueno, fracasos y victorias, para lanzarlo al gran caldero de la obra.

Desde siempre han soรฑado los hombres. No es casual que, luego de su derrota, usted se una a los destinos de dos soรฑadores excepcionales, dos minorรญas natas: Flora Tristรกn, militante feminista y obrera, que naciรณ en 1803, y su nieto Paul Gauguin, muerto un siglo mรกs tarde en las islas Marquesas. Dos vidas utรณpicas, marcadas por el azar de la sangre, por el sello de la tragedia y por un apetito insaciable por lo que no existe, y que usted reรบne en una novela, El paraรญso en la otra esquina.

Desde siempre han soรฑado los hombres. No hay utopรญa sin creer, como escribรญa Brecht, que siempre es necesario cambiar el mundo. Como hombre y como escritor, desde siempre usted ha mantenido una relaciรณn compleja con la utopรญa. Su primera novela, La ciudad y los perros, fue una poderosa creaciรณn literaria, pero llamaba a reformar la instituciรณn que usted describรญa. En sus ensayos, usted criticรณ las mentiras y los peligros de las utopรญas, que pueden ser totalitarias cuando pretenden imponer el bien a punta de espada. Por eso usted ha optado por instalarse en la orilla de un cierto desencanto, una orilla que, a menudo, solo estรก separada de la otra orilla, la de la utopรญa, por el rรญo del tiempo. Su amigo Claudio Magris habla de โ€œla simbiosis indivisibleโ€ de la utopรญa y el desencanto. Si sus reflexiones y su historia personal lo han llevado a la certeza de que el Salvador supremo no existe, o de que el Paraรญso estรก siempre en la otra esquina, no le han impedido desandar el itinerario de esos dos soรฑadores ni de apropiarse mediante la ficciรณn del territorio de sus bรบsquedas.

Usted nos ofrece el relato de dos viajes, porque la utopรญa es a menudo un nomadismo que enuncia un ideal. El viaje interior de Flora Tristรกn, que recuerda sus aventuras en Londres, pero tambiรฉn en Perรบ, incluso Arequipa, esa lejana ciudad blanca, situada a 2500 metros de altura a la sombra de tres volcanes que fue la cuna de su padre, y tambiรฉn la suya. Recorre tambiรฉn la Francia de los talleres, los suburbios y los cabarets. Parรญs, Dijon, Mรขcon, Marsella, Toulon, Roanne, Saint-Etienne, Lyon, etc., las estaciones de una investigaciรณn profรฉtica. Florita, la rebelde asiste al nacimiento de la clase obrera. Se cruza con miradas inquietas, ve cuerpos extenuados por el trabajo. Hombres tratados, a veces, como esclavos, arrancados de sus pueblos por la miseria y cada vez menos protegidos por los lazos de las corporaciones ancestrales. Ponto no habrรก mรกs camaradas ni mรกs dignatarios ni mรกs Agricol Perdiguier, para recordarle a cada quiรฉn, amo u obrero, su deber. โ€œOchenta desgraciados se hacinaban, frente a tres hileras de telares en un sรณtano asfixiante donde era imposible mantenerse erguido por lo bajo del techo, o de cambiar de posiciรณn por el hacinamiento.โ€ Por todas partes donde pasa, Flore celebra reuniones, predica la libertad, la igualdad de sexos y distribuye ejemplares de su periรณdico La Uniรณn obrera, totalmente dedicada a su misiรณn: โ€œla redenciรณn de la humanidadโ€. De paso, trata de โ€œpuercoespรญn y castradoโ€ al propio Karl Marx, a quien conoce en una imprenta. En las redacciones de los periรณdicos, en las logias masรณnicas, en los locales sindicales, entre los seguidores del sansimonismo, entre los fourieristas y los falansterios, entre los comunistas icarianos, precursores del socialismo, incansablemente buscรณ ella mentes obreras y pensantes, dispuestas a inventar otras formas del trabajo y del amor.

Paul Gauguin es un nuevo Ulises. El viaje de ese hombre, que fue marino y pasรณ cinco aรฑos de su vida surcando los mares, lo lleva de la Bretaรฑa de Pont-Aven hasta el pueblo de las islas Marquesas, pasando por Parรญs, Adรฉn y Papeete. El nieto de Flora busca su libertad de hombre y creador fuera de las normas de su propia civilizaciรณn. โ€œHas dado otro paso hacia tu libertadโ€, escribe usted. โ€œDe la vida del bohemio y del artista a la del primitivo, el pagano y el salvaje. Un gran progreso, Paul [โ€ฆ]. La verdadera revoluciรณn de la pintura no se producirรญa en Europa, sino muy lejos, en los trรณpicosโ€ฆโ€

Hay en la vida de Gauguin crepรบsculos violetas, vahinรฉs

{{N. del T.: Mujeres tahitianas.}}

ย tan hermosas como Tanagra, tan libres con sus cuerpos, que van y vienen, pero siempre desaparecen. Las obras maestras del pintor, citemos algunas,ย Nunca mรกs,ย El espรญritu de los muertos vela,ย Pape moe, dan cuenta de un vagabundeo que no es en vano y de una inmensa felicidad que proviene de talento, a pesar de todo. Porque no nos equivoquemos. Los vagabundeos de los idealistas son siempre viacrucis.

Flora y Paul llevan una vida de marginados. Pesadillas, gran miseria y autodestrucciรณn para Paul. Un trayecto por el paรญs de la mentira, la hipocresรญa y el cinismo para Flora, que compara su excursiรณn por Francia al periplo de Virgilio y Dante en el infierno. Ambos murieron libres, lejos de los abismos del mal, habiendo hecho de sus sueรฑos el terreno de su libertad. La esperanza es lo que nos puede quedar de la utopรญa cuando los sueรฑos han perdido su carne y su atractivo. Su El paraรญso en la otra esquina es una hermosa meditaciรณn sobre la esperanza, cuando los dioses de la justicia y la solidaridad parecen haber abandonado nuestra tierra. Es tambiรฉn una novela sobre Francia, en la encrucijada de una Edad Media extendida y una industrializaciรณn salvaje, sobre el sufrimiento obrero, las metamorfosis de un antiguo paรญs y sobre esos hombres que necesitan la aventura tanto como el pan.

Despuรฉs de dar un paso al costado en su candidatura peruana, usted no ha renunciado a mirar su paรญs a travรฉs de su lente de novelista, sino que abriรณ la lente. Las enfermedades de Perรบ, usted lo sabรญa desde hacรญa mucho tiempo, formaban parte de las enfermedades generales del subcontinente sudamericano. Asรญ fue que usted publicรณ La fiesta del Chivo, relato del รบltimo dรญa del dictador Rafael Leรณnidas Trujillo, que reinรณ durante treinta aรฑos sobre las almas y los espรญritus de una Repรบblica Dominicana transformada en una sangrienta satrapรญa de los trรณpicos.

La impresionante arquitectura del libro enmarca la historia de ese manto de hierro lanzado sobre un pueblo al que se lo encadena al mismo tiempo que se lo exhorta a perder su alma. Su historia gira en torno al regreso de una joven abogada neoyorquina a la cabecera de su padre moribundo en Santo Domingo, y al exitoso atentado urdido por cuatro jรณvenes conspiradores contra el tirano. La polรญtica es la tragedia de nuestro tiempo, decรญa Andrรฉ Malraux. Usted reรบne todos los ingredientes de la tragedia en La fiesta del Chivo. En primer lugar, convocando a los protagonistas de esa dictadura. La figura del tirano, por supuesto, el Jefe, aquel al que nada se le escapa, el hombre conocido por no transpirar nunca. Sus confidentes y sus esbirros, la escoria encarnada, el borracho constitucional, los sicarios que torturan, castran y matan. Un exmodelo al que el Jefe convierte en su intรฉrprete y que le elige sus trajes, encargado de hacerlo parecer refinado y elegante. El padre que entrega a su hija al Chivo en su casa de San Cristรณbal. Los cuatro hรฉroes, los conspiradores que apelan a Santo Tomรกs de Aquino: โ€œLa eliminaciรณn fรญsica de la Bestia estรก bien vista por Dios si gracias a ella se libera a un pueblo.โ€

Nuestro aรฑorado cofrade, el historiador Georges Duby, en una entrevista con el filรณsofo Guy Lardreau, declarรณ que a veces la imaginaciรณn llegaba al rescate de su trabajo como historiador. En La fiesta del Chivo, usted afronta la historia de Santo Domingo como afronta la historia de los Tiempos recios impuestos a Guatemala por Estados Unidos. Es la Historia la que establece el marco preciso de La fiesta del Chivo, la que marca el tempo, la que le proporciona el escenario y los personajes. Pero su imaginaciรณn, y ese es el privilegio supremo de la ficciรณn, le permite contar la historia de los hombres, su intimidad bajo el manto de hierro de la dictadura. Junto a usted, ingresamos al secreto de sus vidas, a las preguntas que se hacen, a los compromisos mรกs sospechosos, a veces a su cobardรญa, pero tambiรฉn al coraje de cada uno. Esa forma que usted tiene de abordar la historia a travรฉs de la ficciรณn nos permite comprender el fenรณmeno de la corrupciรณn de las almas y โ€œla sombra de tristezaโ€ que vela la vida cotidiana de la gente y la desapariciรณn del libre albedrรญo. โ€œLa taza de cafรฉ o el trago de ron debรญan saber mejorโ€, escribe usted, โ€œel humo del tabaco [โ€ฆ] o los merengues en la radio debรญan dejar en el cuerpo y en el espรญritu una sensaciรณn mรกs grata, cuando se disponรญa de eso que Trujillo les arrebatรณ a los dominicanos hacรญa ya treinta y un aรฑos: el libre albedrรญo.โ€

La larguรญsima espera de los conspiradores, su huida desordenada tras el atentado, el interminable viaje de la joven virgen vestida de blanco, ofertada por su padre al verdugo en jefe, a cada pรกgina usted aturde al lector con su ritmo, lo mantiene en vilo con la declaraciรณn de las virtudes heroicas de quienes han decidido acabar con la tiranรญa, le impone la fantasรญa maestra de su composiciรณn, lo aprisiona en las redes de sus palabras. Al asignarle un destino a cada uno de sus personajes, sean reales o inventados, los hace entrar en lo trรกgico universal. ยฟPor quรฉ el general Josรฉ Renรฉ Roman, que era ministro de Defensa y participรณ activamente en el complot para asesinar al dรฉspota, entrรณ en un estado sonรกmbulo que le impidiรณ ejecutar su plan? ยฟCรณmo se convirtiรณ en un carnero? ยฟY en un traidor? ยฟPor quรฉ no hizo lo que debรญa hacer? ยฟPor quรฉ el doctor Agustรญn Cabral entregรณ en bandeja a su hija Urania al Generalรญsimo? Su historia nos atrae, nos absorbe, nos da la ilusiรณn de haber vivido la violencia de esa conspiraciรณn y de haber compartido los tormentos del pueblo sometido a la dictadura de Trujillo. Tanto si sus personajes son reales, como Trujillo, o inventados, como el mรฉdico y su hija, les prestamos todo lo humano que hay en nosotros. โ€œTanto les prestamos, tanto vale la obraโ€, decรญa Paul Valรฉry.

Querido Mario Vargas Llosa, en 1959 usted llegaba a Parรญs y, como nos ha recordado, esa misma tarde abriรณ usted de un empujรณn la puerta de una librerรญa que ha desempeรฑado un papel esencial en la vida de varias generaciones de estudiantes. Esa librerรญa, fundada dos aรฑos antes por Franรงois Maspero, se llamaba La Joie de Lire. La Joie de Lire era un refugio para todas las aves de paso. Les ofrecรญa un maestro. Muy pronto, la dicha de leer se convirtiรณ, para usted, en la dicha de escribir. Esa dicha parece ser inagotable para usted. Solo me he referido superficialmente a su obra mencionando algunos de sus libros. Desde sus primeros pasos parisinos usted ha dado muestras de un talento constante, siempre fresco y renovado, aportando a cada una de sus novelas una vitalidad que desborda la propia vida. Cada libro es a la vez su escudo contra el paso del tiempo y la espada de quien permanece en busca de una cierta idea del infinito.

Su obra, querido Mario Vargas Llosa, hace entrar al lector en un carrusel de ceremonias compartidas. Quien lo lee a usted descubre, de pronto, un extraรฑo parentesco con sus personajes, extrae su nรฉctar de un detalle que le encanta, se vislumbra en el espejo de sus obras sin reconocerse de inmediato. ยฟNo es mรกs alto, mรกs bello, mรกs fraternal de lo que se pensaba? Rรญe, llora, ama, reflexiona, es feliz. Es diferente sin dejar de ser รฉl mismo. ยฟNo es singular esa felicidad de la lectura, esa felicidad sacada del mundo? Sรญ, muy singular, pero vital y necesaria. Nos abre las puertas de dos universos indisociables, la realidad y la ficciรณn, que se persiguen, se superponen, se devoran y se enriquecen mutuamente. Como usted escribiรณ: โ€œLa vida no basta.โ€

Dicha de leer, dicha de escribir, dicha de recibirlo en nuestra Compaรฑรญa, querido Mario. Milan Kundera escribiรณ que uno de los fracasos de Europa fue no haber sabido concebir su literatura como โ€œuna unidad histรณricaโ€. No hemos salido, por desgracia, de la era de las voluntades traicionadas. Y la conciencia de la unidad histรณrica de Europa estรก siendo maltratada por quienes la tienen a cargo. Pero su presencia, y lo que significa para todos nosotros, aquรญ en Parรญs, pero tambiรฉn en Madrid, Londres o Berlรญn, ciudades todas en las que, a veces, le he encontrado, la mirada que siempre ha puesto sobre nuestra literatura, desde la distancia de Miraflores, brinda un alivio melancรณlico a esa unidad y su carencia. Uno de los muchos libros suyos que no he citado lleva como tรญtulo La llamada de la tribu. Ese maravilloso ejercicio de admiraciรณn y reconocimiento da fe de la viva claridad que usted es capaz de proyectar sobre los personajes de los que se apodera, aunque sean sus maestros. Con afecto y no sin humor, usted salda sus deudas con siete intelectuales europeos, entre ellos Karl Popper, Raymond Aron e Isaiah Berlin, que han acompaรฑado su metamorfosis del marxismo al liberalismo. ~

Traducciรณn del francรฉs de Juan Pablo Bertazza.

Discurso de rรฉplica en la ceremonia de entrada de Mario Vargas Llosa en la Academia Francesa.

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es escritor. Ocupa el sillรณn nรบmero 8 de la
Academia Francesa.


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