El presidente en su laberinto

Nacido en una familia burguesa, fundador del Partido Socialista, defensor de la democracia, laico y masรณn antes que marxista, Allende sigue siendo una figura fascinante. Su drama late todavรญa en un paรญs que discute cรณmo entender sus contradicciones.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Digรกmoslo de inmediato: la sombra de Allende es alargada. En muchos aspectos, en el paรญs actual late aรบn la trayectoria โ€“o el drama, si se prefiereโ€“ de ese polรญtico que quiso crear en Chile โ€“en plena Guerra Frรญaโ€“ un socialismo democrรกtico. El resultado, como todos sabemos, fue el contrario: el socialismo a la chilena acabรณ en la larga noche de la dictadura, diecisiete aรฑos de terrorismo de Estado, con su estela de muerte, exilio, vejรกmenes de todo tipo y la transformaciรณn de una economรญa orientada desde hacรญa decenios hacia un capitalismo de Estado en un laboratorio mundial del ultraliberalismo. La verdadera revoluciรณn la hizo la reacciรณn.

ยฟCรณmo ocurriรณ esto? Primero, la utopรญa, con su belleza discursiva y su atroz implosiรณn en la confrontaciรณn con la realidad de un paรญs, en esa รฉpoca, mucho mรกs subdesarrollado que el actual, controlado por oligarquรญas casi medievales.

La revoluciรณn allendista debรญa basarse en el ejercicio democrรกtico de lo que รฉl llamaba las grandes mayorรญas. Habรญa que ampliar los derechos del pueblo, crear un รกrea estatal en la economรญa que permitiera socializar los principales medios de producciรณn y modificar el marco institucional de la llamada democracia โ€œburguesaโ€. Pero no se trataba de aniquilarla, ni mucho menos de reemplazarla por una dictadura del proletariado. Fue lo que se llamรณ โ€œla vรญa chilena al socialismoโ€, que otros bautizaron como โ€œla revoluciรณn con empanadas y vino tintoโ€.

Hay dos momentos en la vida de Salvador Allende que sintetizan el destino del polรญtico que quiso hacer de Chile un paรญs socialista mediante una revoluciรณn sin un tiro ni un vidrio roto, como รฉl acostumbraba a decir. El primero ocurre a mediados de febrero de 1959. Apenas un mes y medio despuรฉs del triunfo de la Revoluciรณn castrista, el senador Salvador Allende llega a Cuba. La historia ha sido contada por todos sus biรณgrafos y hasta el propio Allende la referรญa. En La Habana, el senador se encuentra, estupefacto, con un desfile encabezado por el alcalde de Miami, que marcha a la cabeza de una caravana de doscientos autos. Allende, en una reacciรณn muy chilena, se dice que la famosa Revoluciรณn no es sino una prueba mรกs del folclorismo polรญtico de los paรญses caribeรฑos. Quiere regresar a Santiago. Pero entonces Carlos Rafael Rodrรญguez, el primer polรญtico comunista aliado con Fidel, lo convence de entrevistarse con el Che.

La cita es en la fortaleza de La Cabaรฑa. El Che, aquejado de uno de sus ataques de asma, estรก tendido en un catre militar, con el torso desnudo, sin zapatos. Es una vasta habitaciรณn vacรญa, a excepciรณn de dos catres. Allende se sienta en el segundo y espera que su interlocutor pueda hablar. Cuando lo logra, el Che le dice que lo conoce, que en su paso por Chile lo fue a ver un par de veces al Senado, aunque รฉl no lo recibiรณ. Y le dedica su libro La guerra de guerrillas. La dedicatoria dice: โ€œA Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo.โ€ Doce aรฑos despuรฉs, en enero de 1971, siendo ya presidente, Allende le concede una entrevista filmada al filรณsofo francรฉs Rรฉgis Debray. En esa pelรญcula โ€“que se ha vuelto un documento histรณricoโ€“ el โ€œcompaรฑero presidenteโ€ cuenta la anรฉcdota de su primera entrevista con el guerrillero argentino, le muestra con orgullo a Debray el libro regalado por el Che y le lee su dedicatoria. Debray es de los pocos marxistas parisinos que han bajado del olimpo de la rive gauche al fango de las revoluciones latinoamericanas. Con la arrogancia del intelectual francรฉs experto en detectar incoherencias, Debray le pregunta a Allende por quรฉ en su primer discurso como presidente de la repรบblica cita al Che y se dirige a la multitud bajo un retrato del guerrillero, en circunstancias que estรกn en posiciones distintas. Allende contesta que la respuesta estรก en la dedicatoria del Che que le acaba de leer. Luego, con esa gestualidad tan teatral que lo caracterizaba, marca una pausa, se acomoda en su silla, abre los brazos y, mirando fijamente a su interlocutor, agrega: habรญa diferencias, indiscutiblemente, pero en el fondo las posiciones eran iguales. Tras un nuevo silencio, repite: las mismas. Debray: diferencias de mรฉtodo, no de principios. Allende: exacto.

Debray pone el dedo la llaga, es decir en una de las contradicciones que hasta el dรญa de hoy son materia de hermenรฉutica al hablar del allendismo y de la vรญa chilena al socialismo. Porque ยฟeran realmente iguales esas posiciones? ยฟSe trataba solo de mรฉtodos diferentes para obtener โ€œlo mismoโ€? Y en ese caso, ยฟcuรกles eran esos mรฉtodos y quรฉ habรญa que entender exactamente por โ€œlo mismoโ€? Quince aรฑos despuรฉs del diรกlogo entre Allende y Debray, en 1985, Carlos Altamirano, que como secretario general del Partido Socialista โ€“el partido del presidenteโ€“ fue el mayor de los antagonistas de Allende al interior de la Unidad Popular, le confiesa a la periodista Patricia Politzer: โ€œPienso que Allende estaba equivocado cuando decรญa que รฉl y el Che buscaban el mismo fin, pero por medios distintos […], creo que adolecรญa de un error esencial: medios distintos llevan a fines diferentes.โ€

((Patricia Politzer, Altamirano, Santiago de Chile, Melquiades, 1990.))

El segundo momento es muy breve, como los devastadores terremotos que sacuden regularmente a Chile. Ocurre sobre las dos de la tarde del 11 de septiembre de 1973. El presidente, que ha ofrecido durante horas una resistencia tan simbรณlica como inรบtil al fuego golpista, se encierra en el Salรณn Independencia de La Moneda. Es el รบltimo instante de soledad. Una soledad que ha aumentado cada dรญa desde que accediรณ al poder. Se sienta. Ubica entre sus piernas el fusil automรกtico con el que ha combatido. Apoya el caรฑรณn contra la barbilla. Y aprieta el gatillo. A la soledad sonora de este mundo sobreviene la soledad de la eternidad. Que tambiรฉn serรก una eternidad multitudinaria. Despuรฉs de la utopรญa, la tragedia. Y el mito. Versiones de la muerte de Allende hay muchas. La primera de ellas la da su mujer, Hortensia Bussi, Tencha, en una entrevista concedida desde su asilo en la embajada de Mรฉxico en Santiago. Dice que el presidente se suicidรณ… con el fusil que le habรญa regalado Fidel Castro. Se trata de un Kalรกshnikov, pero no es el โ€œbanalโ€ย AK47 que llevaban los miembros de su escolta, sino unย AKMSย (Avtomat Kalashnikova Modernizirovanniy Skladnoy; traducciรณn: Kalรกshnikov Automรกtico Modernizado Plegable). En su cacha, una leyenda: โ€œA mi compaรฑero de lucha Salvador Allende, de Fidel Castro.โ€ Lo que la transforma en un arma รบnica en el mundo. Tencha, al llegar a Mรฉxico, cambiarรก de versiรณn y adoptarรก la que serรก difundida por la izquierda como verdad teolรณgica hasta hace no mucho: Allende no se suicidรณ, muriรณ acribillado, defendiendo La Moneda. Es lo que le cuenta al mundo Fidel Castro en su discurso fรบnebre por Allende en La Habana. Es lo que escribe Pablo Neruda en sus memorias casi pรณstumas. Y lo que repetirรก la prensa internacional durante aรฑos: Allende fue asesinado por los militares fascistas. Toda revoluciรณn funda su religiรณn: un mรกrtir que muere disparando es mucho mรกs santo que uno que se suicida.

La pregunta es: ยฟquรฉ tuvo que ocurrir para que ese polรญtico, nacido en una familia burguesa en 1908, mรฉdico anatomopatรณlogo, se transformara en el segundo presidente mรกrtir de la historia de Chile? El primero, el liberal Josรฉ Manuel Balmaceda, se suicida en 1891, tras la guerra civil que desatan los conservadores. Pero en esa รฉpoca Chile era un lugar muy lejano. En 1973 el suicidio de Allende marca el derrumbe de la democracia y, con รฉl, la desesperanza de millones de demรณcratas del mundo que veรญan el experimento chileno con entusiasmo: por primera vez se podรญa pensar que el socialismo era alcanzable sin alterar las reglas de la democracia. La vรญa chilena al socialismo, que es la vรญa allendista al socialismo, sirviรณ poco despuรฉs a Enrico Berlinguer y otros lรญderes comunistas europeos en la formulaciรณn del โ€œeurocomunismoโ€. Franรงois Mitterrand llegรณ al poder declarando que querรญa ser el Allende francรฉs. Lo dicho: la sombra de Allende es alargada.

Fundador del Partido Socialista, diputado a los veintinueve aรฑos, senador desde 1945 hasta 1970, Allende fue siempre un ferviente defensor de la โ€œespecificidad chilenaโ€, esto es, de la democracia que ha estructurado, con escasรญsimas interrupciones, la vida polรญtica del paรญs desde su independencia. Es laico y masรณn, antes que marxista. Para รฉl, el hombre se eleva mediante el espรญritu y la historia conduce indefectiblemente al progreso de la humanidad. En definitiva, llega al marxismo desde las premisas de la Ilustraciรณn. Lo dice ya en 1948: โ€œsostengo que el marxismo es un mรฉtodo para interpretar la historia, no un dogmaโ€.

{{Mario Amorรณs, Compaรฑero presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo, Valencia, PUV, 2008.}}

 Y en ese mismo discurso ante el Senado, en el que condena la ilegalizaciรณn del Partido Comunista por el gobierno de Gabriel Gonzรกlez Videla, marca su distancia con los socialismos reales: โ€œLos socialistas chilenos, que reconocemos ampliamente muchas de las realizaciones alcanzadas en Rusia soviรฉtica, rechazamos su tipo de organizaciรณn polรญtica, que ha llevado a la existencia de un solo partido, el Partido Comunista. No aceptamos tampoco una multitud de leyes que en ese paรญs entraban y coartan la libertad individual y proscriben derechos que nosotros estimamos inalienables […] ni aceptamos la forma en que Rusia actรบa en su polรญtica expansionista.โ€

((Ibidem.))

Aquรญ estรก el embriรณn, veintidรณs aรฑos antes de conquistar el poder, de la โ€œvรญa chilena al socialismoโ€. El problema es que esta convicciรณn democrรกtica, que lo acompaรฑarรก durante toda su vida, lo alejarรก radicalmente de los suyos. El PS, en consonancia con el castrismo triunfante, adopta pronto la teorรญa de la insurrecciรณn armada y la destrucciรณn del Estado burguรฉs como รบnica vรญa para instaurar el socialismo. โ€œEl Partido Socialista, organizaciรณn marxista-leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratรฉgico a cumplir por esta generaciรณn para instaurar un Estado revolucionario […] La violencia revolucionaria es inevitable y legรญtimaโ€,

{{Ibidem.}}

ย proclama en suย XXII Congreso, celebrado en 1967. Allende rechaza esta postura. Pero queda en abierta minorรญa. Dirigentes como Carlos Altamirano, Aniceto Rodrรญguez, Adonis Sepรบlveda son sus compaรฑeros de vida… y sus mรกs enconados adversarios polรญticos. Recordemos que Allende ha sido derrotado en tres elecciones presidenciales (1952, 1958 y 1964). Para los socialistas, ademรกs de un reformista, es un perdedor.

Obtendrรก la nominaciรณn del socialismo como candidato a la elecciรณn de 1970 con mรกs abstenciones (14) que votos a favor (13). Para colmo, la Unidad Popular establece que todas sus decisiones polรญticas han de ser adoptadas por la unanimidad de sus partidos. El margen de maniobra de Allende se vuelve, asรญ, muy estrecho. Sin contar con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), movimiento de inspiraciรณn guevarista que preconiza la lucha armada y considera el allendismo como un desviacionismo burguรฉs. Estos โ€œjรณvenes idealistasโ€, como los calificarรก Allende, practican lo que la mayorรญa de los partidos de la Unidad Popular teorizan hasta el hartazgo: la lucha insurreccional para destruir el Estado burguรฉs. El presidente que decรญa โ€œno queremos la violencia, no necesitamos la violencia […], sabemos que cambiar el sistema capitalista respetando la legalidad, institucionalidad y libertades polรญticas, exige adecuar nuestra acciรณn en lo econรณmico, polรญtico y social a ciertos lรญmites; estos son perfectamente conocidos por todos los chilenosโ€,

{{Ibidem.}}

 el lรญder que sostenรญa al llegar a La Moneda que โ€œsin precedentes en el mundo, Chile acaba de dar una prueba extraordinaria de desarrollo polรญtico, haciendo posible que un movimiento anticapitalista asuma el poder por el libre ejercicio de los derechos ciudadanosโ€,

{{Ibidem.}}

ย es un hombre definitivamente solo. Y acorralado. Tiene en contra a la derecha, a buena parte de la Democracia Cristiana, a Estados Unidos (โ€œยกSalvar a Chile! Diez millones de dรณlares disponibles, mรกs si fuera necesarioโ€, anota Richard Helms, el director de laย CIA, en una reuniรณn en la Casa Blanca con Nixon y Kissinger, el 15 de septiembre de 1970) y, con excepciรณn del Partido Comunista, a casi la totalidad de su coaliciรณn.

Desde fines de 1972, el paรญs, paralizado, estรก cada vez mรกs cerca del enfrentamiento civil. Allende sabe que la รบnica manera de evitar el golpe de Estado es negociando con la Democracia Cristiana, la tercera fuerza polรญtica del paรญs, con cuyos votos logrรณ la investidura del Senado. Pero laย DCย le exige algo que รฉl no puede hacer: romper con la ultraizquierda, porque eso significarรญa romper su coaliciรณn y aplicar la fuerza de la ley contra los โ€œjรณvenes rebeldesโ€ delย MIR. โ€œYo no puedo pelearme con elย MIRโ€“le dice al senador democratacristiano Gabriel Valdรฉsโ€“, la gente delย MIR ย me armarรญa un escรกndalo, tendrรญa que usar la violencia, y eso no lo hago.โ€

((Daniel Mansuy, Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular, Santiago de Chile, Taurus, 2023.))

Allende no se resuelve a aparecer como el contradictor del castrismo que en realidad es. Aplicar el Estado de derecho harรญa de รฉl otro โ€œtraidorโ€, como Gonzรกlez Videla. ร‰l, que ha sido toda su vida un gran seductor โ€“de decenas de mujeres, de multitudesโ€“, que confรญa ciegamente en su proverbial capacidad de maniobra โ€“su โ€œmuรฑeca polรญticaโ€โ€“ para hacer la sรญntesis entre reformismo y revoluciรณn, que ha inventado un experimento รบnico en el mundo, no puede terminar asรญ. Digamos que Allende no puede renunciar a ser Allende. Al cardenal Raรบl Silva Henrรญquez y a Patricio Aylwin, que negocia en nombre de laย dc, les asegura: โ€œmientras yo viva, no habrรก dictadura del proletariadoโ€.

{{Ibidem.}}

 Pero nadie le cree porque sus correligionarios predican y planifican cada dรญa lo contrario. Allende gana tiempo, llama por segunda vez a los militares al gabinete. Confรญa en la tradiciรณn constitucionalista de las fuerzas armadas, sabe que mientras tenga como ministros a dos comandantes en jefe, un almirante y el director de carabineros, las tentaciones golpistas serรกn refrenadas. Pero estos renuncian muy pronto porque no tienen ningรบn poder real, sus decisiones son anuladas por los mandos medios que se declaran militantes de la Unidad Popular, no seguidores de Allende.

Si el presidente tiene un problema, la Unidad Popular tiene otro: ยฟcรณmo se destruye el Estado burguรฉs cuando el jefe de ese Estado es el compaรฑero presidente? Esta contradicciรณn se soluciona apagando el fuego con parafina, como dijo Altamirano en mรกs de una ocasiรณn: el Partido Socialista rechaza categรณricamente toda negociaciรณn con la Democracia Cristiana. Tal como ha opuesto su veto al plebiscito que Allende imagina como รบltima salida: que el pueblo decida si debe renunciar o no. Muchos de los lรญderes plantean cerrar el Congreso, instaurar el Poder Popular… Allende, por una vez, se impone: comunica a los suyos que el 11 de septiembre anunciarรก el plebiscito. Demasiado tarde. A las 6:30 de esa maรฑana, el diplomรกtico cubano Ulises Estrada toma su telรฉfono. Le dice a Altamirano: el golpe ha comenzado. Altamirano, que reciรฉn el 9 de septiembre llamaba a crear โ€œun nuevo Vietnam heroicoโ€, le responde: โ€œUlises, me dijeron que estabas enfermo, por favor descansa, en Chile no puede haber golpe de Estado.โ€

((Patricia Espejo, Allende inรฉdito. Memorias desde la secretarรญa privada de La Moneda, Santiago de Chile, Aguilar, 2020))

Despuรฉs: la rรกfaga, el hundimiento de los sueรฑos en los escombros de La Moneda, la larga noche chilena… ~

+ posts

(Santiago de Chile, 1960) es escritor y
acadรฉmico. Es autor, entre otros libros, de No hay que mirar a
los muertos (Tajamar, 2015) y Pequeรฑos cementerios bajo la luna
(Alfaguara, 2017)


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: