Los sucesos en la planta nuclear de Fukushima Daiichi son peores de lo que los peores escenarios habían predicho. Se estima que tres reactores están dañados pero nadie sabe a ciencia cierta la extensión del daño porque el tsunami arrasó con la mayoría de los instrumentos que permiten a los operadores medir, entre otras cosas, el nivel del agua. Porque las explosiones de hidrógeno destruyeron los techos, ha crecido la preocupación acerca de los depósitos de combustible gastado dentro de las cámaras secundarias de almacenamiento. El combustible gastado, al ser liberado por los núcleos de los reactores, es extremadamente radiactivo. Si el combustible se desintegra (o se “funde”) por no enfriarse lo suficiente, existe la posibilidad de que alcance niveles críticos, ya sea dentro del núcleo antes de ser liberado o ya en los depósitos. En otras palabras, una reacción nuclear en cadena, completamente autosuficiente, podría comenzar y el fuego podría esparcir la radiación –dependiendo de los vientos y las condiciones atmosféricas– incluso más allá de Japón.
Si los operadores logran reconectar la estación a una fuente de poder externa deben estar en posibilidades de atacar el problema del enfriamiento; esto asumiendo que suficiente equipo auxiliar siga funcionando. No obstante, quedan meses, quizá años, de trabajo de mitigación. Es probable que este sea, ahora, el mejor escenario posible. Los únicos puntos de comparación que tiene la gente son los desastres de Three Mile Island en 1979 y el de Chernóbil en 1986. En el mejor de los casos, estos eventos son recuerdos vagos en la mente de las personas; en el peor, son caricaturas magnificadas. En la Escala Internacional de Eventos Nucleares, un instrumento creado en 1989 por los expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica y la Agencia para la Energía Nuclear de la ocde, Three Mile Island fue calificada como nivel 5 (“accidente con riesgo fuera del emplazamiento”) y Chernóbil como nivel 7 (“accidente grave”). Los periodistas y analistas se han aferrado a la escala para clasificar el evento en Fukushima (el nivel ha sido modificado ya muchas veces) como si esos números significaran algo dadas las circunstancias tan cambiantes.
La situación en Fukushima Daiichi hace que los sucesos de Three Mile Island se vean como algo bastante manejable. Pero aún no es nada parecido a Chernóbil: los reactores en Fukushima fueron apagados con éxito antes que sus núcleos comenzaran a fundirse, el diseño de estos es completamente distinto y la cantidad de radiactividad fugada ha sido más limitada. Desde un punto de vista técnico, entonces, el desastre en Fukushima no está ni cerca de ser tan malo como Chernóbil.
Desde una perspectiva estrictamente organizacional, sin embargo, es mucho peor. En Chernóbil había un solo reactor con que lidiar, aquí hay tres –hasta ahora. En aquel momento había una inmenso ejército de conscriptos y un gobierno que reclutaba (“voluntariaba”) a cientos de miles de “liquidadores” para ayudar a mitigar el desastre; ahora hay una compañía que está pasándola muy mal para lograr juntar a cien trabajadores. Y, por último, la evacuación y el establecimiento de una zona de exclusión treinta kilómetros alrededor de Chernóbil fueron sin duda traumáticos para los locales y para la agricultura ucraniana, pero, considerando el tamaño de la entonces Unión Soviética, era sostenible por lo menos en principio. Japón es un país muchísimo más pequeño y mucho más densamente poblado. ¿Adónde irán las personas, y de qué manera compensarán la tierra trabajable que han perdido?
Es muy pronto para enunciar las lecciones que hemos de aprender de Fukushima, incluido el significado de este desastre para el futuro de la energía nuclear. Sin duda la carrera para asignar culpas comenzará pronto, y personas desde ambos extremos del debate están afilando sus argumentos. Es importante tener en cuenta que las incertidumbres son una parte integral de todos los sofisticados sistemas tecnológicos actuales, sin importar los riesgos que anticipemos y las medidas de seguridad que implementemos. Enfrentados con el cambio climático, el crecimiento sostenido de la población mundial y una exigencia cada vez más alta de energía, esforzarnos al máximo por evitar que ocurra un desastre quizá ya no sea suficiente: necesitamos prepararnos para lidiar con ellos cuando aparezcan. ~