Los premios enaltecen y nos inducen a seguir adelante. Establecen un compromiso entre el destinatario y su propia conciencia. Los premios y reconocimientos no son solo para las personas o instituciones a quienes se les otorga: son tambiรฉn para aquellos maestros que nos formaron; para las instituciones que nos apoyaron en el transcurso de nuestro devenir acadรฉmico y que hicieron posible desarrollar nuestro conocimiento, ya en la investigaciรณn, ya en el desempeรฑo de nuestro quehacer.
De mis maestros recuerdo con especial cariรฑo a muchos de ellos: al arqueรณlogo Romรกn Piรฑa Chan, a Johanna Faulhaber y al arquitecto y arqueรณlogo Miguel Messmacher. Tambiรฉn a aquellos que llegaron a Mรฉxico a raรญz de la guerra civil espaรฑola y que fueron para mรญ faro de sabidurรญa. Sus nombres: Josรฉ Luis Lorenzo, Juan Comas, Pedro Armillas y don Pedro Bosch Gimpera, este รบltimo que fuera rector de la Universidad de Barcelona en aquellos aciagos dรญas. No puedo dejar de mencionar a quienes, aunque no fueron mis maestros en las aulas, sรญ lo fueron con sus obras. Me refiero a don Manuel Gamio, por su visiรณn integral de la antropologรญa; al arqueรณlogo Gordon Childe, por su concepciรณn dialรฉctica de los procesos histรณricos; a los historiadores Miguel Leรณn-Portilla y Alfredo Lรณpez Austin, de quienes he dicho que forman una dualidad que se expresa a travรฉs de la lucha de contrarios y que son opuestos complementarios. De las instituciones, la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia fue mi Alma mater y en sus aulas me formรฉ como arqueรณlogo. El Instituto Nacional de Antropologรญa es la instituciรณn a la que he pertenecido por mรกs de seis dรฉcadas. Ingresรฉ siendo estudiante y hoy soy investigador emรฉrito de la misma.
Penetrar en el pasado para traerlo al presente ha sido la labor que de manera constante he desempeรฑado a lo largo de mi vida. Esa moderna mรกquina del tiempo que es la arqueologรญa fue el medio para lograr trasponer el tiempo mismo y llegar ante los pueblos que nos antecedieron en la historia. Asรญ, la historia y la arqueologรญa nos llevan frente a las sociedades del pasado y nos muestran que muchas de ellas fueron creadoras de avances importantes y que, en su devenir, surgieron imperios y gobernantes poderosos que en su soberbia creyeron que serรญan eternos, pero no fue asรญ. La historia es implacable en sus juicios. No se puede pretender manipularla ni cometer el despropรณsito de tergiversarla. Mala consejera es la ignorancia que en muchas ocasiones llevan a la mentira. La historia la escriben los pueblos. Ellos son forjadores de futuros mejores.
Mรฉxico y Espaรฑa estรกn unidos por lazos indisolubles. Asรญ lo expresรฉ cuando se me comunicรณ la decisiรณn del jurado del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Asรญ lo sigo diciendo al recibir este honroso galardรณn. Lo que hoy son nuestros dos paรญses venรญan, de siglos atrรกs, arropados en sus propias historias; en el aรฑo de 1521 de dio la conjunciรณn de ellas. En aquel aรฑo ocurriรณ el encuentro de dos maneras de pensar diferentes, de sociedades que tenรญan su propia visiรณn del universo. Alfonso Reyes, hombre universal, ha relatado en su Visiรณn de Anรกhuac aquel pasaje, cuando las huestes de Hernรกn Cortรฉs vieron por vez primera las ciudades mexicas de Tenochtitlan y Tlatelolco en medio de los lagos del centro de Mรฉxico. Dice asรญ su relato:
Mรกs tarde, la ciudad se habรญa dilatado en imperio, y el ruido de una civilizaciรณn ciclรณpea, como la de Babilonia y Egipto, se prolongaba, fatigado, hasta los infaustos dรญas de Moctezuma el doliente. Y fue entonces cuando, en envidiable hora de asombro, traspuestos los volcanes nevados, los hombres de Cortรฉs (โpolvo, sudor y hierroโ) se asomaron sobre aquel orbe de sonoridad y fulgores, espacioso circo de montaรฑas.
A sus pies, en un espejismo de cristales, se extendรญa la pintoresca ciudad, emanada toda ella del templo, por manera que sus calles radiantes prolongaban las aristas de la pirรกmide.
En la primera parte de la conquista, el enemigo a vencer por las huestes de Hernรกn Cortรฉs y miles y miles de aliados indรญgenas enemigos de Tenochtitlan, eran los mexicas o aztecas. Lograda la victoria militar el 13 de agosto de 1521, comenzaba la segunda parte: la conquista espiritual en manos del aparato ideolรณgico representado por la Iglesia, en tanto que se continuaba la conquista de otras regiones para conformar la Nueva Espaรฑa. Varios siglos debieron de pasar bajo el nuevo orden peninsular con cambios en lo econรณmico, polรญtico, social, y religioso. Esta situaciรณn se vio interrumpida cuando las fuerzas insurgentes alcanzaron la victoria y surgiรณ la nueva repรบblica en el aรฑo de 1821. El Mรฉxico independiente iniciaba su propio camino. Pocos aรฑos despuรฉs, en 1836, nuestros dos paรญses acordaron el Tratado de Paz y Amistad y entablaron relaciones diplomรกticas despuรฉs de largas luchas: Mรฉxico reconocรญa a Espaรฑa y Espaรฑa reconocรญa a Mรฉxico como naciรณn independiente. Buen ejemplo para superar pasados agravios.
La historia nos muestra, a lo largo de los siglos, que toda guerra conlleva muerte, destrucciรณn, desolaciรณn, imposiciรณn, injusticia y violencia. Espaรฑa lo ha vivido en carne propia. Mรฉxico tambiรฉn. Esto no se olvida, pero tampoco podemos anclarnos en el pasado y guardar rencores, sino mirar hacia adelante. En esto, Mรฉxico y Espaรฑa deben dirigirse hacia un futuro promisorio.
Todo reconocimiento conlleva honra, pero tambiรฉn gratitud de quien lo recibe. Llegan a mi memoria las palabras de Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, quien el 12 de octubre de 1936 en aquel recinto del saber dijera palabras sabias que pronto fueron acalladas por voces intolerantes que no desearรญa volver a escuchar en la faz de la tierra. Estos premios son un canto a la inteligencia. Las universidades y las academias son los espacios donde se cultiva el pensamiento y la razรณn. La Universidad Nacional Autรณnoma de Mรฉxico, con su historia previa de mรกs de cuatro siglos, ha sido forjadora de miles y miles de hombres y mujeres que a lo largo del tiempo han dado grandeza a Mรฉxico por medio de la ciencia y las humanidades. Esta instituciรณn es la que propuso mi candidatura para el Premio Princesa de Asturias. Su rector, el doctor Enrique Graue, ha sabido llevar con dignidad y prudencia los destinos de nuestra universidad. La Academia Mexicana de la Lengua, establecida en el siglo XIX, a la que han pertenecido connotados especialistas que dan lustre al buen decir, fue la otra instituciรณn que promoviรณ el que fuera considerado para tan alta distinciรณn. Para su director, don Gonzalo Celorio y mis pares dentro de la misma, mi reconocimiento. De igual manera, quiero agradecer a dos investigadores mexicanos que en su momento se hicieron acreedores al entonces Premio Prรญncipe de Asturias. Son ellos los doctores Pablo Rudomรญn y Francisco Bolรญvar Zapata, quienes extendieron sendas cartas de apoyo a mi persona. Otro tanto hizo el Seminario de Cultura Mexicana. Especial agradecimiento le debo al jurado que tuvo a bien designarme para este premio por lo que el mismo implica en el รกmbito internacional. Hoy, en Oviedo, ante la presencia de Sus Majestades los Reyes de Espaรฑa, su Alteza Real, doรฑa Leonor de Borbรณn y Ortiz, me hace entrega de la constancia que me acredita como destinatario del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Muchas gracias.
Discurso ofrecido el 28 de octubre en Oviedo, Espaรฑa, con motivo de la entrega de los Premios Princesa de Asturias 2022.