Hemos aprendido a mirar el cielo a partir del contraste que genera algún fenómeno que lo atraviesa: una noche estrellada, fuegos artificiales, un atardecer de colores o nubes con diversas formas. Hemos aprendido también lo efímera que puede ser su imagen cuando se observa a esta distancia. Nada nunca permanece y la impronta que nos deja algo que nos maravilla parece destinada al desvanecimiento. ¿Cómo hacer de lo efímero algo tangible? ¿Cómo capturar la inmediatez a través del tejido? Estas son algunas de las preguntas que podrían acompañar la exposición Bordar el fuego de la artista Marta Moreno en el Museo Franz Mayer.
Moreno nació el 9 de mayo de 1982 en Úbeda, Andalucía, al sur de España. Hace siete años se mudó a México, territorio en el que ha desarrollado un importante cuerpo de trabajo. La artista cuenta con formación en interiorismo y fue técnica en dirección de obras. Ambas disciplinas le han dado herramientas para comprender el espacio, la materialidad y la composición. Cabe destacar que es en el bordado, específicamente la técnica del punch needle, donde consolida un lenguaje que, además, resuena con su historia personal. Desde la infancia, el acto de bordar ha sido para ella un gesto íntimo, aprendido junto a su madre, una práctica que se entrelaza con la memoria y la transmisión de saberes. Con el tiempo, este oficio artesanal se ha transformado en su medio de exploración artística que tiende un puente entre la tradición y la contemporaneidad. Su trabajo dialoga con la pintura, pero sin ser pintura; con el dibujo, pero sin ser trazo.
Esta exposición, bajo la curaduría de Abraham Villavicencio, está dispuesta en distintos espacios del museo. Una primera parte, ubicada en la sala Maker, muestra diecisiete obras realizadas bajo la técnica del punch needle con motivos de pirotecnia junto a muestrarios de diseños de fuegos artificiales –extraídos del Catálogo ilustrado de explosivos de día y noche (1883) publicado en Japón–, mismos que se pueden hojear. Pero también hay nueve piezas más distribuidas en tres de las salas permanentes del Franz Mayer. Todas estas obras son de producción reciente: la artista las desarrolló durante una residencia en la galería Proyecto T en 2023. Lo que encontramos en este proyecto en conjunto, además de una cuidadosa técnica, es un manifiesto sobre las sensaciones del tiempo, lo efímero y la memoria a través del bordado.
El recorrido por la muestra da la sensación de que, para Moreno, el arte no es solo una expresión estética, sino un detonador de pensamiento; un pretexto para interrogar la historia y las estructuras que la sostienen, pues anima a preguntarnos por qué el bordado debería ser universal y no una actividad de género. En su obra, el textil se convierte en un territorio de reflexión sobre la sociedad contemporánea, una superficie donde el pasado y el presente se entrecruzan para cuestionar lo que permanece y lo que se desvanece.
De la museografía en la sala Maker destaca la altura en la que están dispuestos los bordados, pues nos obligan a mirar hacia arriba en un gesto que remite a la experiencia de contemplar un espectáculo de fuegos artificiales. A pesar de que la sala no es tan alta, se expande una sensación cósmica dada la distribución de la obra y de las figuras allí representadas. En los bordados y los muestrarios de los diseños de pirotecnia encontramos imágenes que aluden a animales y otras que parecen flores en expansión. Llama mucho la atención que los documentos dividen a los fuegos artificiales entre los diseñados para la noche y los diseñados para el día mediante sutiles variaciones en el tono del cielo. Al hojearlos en la sala se nos invita a participar de manera más íntima con los procesos de trabajo de la artista, quien incluso cuidó la numeración en los lienzos bordados como si fuera una suerte de collage de referencias.
Por su parte, Moreno desarrolló las piezas que se exponen en el Salón del estrado –espacio amueblado y decorado para tertulias propias de la vida social de la Nueva España– y en la sala Esplendores de plata –colección de más de mil piezas religiosas, domésticas y numismáticas de este metal– para entablar una conversación entre tiempos históricos y sociales diversos. Sus tejidos aluden a las fiestas novohispanas cuyas celebraciones siguen teniendo una acogida contemporánea y también a tapices con hilos brillantes, que acompañan la colección de coronas y artículos utilizados en procesiones de fiestas devocionales. No hemos de olvidar el carácter del Franz Mayer como un espacio dedicado también a la moda. Reconozco que, en estas obras de Moreno expuestas en salas permanentes, destacan los tonos y la sensación matérica que ofrece el bordado frente a la colección del museo; se percibe que la estrategia curatorial es un intento por desdibujar las barreras entre épocas y contextos culturales.
Uno de los aspectos que más llamó mi atención es la forma en que la técnica del punch needle se erige como metáfora de la permanencia frente a lo efímero. La textura del bordado genera un contraste matérico entre lo que se ve en el cielo y lo que se encuentra en la sala. Casi como si evocara la emoción y la inmediatez de un espectáculo de fuegos artificiales a través de ese esfuerzo ingenuo (y acaso genuino) por guardar en la memoria los motivos que pintan el cielo. Pienso mucho en el tiempo, porque es uno de los elementos más presentes y de mayor contraste en la exposición: las horas de producción de este trabajo distan mucho de la inmediatez del espectáculo que representan los fuegos artificiales, pero también, y gracias a los muestrarios, podemos imaginar el esfuerzo de investigación que ha implicado lograr esas formas, colores y tonos particulares. Encontramos así una constante dualidad entre la labor incansable del bordador y la naturaleza transitoria de la imagen representada. Cada obra es el resultado de un meticuloso proceso en el que la repetición de puntadas y la acumulación de texturas se enfrentan a la fugacidad del espectáculo de pirotecnia.
El título Bordar el fuego evoca la imagen efímera de los fuegos artificiales, aquellos que, nacidos en China tras la invención de la pólvora, fueron adoptados y transformados en tradiciones propias de Europa y México. En este sentido, Marta Moreno se aventura a trasladar a la tela la fugacidad de un espectáculo que dura apenas instantes para convertirlo en algo permanente. El uso del punch needle genera piezas que, en apariencia, parecen desafiar la naturaleza transitoria de los fuegos artificiales. Pienso en cuántas veces, cuando fui niña, me retaba a cerrar los ojos inmediatamente después de ver un espectáculo en el cielo con la intención de guardar la impronta lo más que pudiera. Pienso también en cómo, al abrir los ojos, se esfumaba la imagen. Creo que tanto el bordado como el fuego en sí son principios milenarios que guardan una memoria larga y colectiva que, afortunadamente, también nos pertenece. ~