El nudo del problema, explรญcito o implรญcito en cualquier discusiรณn sobre la cultura de nuestro siglo, es este: si la historia es como la afirmaciรณn de una escala de valores universal, desarrollo lineal de un discurso traducible a todas las lenguas, o si los verdaderos valores residen en aquello que toda cultura y todo lenguaje tienen de particular, de inasimilable, de irreducible al curso de una historia que se pretenda unรญvoca, y que por ellos, si nos ponemos a buscar estos valores en el รกmbito individual, los hallaremos en el yo mรกs รญntimo y exclusivo, en la expresiรณn de aquello que estรก mรกs allรก de la palabra o cuando menos del discurso pรบblico.
Este nudo problemรกtico estรก representado de manera ejemplar en Octavio Paz. Sus meditaciones sobre la identidad mexicana en El laberinto de la soledad lo han llevado a reivindicar simultรกneamente los valores de las civilizaciones prehispรกnicas de Centroamรฉrica y los de una cultura universal de la era moderna, tanto en el sentido de la vocaciรณn universalizante de una parte de la cultura espaรฑola como en el sentido de la cultura europea, particularmente francesa, que tiene sus orรญgenes en el Iluminismo y en la Revoluciรณn de 1789.
La obra ensayรญstica de Paz se sitรบa en el filรณn de la crรญtica a la idea de progreso lineal, eurocรฉntrico y tecnocrรกtico. No hay que olvidar que Paz es ante todo un poeta y que la experiencia de la poesรญa es el tema de gran parte de sus ensayos. De esta forma, el sentido general de su pensamiento puede resumirse asรญ: igual que las mitologรญas no europeas, las puntas extremas de la poesรญa y del arte contemporรกneo demuestran que el pensamiento racional, histรณrico y cientรญfico deja sin explicar unas formas de ser y de saber insustituibles.
Dicho esto, hay que subrayar que la obra de Paz, cuando busca las raรญces autรณctonas profundas o cuando se sumerge en las experiencias mรกs avanzadas de la literatura y del arte contemporรกneos, se halla siempre regida por un lenguaje de rigor racional y por la conciencia de la historia.
Solo el respeto de las diferentes individualidades en el seno de la naturaleza y la historia de cada ambiente puede salvarnos de la imposiciรณn de modelos que pretenden ser universales y que acaban por ser universalmente opresivos. Es el caso del modelo de revoluciรณn que, a pesar de la recurrente ilusiรณn de ser diferente de las otras, acaba por desembocar en la uniformidad del totalitarismo policรญaco.
ยฟCuรกles alternativas proponer? Mรกs que perseguir soluciones generales que no existen, lo que cuenta es estar preparados para reconocer que el mundo es cada vez mรกs vasto, multiforme y diferente de lo que creemos, y que entre tantas verdades parciales que el mundo nos propone lo importante es comprender cuรกl es la parte de verdad que le corresponde a cada uno y atenerse a ella, sin sentirse obligados a asumir verdades que no nos pertenecen.
Estoy muy consciente de que, especialmente hoy en dรญa, el poeta, el escritor, el filรณsofo, el historiador, son y deben ser los que recuerden el pasado en un mundo que parece avanzar sin saber adรณnde lo conducen sus pasos y quรฉ peligros lo amenazan. Entiendo por pasado una experiencia de valores o, mejor dicho, un conjunto de valores que debemos salvar de ese inmenso acopio de experiencias negativas que es la Historia.
Pero no quisiera que esta mirada sobre el pasado se entendiera como una adhesiรณn a lo que es mรกs cercano, familiar y fรกcil. Por el contrario, yo dirรญa, basรกndome tambiรฉn en la experiencia de la literatura, que cuanto mรกs se aleja uno de los territorios de sus antecesores directos mรกs fรกcilmente armoniza con aquellos que abrieron caminos en รฉpocas lejanas, aun a distancia de siglos: como si al rechazar la continuidad con la tradiciรณn reciente, en busca de lo nuevo, se acabara por restablecer una continuidad con una tradiciรณn mรกs profunda y fructรญfera. El rechazo del pasado inmediato es la condiciรณn necesaria para recuperar el pasado olvidado, el รบnico que hace posible la expresiรณn de lo nuevo.
Recordar es necesario, pero olvidar es una funciรณn igualmente vital para el pensamiento. La verdadera tarea del intelectual es la de ayudar a recordar lo olvidado, pero para lograrlo debemos ayudarnos a olvidar lo que recordamos en exceso: ideas heredadas, palabras heredadas, imรกgenes heredadas que nos impiden ver, pensar, expresar lo nuevo. No es una tarea fรกcil: tanto olvidar como recordar son operaciones extremadamente difรญciles y, cuando hay que elegir quรฉ debemos olvidar y quรฉ recordar, las posibilidades de que nos equivoquemos son innumerables, mientras que un solo acto de justo olvido o de justa recuperaciรณn de la memoria bastarรญa para justificar una vida. ~