Planeta Houellebecq

Los thrillers metafรญsicos del escritor francรฉs forman una cartografรญa del malestar. Su literatura, antimoderna y actual, denuncia que no sabemos quรฉ hacer con la libertad.
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Cuando Serotonina llegรณ a las librerรญas a primeros de enero, la revuelta de los โ€œchalecos amarillosโ€ habรญa vivido ya su diciembre glorioso: una sucesiรณn de manifestaciones que empujaron al jupiterino Emmanuel Macron a rectificar su agenda reformista ante el imprevisto levantamiento de la Francia rural. Michel Houellebecq, sin embargo, no debiรณ de sorprenderse demasiado: los lectores de su novela comprobaron de inmediato que el alzamiento de las provincias francesas habรญa sido descrito ya en ella. Ha venido asรญ a confirmarse la reputaciรณn profรฉtica que acompaรฑa al escritor: Plataforma describรญa un atentado islamista contra turistas occidentales en Tailandia similar al perpetrado en Bali un aรฑo despuรฉs, y Sumisiรณn, que relata cรณmo una coaliciรณn antilepenista lleva al Elรญseo a un presidente musulmรกn, se publicรณ el dรญa del atentado contra el semanario satรญrico Charlie Hebdo. Nada de eso significa que Houellebecq posea dotes adivinatorias; sin embargo, resulta evidente que estamos ante un agudo observador de su realidad social, cuyas corrientes de fondo es capaz de identificar. De manera que sus novelas, que no pertenecen al gรฉnero del realismo social ni han sido escritas sobre la base de ningรบn โ€œcompromisoโ€, constituyen un inmejorable retrato de รฉpoca: como si un sociรณlogo de la modernidad tardรญa se sentara a escribir obras de ficciรณn.

Serรญa un error, naturalmente, identificar la visiรณn que Houellebecq tiene de su รฉpoca con la รฉpoca misma. Sus narradores no son la conciencia hegeliana de su tiempo, sino conciencias desgraciadas que exhiben โ€“en el curso de thrillers metafรญsicos que no parecen serloโ€“ una notable capacidad reflexiva. Y si bien la descripciรณn que Houellebecq hace de sus semejantes no encaja con el resultado de las encuestas sobre satisfacciรณn vital realizadas en los paรญses occidentales, la suya es una visiรณn plausible โ€“aunque inevitablemente parcialโ€“ del mundo. Hablamos de la cosmovisiรณn que nos transmiten sus narradores, en primera o mรกs raramente en tercera persona; si bien el narrador no es el autor, hay una indudable continuidad temรกtica y estilรญstica entre los distintos registros de Houellebecq: novelรญstico, poรฉtico, ensayรญstico. De hecho, tal como ha recordado Juan Francisco Ferrรฉ en su reseรฑa de Serotonina, el Houellebecq poeta suele anticipar las inflexiones del Houellebecq novelista. Ya en su primera novela, Ampliaciรณn del campo de batalla, expone la รญndole de su programa artรญstico a partir de la observaciรณn sociolรณgica:

Esta progresiva desapariciรณn de las relaciones humanas plantea ciertos problemas a la novela. […] La forma novelesca no estรก concebida para retratar la indiferencia, ni la nada; habrรญa que inventar una articulaciรณn mรกs anodina, mรกs concisa, mรกs taciturna.

Desapariciรณn de las relaciones humanas: Houellebecq se nos muestra desde el principio como un crรญtico de la modernidad. Es una crรญtica โ€œsituadaโ€, esto es, realizada desde la posiciรณn particular del varรณn blanco de clase media; el autor no se engaรฑa al respecto ni aspira a que su voz valga por todas las voces posibles. En ese sentido, el protagonista de su รบltima ficciรณn nos suministra un autorretrato que vale para el tipo de subjetividad que Houellebecq pone en escena โ€“a distintas edadesโ€“ una y otra vez:

Ahora yo era un hombre occidental de edad mediana, al abrigo de la necesidad durante algunos aรฑos, sin parientes ni amigos, desprovisto tanto de planes personales como de verdaderos intereses, profundamente decepcionado por su vida profesional anterior, y que habรญa vivido en el รกmbito sentimental experiencias diversas cuyo denominador comรบn era su interrupciรณn, desprovisto en el fondo tanto de razones para vivir como para morir.

No obstante, Houellebecq retrata a personajes de muy distinto tipo, unidos todos ellos por su pertenencia comรบn a โ€“segรบn leemos en Las partรญculas elementalesโ€“ โ€œuna humanidad cansada, agotada, llena de dudas sobre sรญ misma y sobre su propia historiaโ€. Resulta de aquรญ, al decir de Carole Sweeney, una โ€œliteratura de la desesperaciรณnโ€. Pero si lo es, se encuentra atemperada por el empleo de recursos que encontramos tambiรฉn en pesimistas como Cioran o Bernhard: distancia, exageraciรณn, comicidad. Houellebecq mismo es incapaz de tomarse del todo en serio y hace gala de una procaz reflexividad: si en El mapa y el territorio se describe como โ€œuna vieja tortuga enfermaโ€, en La posibilidad de una isla parece retratarse a travรฉs del protagonista, exitoso cรณmico que se ve a sรญ mismo como โ€œun Zaratustra de las clases mediasโ€. Su encarnaciรณn cinematogrรกfica en El secuestro de Michel Houellebecq, por lo demรกs, no puede ser mรกs parรณdica: nuestro autor se comporta con mansedumbre ante unos delincuentes inofensivos de los que se hace amigo compartiendo una botella de alcohol tras otra.

Que Houellebecq sea un crรญtico de la modernidad no le convierte en un reaccionario; se trata mรกs bien de un pensador religioso. O, si se prefiere, de alguien que piensa sobre la ausencia de la religiรณn. Su mรฉtodo es inductivo: son los efectos observados de la modernidad en las vidas de los individuos, descritas en sus novelas, los que motivan la pregunta acerca de sus causas. Son efectos devastadores, tal como atestigua la recurrente figura del loser en su obra. Florent-Claude, narrador de Serotonina, expone con claridad el panorama:

Ya nadie serรก feliz en Occidente, pensaba ademรกs, hoy debemos considerar la felicidad como un ensueรฑo antiguo, pura y simplemente no se dan las condiciones histรณricas. […] y era quizรก, para el Occidente anteriormente calificado de judeocristiano, el milenio de mรกs, en el mismo sentido en que se habla del combate de mรกs para un boxeador.

Nada sorprendente en un devoto lector de Schopenhauer, a quien ha dedicado un breve ensayo traducido tambiรฉn a nuestra lengua. Pero si Houellebecq es el cronista de โ€œla escoria del primer mundoโ€, como ha escrito Jorge Freire, es porque a sus ojos tal escoria posee cualidad de indicio. Y aunque sus descripciones no incluyen prescripciones sobre el modo en que deberรญamos vivir, es discernible en ellas un aliento romรกntico: la nostalgia por un mundo mรกs sencillo donde las relaciones humanas siguen mereciendo tal nombre. En el peor de los casos, esa nostalgia es reemplazada por el vislumbre de un mundo poshumano donde la clonaciรณn hace posible una inmortalidad sin recuerdos personales. Houellebecq, sencillamente, no estรก convencido de que la modernidad haya mejorado nuestra existencia. Es asรญ como entronca con una variopinta tradiciรณn contramoderna tรญpicamente francesa que florece con la revoluciรณn: De Maistre, Bloy, Huysmans.

Pero Houellebecq no vive la transiciรณn del viejo al nuevo orden, sino el triunfo de la modernidad liberal tras la caรญda del comunismo. Leemos asรญ en La posibilidad de una isla que la moralidad de nuestra รฉpoca ha puesto โ€œla competencia, la innovaciรณn y la energรญaโ€ donde antes regรญan โ€œla fidelidad, la bondad y el deberโ€. Se aprecia aquรญ la marca del nostรกlgico: quien de un solo golpe idealiza el pasado y denigra el presente. Para Houellebecq, la โ€œideologรญa del cambio continuoโ€ reduce la existencia a su dimensiรณn individual. Y al perder el sentido de lo trascendente no solo estamos neutralizando la continuidad entre generaciones, segรบn reza un viejo tema conservador, sino privรกndonos de consuelo: โ€œEn otras รฉpocas el ruido de fondo lo constituรญa la espera del reino del Seรฑor; hoy lo constituye la espera de la muerte.โ€ En este sentido, Houellebecq es tambiรฉn un pensador del fin de las ideologรญas, pues fueron las grandes ideologรญas modernas las que bajaron a la tierra la promesa de la redenciรณn. Su fracaso, sugiere el novelista francรฉs, nos deja a los pies de los caballos: sin salvaciรณn religiosa ni esperanza secular.

Por eso, los personajes de Houellebecq buscan un refugio. Y entre ellos, destaca aquel que todos parecemos tener mรกs a mano: el amor. En una sociedad inhรณspita, sostiene Florent-Claude en Serotonina, โ€œel amor seguรญa siendo lo รบnico en lo que todavรญa se podรญa, quizรก, tener feโ€. Houellebecq parece suscribir la doctrina platรณnica sobre la incompletud del alma, citada explรญcitamente en La posibilidad de una isla, segรบn la cual buscamos con el amor encontrar nuestra otra mitad. Sin embargo, el amor fracasa una y otra vez en las novelas del escritor francรฉs. Al igual que sucede con la felicidad, no se dan las condiciones para su desenvolvimiento: โ€œel amor solo puede nacer en condiciones mentales especiales, que pocas veces se reรบnen, y que son de todo punto opuestas a la libertad de costumbres que caracteriza la รฉpoca modernaโ€. Houellebecq sugiere que la emancipaciรณn moral y sexual alcanzada en el siglo XX ha arruinado los mecanismos del enamoramiento: el vagabundeo sexual inhibe la proyecciรณn sentimental en el otro y, mientras tanto, aspiramos a una libertad incompatible con el compromiso. La sociรณloga Eva Illouz ha presentado conclusiones similares en sus estudios sobre el amor en la modernidad tardรญa.

Es en ese marco donde deben encuadrarse las crรญticas de Houellebecq al feminismo, que a su juicio habrรญa impulsado un concepto de la autonomรญa personal que refuerza el individualismo liberal; el feminismo serรญa otra fuerza disolvente, otra dificultad aรฑadida al entendimiento intersubjetivo. De ahรญ viene, tambiรฉn, su feroz crรญtica al sesentayochismo. Paradรณjicamente, la sexualidad โ€œliberadaโ€ auspiciada por la contracultura encaja como un guante en la estructura del libre mercado: el fin del matrimonio indisoluble conduce a una liberalizaciรณn del sexo que consagra a este como un sistema de diferenciaciรณn tan implacable como el dinero. Si en el viejo rรฉgimen monogรกmico, seรฑala Houellebecq, todos terminan por encontrar un hueco, el desigual reparto del capital erรณtico produce ahora una marcada desigualdad sexual: hay quienes tienen mucho y quienes no tienen nada. Por aรฑadidura, las aspiraciones igualitarias del 68 no sirven para nada: โ€œNunca ha habido comunismo sexualโ€, concluye el Bruno de Las partรญculas elementales tras charlar con un veterano activista. Asรญ que la belleza es un dato natural, prepolรญtico, que diferentes regulaciones morales canalizan de distinto modo: hacia el orden de la monogamia forzosa o el desorden de la poligamia voluntaria. Esta รบltima encuentra en el turismo de masas, descrito sin misericordia en Plataforma o Lanzarote, un medio de lo mรกs favorable: dudoso placebo para individuos desorientados.

En Serotonina, por lo demรกs, aparece el problema de la desigualdad econรณmica. Aunque los protagonistas de Houellebecq siempre han mostrado cierta aficiรณn por el mundo provincial y no se han confinado en Parรญs, esta novela hace una crรญtica frontal de la brecha entre campo y ciudad, constatando de paso la averรญa definitiva del ascensor social bienestarista. Florent-Claude, que ha trabajado en la polรญtica agrรญcola, ha encontrado durante aรฑos a โ€œpersonas dispuestas a morir por la libertad de comercioโ€. Asรญ, no es de extraรฑar que Houellebecq, quien en su intercambio epistolar con Bernard-Henri Lรฉvy define al provocador como aquel que calcula el efecto de sus palabras sobre los demรกs y niega rotundamente serlo รฉl mismo, haya elogiado a Donald Trump: aunque es un sujeto โ€œrepulsivoโ€, puede liberar al mundo del paternalismo norteamericano y dar comienzo a una resoberanizaciรณn de las naciones occidentales. Houellebecq es aquรญ bastante francรฉs: le gusta Trump porque en รฉl reconoce a un De Gaulle.

Una soberanรญa fuerte capaz de hacer el mundo mรกs comprensible a un individuo protegido en el interior de su comunidad nacional: es lo mรกs cerca que ha estado Houellebecq de plantear un programa polรญtico. Hasta el momento, su โ€œmodestia ideolรณgicaโ€ ha producido personajes que oscilan entre la impotencia y la desidia. โ€œยฟQuรฉ podemos hacer, todos nosotros, en cualquier circunstancia?โ€, se pregunta un Florent-Claude que tampoco culpa al mundo: รฉl mismo se ha abandonado. Antes que รฉl, el Bruno de Las partรญculas elementales veรญa las cosas de manera parecida:

La culpa no era del todo suya, pensaba; habรญan vivido en un mundo terrible, un mundo de competiciรณn y de lucha, de vanidad y de violencia; no habรญan vivido en un mundo armonioso. Por otra parte, tampoco habรญan hecho nada para modificar ese mundo ni habรญan contribuido a mejorarlo en lo mรกs mรญnimo.

Otras posibilidades de redenciรณn buscan lo mismo que el amor: devolver al individuo la sensaciรณn de confort psicolรณgico que desapareciรณ junto al sentimiento religioso. Esa funciรณn cumplen las sectas: los elohimitas en La posibilidad de una isla y los azralianos en Lanzarote. Y, naturalmente, el islam. Si en Lanzarote ya nos encontramos con la esposa marroquรญ de un policรญa belga que regresa al islam cansada de una vida sexual libertina, Sumisiรณn nos presenta a un solitario acadรฉmico que trata en vano de recuperar su fe catรณlica a base de visitar un santuario dedicado a la Virgen en la Francia interior. Poco despuรฉs, en el marco del ascenso polรญtico del islamismo, Franรงois encuentra en la religiรณn musulmana un sรณlido orden cuyo sentido le explica un intelectual francรฉs ya convertido:

La idea es asombrosa y simple, jamรกs expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisiรณn mรกs absoluta. […] Hay una relaciรณn entre la sumisiรณn de la mujer al hombre, tal como la describe Historia de O, y la sumisiรณn del hombre a Dios, tal como la entiende el islam.

Una sociedad humana habrรญa de organizarse entonces como una cadena de sumisiones en cuyo vรฉrtice estรก Dios, autoridad trascendente que โ€“como defendรญa De Maistreโ€“ evita a los seres humanos la discusiรณn fatigosa e irresoluble sobre la legitimidad polรญtica secular. Ante el desfondamiento del catolicismo, el islam ofrece a Franรงois una soluciรณn pragmรกtica que le exonera del triste destino de Florent-Claude, a quien ni siquiera la producciรณn artificial de serotonina libra del suicidio. Por eso acierta Mark Lilla al seรฑalar que el Franรงois que se acerca al islam no sueรฑa con el harรฉn exรณtico colonial, sino con eso que los psicรณlogos llaman โ€œromance familiarโ€. Vale decir: un hogar; un descanso. Frente al caos del pluralismo, el consuelo de la unidad: reconciliaciรณn del individuo con el cuerpo social y, por ese camino, consigo mismo.

Houellebecq sostiene, en fin, que no sabemos lo que hacer con nuestra libertad: tras la excitaciรณn asociada al proceso histรณrico de su conquista, demolido ya el Antiguo Rรฉgimen, el sueรฑo de la independencia personal se convierte en la pesadilla del aislamiento. No hay mรกs que ver la penรบltima hoja de ruta de Florent-Claude: โ€œutilizando el triturador de basuras, por una parte, y el nuevo servicio de entrega de comidas a domicilio creado por Amazon, por otra, podrรญa alcanzar una autonomรญa casi perfectaโ€. Por suerte, Houellebecq sรญ ha sabido quรฉ hacer con su libertad: escribir absorbentes novelas sobre sus contemporรกneos. ~

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(Mรกlaga, 1974) es catedrรกtico de ciencia polรญtica en la Universidad de Mรกlaga. Su libro mรกs reciente es 'Ficciรณn fatal. Ensayo sobre Vรฉrtigo' (Taurus, 2024).


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