Poema de las avispas

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a Nicole Brezin

Para otros, el amanecer de Ahu Tongariki,
escoltado por los moáis
como si quien lo contempla
cobijara la idea de hurtar el rayo verde.
Para otros, ver salir el sol
desde un globo, en Capadocia,
y convencerse de que no hay más
Gaudí que el viento ni mayor
maestro gótico que el agua.
Para otros, inaugurar el día
en Angkor Wat, cuando los rayos prologales
parecen decididos a incendiar los templos
y la fe; o en Milford Sound,
desperezándose a la vez
que los lobos marinos.
Yo quiero ver amanecer todos los días
descalzo, contigo,
en la terraza de casa,
cuando la luna se queda un rato aún
para poder contemplarte
a ti que disfrutas la primera luz de la mañana
sobre tu piel aún dormida,
con la toalla a modo de turbante
y tus ojos que despiertan y en mí despiertan
cuanto desde que estás ya no duerme nunca.
Sobre la mesa está el desayuno,
pero las avispas revolotean
en torno a ti, como si fueras
lo más dulce de la mañana.
Qué poco te conocen. ~

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