Resucitando a los muertos

La música en vivo ayuda a abrir y cerrar el ritual en el cual los muertos se convierten en no muertos.
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En memoria de los que han partido

El metal, en todos sus subgéneros, no escapa a componer canciones y melodías que hablan de la muerte, la pérdida, el duelo y la añoranza, pero en la mayoría de las ocasiones va un paso más allá: no se aborda la muerte como algo malo, sino como parte de la vida; un estado del ser que lo mismo puede conducir a la nada que a un lugar ideal.

El pasado octubre se hizo viral una fotografía de una señora que portaba una playera con un mensaje al asistir al concierto de Rammstein. La prenda decía:

HIJO no te alcanzo la vida
para estar hoy aquí..
vengo acompañando a tu hermano
en tu representación…
mis ojos, oídos y corazón seran un
espejo para enviarte este concierto
hasta la eternidad
(MI CORAZÓN ARDE)
[sic]

Otro caso muy sonado en 2019 en los grupos de redes sociales de los seguidores de Iron Maiden fue el de Carlos. Alex Fuentes, su amigo, escribió un mensaje con su historia, el gusto que compartían por la banda, y su posterior muerte. A modo de homenaje, solicitó en los grupos de seguidores de La Doncella que se tomaran una foto levantando un vaso de cerveza y brindaran por su amigo con el hashtag #UnaPorCarlos. Además, se hizo una manta que llegó hasta la barrier.

Un ejemplo más fue el de Kenny Villaseñor, una chica que llevó una foto de su gatito Damian al concierto. El animal falleció a inicios de 2022 y era su acompañante al escuchar Iron Maiden, como relató en un post.

Damian, mi mejor amigo […] sabía mejor que nadie cuanto deseaba y anhelaba cumplir este maravilloso sueño de vivir una experiencia en un concierto de Iron Maiden.

El también era gran fan.

Lo logramos, Damian, logramos cumplir nuestros sueños. [sic]

Ahora bien, ¿qué es lo que ocurre en los conciertos cuando se lleva un artículo o foto de un ser querido fallecido, o bien algo que le recuerde? Sea la manta de Carlos, la playera que la esposa de este le regaló a su amigo Alex, la foto de Damian o la playera de la Mamá Rammstein, ocurre un fenómeno de co-presencia muy interesante. Con co-presencia me refiero al hecho de poder ser un individuo y un grupo al mismo tiempo, en el mismo lugar. Los conciertos de metal logran una catarsis con la música, el slam y la camaradería: la persona que está al lado de repente se convierte en un amigo de toda la vida con el que se comparte un momento a la vez íntimo y público.

Mas ¿realmente se puede ser uno y todos al mismo tiempo? En esta co-presencia hallamos un pedazo de quienes somos en el otro, ese otro que opera como un espejo que, como señala Tom Araya en el documental Metal: A headbanger’s journey para referirse al género, muestra “los reflejos más oscuros”, y no me refiero a los estereotipos metaleros como violencia, destrucción o satanismo, sino a la vulnerabilidad y la fragilidad.

Sin embargo, esta co-presencia no se limita a los vivos con quienes compartimos el concierto, sino también a esos que se adelantaron: Carlos, Damian, el hijo de la Mamá Rammstein, don Julio, doña Ana María, el Funky, Pepín, Alfredo Nieves.

{{ Aprovecho para agradecer a varias personas que hicieron posible este texto: Alex Fuentes, Kenny Villaseñor, Itzel Smith, Erika Salas y Leonardo Montes de Oca, mi compañero de conciertos y con quien me llevaré a don Julio, doña Ana María y Pepín al Wacken Open Air.}}

 Por el espacio-tiempo que dura el evento se desdibujan las líneas entre vida y muerte y los que partieron regresan, resucitan, resurgen. Pero no lo hacen solos; se necesita un proceso ritual que lo permita. No estoy hablando aquí de ocultismo o brujería, sino de procedimientos espirituales personales y comunitarios.

Hay también algo más: la necesidad de compartirlo y hacer partícipes a otros, aunque sean completos desconocidos. Surge una búsqueda de acompañamiento, de empatía y de compañerismo. Muchos no dudaron en compartir la foto brindando por Carlos, le dimos corazoncito a Damian, lloramos con la Mamá Rammstein, le juramos a nuestro compa de conciertos que haremos lo mismo si se va antes que uno, o planeamos llevar la foto de un ser amado al siguiente concierto o festival.

Es así que la música, sea del grupo que sea, funciona como un emisor a la par de uno, un mensaje y un medio. La playera de la Mamá Rammstein lo ejemplifica muy bien: canciones como “Du hast”, “Sonne” o “Mein Herz brennt” son, primero, el punto de partida del proceso comunicativo hacia el hijo fallecido; enseguida, el mensaje: las palabras –literales o no– que la madre quiere decirle atravesando toda barrera espacio-temporal; y finalmente, el medio por el cual dicho mensaje de amor, cuidado y protección llega a su destino.

Ahora, ¿por qué he colocado la expresión “resucitando a los muertos” en vez de “recordando a los muertos”? He de decir que esta última fue mi primera opción, pero, analizando más el fenómeno, no se trata solo de “recordar”, sino de traer a la vida a alguien fallecido, así sea por un par de horas. Ocurre algo similar a la tradición del Día de Muertos: no es que los muertos regresen “permanentemente”, por decirlo así, sino que se tiene un lapso establecido para que mediante los altares con fotografías y sus alimentos favoritos “vuelvan” a la vida que tenían; o bien, al menos, a una suerte de “no muerte”.

En estos conciertos, el ser fallecido está en un intersticio entre la vida y la muerte: en un lugar que puede ser también un “no lugar”. Y para que esto ocurra es necesario que la persona con un vínculo afectivo con el fallecido sea consciente de lo que está haciendo: hay una acción bien pensada y planeada, sea esta llevar la playera del amigo, solicitar que se tomaran una foto con una cerveza y publicarla con un hashtag, sostener una manta con un mensaje para el hijo, llevar la foto o cualquier otra prenda del ser querido que ya no está, o simplemente levantar la vista hacia el cielo al escuchar determinada canción. De muchos rituales, claro, nunca nos enteraremos porque no se volvieron virales.

¿Podríamos ya clasificar este fenómeno como algo más allá de un mecanismo de afrontamiento ante la pérdida? Usar una prenda o llevar una foto de un ser querido fallecido no es exclusivo de los conciertos de metal; sin embargo, la música en vivo ayuda a abrir y cerrar el ritual en el cual los muertos se convierten en no muertos.

La muerte duele, cala, y siempre buscaremos alguna forma de mantener a quienes queremos con nosotros. El Congreso Internacional de Horror y Metal: Año uno, organizado por la unam y la Pontificia Universidad Católica del Perú, en el que leí la versión extensa de este texto, es un ejemplo. No tuve el gusto de conocer a Alfredo Nieves, investigador y fundador del Seminario Permanente de Estudios sobre Heavy Metal –tal vez nos cruzamos en algún concierto o congreso–, pero ahí estuvimos honrándolo y recordándolo.

Nos esforzamos por no olvidar y, otra vez, por traer a la vida a nuestros seres queridos aunque sea por un rato. Esto, por supuesto, es más por nosotros que por ellos; es un alivio momentáneo o parcial para que su ausencia no duela tanto. Habrá quien decida poner una ofrenda el Día de Muertos, otros mandarán a decir misas, alguien más se tomará una cerveza o un tequila a su salud y otros usaremos la música como vía para decirles que no los hemos olvidado y que un día nos encontraremos otra vez. Al hacerlo comunitario reunimos voces y fuerzas para enfrentar las ausencias: las presencias de amigos y también de completos desconocidos son más fuertes que las pérdidas y nuestros seres queridos vivirán en las canciones coreadas a todo pulmón, los likes y me encanta en las fotos, videos y posts; los congresos in memoriam, las manos cornutas en alto y textos como el presente. ~

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es escritora e investigadora en literatura, psicología y enfermedades autoinmunes. Sus textos se pueden leer en el blog www.joselynsilva.com.


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