Spinoza en su papel

Durante muchos aรฑos, Spinoza fue leรญdo en traducciones poco fiables al espaรฑol. Por fortuna, el panorama ha ido cambiando y su obra completa ha encontrado โ€“en manos de expertos, como Atilano Domรญnguezโ€“ la ediciรณn profesional que se merece.
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En las redes hay de todo y abunda la piraterรญa. En algunas cosas, el libro electrรณnico desplaza al de papel; en otras, al contrario: sucede con la literatura y con la filosofรญa que el libro electrรณnico es argumento de ventas para el ejemplar impreso.

En general, los lectores de lengua espaรฑola tenemos que poner una distancia escรฉptica entre el texto y la lectura. Las traducciones no han sido del todo fiables. Ni siquiera las de Josรฉ Gaos, un autor admirable, pero queda algo de imprecisiรณn, por ejemplo, en su Hegel o en su versiรณn de la Ethica…, como los cartรณgrafos antiguos, que veรญan un territorio por primera vez. Y no fue Gaos quien primero vertiรณ a Spinoza. Lo hicieron varios, antes, sin mucha suerte. En 1966, Enrique Tierno Galvรกn (traductor de Wittgenstein) ofreciรณ unas partes del Tratado teolรณgico-polรญtico.

Como solo se leรญa la ร‰tica demostrada segรบn el orden geomรฉtrico, muchos creyeron que Spinoza era un determinista; brillante, pero sin salida. Por eso insisto en la responsabilidad de los editores: si solo contรกramos con la ร‰tica, nos quedarรญamos en el primer paso de una danza elegantรญsima que sortea el gran dilema del racionalismo: su condiciรณn dual. Se pone de muchos modos. El epรณnimo es ese salto genial, pero poco convincente, de Descartes: una vez establecida la realidad de la mente (el cogito), recurre a un Dios que no engaรฑa para hacer verosรญmil la realidad del mundo externo. Spinoza alisรณ el terreno y avanzรณ de la geometrรญa a la polรญtica sin sortear baches ni saltar abismos. El Tratado teolรณgico-polรญtico ni siquiera tuvo que recurrir a la tolerancia, pero no lo podรญamos ver sino hasta que Atilano Domรญnguez lo dispuso completo.

De Atilano Domรญnguez hay una ediciรณn deย Obras completas de Spinoza, pero no es fรกcil de hallar. Estรกn las obras sueltas: laย Ethica…ย (en Trotta, aunque tambiรฉn es buena la de Vidal Peรฑa, en Alianza); losย Tratados, laย Correspondenciaย y hasta una reuniรณn de biografรญas, todos en Alianza de bolsillo. Propongo que, bajo su direcciรณn, se establezca una ediciรณn estรกndar de lasย Obras, con sus รญndices y foliaciรณn definitiva; cosida y pegada, y de amplia circulaciรณn. Hasta donde alcanzo a juzgar, apuesto a que las versiones de Domรญnguez sobrevivirรกn muy bien durante muchas dรฉcadas. Su trabajo me recuerda al legendario Andrรฉs Sรกnchez Pascual: de jรณvenes, estudiantes de filosofรญa, no considerรกbamos tener tal libro de Nietzsche o Jรผnger, a menos que fuera en su versiรณn.

El legado de los lectores de Spinoza es inmenso. Poco leรญdo durante su siglo, casi olvidado por elย XVIII, resurge imparable en los siglosย XIX yย XX. Las pรกginas que Heine le dedica, en suย Alemania, son magnรญficas: lo contrasta con Descartes y compara su proceso con el pulido de una gema. Un genio, dice, se produce por fricciรณn, tallando hasta que desaparezcan las imperfecciones. Las admiraciones son mรกs difรญciles que los antagonismos; requieren imรกgenes vivaces y mueren en los lugares comunes. Los filรณsofos son mรกs duros. En Hegel, por ejemplo, queda clara su admiraciรณn, pero no hay encomios sino otra suerte: Platรณn parece haber parido a todos los filรณsofos, y Hegel, habรฉrselos engullido. Al menos, rescata de Spinoza una superaciรณn del duro dualismo de los racionalistas y, en general, de todo monoteรญsmo: desapareciรณ el abismo y las aspiraciones de trascendencia personal de la que los cristianos y judรญos no pueden desasirse. Ojalรก Hegel tuviera la prosa y la claridad de Spinoza.

Hay muchรญsimos compaรฑeros de viaje para Spinoza. Brillantes, como Heine; apabullantes, como Hegel. Y una mirรญada desde entonces. Copleston, por ejemplo, es claro, pero los ensayos de Deleuze, por mรกs inteligentes que sean, son demandantes con el lector. Antonio Negri tiene un libro importante: La anomalรญa salvaje. Y La historia del escepticismo desde Erasmo hasta Spinoza, de Richard Popkin, es bastante bueno. Mucha buena filosofรญa. Y, por supuesto, Borges. Acompaรฑarse de Heine y Borges, aunque no conocieron la filosofรญa polรญtica, resarce la dureza de los filรณsofos.

Encima, Spinoza fue un magnรญfico escritor: casi nadie iguala su elegancia ni su geometrรญa argumental. Los hay tan lรณgicos, racionales, espirituales, pero no las tres al mismo tiempo. Se le dejรณ de leer durante dรฉcadas, porque el mainstream filosรณfico quiso rescatar al individuo de su abismo de eternidad personal. De aquella barranca surgieron solamente fantasmas, pero รฉl supo quedarse a esperar.

Quizรก somos de las primeras generaciones que pueden admirar, merced a la curadurรญa editorial de gente como Atilano Domรญnguez, cรณmo la maravillosa geometrรญa lรณgica desemboca, sin saltos metafรญsicos, sin tropiezos ontolรณgicos, en una luminosa realidad racional del mundo y la ciudad.

Ojalรก Descartes, Hobbes, Pascal o la Ilustraciรณn hubiesen leรญdo el elogio liberal de Spinoza al rรฉgimen de Jan de Witt: โ€œNos ha caรญdo en suerte la rara dicha de vivir en un Estado donde se concede a todo el mundo plena libertad de opinar y de rendir culto a Dios segรบn su propio juicio, y donde la libertad es lo mรกs apreciado y lo mรกs dulce.โ€ ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1962) es poeta y ensayista.


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