Desde mediados de 2022, todos los festivales de cine volvieron a celebrarse en el mundo tridimensional. Durante la pandemia, solo dos de los pertenecientes a la llamada categoría “A” ofrecieron a críticos y periodistas de todo mundo la posibilidad de cubrirlos en línea: el festival de Toronto y el de Sundance. El primero ha eliminado esa opción: en su edición más reciente, celebrada en septiembre del año pasado, solo exhibió su programación en funciones presenciales. La medida es comprensible dado el costo logístico –y, por tanto, económico– de sostener una plataforma a la altura. Encima de esto, las restricciones geográficas impuestas por productores y directores de las películas más atractivas generaron quejas de quienes, desde fuera, solo teníamos acceso a un programa de “relleno”.
Menciono las complicaciones del formato de festival en línea que nació de una emergencia –el alto riesgo a contagiarse de covid-19– para decir que lo mejor de la edición de 2023 del festival de Sundance es haberlo conservado, a pesar de ya no ser necesario. Más aún, y como sucedió en 2022, todas las películas en competencia pudieron ser vistas desde cualquier país. Se dirá que esto solo beneficia a periodistas y críticos acreditados, pero entre mayor sea la exposición de una película independiente también aumenta la probabilidad de que sea adquirida para su distribución. Es decir, de que llegue a más plataformas y salas.
Como en años anteriores, ofrezco aquí una selección personal. La lista incluye títulos que resultaron premiados, otros ignorados y unos más exhibidos fuera de competencia. El orden es arbitrario.
AUM: The cult at the end of the world, de Ben Braun y Chiaki Yanagimoto
El 20 de marzo de 1995, los vagones del metro de Tokio se llenaron de gas sarín, un químico letal creado por los nazis que, en esa ocasión, mató a catorce personas y dejó secuelas en casi seis mil. El ataque fue perpetrado por la secta aum Shinrikyo, que hasta entonces no había sido tomada en serio por la policía, a pesar de haber dado pistas previas de su peligrosidad. En un mar de documentales sobre sectas religiosas, este destaca por el ingenio de su estructura. Tras describir la ineficacia de la policía japonesa y el posterior arresto y ejecución de los responsables de aquel atentado, los directores le deparan al espectador un giro final inquietante: la sugerencia de que la secta sigue operando tras una fachada inocua, liderada por uno de los narradores más carismáticos del documental.
Birth/rebirth, de Laura Moss
Presentada en la sección Midnight, dedicada al género de horror, la historia de dos mujeres que buscan resucitar a la hija de una de ellas generó reacciones encontradas. Una actualización del mito de Frankenstein –encarnado en una forense a quien solo le importa descubrir la fórmula de la inmortalidad–, Birth/rebirth dialoga con otras ficciones del género en las que el duelo, no la ciencia, también detona una obsesión por ganarle la partida a la muerte (p. ej. Hereditary, de Ari Aster, y Pinocho, de Guillermo del Toro). Los detractores de la cinta opinaron que reforzaba el estereotipo de una madre “loca”. A quien escribe esto le pareció una metáfora conmovedora sobre el empeño de prolongar la vida de quienes amamos, aun en contra de su voluntad y a costa de su integridad.
Pianoforte, de Jakub Piątek
El polaco Piątek hace uso de los recursos narrativos que vuelven adictivos a los reality shows –una competencia; el conteo regresivo hacia su etapa final; el retrato de sus participantes; un atisbo a sus inseguridades y quiebres emocionales–, pero en torno a un tema muy por encima de la banalidad asociada a ese género: el Concurso Internacional de Piano Chopin, celebrado quinquenalmente en Varsovia desde 1927. Más poderoso aún que el factor suspenso es el perfil prodigioso de los finalistas: adolescentes de distintos países cuya interpretación de Chopin va más allá del dominio de la técnica. Enfrentados a un teclado, despliegan un rango de emociones que no parecería corresponder a su corta experiencia de vida. Pianoforte, sin embargo, no esquiva el lado potencialmente oscuro del virtuosismo. Su personaje más memorable será una competidora rusa que, como ningún otro finalista, ha interiorizado estándares inhumanos de perfección.
20 days in Mariupol, de Mstyslav Chernov
“No sé si debo seguir filmando o intentar tranquilizarla”, dice en off el periodista de la Associated Press y director de este documental. Se refiere a la mujer que entrevista el día en que comienzan los bombardeos a Mariúpol, ciudad estratégica en la invasión rusa a Ucrania. Esa reflexión de Chernov plantea el dilema de fondo en cada una de las siguientes secuencias, progresivamente cruentas. Días después de que Putin declarara que no pretendía atacar el territorio ucraniano, un grupo de periodistas permanece en la ciudad mencionada y documenta la muerte de civiles –bebés, niños y ancianos, entre ellos–. Su intención es dar a conocer las imágenes y así advertir al mundo del doble discurso del líder ruso. Sin embargo, la narración en off comunica al espectador la incertidumbre del periodista sobre la utilidad de su oficio. Ganadora del Premio del Público en la categoría de Mejor Documental Internacional, 20 days in Mariupol contiene secuencias casi intolerables. Chernov aborda el asunto dentro del documental: “Esto es doloroso de ver pero debe ser doloroso de ver.”
Magazine dreams, de Elijah Bynum
La historia de un fisicoculturista negro de temperamento inestable y sin habilidades sociales fue la propuesta más notable de la competencia de ficción estadounidense. Ganadora del Premio a la Visión Creativa (una especie de mención honorífica), la cinta dirigida por Bynum se narra desde la perspectiva de su solitario protagonista. Así, todos los espacios físicos parecen ser proyecciones de su psique: su habitación cóncava y tapizada de pósters de fisicoculturistas; lugares públicos en los que se siente minimizado por otros y escenarios de competencia en donde los jueces lo descalifican. Además de ser un estudio de personaje con ecos de Taxi driver (Scorsese, 1976), Magazine dreams desarma y desafía las convenciones del subgénero “individuos aislados que cobran venganza”. Se aplaude que, por una vez, una película de ficción evite la tentación de diagnosticar los males de una sociedad.
The eternal memory, de Maite Alberdi
La carga emotiva inherente a la enfermedad de Alzheimer puede opacar el aspecto más sobresaliente de este documental: la presencia invisible de Alberdi en momentos que rebasan la noción de lo íntimo. Ganadora al Mejor Documental Internacional, la historia de Augusto Góngora, un conocido periodista chileno afectado por la enfermedad, y su esposa Paulina Urrutia, actriz y exministra de Cultura de ese país, es, ante todo, la crónica de un vínculo que se destruye y renace. Conforme Augusto va perdiendo las coordenadas de su identidad, Paulina primero intenta que las retenga para luego, mejor, construirle un presente solo definido por muestras de amor. Al centro de la historia yace una ironía: en sus años lúcidos, Góngora publicó libros que invitaban a nunca olvidar a los desaparecidos por Pinochet. Un activista de la memoria termina perdiendo la suya. Es justo mencionar que esta misma ironía está al centro del estupendo documental Tiempo suspendido (2015), de Natalia Bruschtein. En él, la abuela de la documentalista es víctima de la enfermedad tras haber sido fundadora de la organización Madres de Plaza de Mayo. A ella, el olvido le permite recuperar la tranquilidad.
Cassandro, de Roger Ross Williams
Dado que la historia real del luchador mexicano Saúl Armendáriz, también conocido como Cassandro, es en sí misma extraordinaria, el proyecto de narrarla en una biopic de ficción enfrentaba el riesgo de perderse en la extravagancia del personaje. La cinta de Williams, hasta ahora documentalista, no solo evitó esta tentación sino que exploró las heridas internas del luchador homosexual sin caer en el extremo contrario: el chantaje sentimental. Al final, Cassandro es una historia de máscaras: las propias de un deporte disfrazado de espectáculo (y viceversa) pero, sobre todo, las que Armendáriz, un hombre gay, tuvo que usar para navegar la homofobia de sus colegas y espectadores. Clave en la eficacia de este retrato es la actuación de Gael García Bernal. No solo por la honestidad con la que habita la faceta vistosa y bombástica de Cassandro –sobre el ring, en sus sesiones de fotos–, sino por la sobriedad con la que hace patentes las carencias de Saúl. Su mejor interpretación en años.
Rotting in the sun, de Sebastián Silva
En su cinta La nana (2009), el chileno Silva creó uno de los personajes más fascinantes del cine latinoamericano contemporáneo: la empleada doméstica del título, interpretada con fiereza por Catalina Saavedra (quien, por este papel, recibiría más de una decena de premios en los principales festivales del mundo). En su cinta más reciente, Silva hace una recuperación/homenaje de aquel personaje. Ubicada en la Ciudad de México, la historia de un director de cine llamado Sebastián Silva pasa de la autorreferencia humorística al retrato satírico de los influencers y su imperio de seguidores y likes. Debajo de una estridencia calculada para irritar acecha la verdadera protagonista de la cinta: Vero, la mujer que limpia el departamento de Silva. De ojos enormes y suspicaces –y de nuevo interpretada por la inigualable Saavedra–, será ella quien cruce sin mancha un pantano de narcisismo, banalidad, corrupción y homofobia. ~
es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.