Vasco de Quiroga, autor de Utopía

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A finales de 1516, en la ciudad de Lovaina, veía la luz por primera vez la Utopía de Tomás Moro. Escrita originalmente en latín, Utopía se difundió por la Europa culta del Quinientos y fue leída con fruición por humanistas de la talla de Erasmo de Rotterdam, Juan Luis Vives y Guillermo Budeo. Las ediciones se multiplicaron rápidamente. En los años siguientes a la publicación de la prínceps, las prensas de París, Basilea y Florencia imprimieron de nuevo este enigmático librito, que mezclaba burlas y veras en proporción nada fácil de determinar.

Muestra del éxito que tuvo la obra fue el hecho de que para 1555 ya se había traducido al alemán, al italiano, al inglés, al francés y al holandés. A estas traducciones es preciso agregar un importantísimo texto para la historia de la cultura europea y americana. Me refiero a la traducción castellana de Utopía escrita por Vasco de Quiroga, que hasta ahora se consideraba perdida y que había estado durmiendo durante largos años en los fondos de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid.

Nacido hacia 1470 en Madrigal de las Altas Torres, un pequeño pueblo en la provincia de Ávila, Vasco de Quiroga fue designado oidor de la segunda Audiencia de México en 1530. Cuando Quiroga desembarcó en Veracruz se encontró con un territorio en plena crisis, asolado por la codicia de conquistadores y colonos, que esclavizaban a los indígenas en las minas. Durante los cinco años que duró su misión como juez de la Corona, Vasco no se limitó a impartir justicia sino que fundó dos pueblos de indios, uno cerca de la actual Ciudad de México, en 1532, y otro en Michoacán, en 1533. El objetivo de estas comunidades era proteger a los indígenas de la rapacidad de los colonos, enseñarles a vivir de manera civilizada, escolarizar a los más pequeños e introducirlos en la fe de Cristo.

Lo más sorprendente del proyecto de Quiroga es que, como él mismo relató en un largo informe remitido al Consejo de Indias, en 1535, su plan de organización social estaba basado en la Utopía de Tomás Moro. Igual que sucedía en la obra del humanista inglés, en las comunidades fundadas por Vasco no existía la propiedad privada, los indios trabajaban seis horas diarias, aprendían el oficio de la agricultura desde la niñez, repartían equitativamente sus bienes y escogían mediante votación a sus magistrados. Por ello, con el objetivo de que un miembro del Consejo de Indias entendiera mejor el funcionamiento de estos dos pueblos, Vasco refería a su destinatario que al final del informe encontraría su traducción de Utopía, ya que sus comunidades eran prácticamente un calco del sistema de gobierno imaginado por Tomás Moro.

Este escrito de Quiroga, conocido con el nombre de Información en derecho, se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de España, pero en él no hay ni rastro de la traducción prometida por Vasco, de modo que hasta ahora se había dado por perdida. Sin embargo, en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid existe una traducción manuscrita de Utopía que con total probabilidad se corresponde con el traslado anunciado por Quiroga. La traducción es anónima y carece de fecha, pero por la letra de los dos copistas y por un indicio interno puede fecharse sin lugar a dudas en época de Carlos V, verosímilmente en la década de 1530. Esta versión castellana sigue muy de cerca el texto latino, del que se desvía en contadísimas ocasiones, y presenta además paralelismos léxicos determinantes, como el hecho de que tanto en el informe de Vasco como en esta traducción se aluda a la Utopía con el término de “ordenanzas”, como si fuera un compendio de buenas leyes, marbete que da cuenta del carácter práctico que entrañaba para Quiroga la obra de Tomás Moro.

Por una de esas paradojas tan queridas por Borges, cuando los consejeros de Indias recibieron la traducción de Utopía de Vasco de Quiroga se encontraron con un texto esencialmente idéntico al original y, al mismo tiempo, muy diferente. Como ocurre con el Quijote de Pierre Menard, la traducción de Vasco, a pesar de su fidelidad, tenía ya un nuevo significado a causa de las distintas circunstancias que separaban a Moro y a Quiroga. En la Europa del siglo xvi, Utopía se leyó como un ingenioso juego de la imaginación sobre una república ficticia o bien como una crítica mordaz de la Inglaterra y la Europa de comienzos del Quinientos. A nadie que leyera ese librito se le habría ocurrido pensar que el sistema político que allí se describía pudiera llevarse a cabo. Vasco de Quiroga creyó, en cambio, que la obra del humanista inglés, como si de un manual de buen gobierno se tratara, podía emplearse para alumbrar un ambicioso proyecto de organización política y social cuyo fin era la evangelización de los indígenas novohispanos. De la mano de un jurista nacido en la árida meseta castellana, la Utopía de Tomás Moro, obra concebida en el corazón de Europa a partir de las crónicas de los primeros viajeros al Nuevo Mundo, volvió a América. Allí donde Utopía tuvo su origen, fue preciso que regresara. ~

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es filólogo e investagador. Desde 2014 se dedica al estudio de la prosa española del siglo XVI.


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