En la maรฑana del 15 de abril, me soltaron definitivamente del cuartel. Apenas salido de la Remonta, al embocar Bravo Murillo, lo primero que hice fue buscar un portal suficientemente oscuro. Una vez encontrado, me metรญ en รฉl y sin mรกs ceremonias me desnudรฉ, quitรกndome para siempre el uniforme y lo sustituรญ por ropa civil. No me gustaba el ejรฉrcito espaรฑol, pero en ese momento no sospechaba que yo tampoco le gustaba a รฉl. A los pocos dรญas, mi madre abriรณ la puerta a un soldado que traรญa consigo una orden personal del capitรกn general de Madrid, segรบn la cual tenรญa que incorporarme de inmediato como soldado para cumplir un nuevo servicio militar en รfrica. Mi madre cayรณ redonda al suelo y cuando volvรญ a casa quedรฉ por un tiempo sin saber quรฉ hacer. De antemano, decidรญ que mรกs valรญa escapar a Francia, antes que aguantar otros nueve meses, y ahora en rรฉgimen de castigo. La รบnica rendija era que por mi condiciรณn de cabo primero no podรญa presentarme como soldado en el centro militar. Asรญ que respondรญ que el cumplimiento de la orden resultaba imposible. Por si acaso, mi padre asumiรณ el papel de gestionar una soluciรณn. Solo que la orden se repetรญa y yo podรญa ser detenido en cualquier momento. Tras varias semanas, todo se resolviรณ al hispรกnico modo. Mi padre untรณ con dos mil pesetas al sargento chusquero que se encargaba del asunto y mi expediente fue introducido por su mano entre los resueltos positivamente. Entre tanto, Marta regresaba de una excursiรณn por Europa con sus dos compaรฑeras de curso, Angelines y Beleta Moll. Decidรญ jugar mi baza despuรฉs de los fracasos anteriores yรฉndola a esperar a Barcelona. Su postal desde Bruselas (โMuchos besos, Martaโ) era esperanzadora. Fue una breve estancia muy rentable, ya que pude entablar la deseada relaciรณn sentimental, y subrayo lo de sentimental, y aunque de esto no estoy muy seguro, concretรฉ los contactos con Seix Barral, para rehacer la traducciรณn al espaรฑol de El hombre unidimensional de Herbert Marcuse. La tarea me proporcionรณ un mayor acercamiento a Marta, que habรญa estudiado en el Colegio Britรกnico. De momento, sin embargo, contaba la coincidencia de ambos en Barcelona, con la visita a sus librerรญas, y las noches de jazz en el local de la plaza Real, donde tocaba Tete Montoliu. De vuelta en Madrid, recuperรฉ tambiรฉn la relaciรณn con el grupo de estudiantes vascos, en realidad de ETA, que encabezaba Txomin Ziluaga, hombre al cual en el mismo 68 detuvieron en el Aberri Eguna, pero tambiรฉn el Primero de Mayo. Por pertenecer al frente cultural, las รบnicas actividades en las cuales yo participaba eran las misas dominicales a cargo de un cura vasco conciliar y las sesiones en las que eran invitados a la โsedeโ, un chalet mรกs tarde derruido en una colonia de Francos Rodrรญguez, cantantes vascos, entre ellos Lourdes Iriondo, nuestra Joan Baez, y creo que tambiรฉn Mikel Laboa, e incluso profesores de la calidad de Koldo Mitxelena, sin que faltaran grupos populares de trikitrixa. [โฆ] No era un medio fรกcil, a pesar de la cordialidad de Txomin. Tratรฉ de explicarles la complejidad de Euskadi en tรฉrminos nada nacionalistas, en una conferencia pronunciada en el colegio de monjas de la calle Tutor. No tuve el menor รฉxito, si bien me vi superado en irritaciรณn por una intervenciรณn de Marta que puso en cuestiรณn la condiciรณn vasca de Navarra. Creo que entonces me ganรฉ el cariรฑoso epรญteto de โel cabrรณn del espaรฑol de Elorzaโ. Otro dรญa me encontrรฉ con que uno de los miembros, de nombre Zubillaga, habรญa sido expulsado por implicarse en la escisiรณn ETA-Berri y se le habรญa prohibido asistir a la misa, la mรกs rara exclusiรณn imaginable. Yo habรญa llegado al grupo de la mano de un compaรฑero de carrera, el zarauztarra Gillen Azkoaga, activista impenitente, quien me presentรณ a Txomin Ziluaga, que tambiรฉn andaba por la Facultad. Los caminos del Seรฑor son inescrutables. Y fue Txomin el que me informรณ de que el grupo pertenecรญa a ETA. La agitaciรณn universitaria se acercaba al clรญmax del 18 de mayo, fecha en que estaba previsto un recital de Raimon. Gonzalo Anes comentรณ como sigue el aspecto que ofrecรญa el vestรญbulo de la Facultad de Polรญticas y Econรณmicas: โยกEsto parece el centro de propaganda de Vietnam!โ Entre la movilizaciรณn de militantes e imagen en el interior, y el deseo de la policรญa por acabar con aquello, el papel de las autoridades acadรฉmicas no resultaba fรกcil, aun cuando el vicedecano Juan Velarde hiciese lo inevitable para conjurar la catรกstrofe. Falangista hasta hoy, fue siempre ante todo un hombre tolerante. Una maรฑana que fui a visitarle a la Facultad, le encontrรฉ en su despacho negociando en presencia de los lรญderes estudiantiles, Jaime Pastor y Paco Alburquerque, con el jefe de la Brigada Polรญtico-Social, comisario Saturnino Yagรผe, al otro lado del telรฉfono. Propuso: โSi los estudiantes quitan los carteles llamando al Caudillo asesino, ยฟpodรฉis no entrar?โ Ignoro el final. Los mรฉtodos de control del movimiento universitario, y de la oposiciรณn urbana en general, todavรญa no estaban bien ajustados. Los nuevos movimientos antifranquistas les resultaban mรกs difรญciles de identificar que los clรกsicos, herederos de la Guerra Civil. Ademรกs habรญan crecido exponencialmente. Las comunicaciones entre las distintas unidades y la central eran todavรญa imperfectas, aunque por poco tiempo, y podรญan ser seguidas por radio, desplazรกndose los manifestantes para evitar la llegada de esta o aquella unidad. Peor funcionaba aรบn la intercepciรณn telefรณnica. Sonaba un clin-clin continuo de fondo al iniciarse esta, de manera que podรญas optar por conservar la llamada, si esta era inocua, cortarla, o bien apretar a medias los colgadores, con lo cual se producรญa un fuerte zumbido molesto para quien practicaba la escucha. En una ocasiรณn, cuando repetรญ esa prรกctica, el telรฉfono hablรณ solo: โยกQuita, cabrรณn, que me haces daรฑo!โ Era aรบn una tรฉcnica primaria, cuya ineficacia resultaba compensada con los malos tratos en Gobernaciรณn. Por el momento, no practicaba militancia activa alguna, salvo reuniendo textos anteriores al 36 para que eventualmente los publicara Josรฉ Martรญnez Guerricabeitia en la Editorial Ruedo Ibรฉrico. Mi interรฉs se situaba fuera de Espaรฑa, con las noticias del mayo francรฉs, que seguรญa a travรฉs de Le Monde, y sobre todo con los inesperados procesos de cambio en la Europa del Este, acerca de los cuales me informaba siempre por Le Monde. Me habรญa suscrito a la revista LโHomme et la Sociรฉtรฉ, que dirigรญa el polรญtico excomunista Jean Pronteau, en cuyas pรกginas leรญ las primeras contribuciones a una extraรฑa conciliaciรณn entre comunismo y democracia, sobre la que teorizaba un amigo de juventud de Gorbachov, Zdenฤk Mlynรกล, ya convertido en principal teรณrico de la Primavera de Praga. Los libros marxistas llegaban sin demasiadas dificultades a las librerรญas amigas, y ya no habรญa que conformarse con las traducciones autorizadas del โMarx de los jesuitasโ o con la lectura de las magnรญficas Dieciocho lecciones sobre la sociedad industrial de Raymond Aron. En la facultad de polรญticas se vendรญa legalmente, ciclostilado, el Manifiesto comunista que yo mismo traduje. Cerca estaba la aludida preparaciรณn del gran recital de Raimon en Polรญticas, con Marta en el papel de organizadora desde su condiciรณn de delegada de Culturales en el Sindicato Democrรกtico, a las รณrdenes de Jaime Pastor, entonces como ella, y como Marรญa del Carmen Iglesias, integrante del Frente de Liberaciรณn Popular (FELIPE), nuestra versiรณn del PSU francรฉs. Su nombre clandestino era โTeresaโ. Al celebrarse el cuarenta aniversario del 68, hace diez aรฑos, su participaciรณn fue ninguneada. Se le incoaron ocho sumarios, y menos mal que el decano รngel Vegas no pudo facilitarle una bandera para ser quemada. La movilizaciรณn de masas en torno al recital culminรณ el 68 espaรฑol. Como en la letra de la canciรณn conmemorativa de Raimon, aquella jornada con Marta โno la olvidarรฉ nuncaโ.
Los posos de mayo
[โฆ] Yo habรญa intentado asistir en mayo a las conferencias organizadas por el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Karl Marx, una de las cuales fue pronunciada por Marcuse el 6 de mayo; la orden del capitรกn general sofocรณ el intento. Asรญ que cuando llegamos a Parรญs, a principios de julio, todo habรญa acabado. Se respiraba un extraรฑo ambiente, con numerosos restos del levantamiento en las calles o en edificios como el Odรฉon, y tambiรฉn con signos de la estricta represiรณn dictada por el ministro Raymond Marcellin. Pudimos recoger bastante material (documentos, panfletos, hojas volantes) y adquirir los primeros trabajos que iban saliendo sobre el tema. Los familiares jรณvenes de Marta que habรญan seguido de cerca los acontecimientos nos contaron bastantes cosas. En conjunto, no habรญa motivo para el optimismo. El dรญa 21 llegรณ la noticia de que los tanques del Pacto de Varsovia habรญan entrado en Checoslovaquia. La Primavera habรญa terminado. Lo compensamos con paseos, cines y la degustaciรณn de un manjar que yo desconocรญa, los nems en el Restaurante Vietnam, que entonces estaba enfrente de la librerรญa del simpรกtico cascarrabias Robles. Todavรญa se podรญa comer la buena sopa de cebolla y caracoles en restaurantes vecinos a las aรบn no derruidas Halles. La parte seria de la estancia correspondiรณ a las relaciones con Josรฉ Martรญnez, el anarcobolchevique director de Ruedo Ibรฉrico, que se habรญa trasladado con su librerรญa a la calle Sommerard, junto al bulevar Saint-Michel. Comimos juntos varias veces, me introdujo a sus amigos anarcosindicalistas de Front Libertaire โde los que formaba parte Cipriano Meraโ, y acordamos la forma de colaboraciรณn. A corto plazo recibรญ el encargo de una traducciรณn del francรฉs de 1905 de Trotski, que ejecutรฉ a medias con una amiga de Marta. Acabรณ publicรกndose como trabajo de Josรฉ Martรญnez y Juan Andrade. Escribรญ tambiรฉn en Parรญs el primer artรญculo para Cuadernos de Ruedo Ibรฉrico, titulado โConsideraciรณn sobre Carrero Blancoโ, mucho mejor que todo lo anterior y que firmรฉ como Emilio Benรญtez. Un รบltimo aspecto de esta estancia tuvo poco que ver con la revoluciรณn. En principio, Marta iba a la casona de sus tรญos, los Hernandorena, en la calle Liรจge, junto a la estaciรณn de Saint-Lazare. Tรญo Godo y tรญa Mercedes eran unos nacionalistas vascos estupendos pero poco inclinados a amparar el amor libre. Asรญ que de cara a la estancia yo me travestรญ en Angelines, lo cual tenรญa un solo problema: la sirvienta de los tรญos de Marta aparecรญa a limpiar cuando le venรญa en gana. No le cabรญa entonces a Angelines otro recurso que refugiarse en uno de los grandes armarios. La sirvienta mostraba una y otra vez su extraรฑeza por no encontrarla. [โฆ] Al cruzar el 2 de agosto la frontera de Irรบn, el exhaustivo registro del coche nos avisรณ de que algo grave sucedรญa: eta habรญa asesinado al policรญa torturador Melitรณn Manzanas. La carga de irracionalidad en el grupo del chalet resultaba evidente, pero esto era otra cosa. Frente al contenido democrรกtico del catalanismo, reflejado para mรญ en la poesรญa de Salvador Esprรญu, estallaban la carga apocalรญptica de su contrafigura vasca, Gabriel Aresti, y el odio xenรณfobo de Sabino Arana. Se iniciaban las dรฉcadas del terror y para mรญ una inacabable sensaciรณn de angustia.
Otoรฑo infausto
Despuรฉs del largo verano, el regreso al trabajo en la universidad fue ante todo un tiempo de desilusiรณn. Las expectativas de la primavera se habรญan disuelto en todos los รณrdenes. Marta vivรญa con sus padres, el ambiente en las aulas era de crispaciรณn y de miedo a la represiรณn, las perspectivas de una carrera acadรฉmica normal se veรญan seriamente amenazadas, y, mirando hacia el exterior, del mayo francรฉs solo quedaba el recuerdo, iban conociรฉndose gota a gota los actos de barbarie en la Revoluciรณn cultural, y tras la invasiรณn por las fuerzas del Pacto de Varsovia apenas podรญa esperarse una supervivencia residual del reformismo checo. La รบnica salida consistรญa en acelerar como fuese la tesis doctoral sobre el liberalismo en la Ilustraciรณn espaรฑola, y eso desde una situaciรณn de penuria, sin un duro siquiera para hacer unas fotocopias. Al menos, las noticias de Praga supusieron una clarificaciรณn de mis posiciones polรญticas, la resoluciรณn de tantas dudas al tener noticia de la actitud resuelta de condena adoptada por el PCE. La cuadratura del cรญrculo parecรญa lograda: un comunismo defensor de la democracia, en apariencia el de Carrillo o el de Dubฤek, enfrentado al irreformable estalinismo de la URSS. Por si algo faltaba, meses despuรฉs tuvieron lugar la publicaciรณn de La confesiรณn, de Artur London, y la subsiguiente pelรญcula de Costa-Gavras, con Jorge Semprรบn como guionista. A pesar del claro distanciamiento del escritor respecto de su antiguo partido, en La confesiรณn podรญa atisbarse la idea de que frente al soviรฉtico existรญa un comunismo autรฉntico. La sorprendente sugerencia venรญa respaldada por la rotunda evocaciรณn positiva de las personalidades del exbrigadista London y de su compaรฑera Lise Ricol (Yves Montand y Simone Signoret), mรกs hitos tales como aquel grafiti donde se leรญa que Lenin debรญa perdonar a los soviรฉticos, que se habrรญan vuelto locos. Asรญ fue como paradรณjicamente el relato sobre la invasiรณn de Praga pudo constituirse en un aliciente para ingresar en el PCE. [โฆ]
El entierro de la utopรญa
[โฆ] Los acontecimientos se precipitaron en enero de 1969. Una asamblea en la Universidad de Barcelona fue el prรณlogo del asalto al Rectorado, con la sustituciรณn de la bandera espaรฑola por una roja, con la hoz y el martillo, y sobre todo fue defenestrado el busto de Franco. Era la ocasiรณn perfecta para emprender una limpieza a fondo de la universidad. El 24 de enero, el ministro de Informaciรณn y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, decidiรณ hacer bueno el diagnรณstico de Josรฉ Marรญa Pemรกn en Mis almuerzos con gente importante: โpor naturaleza, era casi somรกticamente un naziโ. En su alocuciรณn justificativa del estado de excepciรณn retomรณ los acentos de la Guerra Civil y acumulรณ todos los tรณpicos posibles sobre la amenazadora conspiraciรณn. A Fraga no le sirviรณ de nada este regreso a los orรญgenes, pero cumpliรณ su misiรณn al servicio del dictador. Ese dรญa, yo me habรญa desplazado al Archivo de Simancas para completar la documentaciรณn de mi tesis doctoral. Al regresar a Madrid, escuchรฉ las palabras del ministro y pensรฉ que lo mรกs urgente era deshacerme de la documentaciรณn de eta que Txomin Ziluaga habรญa dejado en mi casa antes de su detenciรณn. Intentรฉ quemar los papeles en la ducha, pero tuve que suspenderlo al prenderse la cortina. Al dรญa siguiente, depositรฉ los documentos en la Hemeroteca Municipal de Madrid, dada su importancia histรณrica. El director, don Miguel Molina, que era un excelente liberal, los aceptรณ, si bien no estoy seguro de que hayan sobrevivido. Lo peor, sin embargo, habรญa sucedido unos dรญas antes. El 17 de enero fue detenido el estudiante Enrique Ruano, del โFELIPEโ, sometido a torturas, balaceado y arrojado por la ventana tres dรญas despuรฉs. El tratamiento del suceso por parte del gobierno, y, en particular, por el ministro Fraga, forzando la colaboraciรณn de abc, constituyรณ uno de los episodios mรกs viles en la historia del rรฉgimen. Fueron manipuladas las notas de un diario รญntimo del estudiante para presentarle como un suicida en potencia; las circunstancias del crimen alcanzaron los mรกximos niveles de lo macabro. De la mano de Fraga, Espaรฑa volvรญa a los aรฑos cuarenta y al precedente asesinato judicial de Juliรกn Grimau. Tengo en la memoria que me asomรฉ al balcรณn interior de casa de mis padres y gritรฉ hasta perder la voz. ~
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Este es un extracto adaptado de Utopรญas del 68. De Parรญs y Praga a China y Mรฉxico, que publica este mes la editorial Pasado & Presente. Historia
Antonio Elorza es ensayista, historiador y catedrรกtico de Ciencia Polรญtica de la Universidad Complutense de Madrid. Su libro mรกs reciente es 'Un juego de tronos castizo. Godoy y Napoleรณn: una agรณnica lucha por el poder' (Alianza Editorial, 2023).