Coreografías de la disidencia: 35ª Bienal de São Paulo

La actual edición de la segunda bienal más antigua del mundo pone el énfasis en obras que enfrentan el racismo y las conductas estructurales de exclusión.
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Con el apelativo “Coreografías de lo imposible” la segunda bienal más antigua del mundo y la más grande del hemisferio suramericano abrió sus puertas el pasado 6 de septiembre en el Pabellón Ciccillo Matarazzo del parque Ibirapuera en São Paulo, integrando a 121 participantes y 1,100 obras de arte. Para configurar este evento, el colectivo curatorial se conformó por la curadora brasileña Diane Lima (Mundo Novo, Bahía, 1986), especializada en la producción y difusión de conocimiento afrocentrado; la escritora y performer afroportuguesa Grada Kilomba (Lisboa, 1968), cuyos temas de creación se centran en la decolonialidad; el curador brasileño Hélio Menezes (Salvador, Bahía, 1986), cuyas investigaciones cuestionan las políticas de representación del arte afrobrasileño; y el curador Manuel Borja-Villel (Burriana, Castellón, 1957), cuya gestión como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, desarrollada hasta inicios de 2023, ha sido identificada por muchos intelectuales como una de las más edificantes e innovadoras en prácticas culturales contemporáneas.

Dada la trayectoria del equipo, esta bienal se distingue por el énfasis puesto en obras que enfrentan el racismo y las conductas estructurales de exclusión, además de promover el agenciamiento colectivo. De acuerdo con los curadores: “Las coreografías de lo imposible nos ayudan a percibir que diariamente encontramos estrategias que desafían lo imposible, y son esas estrategias y herramientas para volver posible lo imposible lo que encontraremos en las obras de los artistas.”

En estas coreografías la danza ha tenido un lugar preponderante. Si recordamos cómo las comunidades africanas traídas a las Américas en esclavitud guardaron en sus bailes memorias, conocimientos y resistencias, podemos trazar en ellas una historia de disidencia. Así en la bienal encontramos los registros realizados por la bailarina, antropóloga, coreógrafa y activista Katherine Dunham (Glen Ellyn, Illinois, 1909-Nueva York, 2006), quien entre 1940 y 1960 filmó ceremonias de las diásporas africanas en lugares como la Martinica, Cuba y Trinidad y Tobago, danzas que informaron su práctica conocida como la Técnica Dunham. Memorables son también los registros de obras del coreógrafo brasileño Luiz de Abreu (Araguari, Minas Gerais, 1963), donde la danza articula movimientos de confrontación; por ejemplo, en O samba do crioulo doido, un bailarín utiliza la bandera brasileña como único atuendo para bailar una samba; al convertir al símbolo patrio en utilería, expone tanto la exotización y erotización de los cuerpos afro durante el carnaval, como la cosificación de las identidades negras. Por otro lado, sobresalen también los videos de Pauline Boudry (Lausana, 1972) y Renate Lorenz (Berlín, 1963), cuyas coreografías presentan una fusión de bailes urbanos; sus piezas nos recuerdan cómo a principios de los años setenta en el Bronx la danza urbana se convirtió en una manera de resolver los enfrentamientos entre pandillas de origen latino y afroamericano. Así, las combinaciones urbanas de free-style diseminadas en las décadas subsecuentes por las Américas han sido también formas estéticas de articulación social.

Por otro lado, es también muy relevante la presencia en la bienal de artistas provenientes de comunidades originarias como el Movimiento de los Artistas Huni Kuin (MAHKU), colectivo de la Amazonia brasileña que con el lema “Vender tela para comprar tierra” utiliza la pintura para preservar las historias de su comunidad. También es destacable la presencia pictórica de Carmézia Emiliano (Maloca do Japó, Roraima, 1960), descendiente del pueblo macuxi. En su trabajo encontramos relatos animados donde se hace visible la relación ancestral de su comunidad con la naturaleza. Del mismo modo, podemos mencionar los trabajos fílmicos del colectivo formado por Aida Harika Yanomami, Edmar Tokorino Yanomami y Roseane Yariana Yanomami, quienes presentan cortometrajes sobre la pesca comunitaria y la preparación del yakoana, elemento de ingesta ritual entre los yanomami. Por su parte, Denilson Baniwa (Barcelos, Amazonas, 1984), originario también de la Amazonia, además de dibujos, presenta una instalación donde se ha sembrado maíz guaraní; su trabajo apunta a cuestiones medioambientales señalando cómo el cultivo es una práctica ecosistémica en la cual se hacen visibles los ciclos de la vida y las temporalidades de la naturaleza.

En cuanto a la integración de ancestralidad y ecología, Rosana Paulino (São Paulo, 1967) nos presenta en su pintura una mitología de mujeres-árboles donde se nos revelan cosmogonías necesarias para reorganizar nuestros imaginarios de cara al Antropoceno.

Otra presencia importante en la bienal es la Sauna Lésbica, un espacio instalativo articulado por Malu Avelar, Ana Paula Mathias, Anna Turra, Bárbara Esmenia y Marta Supernova, donde se promueve el cuestionamiento al binarismo hegemónico y los estereotipos de género.

Por otro lado, la participación mexicana en la bienal se conforma por piezas de José Guadalupe Posada (1852-1913), Leopoldo Méndez (1902-1969) y el Taller de Gráfica Popular (1937), quienes coinciden en haber utilizado la gráfica como herramienta para la denuncia y la politización del público. También cabe mencionar la presencia de la icónica pieza de Francisco Toledo Papalotes de los desaparecidos, realizada en 2014 tras la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Finalmente, la incorporación de acciones ciudadanas en la bienal ha sido destacada. El archivo fotográfico del Quilombo Cafundó recupera la historia de Otávio Caetano quien, al observar la extinción de comunidades quilombolas vecinas, ideó una estrategia que consistió en hablar en público el cupópia, una combinación de portugués y africano utilizada en Cafundó, lo que atrajo la atención de los medios asegurando así su supervivencia. También la Cocina de la Ocupación 9 de Julio se ha trasladado a la bienal para ofrecer un servicio de restaurante. Esta iniciativa es parte del Movimiento de los Sin Techo del Centro (MSTC), quienes por décadas han organizado la ocupación de edificios abandonados para dar abrigo a personas sin acceso a vivienda. Con el lema “ocupar es cuidar” la cocina busca socializar el trabajo del MSTC descriminalizando la ocupación y promoviendo políticas de cuidado.

Por último, es importante resaltar cómo la apertura de la bienal trae consigo un efecto positivo en São Paulo, donde espacios independientes, galerías y museos abren exposiciones con las cuales el público nacional e internacional puede complementar su visita. En ese sentido, algunas de las exhibiciones imperdibles en São Paulo son Dos Brasis, una revisión histórica del arte afrobrasileño presentada en el SESC Belenzinho, y la exposición colectiva en la Ocupación 9 de Julio donde obras de artistas como Ernesto Neto conviven con piezas de los integrantes de la ocupación. Sin duda esta bienal dejará muchas reflexiones y discusiones en torno a la función de las instituciones culturales.

La Bienal de São Paulo podrá visitarse hasta el 10 de diciembre de 2023. ~

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Es escritora, crítica de arte y académica. Su libro más reciente es Todo retrato es pornográfico (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015)


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