Quisiera refugiarme en la ficción de que genero un desorden fértil, pero el adjetivo sobra: es un desorden sin más. Mi escritorio es el lugar donde por costumbre acumulo los libros que empecé a leer y es improbable que termine. Se apilan ahí, poco a poco, como un reproche, hasta que un día, resignado, los devuelvo al librero. (Es, digamos, una especie de limbo donde esperan su condena definitiva). Es un escritorio viejo, restaurado, que tiene en las entrañas una máquina Olivetti que jamás uso. Encima cuelga un móvil hecho con milagritos de la iglesia ortodoxa griega.
Daniel Saldaña París
Diseñador gráfico e ilustrador