El universo femenino de Rodrigo García

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Aventurarse en el mundo cinematográfico de Rodrigo García es zambullirse por completo en el mundo femenino: una serie de acercamientos con lupa a problemáticas cotidianas desde el punto de vista de una o varias protagonistas. Su película más reciente no sólo continúa la tendencia sino que la profundiza: el tema a desarrollar es una cuestión que la vida les ha reservado únicamente a ellas, y aunque abortar o dar a un hijo en adopción pueda ser una decisión de pareja, la última palabra en ambos casos la tendrá siempre la madre, esté o no el padre a su lado.

Mother and Child (2009) es su cinta más ambiciosa, una antología de su obra y un punto de partida a nuevos horizontes. Es su mayor esfuerzo a la fecha y, en términos de estructura dramática, un acierto, a pesar de la imperfección de uno que otro detalle. Es paradigmático que Passengers (2008), la única película que no escribió, es mediocre aún dentro del thriller psicológico. Es un trabajo fuera de su control, hecho por encargo, que quizá aceptó como ejercicio, por necesidad económica o como trueque en aras de realizar Mother and Child. Sea como fuere, es evidente que Passengers escondió tras artificios al autor de Things You Can Tell Just By Looking At Her (1999) y Nine Lives (2005), sus obras más significativas junto a la más reciente. Lo único que emparenta aquél bodrio con sus otras películas es el sexo femenino de la protagonista, y nada más.

Como ya es costumbre, el elenco está repleto de estrellas: la actuación de Naomi Watts es notable, como lo es también la de Samuel L. Jackson. Al llevar a extremos histéricos a su personaje, Annette Bening da el tono disonante en la composición. Su nula sutileza daña al ensamble. Dos de sus tres personajes principales tienen su contraparte en Things You Can Tell Just By Looking At Her: Karen, el personaje de Bening, es un clon del que antes hiciera Glenn Close con mejor resultado, aunque en este caso sabemos que dio a su hija en adopción cuando era apenas una adolescente. Vive con su madre enferma, y no ve más allá de sus deberes de hija-enfermera. Cuando al fin muere la madre, Karen se libera y cae en los brazos de Jimmy Smits en el papel de Paco. Es él quien le sugiere buscar a su hija. En paralelo somos testigos de la vida de la niña perdida, bautizada Elizabeth por sus padres adoptivos y endurecida emocionalmente por la vida. Diez años antes Holly Hunter jugó ese papel. En Mother and Child es Watts quien maneja al personaje con maestría, primero con coraza de hierro, sublimada después a causa de un embarazo no deseado. Y existe un tercer ingrediente: una mujer de raza negra que, siendo estéril, intenta adoptar.

Comparar Mother and Child con Nine Lives podría someter a la primera a una competencia desleal. Una enlaza tres historias y hasta cuatro generaciones de madres e hijas en la misma línea dramática. La otra está compuesta por nueve planos independientes con una duración de entre diez y quince minutos cada uno, armando en conjunto un rico mosaico a partir de breves segmentos de vidas que no volveremos a ver o que aparecerán como piezas de fondo en otra sección sin injerencia o relación directa con esas otras vidas. Nine Lives mantiene una exquisita solidez cinematográfica quizá porque no persigue la complejidad de Mother and Child, que se arriesga con resultados disímiles. Y aun siendo tan distintas en su configuración, es claro que una misma sensibilidad lleva el timón en ambos casos. De ahí el afán comparativo: cuando da en el clavo, la firma de García es indeleble.

En el otro extremo está Things You Can Tell Just By Looking At Her. Además de resucitar a dos de las seis mujeres retratadas en su primera obra, Mother and Child es la evolución de la idea de vidas cruzadas ahí propuesta. Things You Can Tell Just By Looking At Her es a Mother and Child lo que Ten Tiny Love Stories (2001) -diez mujeres hablando directo a la cámara sobre amores pasados- es a Nine Lives. En Mother and Child las historias se entretejen linealmente sin estar separadas por intertítulos como sus predecesoras, y sus tres protagonistas están o estarán íntimamente ligadas, haciendo de la unión un nuevo ingrediente en ese microcosmos cinematográfico.

El esfuerzo constante de García por acercarse al espíritu femenino no sólo es loable sino necesario en este mundo gobernado por un exceso de testosterona. Un vistazo al cúmulo de personajes femeninos que ha llevado a la pantalla revela un grado de acercamiento sobrecogedor. Su inclinación es tal que podría catalogarse como una grata obsesión, y es precisamente esa fascinación la responsable de instantes de una delicada resonancia emocional. Y aunque el extremo de su búsqueda ha dejado también protagonistas maltrechas que exageran y caen en el melodrama involuntario, sin éstos no existirían aquellos personajes bien delineados que sí llegaron a buen puerto.

Mother and Child es un poema maternal, una fina sonata de faldas. Es el sincero esfuerzo de un hombre por aproximarse y comprender a las mujeres por medio del cine.

Empero, García es esclavo de una carga que lo rebasa. El talón de Aquiles del cineasta colombiano es la música que elige para sus películas y la manera de utilizarla, y su última cinta no hace más que confirmar una tendencia que rompe con el naturalismo estético de su obra. La sensiblería armónica hacia la que se inclina es innecesaria; convierte momentos frágiles en bochornosas demostraciones triviales que de otra forma mantendrían su pureza. Usa música terrorífica y abusa de ella como una fatalidad impuesta desde fuera. Su proceso fílmico podría prescindir de este elemento que se interpone entre un exquisito propósito dramático y el resultado final. Al menos habría que minimizarlo: en sus manos la música es un componente indecoroso.

-Juan Patricio Riveroll

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(ciudad de México, 1979) Escritor y cineasta


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