La habilidad empresarial de Trump ha sido parte central de su campaña desde el inicio. Dice que de Estados Unidos hará lo mismo que ha hecho de sus compañías: negocios exitosos. En el debate se jactó de haber obtenido casi 700 millones de dólares en ingresos solo el año pasado. “Esa es la mentalidad que nuestro país necesita”, dijo. “Teniendo un país al que le va tan mal, al que todos los países le roban… es hora de que esa nación tenga a alguien al frente que sepa de dinero”.
Trump no solo habla de vencer a mexicanos y chinos. Habla de vencer estadounidenses. Quince minutos después de que iniciara el debate, Hillary Clinton abordó la crisis financiera del 2008 y la recesión resultante que acabó con trabajos, casas y ahorros. “Donald le apostó a la crisis financiera del mercado inmobiliario”, recordó. “En 2006 dijo, caray, ojalá colapse el mercado para poder ir y comprar propiedades y hacer dinero”.
En ese momento, Trump interrumpió a Clinton, no para contradecirla sino para darle la razón. “Se llama hacer negocios”, dijo.
Veinte minutos después, Clinton quiso que Trump explicara por qué no ha hecho públicas sus declaraciones de impuestos. “Tal vez no quiere que el pueblo de Estados Unidos, todos los que nos están viendo esta noche, sepan que no ha pagado un quinto”, dijo. “Las únicas declaraciones que hemos visto son de un par de años cuando tuvo que entregarlas a las autoridades estatales para obtener la licencia para un casino. Y lo que esas declaraciones mostraron era que no había pagado ningún impuesto federal”.
De nueva cuenta, Trump interrumpió, no para quejarse de la acusación sino para presumirla. “Eso me hace un tipo inteligente”, se ufanó.
Trump aseguró que el país “necesita nuevas carreteras, túneles, puentes, aeropuertos, escuelas y hospitales. Y no tenemos dinero, porque lo hemos gastado en muchas de tus ideas”. Para contestarle, Hillary dijo que quizás el presupuesto no daba para esas construcciones porque “tú no has pagado impuestos en años”. Trump ni se inmutó. “Aunque lo hubiera pagado, también lo hubieran malgastado, créeme”, dijo, sonriente.
Clinton siguió al ataque:
“He conocido muchas personas a las que tus negocios y tú les han visto la cara, Donald. He conocido lavaplatos, obreros, arquitectos, instaladores de vidrio y mármol y cortinas, como mi propio padre, a quienes no les pagaste cuando terminaron el trabajo que tú les pediste que hicieran. Aquí en la audiencia tenemos a un arquitecto que diseñó una de las casas club para tus campos de golf. Es un lugar lindo. Inmediatamente abrió sus puertas, listo para recibir clientes. Y no le pagaste a esta persona lo que te cobró”.
A Trump, la historia le importó un bledo. “Tal vez yo no quedé satisfecho con su trabajo”, dijo. Después, Clinton intentó seguir, y Trump añadió. “Nuestro país debería hacer lo mismo”. No pagarle a quienes ofrecen servicios no es parte del arsenal de Trump. Es parte de su política.
El problema con Clinton, desde el punto de vista de Trump, es que no respeta el ingenio necesario para evadir impuestos y deudas.
Trump también defendió el modo en el que utilizó las leyes de bancarrota estadounidenses para huir de sus deudas. “Usamos ciertas leyes”, explicó. “Me aprovecho de las leyes del país, porque estoy a la cabeza de una compañía. Mi obligación en este momento es que mi familia esté bien, así como mis empleados y mis compañías”.
¿Responsabilidad cívica? Meh.
El debate llegó a las relaciones interraciales. Supuse que Trump había presumido suficiente sobre sus corruptelas, pero apenas arrancaba. Clinton mencionó una demanda de 1973 en contra de Trump, llevada a cabo por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, por excluir a personas de raza negra quienes buscaban rentar departamentos de su propiedad. Trump no mostró un ápice de arrepentimiento. “No llegamos a un acuerdo con nadie y no admitimos nuestra culpa”, se río. “Fue muy fácil de hacer”. Y después añadió: “Veo eso y pienso, ¿no es impresionante? Llegué a un acuerdo sin admitir nada de culpa”.
Firmar un cheque para ocultar la verdad y escapar de la justicia no solo es aceptable, sino digno de aplauso.
Incluso en el último segmento del debate, sobre política exterior, Trump celebró su temperamento corruptible. Se jactó de que “por mucho tiempo he dicho que”, al invadir Irak, “debimos llevarnos todo el petróleo”. También sugirió hacer lo mismo con Libia. Estar a cargo del ejército es lo mismo que estar a cargo de una compañía: entra, saquea y llévate lo que puedas.
Eso por el lado de las ganancias. El punto de vista de Trump sobre los gastos es igual de simple: no pierdas dinero ayudando a nadie. Quiere replantear el compromiso de Estados Unidos con los aliados de la OTAN porque, como explicó el lunes, “muchos de ellos no están pagando lo que es justo… los estamos defendiendo. Por lo menos deberían de pagarnos lo que nos deben por contrato y por el tratado”. La palabra contrato, que ningún otro candidato ha utilizado en este contexto, nos dice mucho sobre cuán mercenaria será la política exterior de Trump.
Su actitud incluso abarca las armas nucleares. Clinton dijo que Trump “repetidamente ha asegurado que no le importa que otras naciones cuenten con armas nucleares: Japon, Corea del Sur, hasta Saudi Arabia”. Trump contestó que estaba cansado de defender países que pueden defenderse solos. “Protegemos a Japón, a Alemanía, a Corea del sur, a Saudi Arabia, cuando ellos deberían pagarnos a nosotros, porque les estamos ofreciendo un servicio tremendo, y nos está costando una fortuna”. En el balance de Trump, la promesa que Estados Unidos hizo para proteger estos países no es una política contra la proliferación de armas nucleares. Es un simple y llano “servicio”.
El problema con Clinton, desde el punto de vista de Trump, es que ella no ve las cosas como él. No ve el valor de evadir impuestos y deudas. No tiene la cabeza necesaria para llevarse el petróleo libio e iraquí. No entiende cuánto dinero podrían ganar usando a su ejército como policías a sueldo. “Estamos perdiendo billones y billones de dólares”, dijo Trump, en tono de queja, hacia el final del debate. Los países que Estados Unidos defiende, “no nos están pagando lo que necesitamos. Y ella (Clinton) no lo dice porque le falta habilidad financiera”.
Quizás Trump tiene razón. Tal vez Clinton no sabría cómo hacerse cargo de una empresa. O quizás tiene algo que a él le hace falta: la habilidad para distinguir entre negocios y gobierno, y entre negocios y rapiña.
Previamente publicado en Slate
Escribe sobre ciencia, política, tecnología y otros temas para Slate.